Una Mañana

El epílogo de una nueva historia. Un futuro muy distante del canon actual. 

Espero sea de su agrado.

Cuando la tormenta cesó, el eco de las voces de la noche anterior convertía la casa en una caverna. Las cortinas con su leve ondear vaticinaban una mañana tranquila mientras el sol con sus rayos, apagaba el misterio de la sensualidad nocturna.

Las voces y las risas traviesas se movían aún por el techo rebotando desde el poder del recuerdo traicionero, luces que iban y venían, un gusto raro en el paladar.

Su cuerpo, aún cálido por el calor del lecho se estremeció al sentir por debajo de las sábanas a la pequeña entidad a su lado; inmóvil, quieta, seguro cansada por la madrugada que ardió en pasión y entrega. Vencida en una batalla de calor corporal y besos.

Frunció un poco el ceño para luego volver a mirar al techo. Había una sensación vacía en su pecho, un viento helado.

¿Esto era lo que esperaba de sí mismo cuando creciera? ¿Esto deseaba ser?

Cómo saberlo ya. Después de tantos pero tantos años, todo se veía irreal. Todo perdía forma a tal grado de despertar una mañana cualquiera y sorprenderse nuevamente de la realidad que le rodeaba.

Steven colocó las manos detrás de su nuca para darse mejor apoyo con la almohada y a la vez buscar una postura que le diera respuestas que hacía mucho tiempo no encontraba. Sus poderosos brazos musculados enmarcaron su fuerte pecho al tomar la posición. Se alcanzaba a ver parte de su vientre, plano y marcado, sin un ápice de grasa como cuando niño, donde aún descansaba la gema rosada con la que había nacido.

-¿Hace cuantos años comenzó todo esto?- se clavó en su mente mientras rememoraba visajes de las escenas que se habían desarrollado en esa casa. Su casa. La que alguna vez fue la casa con la que compartió una vida de casado; y que ahora era un aburrido aposento de soledad, cuando no un extraño escape para visitas inconcebibles.

Y mientras el visaje del sepelio de quien fue el amor de su vida se manifestaba comenzó a rememorar como el tiempo, la edad, la madurez y los instintos habían hecho una simbiosis alquímica que dio por resultado una vida en la cual ya llevaba viviendo un par de décadas. Que inicio unos años después de la muerte de su esposa.

Steven se estiró cuan largo era. Hacía tanto tiempo que había dejado de ser un pequeño que casi había olvidado como se sentía serlo. Media exactamente 2.08 metros aunque tardó demasiado, si lo cotejamos con una vida humana, en desarrollar.

Ese fue uno de los mayores traumas que tuvo en su momento, el quedarse pequeño para siempre. Ahora era simplemente, historia vieja.

Sonrió pensando que su condición física actual se debía a la vida sana que aprendió con su esposa. Ejercicios, disciplina, buena alimentación...

...no se engañaría, eso último era una vil mentira, Connie se cansó de intentar hacer que comiera sanamente. Cosa que jamás consiguió. Amaba la comida.

Steven salió de sus pensamientos al sentir de pronto que la entidad a su lado, oculta bajo el neblinoso misterio de la sábana, se movía perezosamente buscando una posición más cómoda. Entonces recordó que estaba desnudo y nuevamente se volvió a recostar para mirar al techo.

-¿Era esto lo que quería para mí? ¿En esto soñaba de niño que me convertiría?- se preguntó nuevamente.

Ahora, como adulto, podía darse cuenta de que esa realidad tan impensable de primera instancia, no era tan escalofriante al final. Después de todo, era un híbrido; se había descubierto inmortal al notar en su pareja la edad que el espejo a él no le mostraba. Allí fue donde aprendió a fingir para ella más edad para que no se hundiera en depresión. Si Connie se enteró de que él no envejecía, nunca se lo dijo.

Tan inmortal como era siempre quedó claro que él no era un gem, contaba con instintos básicos humanos totalmente inherentes a su ser: sed, hambre, sexo, entre muchos más. Y luego el tiempo corriendo por las ventanas, y la gente que conocía desapareciendo. Era quizá hasta obvio que llegase a desarrollar una vida como la que hoy por hoy, le arrancaba dudas existenciales.

Después de todo había vivido 50 años de casado en esa casa. Ya con Homeworld fuera de sus vidas, las gemas se dedicaron a vivir plenamente y él y su esposa, construyeron su hogar en un lugar cerca del templo y cerca del inmenso mar.

Una casa blanca de dos pisos, dos grandes ventanales al frente, un cuarto grande abajo, junto con la cocina y la sala y dos arriba con su balcón. En donde vivirían los hijos que nunca tuvieron.

Steven, como hibrido, se había descubierto infértil.

El chico sacudió la cabeza, eran recuerdos que ya estaban superados, pero como buen humano, a veces bajaban del olvido para punzar su pecho. Como justo esa mañana, en donde toda la remembranza nacía de la pregunta infantil "¿Esto era lo que deseaba?".

-¿Esto es lo que deseo?- se repitió.

No, no era lo que deseaba.

No, no era lo que había soñado y a veces, como esa mañana, era una realidad que no concebía; pero no lo iban a ver quejándose tampoco.

