10
un año después
Lo peor de tener que esperar, era no dejar a su mente divagar. El auto atraviesa la carretera al mayor ritmo posible. Se contiene de no pisar de más el acelerador, pero las noticias en la radio no eran nada que quisiera oír.
Murmura una maldición, intentando controlar el carril de su mente, con la misma precisión que controla la trompa del auto.
Aún no termina de decidir a dónde mierda es que se dirige. En una hora saldrá la entrevista que había pactado y eso reducía a muy pocos los lugares donde podría estar. Sin dudas los lugares públicos deberían ser descartados. Al menos por un par de días. Pepper había insistido que se aísle en su condominio. Que se encierre allí, que espere a que baje la marea. Y hubiera sido un buen plan, pero nada más entrar en el auto, la radio se encendió y todo se fue a la mierda.
Peter hacía horas que no le respondía los llamados, no le respondía los mensajes. Era optimista pensar que todo era una casualidad y no que su trasero estaba metido en el maldito edificio que se había venido abajo en pleno centro.
Se incorpora al tráfico que lo lleva hasta la ciudad y suspira reduciendo la velocidad. Aún no le avisó a Pepper que su plan se había ido por el desagüe. Renuncia a la idea de hacerlo en ese momento. Ya suficiente le había jodido la vida por las próximas semanas. Y solo Dios sabía que deparaba el futuro menos inmediato. Ella era la que se encargaba de filtrar los libretos que llegaban a montones y era la que introducía su nombre en las ruedas de casting cuando una propuesta empezaba a circular por los corrillos de los estudios. Imaginaba que esa montaña o se reduciría o se multiplicaría. Claro que el hecho de que se multiplique, para Tony, no era algo mejor. Le aterraba pensar en qué iría a parar su carrera una vez que decidiera coger un libreto.
Las luces de la ciudad se ven más cerca. La ansiedad le empieza a ganar la partida. Mira el salpicadero del auto. Espera nervioso a que los semáforos cambien y termina frente al cuartel de bomberos, antes de que el sol toque el horizonte.
Por recaudo y recomendación de Happy, había cambiado a último momento de vehículo. Así que la camioneta no llama la atención cuando la deja parqueada a una cuadra del lugar. Se ajusta el saco y las gafas de sol. Llamará más la atención con ellas que sin, pero con suerte la cantidad de transeúntes que podrían verlo en ese momento no le prestarían más atención que unos pocos segundos.
El cuartel, como cabe suponer, está abierto de par en par. Ninguno de los cuatro camiones hidrantes está en el sitio que los vio. Claro que había pasado un año lejos de Nueva York y eso podía tener otra explicación menos angustiante que la que Tony se venía figurando desde que escuchó la noticia hacía horas.
—¿Hola? —pregunta un chico, acercándose a él con un teléfono en la mano—. Lo siento, el cuartel está vacío. Los de la 7-17 están cubriendo nuestra zo- ¿Señor Stark? —jadea una vez que Tony se desprende de sus gafas—. Joder. Hola. Un gusto. Lo siento, si necesita ayuda...
—¿Peter Parker? —pregunta con un exabrupto.
—¿Parker? ¿Dijo Peter Parker? ¿Conoce a Peter?
No le sorprende que no maneje ese dato. Tony le pidió que no diga nada y no tenía motivo alguno para dudar de la fiabilidad de la palabra del chico cuando este le dijo que, por supuesto, no pensaba decir nada. Tony se sintió especialmente una mierda cuando remarcó que le ayudaría que directamente fingiera que no se conocían.
La mirada que le lanzó aún le laceraba la piel y el alma. Es decir, hacía poco menos de cinco minutos se la había mamado contra el auto. Era de un nivel de audacia esa petición. De un nivel de atrevimiento. Pero Peter lo encajó de pie, con honor y altura. Asintió, y le dejó en claro que jamás saldría nada de su boca. Ambos compusieron una pequeña mueca por lo inoportuno de su comentario. Con los labios aún hinchados por hacerle una mamada era un ejemplo algo violento. Pero entonces Peter se rio ligeramente, se acercó un paso y le lanzó una mirada cálida y comprensiva.
Comprensiva. Comprensivo hubiera sido que le parta la maldita boca de un golpe. Comprensivo hubiera sido que le diera una patada bien asestada en los huevos. No que le tendiera la mano y le prometiera que nadie jamás sabría que alguna vez Tony estuvo por Queens, o por Nueva York, en lo que a él refería.
—Sí, lo conozco —lo corta sin tiempo para rodeos—. ¿Está en el derrumbe del centro?
El chico entrecierra los ojos. Tony ve cómo retrocede un paso y gira la cabeza, como si evaluara los beneficios y las contras de decirlo. Se imagina que lo encuentra inofensivo, porque tras la vacilación inicial, vuelve a verlo más resuelto.
—Sí. Está allí. ¿Pasó algo? ¿Hay algún problema?
El aire se le va de los pulmones. Se inclina ligeramente sobre su abdomen y menea la cabeza.
Maldición.
Maldición.
Maldición.
No podía... no podía ser que tuviera esa suerte.
