Receta de Familia

Tenemos el capitulo siguiente. Espero les guste. Hay un toque de lemon en algún lugar. Advertidos.

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-¡Ya llegue mamá!- Fue el grito de una joven morena de cabello lacio. Estudiante de educación media superior evidenciado por su uniforme, arribaba a aquella casa con una premura que se notaba.

-¡Qué bueno Cadence! ¡Descánsate un rato porque ya va a estar la comida!-  Respondió una voz femenina desde algún lugar en la casa. El aroma a pasta inundaba el lugar.

-¡Si mamá!- dijo la chica sin detenerse mientras subía las escaleras y torcía a la izquierda para dirigirse a su habitación.

-¡No estés corriendo en la casa jovencita!- Gritó la matriarca pero Cadence no escuchó, su corazón palpitaba con la emoción que solo un adolescente genera.

Había hablado con el Brujo de la Costa, con El Demonio Roba Niñas y había vivido para contarlo. Sonrió al recordarlo y su rubor creció.

Abrió la puerta de su habitación y se encerró. Su cuarto rebozaba de color negro y blanco; desde los holanes de su cama excelentemente tendida, hasta los posters en las paredes, cortinas grises, cuadros con dibujos de Rorschach, un tocador con un gran espejo y diversos cosméticos a medio acomodar. 

La joven se acercó a su cama con premura donde levantó el colchón buscando algo con cierta desesperación.

-Mi abuela lo conocía- pensó mientras seguía rastreando debajo de su cama.

-Ella me habló del Brujo hace tiempo- se detuvo un segundo un tanto asustada. - Me hablo de Él- repitió recordando que a aquella persona que conoció a fuera del MALL, no le agradaba que le llamaran de esa forma. Brujo.

Por fin sus dedos tocaron el objeto deseado. Era un viejo álbum de fotos de pasta excesivamente gruesa, en la portada lucía en letras desgastadas de color verde esmeralda sobre un fondo color crema: Mary Isabel del Valle.

La joven acarició la portada con un golpe de nostalgia. Ella y su abuela habían sido muy afines. Extrañaba sus palabras y sus abrazos, sus galletas que degustaba junto con sus historias, aquellas donde le hablaba de seres mágicos que invocaban armas y objetos. De leones y mujeres gigantes. De seres que defendieron la tierra. Aunque por ello la llamaran loca.

Cadence acomodó su lacio cabello negro detrás de sus orejas para que evitar que le estorbaran ahora que comenzaba a levantar las páginas amarillentas de aquel viejo álbum. Fotos de su madre de pequeña y fotos de ella misma de pequeña eran las más recientes y las más abundantes, pero esas no le interesaban así que tomó el libro y lo comenzó desde cero.

La primera foto que vio era una que no recordaba haber visto antes.

-Ella es...-

Era una mujer morena de cabello tomado en una cola. Piel morena, labios gruesos, un pañuelo en la cabeza.

-La Bisabuela Kiki- murmuró.

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-¡Amatista!- expresó Steven Incorporándose en la cama.

-Hola Steven- dijo la pequeña púrpura y se abrazó al torso del joven con una inmensa sonrisa.

-¿Cómo estas big boy?-

Steven la vio radiante y su sorpresa se desvaneció, simplemente suspiro y sonrió mientras dirigía su mano para acariciar aquel cabello albino.

-Amatista, ¿Cuándo llegaste aquí?-

-Hace unas horas, te he extrañaba mucho.- Dijo con semblante triste.

-Yo también te he extrañado-

- Por cierto- dijo Amatista- ya vi que amaneciste alegre-  y levantó la sábana para mirar hacia la parte inferior del chico.

Ella lo volteó a ver con malicia – ¿Necesitas ayuda con eso?-

A Steven se le agolpo el color en el rostro mientras la pequeña peliblanca se le subía al torso hasta que alcanzó los labios del gem y le plantó un beso entregado mientras acariciaba su rostro.

-Te he extrañado mucho- le dijo suavemente con los ojos entrecerrados para luego besarlo de nueva cuenta. Inmediatamente Steven sintió la lengua de la gema acariciar la suya, sus generosos pechos jugueteando en su piel dejando claro que sus aureolas estaban duras, todo esto mientras ella, estirando sus pequeñas piernas, aprovechaba que sus pies quedaban justo a la altura del miembro del chico. Empezó a moverlos de un lado a otro.