A pesar de los conflictos que de vez en cuando surgían no iba a negar que ellas le habían devuelto la luz que se le fue a la pérdida de su esposa. La esperanza, las ganas de vivir.

Eran sus amigas por sobre todas las cosas, y apretó los puños al recordar que eran más que su familia y las amaba más allá de toda imaginación.

Que las cosas se dieran así era un giro del destino que, como ya había comentado consigo mismo mil y una vez, era una consecuencia casi lógica.

Entonces la pequeña entidad al lado de él se movió pasando su pequeña mano por su vientre, acariciando su gema y pegándose a él.

Steven sonrió con ternura, y correspondió posando su mano en la espalda de ella, la acarició con suavidad de arriba hacía abajo.

-Te sentí tensar Steven, ¿otra vez malos recuerdos?- dijo la voz bajo la sábana.

-Sí, pero ya paso. Y tú, ¿estás lista para disculparte?- dijo sonriendo aun mirando al techo.

-¡No!- dijo la voz debajo de la sábana mientras se aferraba más a él -Es culpa de ella por ser tan testaruda.

-No puedes pasar todo el día aquí escondiéndote-

-¿Me estas corriendo grosero?-

-Tú sabes que esta casa es tu casa y puedes quedarte lo que quieras- dijo Steven mientras sentía como la pequeña entidad le iba escalando desde la cadera y abdomen hasta llegar a su pecho. Aún estaba debajo de la sabana.

-Tú...¿Tú crees que ella tiene razón?-

-Yo creo que lo de ayer fue una excusa para quedarte a dormir aquí- dijo mirando al pequeño bulto parlante debajo de la tela.

-Y...y si fue así ¿te enojarías?-

-Claro que no. Me encanta que estés aquí. Pero creo que debes hablar con ella.-

Entonces súbitamente la gema se destapó dejando al descubierto un leve cuerpo en diversas tonalidades de rojo totalmente desnudo, solo portando una cinta roja en la cabeza.

Se trepó al pecho de Steven donde se sentó sobre sus talones totalmente encima de él; se le veía simplemente diminuta.

Steven observo el rostro de la pequeña Rubí, quien, como siempre, hacía un puchero.

La roja levantó una mano y la estampó en un sonoro "PAF" en la frente del híbrido.

-Ouch- exclamo el chico.

-Está bien, hablare con Zafiro para que se calme. Pero de todas formas ya me tocaba quedarme a hacerte compañía - ella le miró un momento desde sus ojos ambarinos, luego le sonrió, lo tomó de ambas mejillas y le dio un tierno y apasionado beso.

El chico colocó su mano en ella abarcando casi toda su espalda, empujándola hacia él. Podía sentir su pequeña intimidad tocando su pecho y el recuerdo de la noche y madrugada comenzaron a calentarle la sangre.

-Te extrañaba Rubí- dijo entre besos y ella se comenzó a encender de forma incandescente provocando un sonido siseante por la quemadura en la piel del joven, quien no se movió un ápice. Hacía muchos años había descubierto que las quemaduras habían dejado de dañarlo. Su cuerpo se recuperaba casi al instante del daño.

Sin contar que eso volvía loca a su pequeña acompañante.

-Hoy intentare romper mi record- dijo la roja al oído de Steven envuelta en seducción y deseo, luego procedió a morder su oreja mientras iniciaba el movimiento de sus caderas sobre el chico, quien por su parte, con ambas manos la tomó de la cintura, sobra decir que entrelazaba con facilidad sus dedos en la espalda de la gema.

-Para ser tan pequeña eres muy atrevida- le dijo mientras acariciaba su espalda y sus piernas.

-Para ser mi pequeño eres un bocón- dijo Rubí mordiendo repetidamente el cuello de Steven dejando pequeñas mordidas por doquier como una fierecilla –el que te hayas estirado tanto no te hace más peligroso que yo-

Y él sonrió y se sintió feliz, olvidando nuevamente esas ansiedades que le atacaban; dejándolas para mañana. Cuando quizá Zafiro, venga enojada a quedarse a dormir, excusando un pleito y a cobrar una venganza.

O quizá Perla....o quizá Amatista. Podía ser cualquiera de ellas.

Siempre había una excusa.

¿Esto era lo que esperaba de sí mismo cuando creciera? ¿Esto deseaba ser?

Que importaba. Abrazo a la pequeña gema y la pegó a sí. Con todo su cuerpo Rubí solo abarcaba el torso de Steven.

El acarició su pierna, subió a su trasero el cual palpó.

-Veo que ahora si ya despertaste- dijo ella de forma traviesa.

-Quieres romper tu record ¿no?-

-Solo estaba bromeando, no te lo tomes en serio- dijo la roja fingiendo estar asustada y jugando a querer escapar.

Afuera, las olas rompían la arena y las aves matutinas ocultaban voces, gemidos y peticiones que salían de aquella casa blanca de dos pisos, a orillas del mar.
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Gracias por llegar hasta aquí. En el próximo capítulo comenzará la historia de cómo terminó Steven en esta situación. En este avance se dan detalles pero se irán expandiendo conforme se avance. 

Este fic tendrá drama, momentos cómicos y sus momentos románticos. Aunque habrá lemon no creo manejar lemon fuerte, mas bien soft.

Saludos a todos.

Gendou "El Maldito" Uribe

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