Un puto año entero estuvo peleando contra todos y cada uno de sus instintos. Un maldito año luchando para sacar adelante la puñetera película. Para pasar las jodidas regrabaciones y pelear contra todo el maldito estudio para salirse con la suya y justo pasaba aquello.
Tony pasó 365 noches odiándose. Odiando al mundo. Sin poder arrancarse del cuerpo y la mente a ese chico, para... para ¿qué? ¿Para eso? ¿Para que pudiera perderlo antes de que hubiera conseguido tenerlo en primer lugar?
—¿Señor? ¿Señor? Mierda. ¡Kamala! ¡Cassie! ¡Pizza! ¡Alguien!
Oye un ruido de pasos acercarse y una serie de jadeos bajos y cortos, cuando al fin llegan a dónde el maldito chico le tiene agarrado el brazo, impidiendo que se venga abajo. Y es que a muestra un botón. La cabeza le da vueltas. Recuerda vagamente que hacía un año estaba en un estado bastante parecido. Por el cuerpo le recorre un estremecimiento de solo pensar que aquella podría ser la última vez que lo haya visto.
—¿Ese es...?
—Sh, vamos, ayúdenme a entrarlo. Es amigo de Peter.
—¿De Peter? —dice una chica que se acerca a su costado, y le ayuda a enderezarse—. ¿Qué hace Peter siendo amigo del actor más famoso de Hollywood? —susurra por lo bajo, como si Tony no estuviera allí o fuera sordo realmente solo.
—No sé —responde el gordito que lo ayuda a andar—. ¿Hace mucho es amigo de Peter?
—¡Ned! —gruñe otra chica que se acerca a ellos, con un Golden Retriver meneando la cola entre sus piernas—. Eso es descortés. No necesita responder.
—¿Han vuelto? —grita una mujer saliendo a las corridas.
Tony se queda quieto viéndola. El grupo de niños que lo rodea se frena en seco y todos menean la cabeza negando.
—Llegó un amigo de Peter.
—Oh. ¡Falsa alarma! —grita hacia un grupo de personas, que había empezado a emerger de una sala que estaba al fondo.
Tony se mantiene lo medianamente erguido que puede. La mujer lo estudia una segunda vez y suelta un gritito bajo, tapándose la boca con la mano al reconocerlo.
—¿Anthony Stark? —pregunta desconfiada, una vez que se recompone de la sorpresa—. ¿Es amigo de Peter? ¿Nuestro Peter?
Tony alza la cabeza y se ordena serenarse. Las manos que lo sostenían de repente parecen conscientes de quién es, ahora que es capaz de alzar con entereza el rostro, y lo sueltan en el acto. La troupe de chicos y perro se resguardan a la espalda de la mujer.
—Es más complicado que eso. ¿Sabe algo de él? —pregunta odiando la forma atormentada en la que sale su voz.
Se dice que debe mostrar un poco de entereza, pero no recuerda exactamente cómo hacerlo. El temor le congela las entrañas y le aprieta la garganta. No puede pensar en que algo le pase. No puede pensar en que eso suceda sin que pueda, al menos, disculparse o decirle lo que tenía meses planeando.
—Sé que aquí solo estamos los familiares y amigos —dice estudiándolo unos segundos, antes de suspirar y estirar la mano para presentarse— Christine Palmer. Esposa de Steven. El capitán —aclara por si las dudas.
—Un gusto —murmura Tony intentando no dejarse intimidar por las personas que ya habían salido a ver qué era el alboroto, y lo miraban en diversos grados de incredulidad.
Había enfrentado cientos de públicos a lo largo de su carrera. Y si los de Broadway no lo habían intimidado, no iba a empezar en ese momento. Aplasta la voz que le recuerda que ese no era un público cualquiera. Que es era la familia por elección del chico al que le había roto el corazón y más le valía ganarse el derecho a ser de los imbéciles que se quedaban allí juntos, esperando recibir a todos sus seres queridos. No le ayudaba en nada aquella acotación y Tony no era el actor que era solo por ser guapo. Lo era porque era un maestro de la actuación y nadie podía fingir tan bien como él tener las cosas bajo control.
—Antho-
—Ni siquiera lo intente —lo corta resuelta—. Sé de sobra quién es. Tenía un póster suyo en mi placard cuando era adolescente. Pase. Aquí es más fácil no perder la cabeza. —Tony mira hacia las personas que lo estudian y alza la mano para saludar cuando una de ellas lo hace—. ¿Quiere un recorrido? —ofrece la mujer con el ceño fruncido, negando cuando su amabilidad parece ser el catalizador para que se quieran volver a acercar.
Tony dice que sí, nada más que para quitarse de encima las presentaciones incómodas. No es que no estuviera seguro, o que le apenara lo que pensaba hacer. Más bien era que no sabía cómo introducirse a sí mismo y aún no tenía el permiso de Peter para hacerlo.
—¿Entonces, vino desde L. A. cuando lo supo, o estaba por aquí...?
—Pensé que era un recorrido —murmura esquivo.
