Gato volador
UN GATO CONTRA EL ORBE DE LAS TORMENTAS
Capítulo 12: Gato volador
Todas las miradas del vestíbulo del lujoso hotel se dirigían a una imponente y curvilínea mujer. Prendas ajustadas que revelaban de forma generosa muchas curvas y piel blanca como la leche se desplegaban ante un andar cadencioso.
El peinado y el maquillaje remarcaban a la mujer cuya gloria de caderas y senos estaban ceñidos por prendas oscuras: era Elvira y entró al ascensor mientras daba un guiño a los presentes antes de desaparecer de la vista de todos.
Harvey Weinstein era uno de los principales mafiosos de la ciudad de Los Ángeles, cuyos ingresos eran lavados gracias a su faceta de hombre legítimo de negocios, y es que el individuo era uno de esos productores de Hollywood todo poderosos.
El gordo de barba mal afeitada estaba muy acostumbrado a "entrevistar" a actrices para ver si estas podían aspirar a aparecer en un filme, y resulta que Elvira había llamado desde hace tiempo su atención. Ahora podría dar rienda a sus más bajos instintos.
Alguien tocaba la puerta y luego uno de los dos guardaespaldas del productor estacionado fuera de la entrada, dejaba entrar a Elvira, quien apoyaba sus manos en sus caderas y acentuaba las curvas de esta a la vez que su larga falda negra exponía sus esbeltas piernas.
―Buenas noches, señor Weinsein. Vengo por mi entrevista de trabajo.
―Cla..., claro, Elvira, pasa, siéntate como en tu casa. ¿Champagne? ―dijo el hombre despreciable que casi se cae de espaldas al ver a la mujerona en la entrada del penthouse.
―No gracias, el champagne debilita mi voz y quisiera tenerla a punto para leer el guion. ¿Puedo comenzar ya o dejo que primero se vista?
―¿Esto? Es sólo una bata, me siento mucho más cómodo así.
―Al menos la bata es larga.
―Sí lo es, por favo,r siéntate Elvira.
―Si no acostumbra a llevar ropa interior debajo de la bata, prefiero estar de pie.
―Que graciosa.
―No tanto como contraer hepatitis por sentarse una donde no debería.
Weinstein agrió el rostro, pero se compuso rápido y le ofreció a Elvira leer una parte del guion.
―Para evaluar mejor tus habilidades, mi querida Elvira, Yo haré como tu interlocutor. Tú serás La bella y yo La bestia.
―Ni que se diga, bola de grasa.
―¿Perdón?
―¡Digo, que siga su gracia!
―Eh, sí...
Elvira empezó a leer el guion y Weinstein también lo hizo con el agregado que no se limitaba a leer las condenadas líneas, sino que también quería actuar las escenas, las cuales implicaban que el sujeto gordo abrazase a la mujer gótica de manera muy obscena.
Si en un principio Weinstein creyó que todo iba resultar muy fácil, pues se equivocó ya que Elvira era muy lista y no se dejaba atrapar por el sujeto, y así, ambos se la pasaron dando vueltas por el penthouse sin que nada pasara.
―Bien, Bella, ahora estas acorralada.
―No estaría tan seguro, señor productor. ¡Estas atrapado!
Elvira recorrió las cortinas y levitando fuera de la ventana y a mitad de la noche, se hallaba un gato negro cuya larguísima cola, rodeaba la cintura de una niña gótica: era Lydia quien llevaba una cámara fotográfica y un equipo para escuchar y grabar conversaciones a distancia.
Weinstein se cayó de espaldas debido a la impresión, pero luego empezó a llamar a gritos a sus guardaespaldas.
La puerta se abría, pero por esta entraba Isaías, el nieto de Gertrudis; los dos guardias estaban derribados e inconscientes delante de la puerta.
―¿Estás bien?
―Sí, gracias.
Elvira fue a abrir la ventana y por esta ingresaba Percy y Lydia. Cuando el oscuro felino se transformó en un chico gato, el productor ahogó un grito y a continuación quiso escapar, intento inútil ya que fue detenido por Isaías quien le dobló el brazo y lo estampó de cara contra la pared.
―¡No, suéltenme! ¡¿Qué quieren?!
―¿Reconoce la foto del hombre que aparece en esta identificación? ―le preguntó Lydia.
―¡No, no sé quién es!
―¡Miente, se la cogí a uno de los mafiosos que quisieron secuestrarnos! ―dijo Percy y se acercó al hombre a la vez que erizaba los cabellos y los pelos de su cola.
―¡No aléjenlo de mí! ¡Les diré lo que sea! ―gritó el gordo al ver como los colmillos crecían como si se tratase de un vampiro.
―Eso está mejor ―dijo Lydia, y todo el grupo prestó atención a las palabras del pervertido.
.
.
Lucio Ñañiquez estaba perdiendo la paciencia, hacia dos días que obligó a Harvey Weinstein a entregarle uno de los orbes de las tormentas. El hombre lo hizo, pero falló en entregarle el segundo orbe, situación que enmendó al asegurarle por teléfono que había conseguido el par, le entregaría el objeto mágico en una fábrica abandonada, el problema era que el pervertido se estaba tardando demasiado.
El ruido de un motor de auto alertó al viejo y este salió a la entrada donde ya estaba una limosina, desde la cual salía el productor.
―¿Ya tienes el orbe faltante?
―Sí... Eh, este... ¿Qué va a hacer con ellos?
―Eso no debe preocuparle.
―Cierto, pero con esto la deuda de mi compañía queda saldada, ¿verdad?
―Claro, ahora el orbe.
Weinstein hizo una seña y el conductor salió del elegante vehículo, este llevaba el orbe.
―Ese es un chofer enorme.
―Sí... También hace de guardaespaldas. Mire, profesor... Sé que usted dijo que no me preocupase, pero preferiría ver el otro orbe, ese que le di. Para ver que tiene ambos y que luego usted no se niegue al decir que no le entregué los dos.
―Ustedes los de la mafia son muy desconfiados.
―Más bien mi instinto de productor. ¿Vamos adentro?
―Está bien, pero luego quiero que se vaya.
Weinstein accedió y junto con Isaías entraron al complejo abandonado.
CONTINUARÁ...
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