Arañas
UN GATO CONTRA EL ORBE DE LAS TORMENTAS
Capítulo 9: Arañas
Un Ford Thunderbird de 1959 iba por la calle cuya jardinera central lucía una hilera de altas palmeras cuyas amplias hojas recibían de pleno la luz del sol.
El auto combinaba en color con las prendas oscuras de la mujer y la jovencita copiloto, mientras que el asiento de atrás llevaba como pasajeros a un caniche con su pelaje teñido de rojo y negro, además de llevar un "peinado" mohicano también teñido y un collar de púas; a su lado iba un gato negro que miraba con aburrimiento el paisaje.
―Ya deja de sacar tu cabeza por la ventanilla ―decía Percy, el gato doméstico―, supongo que hay que ser perro para entenderle el gusto.
Gong a diferencia del gato no podía hablar, pero igual dio unos ladridos contra el viento que deformaba la piel de su hocico y hacia ver sus colmillos.
―Ya casi llegamos ―le decía Elvira a su sobrina―, A Vampira le gusta la privacidad.
Elvira giró a la izquierda y condujo por una carretera carente de jardinera alguna, solo uno que otro cactus se divisaba al lado del camino.
―¿Es esa la casa? ―preguntó Lydia al ver una construcción que rompía con la imagen previa que se había imaginado la chica gótica con respecto a la morada de la presentadora de películas de terror.
Una construcción modernista de mediados de los sesentas mostraba una elegante casa con amplios ventanales por muros y aleros de gran superficie al lado de una piscina amplia, todo un conjunto protegido por una reja de mediano tamaño, enclavado todo este en una zona rocosa, un acantilado en realidad que gozaba con una espectacular vista al océano.
―Me imaginaba algo más victoriano ―dijo Lydia.
―Nah, Lo único gótico que tiene Vampira son sus ropas.
Elvira condujo hasta la entrada y luego de pulsar el botón del intercomunicador anunció su presencia. Ni que decir que su llegada no era ni esperada ni deseada ya que solo se escuchó un ruido seco por el transmisor.
―Para ser sincera no me esperaba algo diferente ―dijo Elvira con la clara intención de regresar por donde vino.
―Señora Vampira, por favor, recíbanos, tenemos un orbe mágico y creemos que usted tiene el par ―dijo Lydia inclinándose sobre su tía. Percy y Gong, miraban atentos.
No hubo ninguna contestación, pero la reja de entrada se corrió hacia la izquierda.
―Bien, supongo que al mal trago hay que darle prisa ―dijo Elvira y condujo el Ford negro hasta la entrada principal.
Junto a las mujeres salían del auto Gong y Percy, este último que había dejado su forma gatuna para volver a ser un joven común y corriente.
Lydia tocó la puerta de manera educada y esta se abrió sola.
―¿Qué hacemos? ―preguntó Percy, quien olisqueaba el interior lo mismo que Gong.
―Supongo que no hay más remedio, debemos entrar.
―Yo iré por delante ―se ofreció el chico gato.
Ni bien todo el grupo entró en el amplio recibidor, una niebla salía por uno de los rincones, era tan espesa y tan intempestiva su presencia, que Gong quedó casi oculto por completo mientras gruñía a la extraña niebla.
―Hola... Señora Vampira ―decía Lydia.
―Ya basta, Vampira, deja el dramatismo.
Apenas dichas estas palabras por parte de Elvira, una puerta se abría y por esta surgía Vampira, con su traje negro entallado, muy similar al de la tía de Lydia salvo que este no era muy revelador, eso sí, la jovencita gótica se impresionó al ver la estrechísima cintura de la mujer, era imposible que alguien tuviera una cintura tan reducida.
«Ese corsé no debe ser saludable», pensó Lydia.
Vampira se acercó al grupo y luego dio un grito que hubiese congelado la sangre de un visitante "normal".
―Ya deja eso, mujer, no impresionas ni a un gato viejo ―le dijo Elvira hastiada con toda la parafernalia gótica desplegada.
―Tú... Tú, mujerzuela advenediza, ¡¿cómo te atreves a venir a mi casa después de lo que hiciste?!
―¿Perdón? Pero creo que oí mal, ¿me llamaste advenediza?
Ambas mujeres parecían lanzarse chispas por los ojos. Si las miradas matasen, esas dos ya se encontrarían fallecidas, cremadas y enterradas.
Percy fue a sujetar a Elvira, mientras que Lydia se interpuso entre las dos mujeres adultas. Gong se comportó bien y ni gruñó ni ladró a Vampira.
―¿Quién eres tu, niña?
Lydia se presentó y le hizo dar a conocer su interés por el orbe mágico.
Vampira observó a Lydia de pies a cabeza y consideró que iniciar una pelea con Elvira delante de la jovencita gótica no sería apropiado.
―¿Una tregua? ―preguntó Vampira.
―De acuerdo ―le respondió Elvira quien fruncía el ceño lo mismo que su interlocutora.
El grupo fue a la sala de estar, desde allí tenían una magnifica vista del Océano Pacífico, el cual a lo lejos lucia nubes oscuras las cuales, amenazaban con desplegar una tormenta, semejante situación se daba en la casa de Vampira.
―¿Dices que tienes un orbe mágico? ―dijo Vampira cortando el ambiente de tensión.
―Así es, Percy y yo lo descubrimos en un cementerio indio abandonado ―le dijo Lydia y a continuación le relató los pormenores de su descubrimiento.
―Lo siento pero no puedo decirte mucho.
―¿Pero por qué...?
―Preferiría discutir esto solo contigo.
Luego de un intercambio de miradas, todos salieron a la piscina, incluyendo el caniche.
―Esto es incómodo..., yo que acusé a Elvira de haber plagiado mi personaje, sin embargo, yo misma "adopte" mi imagen de Morticia Addams.
―Y esto tiene que ver con el orbe, ¿verdad?
―Me temo que sí. Le prometí a Morticia que le devolvería el orbe apenas lo recuperase de Elvira.
―Entiendo, ¿puede darme la dirección de Morticia?
―Claro.
Las dos mujeres salieron a la piscina y Lydia le comunicó al grupo respecto a Morticia Addams.
―Gracias, Vampira.
―No lo menciones a nadie, Elvira.
―¿Por qué decidiste ayudarnos?
―Mejor pregunta otra cosa.
―De acuerdo, ¿A dónde va esa puerta estilo bunker?
Tanto Lydia como Percy creyeron que Vampira no iba a contestar, pero luego vieron como se le iluminó el rostro, al parecer se moría de ganas por contarle a alguien lo que ocultaba.
Vampira los condujo al subsuelo donde había lo que parecía un laboratorio subterráneo en donde habían varios especímenes de arañas con la salvedad que estas eran mutaciones.
―¡Miau, mira el tamaño de estas cosas! ¡Son enormes!
―Sabía que te gustaban las arañas, ¿pero cómo lograste...?
―Lo mejor de la genética alemana ―interrumpió Vampira a Elvira―. Intento recrear a Rollo.
―Rollo no era real, mujer ―le dijo Elvira.
―Lo era para mí. Intentaré que estos arácnidos logren comunicarse conmigo.
―Ah, ya... ¡Bien, tenemos muchas cosas que hacer! Suerte con tu..., locura. ¡Vámonos, chicos!
Lydia y Percy intercambiaron miradas con Elvira y decidieron continuar con su búsqueda del orbe.
CONTINUARÁ...
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