—Grabó dos películas de bomberos. Dudo que un cuartel en Nueva York tenga algo más interesante que uno en L.A. —dice subiendo unas escaleras, que los llevan lejos de la planta inferior y, sobre todo, del alboroto de voces que susurran su nombre y el de Peter—. Entonces... Peter es como un hijo para mi esposo y para mí. Si uno de los hombres más famosos del país dice que es complicado, como ahora no tengo nada mejor que hacer, me gustaría entenderlo. Si no es molestia. —aclara suavemente.
Tony no cae en la trampa y sabe que no hay real amabilidad en esa última inflexión.
—¿Tienen tele? En menos de diez minutos será menos complicado —exhala contrariado.
La mujer lo mira, le clava los ojos azules en el rostro con suficiente fuerza e intensidad como para hacerle querer vomitar su miseria. Pero ella retoma la marcha y le enseña, al fin, las instalaciones. Cuando vuelven a la amplia sala de descanso. Tony aprieta los labios y le indica a la mujer el canal que debería ver si es que quería una explicación.
El celular en su bolsillo suena y lo atiende tan rápido, que no llega a percatarse de que es Pepper hasta que es demasiado tarde. Evalúa colgar, pero la gente en la sala deja de dudar sobre si acercarse o no y eso decide por él.
Los alaridos que pega al otro lado de la línea son lo suficientemente altos para que tenga que despegarse el móvil del oído y eso termina de refrenar al grupo de personas que estaba por abordarlo.
Solo una chica de más o menos veinte y tantos se acerca a él con un vaso de unicel y le sonríe tendiéndoselo. Con una sonrisa agradecida, le da un sorbo al café caliente. Su cuerpo protesta a la dosis concentrada de cafeína, pero no oye su protesta. El valor líquido era algo que no se iba a dar el lujo de rechazar.
Se retrae a una esquina, y espera pacientemente hasta que la oye tomar aire. En contadas ocasiones, intentar callarla era el equivalente a tomar cianuro. Y en el fondo, sabe que ella tiene razón. Está a salvo en el cuartel, solo porque ve cómo la mujer del capitán habla con los más jóvenes y les hace bajar los celulares. Una vez que salga de allí, si la cosa no va como desea, va a tener que volver a su condominio, porque no había forma de que se metiera en un hotel en pleno Nueva York sin que en pocas horas la calle se volviera un pandemónium. En líneas generales, para él salir a la calle implicaba una pequeña congregación que crecía con el correr de los segundos.
En otro contexto, eso le hubiera causado algo de fastidio o exasperación, pero ese día en particular, será un problema. Por no decir que podría ser peligroso para sus seguidores, y los chismosos ocasionales.
—Tenía que venir —es todo lo que se permite decir cuando ella hace una pausa por más de dos segundos.
—Eres un maldito idiota. Ojalá tu carrera se vaya a la mierda luego de hoy y no tenga que volver a lidiar con tu basura.
Tony aprieta los labios y mantiene un silencio sepulcral. Sabe que no es verdad. A ella le apasiona su trabajo. Y para poder sostenerlo, él tiene que sobrevivir al escarnio público. Pepper jamás tomó otro cliente y no lo hizo porque Tony daba trabajo por diez.
Alza la vista cuando escucha la presentación del show. Los familiares de los bomberos se apiñan en las largas mesas. Suben el volumen y cada pocos segundos le dirigen miradas furtivas.
—¿Lo estás viendo? —pregunta con un suspiro lo suficientemente hastiado para que Tony sepa que estaban en tregua.
—Sí —dice caminando lentamente hasta el borde trasero de una de las mesas.
—Debí saber que algo pasó, ya que no llamaste automáticamente para quejarte de que te hice ir solo.
—Ahora solo estás siendo mezquina. ¿Cómo está?
—Cómo cabría de suponerse. Contento por estar en casa. Fastidiando porque es hombre y no sabe la diferencia entre un postoperatorio por apendicitis y la muerte.
Tony medio sonríe al oírla. Sabe que ella intenta sonar indignada, pero eso no serviría con él. Cuando lo llamó esa mañana para cancelar la entrevista, dado que su esposo iba a ser intervenido de emergencia, se notaba a leguas lo preocupada que estaba. Tony le dijo que no se hiciera problema, no era su primera entrevista y quizá lo mejor fuera no ir con su exesposa a dar esa nota en particular.
Una mujer a pocos asientos se topa con su mirada. Incómodo, nada acostumbrado a esa sensación de sentirse fuera de lugar, hace lo único que siempre funcionó con las mujeres que lo miraban cuando creían que no las notaba: sonríe y le guiña un ojo galante. La mujer se sonroja y corre la vista, para volverla a la televisión.
—Bien, ¿y ya lo viste?
—No. Está... trabajando.
Mientras Pepper repasa su tono, Tony se ve a sí mismo en la pantalla. Entra saludando, sonriendo y aplaudiendo a James Woo, cuando éste lo aplaude a él. Hace una reverencia frente a la cámara, a ese público que lo ve hambriento por saber qué era eso tan importante que tenía para contar, que daba una nota por fuera de las normales de las ruedas de prensa.
