Reflexiones

Tenemos la continuación. Gracias por estar.

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"Un poco de sudor y fuego, un poco de dolor y agua, tres intentos de metal y viento, décadas de una entrega, de deseo; de un truque con el olvido.

Mis pies se arrastran por la arena, más no estoy lejos de casa, ella se quedó dormida y volveré pronto a su lado; tan duras como son a ninguna le gusta abrir los ojos, y encontrar hogar vacío. Siento que se sienten mujeres; verdaderas mujeres, las horas que pasan conmigo.

Más allá de la cerca, donde vive un Beach City que desconozco, me ven con ojos extraños generaciones que no entiendo, que olvidan quien soy y quienes somos.

No, ya no hay Maheswaran's, no hay Fry's, no hay Pizza's.

Solo hay ojos que nos ven como entidades malvadas. Como el brujo y sus mujeres robadas, como el demonio y sus diablas.

Somos Dioses de una mitología olvidada"

La mente de Steven se ensimismaba mientras observaba el ir y venir del mar. El viento alcanzaba a mover su larga cabellera negra intensa que caía hasta su cintura, su melena era muy parecida a la que alguna vez tuvo su padre, con uno que otro bucle. Su vestimenta, un tanto improvisada, consistía en un short de mezclilla que dejaba ver sus marcadas piernas, así como una camiseta roja sin mangas y sus siempre presentes sandalias.

Respiró profundo sintiendo la sal en el aire y soltó un suspiro lleno de pasado.

-¿Cuando terminé siendo un demonio?- murmuró mientras de pie, se perdía viendo las nubes que se movían con pereza por el cielo.

Nuevamente sentía esa punzada vacía en el pecho. El toque ácido que le llevaba a observar el mar por horas, en busca de un "por qué" a su dolencia.

-Me dejaste sola- se escuchó una voz desde la puerta de la casa. Steven solo cerró los ojos sin voltear.

-Lo siento, iba a volver en un segundo- contestó girando para verla. Vestía un pequeño short de mezclilla y una remera negra, ropa que era seguro había generado apenas se levantó, al no verlo.

-Mentiroso- le contestó para luego bajar los escalones y tomar velocidad. Steven ya sabía lo que Rubí haría así que simplemente regresó su vista al mar.

La pequeña Rubí antes de llegar hasta Steven pegó un brinco y lo escaló del pelo y la camiseta hasta llegar a su hombro derecho, donde, como un pequeño travieso, se sentó. La acción ni siquiera movió a Steven, el peso de la gema era muy poco como para causarle daño o molestia.

Ambos observaron un poco del tranquilo oleaje mientras unas gaviotas rompían el viento con sus chillidos. El paraje marino en su totalidad demostraba la vida en aquella pequeña esfera azul, que hacía ya varias décadas, habían salvado de la destrucción.

Steven frunció un poco el ceño y fue entonces que Rubí decidió hablar; abordar el tema que ya era inevitable: el ensimismamiento de Steven.

-Si te afecta estar con nosotras Steven, deberías hablarlo -lo volteó a ver- todas lo entenderíamos. Te amamos y queremos que estés bien. Yo quiero que estés bien- finalizó llevándose una mano al pecho.

Él la vio y la notó angustiada, los grandes ojos de la pequeña Rubí parecían ansiosos. Steven no pudo dejar de sentirse culpable por entender que con su ensimismamiento y comportamiento ermitaño, las señalaba a ellas directamente como culpables. Tenía que remediar eso, él no las culpaba, ese era el punto; Steven se culpaba a sí mismo.

-No es eso Rubí, ustedes son para mí como el oxígeno de mi cuerpo, son la luz de mi alma y el estar con ustedes es para mí, simplemente maravilloso-

La gema se ruborizó un poco y sonrió levemente –y para mi es maravilloso compartir estos momentos contigo; y estoy segura que para todas. Pero hay momentos en donde te ensimismas, tu mente se va como muy lejos y no sabemos dónde. Tengo miedo de que algo te esté pasando Steven- y le acarició la mejilla, para luego darle un tierno beso en los labios.

Al separarse, Steven detecto que la gema tenía los ojos algo húmedos –tengo miedo de que algo te esté pasando y no nos estés diciendo nada. Justo como en aquella ocasión- y Rubí bajo la mirada haciendo a llorar.

-No Rubí, no- interrumpió él de inmediato con voz suave- para nada es como en aquella ocasión. No me voy a ir a ningún lado ni las voy a dejar, créeme-

-Entonces dime ¿Qué tienes? ¿Qué evita que seas feliz?-

Steven la miró un instante, estaba haciendo ese puchero que de tantos años le conocía; no supo si por eso respondió con toda sinceridad.

