La anciana de los mangos
UN GATO CONTRA EL ORBE DE LAS TORMENTAS
Capítulo 11: La anciana de los mangos
Puesto que estaba prohibido estacionar junto a la sede feminista, el grupo tuvo que atravesar la calle para dirigirse a la acera del frente donde había un garaje en el cual estacionaron el auto de Elvira.
―¿Y ahora qué vamos a hacer, Lydia? No sabemos dónde puede estar el segundo orbe de las tormentas.
―No lo sé, Percy, pero por el momento creo que lo mejor será contactarnos con los ejecutivos de Universal Pictures, tal vez ellos nos den la dirección de los acreedores que les pidieron el orbe a Lily.
Antes de que los otros miembros siquiera asintieran ante la idea de la chica gótica, fueron rodeados por unos tres individuos trajeados y que portaban enormes lentes de sol que no hacían juego con sus trajes elegantes de diferente color y que brillaban mucho a la luz del sol. Los desconocidos sacaron pistolas y encañonaron al grupo.
―Más les vale no hacer una escenita aquí o lo van a lamentar ―les amenazó uno de los sujetos, el del terno azul claro―. Sígannos sin oponer resistencia.
―Lydia...
―Tranquilo, Percy, no hagas movimientos bruscos.
―Vamos, muñequita, Mueve ese lindo culo tuyo ―le dijo a Elvira de forma socarrona otro tipo, el del terno rojo claro.
―Oye, cuidado donde apuntas esa cosa ―le recriminó Elvira.
―Tranquila, pechugas, que no soy de gatillo fácil. ¿Te impresiona mi magnun?
―Me refería al revolver que tienes entre las piernas, y por el tamaño seguro es una derringer ―le dijo la mujer, mientras ponía una sonrisa de suficiencia que hizo que el sujeto frunciera el ceño.
―Más te vale que calles a tu perro o le planto un tiro en su fea carota ―amenazó el otro mafioso con terno amarillo.
Elvira trató de tranquilizar a Gong, pero el caniche de irascible carácter seguía ladrando a los tres sujetos de los ternos de amplias hombreras y copetes abultados.
Cuando el mafioso apuntó al perro con su revólver, hizo aparición una mujer de unos setenta años. Su piel era cobriza y muy rugosa debido al clima del desierto.
―¿No quiere unos ricos mangos, señor?
―No molestes, vieja, que estamos muy ocupados.
―Están muy sabrosos y baratos, vamos, anímense caballeros.
―Ya dije que no, vieja bruja, lárgate.
―Los mangos son buenos para la piel, y de seguro harán que sus hermosas patillas largas se vean más lustrosas y abultadas.
Uno de los mafiosos perdió la paciencia y trató de golpear a la pobre anciana con su revólver, sin embargo, su intento fue detenido por un gigante de piel cobriza.
―Pero qué demonios...
El sujeto no tuvo tiempo de terminar ya que un enorme puño se estrellaba en su mandíbula.
Fue tan repentino el ataque, que el segundo individuo no reaccionó a tiempo y recibió del hombrón un puñetazo justo en la boca del estómago.
El otro mafioso apuntó su arma al recién llegado, pero toda su cara recibió el impacto de uno de los mangos de la anciana.
Maldiciendo, se quitó los grandes anteojos negros, pero no pudo hacer gran cosa ya que el bodoque cobrizo estrelló su puño justo sobre su cara. Los tres asaltantes quedaron fuera de combate.
―¡Deprisa, debemos salir de aquí!
―¿Quién es usted?
―¡No hay tiempo, niña de vestidos oscuros! ¡Su auto es muy llamativo, mejor suban a mi camioneta!
Los miembros del grupo intercambiaron miradas y accedieron al pedido de la anciana, no sabían si más mafiosos estaban por los alrededores, prestos para ayudar a sus secuaces.
La camioneta era vieja, pero contaba con la ventaja de ser una de doble cabina. En la parte de atrás había muchas cajas que llevaban montón de gallinas que no dejaban de hacer ruido.
El vehículo fue presto a la autopista, si hubiese sido seguido por un coche igual no hubiese sido ubicado con precisión, ya que por la carretera transitaban muchas camionetas que transportaban varias cajas ya sea con frutas o animales varios como gallinas.
―Me llamo Pluma Blanca ―contestaba la anciana a requerimiento de Elvira―, pero ese es mi nombre de la reservación, todos me conocen como Gertrudis. Mi nieto aquí al lado se llama Isaías.
El sujeto poseía un dulce rostro de niño crecido, mostraba al grupo una cálida sonrisa por el retrovisor, y pudo apreciarse la similitud de esta con el de su abuela.
La mujer les explicó en el recorrido que era la tataranieta de Cuervo gris, el anciano chamán de su tribu que recibió hace más de setenta años el orbe de las tormentas de manos de la actriz Theda Bara.
Gertrudis les repitió lo que les dijese antes Morticia, con la añadidura de que ambos orbes podrían crear lluvias en un área que equivaldría la superficie del estado de Texas.
―¿Me pregunto quienes quieren los dos orbes? Y lo más importante: ¿Qué planean hacer con ellos? ―se preguntaba Lydia, pero nadie parecía saber la respuesta.
―No creo que puedan hacer mucho daño ―decía Percy―, es decir, lo único que pueden hacer es crear lluvia.
―Depende de la cantidad de lluvia que puedan convocar los orbes, no estamos hablando de un fuerte aguacero, sino de un diluvio. Algo como los orbes que fueron creados para producir lluvia benigna, pueden usarse como un arma devastadora en manos equivocadas.
Todos miraron a Lydia y tragaron saliva a excepción de la anciana que asintió con la cabeza y su nieto que mantenía su vista en el camino, algo difícil considerando que tenía a Elvira justo a su lado.
―Y yo sin paraguas, pero primero lo primero, debemos averiguar quiénes eran los pito chico que querían secuestrarnos hace un rato ―dijo Elvira.
―Tal vez esto ayude ―dijo Percy y enseñó al grupo algo que tenía en su mano: la identificación de uno de los maleantes―. Se le cayó cuando se desplomó al piso y la tomé.
―Muy bien hecho ―le alabó Lydia, y todo el grupo sintió que se estaban aproximando a resolver el misterio del orbe de las tormentas.
CONTINUARÁ...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top