Cuando era un actor novato, su reticencia a brindar entrevistas se volvió su firma. A medida que su carrera crecía, que se volvía internacional y más variopinta, fue su marca registrada. Los entrevistadores ofrecían millones para que se siente en sus programas, pero a Tony la prensa se la sudaba. Era en gran medida su asquerosa culpa que hubiera tenido que vivir encubriendo quién era. Ellos harían un escarnio público y mediático cuando tuvieran la noticia. Como aves rapasases, iban a diseccionar y comer hasta los huesos su cuerpo y lo dejarían ahí tendido una vez que la noticia no generara más ingresos.
—¿Está en ese derrumbe, no?
—Claro que lo está —y por mucho pánico que sienta, Tony está increíblemente orgulloso y su voz lo deja en claro.
El terror le quemaba bajo las costillas, pero era increíble que Peter estuviera allí, haciendo algo tan extraordinario y verdaderamente loable.
A Tony lo habían reconocido con premios y menciones a lo largo de su carrera por sus labores humanitarias, por sus fundaciones y las donaciones que hacía. En gran medida eran causas que lo interpelaban, como a cualquiera que le sobrara el dinero y no fuera una jodida roca, pero en otra buena parte eran cosas que hacía porque uno de sus contables le dijo que así reducirían impuestos. Hombres como Peter eran los que de verdad merecían esos premios que adornaban las vitrinas de su casa.
—Es increíble que vayas a joder tu carrera por un chico así —suspira, pero Tony no comete el error de ofenderse—. Ni en tres vidas te merecerás salir con alguien como él. —le recuerda como las mil veces que salió a colación la profesión de Peter—. Avísame si la cosa se complica. Siempre tenemos uno que otro contacto...
—No. —la ataja tensando los hombros—. Me matará como se entere de que metí mano. Pero, por otro lado, la fundación, podría hacer algo. Comida, agua, mantas, ropa... no sé qué mierda más necesita alguien en un momento así.
—Dios, como te odio. Pondré a Rhodes a coordinar recursos.
Tony sabía de sobra que tenía que hacer más que buena letra si pensaba aspirar al perdón de Peter. Seguro como el demonio que meter mano a sus influencias para algo que se relacione directo con su trabajo podría costarle el cuello. Esperaba que la ayuda a víctimas le diera puntos. Los necesitaría.
El sobresalto del grupo de personas frente a él le hace dar un respingo. Tony vira la vista a la tele y se oye a sí mismo explicándole a James Woo su decisión de poner una pausa indefinida a su carrera.
—Sí, pero es que fueron más de 30 años —dice inescrupuloso, con una mirada calma y seria—. Ininterrumpidos. Si no era una película, era una serie. Si no teatro o un corto. Son muchos años. Mucho desgaste. Es hora de que me centre en otros aspectos de mi vida.
—Sí pero, ¿indefinido? Eres joven.
James Woo no era bueno escondiendo que se moría de ganas de desenmarañar ese chisme hasta que no quede nada de él que otro pudiera usar. O al menos no lo era para él. Nadie en la sala parecía ser consciente de la expresión hambrienta con la que lo miraba, la forma en la que se inclinaba en su asiento, intentando llegar a él y poder arrancarle de la boca el cuento completo.
—Lo sé. Pero hay otras cosas que quisiera hacer antes de ser muy viejo para ello.
James Woo se ríe cuando el público lo hace. Ve su propia mueca tranquila temblar imperceptiblemente una vez empieza a hacer una sarta de chistes "ácidos" con que el retiro siempre se termina si aparece el guión adecuado o el estudio pone suficiente dinero.
—Es un idiota despreciable. —dice Pepper al otro lado de la línea, escupiendo cuando, en la pantalla, James sigue riendo de sus propias bromas, mientras Tony hace algunos gestos más bien ambiguos—. Sabes que no dejaré que jodas tu carrera ¿no? No lo hice cuando nos divorciamos, no lo haré ahora.
Tony se ríe con gratitud. Sí, lo sabía, pero ya hecho le daba lógicos reparos todo lo relacionado con su futuro laboral.
—Siempre supe que me amabas.
—Ese no fue el problema.
—No tengo humor para que empieces. —masculla rodando los ojos—. Cuando vuelva, te sirves. Ahora deja de tocarme los cojones.
A ella le encantaba torturarlo con que si se separaron fue única y exclusivamente porque Tony era incapaz de mantener la mano fuera de las pollas de otros hombres. Ahora no tenía ganas de pensar en eso. No quería pensar en hombres y pollas, porque la que lo tenía desvelado y obsesionado desde hacía un año, estaba en manos de Dios.
Y hasta donde Tony sabía de religión, los gais no eran su tipo favorito de humanos.
—Voy a reírme tanto cuando ese niñato te haga lamer el piso para que te ganes su perdón.
Tony hace una mueca. Estaba seguro de que no pasaría tal cosa. O Peter entendía a Tony o no lo hacía. Algo de lo que sabía de Peter decía que no era del estilo de Pepper o el suyo propio. Y esa era, por lejos, la mejor parte de él.
—Ya. Te mandaré una foto cuando pase.