Eso estremeció fuertemente a Steven ante el potente estimulo. Amatista sonrió entre besos.

Fue entonces que Perla abrió los ojos y lo primero que vio fue a pelialbina sobre el torso de Steven.

-Pero que demo...¡Amatista!

-Mierda- exclamo la dulce princesa morada.

***

-¡No deberías estar aquí! ¡No es tu turno!-

-¡Lo era hasta que Garnet y tú decidieron quitármelo!-

-¡Había un acuerdo! ¡Esto es por el bien de Steven!-

-¡Yo también quiero ayudar!-

-¡Mucho ayudas no estorbando!-

-¡¿Me estás diciendo estorbo?!-

-¡Basta!- dijo Steven que estaba en medio de ambas gemas. Ambas se tapaban con la sábana hasta los hombros. Los tres aun en la cama.

-Me dijo estoorboo...-dijo Amatista con ojos llorosos. Una técnica que había perfeccionado con Steven.

-Ay por favor- dijo Perla cruzándose de brazos.

Steven sonrió y ambas se quedaron silentes ante eso. Hacía mucho tiempo que Steven no sonreía sinceramente. Aunque les daba atención, siempre estaba como ausente.

Ahora estaba sonriendo casi como antes y eso les llenaba de una inusual alegría.

Steven puso una mano en sus cabezas y comenzó a revolverles el cabello con cierta fuerza.

-Amatista- dijo él- no eres un estorbo-

-¿Ves?- dijo la peliblanca.

-Y Perla, gracias a ti ya me siento mejor. Me alegra que estén ambas aquí-

Steven se estiró levantando sus fuertes brazos con pereza, enzarzó a ambas gemas y se acostó llevando a ambas hacía él en un abrazó cálido provocado por el contacto desnudo.

-Aún es temprano, ¿les parece si dormimos un poco más antes del desayuno?-

Perla sonrió al verlo tan cómodo con ellas.

-Por mi está bien- dijo.

Amatista por su lado hizo lo propio al acomodarse.

-Por mi igual- y se acurrucó.

Pasaron unos 20 minutos de silencio. Hasta que se escuchó en un susurro.

-Dijo dormir pervertida- Era Perla que había sentido movimiento del lado de Amatista.

-No estoy haciendo nada- declaro la morada molesta- Aunque debería hacerlo, tu tuviste toda la madrugada para divertirte.-

Perla rió por lo bajo sonrojándose al recordar como Steven, después de hablar con ella, se había comportado tan apasionado.

-Je, je, ya ni me digas-

Amatista hizo un puchero.

-Lo importante es que él se siente mejor- dijo Perla incorporándose un poco para ver al chico, el cual estaba profundamente dormido. Su negro cabello caía a los lados de su cara perdiéndose entre sus grandes hombros.

-Es verdad- dijo Amatista – también lo noté- Entonces se manifestó en ella una tristeza verdadera.

-Quisiera tener el poder para curarlo como tú lo haces- expreso un tanto melancólica al sentir que ella no le era de ayuda para nada.

-Amatista- continuó Perla sabiendo a donde iba la charla- hay cosas que yo no puedo darle y que tu si-

-¿Cómo un  buen par de pechos?- dijo la morada con una risa leve sabiendo la broma.

-...no, me refiero a que lo haces reír y compartes con el muchas cosas que a mi simplemente no me llaman la atención. Todas somos muy importantes para él. Anoche me lo dijo de nuevo.

-Sé que nos ama. Y nosotros a él.- Reiteró Amatista para luego voltear a ver a Perla. Esta notó algo en la mirada de la morada.

-¿Qué estás haciendo?- Amatista no se inmutó.

-Tus chantajes no funcionan conmigo-

-Por favor...- dijo suplicante la gema peliblanca.

-¡Ush!- Exclamó Perla escabulléndose de entre las sábanas. Se bajó de la cama y una vez de pie, apareció su ropa típica. Se dirigió a Amatista con cierto fastidio.

-Voy a preparar el desayuno. Tienes media hora para hacer lo que se te antoje. Ni un minuto más-

-¡Te quiero gran P!- dijo en un grito susurrado.

Perla le sonrió con cierta condescencia.