–Creo... que me cuesta mucho aceptar que tengo demasiada suerte, al tenerlas conmigo-

Y Rubí no entendió del todo.

Steven solo le sonrió ampliamente y la pequeña gema en su hombro le sonrió de vuelta. Fue cuando el chico cuarzo decidió dar un giro a las cosas.

-¿Así que ahora eres Rubí la "Doctora Corazón"?- dijo picándole la nariz, algo que sabía hacía rabiar a la roja.

Rubí frunció el ceño –todavía que me preocupo por ti ingrato ¿te burlas?- y sorpresivamente, la gema se lanzó a la oreja del joven y le clavó una nada suave mordida.

-¡AAAY! ¡Suéltame! ¡Suéltame!- exclamaba Steven mientras pegaba de saltos con una pequeña criatura roja pegada a su oreja derecha.

-Pisheme pershon groshero- decía sin soltar Rubí.

-¡Ya! ¡Perdón! ¡Carajo! ¡Que duele! ¡Perdón!-

La pequeña gema lo soltó y de inmediato se colocó de panza sobre el hombro de Steven, quedando con los brazos colgantes delante y las piernas detrás.

-Eres un llorón- dijo burlonamente la roja.

-¿Te gustaría que te mordiera yo?- reclamó Steven tallándose la oreja.

-Anoche lo hiciste- dijo coquetamente Rubí y el chico se sonrojó.

-Eso...eso fue diferente...- dijo Steven volteando hacía un lado apenado mientras se llevaba una mano a la cabeza.

-Me quedo una marquita aquí –y se señaló justo debajo de donde su espalda dejaba de ser espalda– ¿quieres verla?-

El chico se apenó, pero decidió que ese día no perdería.

-Me parece bien, quiero ver-y tomó a la pequeña gema de su hombro con ambas manos por la parte del torso.

-Espera ¿Qué...?-exclamó sorprendida y asustada Rubí ante la acción de Steven.

El chico la puso de espaldas enfrente de él y la tomó de la mitad de su cuerpo con una mano y con la otra se dispuso a halar el short desde atrás, para observar la supuesta marca.

-Es-¡Espera! ¡A-a-alguien nos puede ver!- gritó Rubí toda apenada agitando brazos y piernas.

Steven metió con determinación dos dedos en el short dispuesto a bajarlo. Al sentir eso, la gema se encendió toda de forma incandescente mientras recogía brazos y piernas.

Steven lanzó una carcajada retirando su mano y colocando de nueva cuenta a la gema en su hombro.

-Ja, ja, ja no puedo creer que de verdad creíste que lo iba a hacer- exclamó entre risas mientras Rubí apenas se reponía de su incandescencia y enorme rubor.

-P-por qué...- murmuró ella y Steven se asustó al darse cuenta que quizá fue muy lejos.

-Rubí yo...-

-Por qué te detuviste...- dijo ella con coquetería.

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20 años atrás.

Con las manos en la cara ya hacía derrotado un hombre.

A pesar de su cabello largo entre gris y blanco, aquellas entradas profundas que denotaban un inicio de calvicie y las arrugas en su rostro, su cuerpo no aparentaba los 70 años que se sabía tenía. Era la postura que mantenía lo que reflejaba su abandono: la de un títere sin hilos, la de un árbol vencido, la de un ave herida de muerte.

Steven se dejaba caer en aquella silla de madera de caoba que pertenecía a un lujoso comedor, regalo de bodas de su padre hacia tantísimos años. Donde cenó con él una semana antes del infarto que se lo arrebató, y donde había cenado con la mujer que frente a él, se mantenía inerte en aquella caja oscura, entre cuatro velas, pernoctando eternamente en la que sería, su última morada.

-No...n-no...por favor...no tú Co-Connie...- Con una temblorosa mano en el rostro y totalmente doblado el hombre no paraba de llorar ni de decir el nombre de la que fue su esposa por medio siglo.

La sala de aquella casa de fachada blanca había sido adaptada. Los muebles de la sala retirados para hacer el espacio a la caja y a los sirios. Gente que iba y venía pero que en realidad, no significaban nada, nada para Steven ni para su vida ni para su dolor. Solo quería estar solo, que se largaran todos.

Ya no había futuro. Solo demasiado pasado.

Afuera del recinto, a una distancia prudente, se encontraban reunidas todas las Cristal Gems embargadas por el luto, pero por sobre todo, inmensamente preocupadas.

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Gracias por leer. En el próximo si veremos ya de lleno el pasado y e iniciaremos con los porqués que llevaron a Steven a su vida actual.

Les mando un saludo a todos. Nos vemos mañana.


Gendou "El Maldito" Uribe.


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