—Video. Bueno, voy a dejarte. Esta cosa empezó a sonar como desesperada y los correos ya están llegando —gime con asco.
—Diviértete.
—Idiota. Haz el favor de avisarme cuanto tenga un novio escandalosamente sexy, paramédico de un cuartel de bomberos en Nueva York, ex militar de las fuerzas especiales que venderle a la prensa. —hace una pausa tras el recuento y Tony reprime una sonrisa.
A diferencia de lo que le pidió a Peter, Tony atormentó a Pepper con Peter. Le habló de él hasta que ella misma le espetó que harían de una vez la entrevista para sacarlo del closet y que pudiera ir a buscar al maldito. Solo fue gracias a lo muy insistente que estaba que ella aceptó pelear con la productora para aceptar que Tony pudiera dar su declaración un año antes del estreno de la película.
Ellos preferían, al ver que era innegociable que cierre su homosexual boca, que lo hiciera justo después del estreno. Entonces saldría del closet y se presentaría con una pareja mientras la película estaba en el cine y así poder dejar que la morbosidad de la gente les diera rédito.
Pepper ya tenía negociado el aumento de dos puntos en el porcentaje que le iban a dar de las ganancias finales, pero Tony se negó. No le interesaba un solo dólar más. Quería decirle al mundo qué era y quería hacerlo ya. Tenía cintura económica para pagar la multa que fuera. Si intentaba llegar a un acuerdo era para agarrar a todos los involucrados a tiempo y que los de marketing tuvieran algo preparado que salvara el asunto.
Pepper lo maldijo, intentó apelar a su costado más racional; pero Tony era un hombre con una obsesión, con una necesidad y cada día que pasaba lejos del maldito (a palabras de él) palurdo de Queens, menos humano se sentía. Ella al fin lo entendió, se quedó en silencio viéndolo, estudiando qué se escondía tras su determinación y lo que sea que alcanzó a vislumbrar, la convenció para que fuera a negociar en su nombre. Al final Tony redujo los porcentajes de los márgenes de sus ganancias, no cobraría regalías a futuro y se olvidaría para siempre de trabajar con ese estudio. Le daba lo mismo. Si la cosa iba mal, no trabajaría para nadie más. Y si la cosa iba bien, ya se sentaría a ver a esos idiotas arrastrarse para hacer que su homosexual trasero vuelva a firmar con ellos para una producción.
También se comprometió a responder con su propio dinero si había pérdidas y le daría la primicia a James Woo. Lo último era parte de un negociado por fuera que no entendía. Pero Tony se aseguró que esa primicia solo implicará salir del closet, no presentar allí a su futuro novio.
Pepper había intentado convencerlo de que no sería mala idea, pero Tony se negó y le dijo que eso no pasaría. Peter no era parte del show de su vida. No aún, en principio. Pero cuando lo fuera, si es que pasaba, tampoco quería pasearlo por programas. No lo quería para nada de eso. No estaba buscando labrar más fama a su alrededor, enaltecer su imagen mostrando que era lo suficientemente gay como para conseguir al mejor de los especímenes que ese subgénero de hombre podía ofrecer.
—Nadie creerá que no estamos pagándole —le recuerda ella al fin—. Espero que lo sepas.
Eso le arranca una sonrisa.
—Mejor para mí. Menos intentarán molestarlo.
—Lo joderán igual Stark, ahora no actúes como un principiante. Con suerte que sea ex militar calma las... Hug, ahí va. Te dejo así puedes oír tu espectacular declaración. Te envío mi fuerza, querido. Que tu amado vuelva a salvo a casa —tras una ligera vacilación continúa con menos seriedad—. O juro que los mandaré a los dos con el creador. No tengo intenciones de defender tu homosexual trasero si no tengo el mejor prototipo de novio Norteamericano que colgarte del brazo.
Tony corta cuando en la pantalla se acomoda dando un ligero carraspeo. Mira a James, el hombre le sonríe. No sabe. No tiene idea de lo que está por escuchar. Creía que todo eso era por su retiro momentáneo de la escena. Sabía que había algo más, porque siempre los actores tienen algo más, pero la forma en la que lo mira con respetuoso interés, sería absoluta avidez si alguien le hubiera adelantado la verdad tras la entrevista.
—Sí, otro anuncio —dice humedeciendo sus labios—. No creo que haya que hacer gran cosa al respecto, pero... sé que lo harán así que mejor ganarle a la primicia.
—Seguro, seguro.
—Como sabes, ya tengo una edad y tiempo en la industria. Y si bien es muy diferente a lo que era en ciertos aspectos, en otros... es curiosamente parecida.
James ladea el rostro, asintiendo con lentitud. No sé nota en la pantalla, pero en ese momento gira la vista y busca a su productora detrás de la línea de cámaras.
—Y en uno de los aspectos en los que creo que jamás ha cambiado es en el referente a la necesidad que tienen de tener acceso a la intimidad de los actores. Es increíble como esa necesidad de estar siempre al pendiente de nuestra intimidad, de controlar la narrativa de nuestras vidas no ha cambiado. Y si lo ha hecho, fue a peor.
—Sí... las redes no han ayudado en lo absoluto. —concuerda con fingida empatía—. ¿Eso te alejará del trabajo por un tiempo?
—En parte sí, en parte porque creo que el mismo Hollywood lo hará.
—¿Por qué lo haría? —se ríe de golpe, haciendo una mueca cómplice a la pantalla, a su audiencia—. Eres el actor más amado del país.
—Porque soy gay y llevo veinte años fingiendo lo contrario.
La risa de James Woo desaparece. De un plumazo. Su rostro es un poema. Alguien pagará caro el no haberlo puesto en sobre aviso.
—Perdona, ¿qué?
Tony sonríe piadoso y se acomoda mejor en su sillón.
—Soy gay.
—Y lo has escondido por...
—Veinte años. Al principio creí que podía ser bisexual, pero con los años uno se da cuenta de esas cosas.
—Seguro, seguro. Pero... ¿Por qué ahora? ¿Por qué no decirlo antes? —pregunta de nuevo en eje, componiendo una expresión mucho más amigable y sentida.
Tony habría rodado los ojos, pero eso iba contra el papel que iba a representar.
—No hubiera podido tener la trayectoria que tuve si lo hubiera contado hace veinte años. Hollywood no tiene problemas con tu sexualidad, pero solo hay una línea de papeles que van a darte si eres gay. Otra muy diferente si eres hetero y no hablemos de lo que obtendrás por ser trans. Y... en ese momento, primé mi carrera. Quería hacer todo tipo de papeles, no ser un actor de reparto gay. Que, dicho sea de paso, esa cuota no tiene tantos años de vigencia. Cuando yo terminé de aceptar mi sexualidad, los gays solo tenían papeles terciarios de los que se reían todos. No fue difícil darme cuenta de que no podría ser el actor que quería ser y gay al mismo tiempo.
—Me imagino. ¿Crees que no hubieras obtenido las nominaciones a la academia, los premios que has recolectado a lo largo de tu carrera de haberlo dicho antes?
—Sin dudas que no —responde categórico—. Puedes mirar ahora a mis compañeros actores. Dime cuándo alguno de ellos, ya declarado abiertamente, obtiene el papel de un hetero. En el género que quieras. Acción, suspenso, drama, romance... Todos los premios que tuve a lo largo de mi carrera son producto de haber escondido mi sexualidad y haber podido participar de los castings.
James mira imperceptiblemente detrás de cámara. La productora general estaba hablando con un grupo de chicos que seguramente saldrían disparados a quién sabe dónde, para empezar a buscar quién sabe qué. Le interesa poco y nada. Por él fuera, hubiera hecho un posteo en redes, cerrado los comentarios y olvidarse, pero claro que incluso en eso iban a forzarlo a hacer las cosas a su manera.
—Y quien quiera decir lo contrario, no solo miente, sino que no tiene una sola estadística para demostrar su punto —continúa, dejándose ver todo lo fastidiado que estaba con esa absurda mierda—. No hay actores homosexuales que representen papeles heterosexuales. Aparentemente, según la industria, la gente puede verme y creer cuando actuó de astronauta, pero no podrán creer que soy un astronauta que se enamoró de una mujer. Porque al final soy gay, y la gente no va a tragarse eso. No será el que pueda caminar en Marte, será la parte de verme besándome con una mujer la que los hará decir: Es imposible que eso pase.
Tony se mantiene con el mentón alto cuando una buena cantidad de ojos desorbitados se clavan en él.
James intenta escarbar en esa área, pero cuando Tony solo repite en bucle lo mismo, se da por vencido. Ya había suficiente de lo que aferrarse como para pedir más. Con esa sola declaración quién sabe cuántas semanas podían tirar. Gente a favor, gente en contra. Productores indignados, actores agradecidos por qué al fin, así fuera tarde, se había alzado y hablado con la verdad...
Pura basura que le traía sin maldito cuidado, porque no pasó infernales años luchando contra su vida como para dejarse convencer de que mentía o era exagerado.
—Ahora mismo tienes una película en posproducción. ¿No dijeron nada los de tu estudio cuando les dijiste...?
—Todo lo contrario, me alentaron a decirlo —miente—. Me dieron todo su respaldo.
James tuerce el cuello para asegurarse que su rostro no quede completamente expuesto a la cámara. Tony asiente como quien no quiere la cosa cuando esté lo mira sin creerle en lo absoluto.
—Impresionante.
—Lo es. Les dije que estaba cansado, que no quería seguir sosteniendo esta vida y desde el momento cero me empujaron a que diga mi verdad.
James se recompone y sonríe.
—Quizá la industria está cambiando, finalmente —ofrece con un tono esperanzador que solo era para las cámaras.
Él, Pepper, Happy, Rhodes, básicamente todos sus amigos y colegas, los productores de ese programa, cualquier productor en Hollywood y hasta los malditos camarógrafos saben que eso es mentira. Nada cambiará. Nada lo hará, porque había demasiados factores involucrados en asegurarse de eso. Todo lo que hiciera de ahora en adelante sería, en primera medida, llamado woke e inclusión forzada.
—Eso espero. No querría que este fuera el fin, espero que no lo sea. Pero estoy listo para eso si ese fuera el caso.
Entonces James hace una pausa. Larga, sentida. Menea la cabeza, buscando entre las dos neuronas algo útil que acotar. Lo halla cuando Tony se vuelve a acomodar. No es destacable lo que le pregunta, por qué era lo más obvio que preguntar si no ibas a la explicites de preguntarle si le gustaba ser el hombrecito o el que recibía. Pero ni siquiera Jim lograría hacer sonar a eso un chiste.
—Y, perdona el atrevimiento, pero... ¿Fue solo hartazgo? ¿Fue solo el cansancio de vivir así, o... apareció alguien...? Ya me entiendes.
Tony escucha cómo las mujeres de la sala cogen aire. Christine se gira para verlo. Tony le devuelve la mirada, pero traslada los ojos a la pantalla sin molestarse en responder.
—Siempre es agotador vivir escondiendo y reprimiendo parte de ti. Pero, esta vez... hay alguien. Sí. Conocí a alguien. Y... pase un año poniendo distancia porque es de ese tipo de personas, ¿sabes? De esas que como tengas cerca... —se ríe nervioso, porque, si era para hablar pestes de la industria, el primero.
Pero Peter era su tema que no podía hablar sin sonar como completo estúpido.
—Arrasan con todo —concluye James.
Tony niega. Busca en el aire la palabra y cuando da con ella, una sonrisa se posa en sus labios.
—No. Le da sentido a todo. Eso hace. Es... es un gran hombre y por más que estuve todo un año huyendo de él, es imposible. Solamente imposible. Y no quiero esconderme para conocerlo. No quiero tener que verlo a las apuradas o encerrados en un apartamento. No es un secreto sucio que tengo que tener escondido. Quiero poder ser feliz sin estar asustado de que un paparazzi venga y arruine las cosas.
—Claro. Claro. Y él qué opina de que estés aquí... de que hayas hecho esto...
—No sé, me enteraré cuando salga.
—¿No lo has hablado con él?
—No. Sabía que intentaría impedirlo. Habría intentado convencerme de que primero veamos si había un futuro y luego decidamos si valía o no la pena contarlo.
—¿Y no has querido? —pregunta y Tony se da cuenta de que eso le había salido del corazón, porque su tono es ligeramente insultante. Como si le costara entender que alguien fuera tan condenadamente estúpido.
—No. No pienso actuar como si me avergonzara de él. Así no funcione, no pienso estar arrastrándolo a citas clandestinas como si verlo estuviera mal. Hace veinte años no pensaba de esa manera, hoy sé que no vale tanto mi carrera de actor. Y sé que bajo ningún concepto vale más que su dignidad.
James le da un pase a esa declaración. Ahora que era famoso no le importaba. Ahora que tenía premios y millones a por montones no le importaba. No se recrea en eso, porque caerá apático. Tony estaba enalteciendo a su "enamorado" marcar el banalísmo económico, pondrá el ojo más en él que en Tony, que está cumpliendo con todas las pequeñas condiciones que tenía una declaración de amor. En cambio, procede más bien a intentar sonsacarle el nombre de Peter o su profesión. Tony no es idiota, así que no logra arrancarle nada. Ningún pequeño dato. Peter está a salvo en la medida que quisiera estarlo.
—Apaga eso, Wanda —dice con firmeza Christine, terminando de pararse al lado suyo—. ¿Qué tal un par de presentaciones? Aquí somos una gran familia. Espero que estés listo —se ríe viéndolo con un nuevo aire de respeto—, puede ser un poco abrumador, pero cuando pasan estás cosas... verás que naturalmente gravitas hacia aquí. Nadie entiende más lo que sientes que otras... parejas.
—Dije que era complicado —la corta, no queriendo que ella saque conclusiones.
—Por favor —resopla divertida—. Peter dirá que sí. Solo de verte dirá que sí. Pero si dudas, deja que vea esa declaración. Ya quiero ver qué te lo quites de encima. Es el hombre más romántico del universo.
Tony sonríe mientras es rodeado por un montón de personas. Fue abrumador, pero hubo un cambio drástico en la forma en la que lo abordaron, a como solía hacerlo la gente. Tony no escuchó que nadie gritara a voces su nombre. Nada más lo saludaban, se presentaban y le explicaban quién era su familiar.
El perro Pizza salta sobre él cuando se acerca y la chica que lo ayudó antes, con cara de sentirlo mucho, jala de él.
—Lo siento. Kate no es muy dura con él. Le cuestan los modales.
Tony entierra la mano en su pelaje, y le acaricia tras las orejas. Sus padres jamás le permitieron tener una mascota. Y su trabajo siempre le impidió tener uno. Sabía que muchos compañeros de él tenían y a por montones. Pero Tony no estaba de acuerdo con eso de tener una mascota a la cual abandonabas por meses para irte al extranjero.
Recién de un tiempo a esa parte había empezado a imaginarse con uno. Bajar el ritmo de su trabajo, centrarse en solo tomar papeles que realmente le significaran algo y tener algo más parecido a una vida normal. Quizá grabar una serie, o hacer cortos. Tal vez cine indie, que le permitiera tener... tener una casa con una familia que lo esperara.
—No confiaría en nadie que pueda ser duro con uno como este —musita encantado con el bicho.
La chica se ríe y extiende la mano. Nota que le cuesta sostener su mirada, así que Tony se esfuerza por prestar más atención al perro que a ella. Había algunos admiradores que simplemente no podían y eso también estaba bien.
—Cassie Lang —se precenta—. Mi padre trabaja aquí. Yo estoy preparándome para dar el examen el año que viene.
—Suerte con eso —dice no muy seguro de cuál es la expresión correcta.
—Y la necesitará, abandonó la universidad por eso. Wanda Maximoff —se presenta una mujer cargando dos niños como canguro— Melliza de Pietro. Estos son Billy y Tommy. Sabrás más temprano que tarde que están más que felices con ser los más pequeños de la familia y que les encanta la idea de ser unos completos malcriados. No los mires a los ojos o caerás en su trampa.
Tony se ríe, porque solo una madre de mellizos podría darse el lujo de introducir así a dos niños tan pequeños y monos.
—Un gusto —responde alzando la mano para acariciar las mejillas de los dos niños de una edad comprendida entre el año y los dos años, que se retuercen con pequeños ruiditos felices en su dirección.
—Entonces... ¿Peter? Deberás pasar por el cadáver de todas nosotras si pretendes jugar con él.
—Wanda...
—Vamos, Christine, estoy segura de que ya lo has amenazado también —se defiende rodando los ojos.
Tony sonríe para sí. Acepta las amenazas porque sabe bien qué pasó noches enteras peleando consigo mismo.
Había luchado contra sus instintos y sus impulsos. Peleo para soltar el celular y no enviarle mensajes. No llamarlo. No buscarlo cuando estaba agotado o simplemente aburrido. Tony sabía que era de los que se encaprichan y sabía que no quería hacerle eso al chico. En especial cuando en el futuro inmediato no tendría nada que ofrecer. Nada que no fuera una vida clandestina y de anonimato. Una relación que tarde que temprano se sentiría unilateral y siniestra.
Porque así fue como se sintió el tiempo que estuvo escondiéndose con Steve y estaba seguro como el demonio que no empujaría a Peter a ese paseo por el odio, el rencor y el inconformismo. No podía hacerle eso al chico que se reía con soltura y encanto. No quería hacerle eso a uno de los pocos hombres que lo veía como un humano y no un objeto que lucir.
Pero vivía dentro suyo. Pensaba en él todo el tiempo. Pensaba en lo que le diría, en lo que preguntaría si se ponían en contacto. Y para cuando pasaron tres meses, aceptó que no podía más. Que no podía seguir peleando contra un recuerdo. Necesitaba volver a verlo, probar si lo que pasó esa noche fue cosa de una vez, o había algo que podía crecer entre ellos.
Y entonces empezó otra guerra. Una más acuartelada. Porque para estar con él, tendría que hacerle mil cosas desagradables. Y volvió a revivir sus errores pasados. Se vio pidiéndole que siguiera escondiendo su relación. Acordando encuentros casuales y puertas adentro. Negándose a llevarlo cualquier mínimo evento.
No podría dejar que nadie supiera que existía y ahí, mientras se imaginaba qué diría Peter, se imaginó que aceptaría. Porque parecía entender muy bien el asunto de la fama y los cuidados que debía tener. Y lo vio apagarse. Lo vio sonriendo pese a que le doliera y eso le dolió a él. Le dolió pensar que mientras le juraba que estaba bien, que no le molestaba la clandestinidad, le podría hacer daño a su moral y su dignidad.
Y esas cosas jamás le habían importado. Tony tuvo muchas parejas sexuales de las que ni recordaba el nombre. Un acuerdo de confidencialidad y hasta luego. Incluso, cuando pasó lo de Steve, Tony realmente estaba más molesto por lo que él sentía, que por lo que sentía Steve. Pero esa vez no se sentía bien pensar en eso. No quería hacerlo firmar nada. Repentinamente, fue consciente que no le interesaba la confidencialidad, le interesaba la exclusividad y no podía pedir eso sin dar nada a cambio. Quizá Peter creyera que el costo era alto, pero Tony ya había tomado la decisión y estaba bien consigo mismo al apurar el momento de hacerlo público.
—Bueno, creo que es hora de que te demos un par de indicaciones —dice Christine con solemnidad.
Tony alza una ceja cuando el grupo que lo rodea asiente solemne.
—No es fácil su trabajo, pero el nuestro en casa tampoco lo es.
—Hay cosas que no debes hacer.
—Cosas de las que no hablamos —añade Wanda.
—A menos que ellos lo hagan —aclara Cassie.
Tony las mira a las tres sin entender una mierda. Se espabila cuando las escucha debatir entre ellas el orden correcto para explicarle esos conceptos. Él estaba dispuesto. Más que eso: estaba ansioso. Ahora solo restaba ver qué opinaba Peter al respecto de darle una oportunidad.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top