-Y yo a ti Amatista- y procedió a salir de la habitación.

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Cadence había separado unas 15 fotos de aquel enorme álbum. Su abuela Mary se lo había regalado tres meses antes de que falleciera y de eso habían pasado varios años ya; pero la realidad es que nunca lo había revisado con la atención que justo esa tarde le dedicaba y estaba más que fascinada. Había descubierto que había fotos escondidas detrás de fotos simples, y estas eran evidentemente más viejas que el resto. Muchas mostraban a su bisabuela con personas que no reconocía, otras solo mostraban a estas personas en diferentes grupos y situaciones.

En algún momento había bajado con un ramillete de ellas para preguntarle a su madre si reconocía a alguien. Jimena, después de darles una ojeada, simplemente negó con la cabeza.

-Creo que esta es la abuela Kiki, tu bisabuela, y esta debe ser su hermana...no recuerdo, creo Jannet. Las personas con las que está no tengo ni idea. Son fotos muy viejas cariño.- se la devolvió pero Cadence no quería rendirse.

-¿Y qué opinas de esta?- dijo mostrando una donde su bisabuela se encontraba con un hombre alto de cabello crespo, una mujer morena con una enorme espada, y varias mujeres de extraños colores de piel que, a pesar de la edad del retrato, conservaban los tonos.

-Debe ser una fiesta de disfraces- dijo quitándole peso al asunto y moviéndose por la cocina para apagar un gran horno que se encontraba empotrado al fondo de la cocina.

-¿No recuerdas nada mamá?- insistió Cadence.

Su madre por fin se detuvo un tanto fastidiada, se limpió un poco el sudor.

-Mira Candy, no sé por qué te ha nacido nuevamente tu curiosidad por las cosas de la abuela, pero debes recordar que esta charla ya la tuvimos. La bisabuela Kiki era una mujer llena de misterios y Mamá Mary no habló conmigo de su pasado, con nadie de hecho, hasta que ya estuvo muy vieja. Fue un día de pronto que empezó con eso de mujeres mágicas y tipos del espacio que salvaban al mundo, justo después de que el abuelo muriera.-

El rostro de Jimena, se ensombreció.

-Es historia vieja Candy, solo déjala descansar por favor.- Dijo para luego colocarse unos gruesos guantes de cocina, acercarse al horno, abrirlo y retirar una redonda charola que contenía una humeante y crocante pizza de champiñón con pepperoni. Receta de familia.

Cadance había vuelto a su cuarto derrotada. Sabía que a su madre le asustaba hablar de esas cosas. Todos en la familia habían pensado que la abuela Mary se había vuelto irremediablemente loca ya que decía que los que vivían más allá de la cerca eran salvadores, no demonios.

Nadie la tomó en cuenta. Y de la abuela Kiki, bueno, ni quien se acordara.

Cadence cerró el álbum y lo dejó a un lado de la cama. Se recostó mientras veía aquel collage de 15 imágenes tan ajenas y lejanas para ella.

-Él me dirá quienes son. Él debe saber quiénes son.-

Entonces le llamó la atención una foto donde estaba un hombre con un extraño león rosado. La miró con detenimiento.

-Mamá Mary decía que abuela Kiki había montado un león rosado.- Murmuro mientras acercaba la foto a su rostro. Le llamó la atención el joven de cabello algo largo, fornido y sonriente.

-Debe ser su abuelo- pensó- o quizá...-le tembló el labio- quizá si es brujo y es inmortal- Y sintió un escalofrío.

-Y se mete con niñas...-

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Amatista se posicionó nuevamente como antes de que Perla la interrumpiera. Besaba con fiereza a Steven acariciándole el rostro y los hombros mientras que con sus pequeños pies tropezaba una y otra vez el miembro de Steven; el cual, ya se había percatado de que estaban solos.

Mientras Amatista jugueteaba con sus pies, él acariciaba la espalda de la gema cubriéndola toda, metía sus dedos en su cabello a la vez que con la otra mano bajaba hasta su firme y bien dotado trasero. Apretó levemente hundiendo sus dedos en ella.

Amatista le besaba, lamía y respiraba cada vez más agitada. Ambos se sofocaban en sus alientos. Él la acarició un poco más profundo perdiéndose entre sus glúteos hasta que tocó, casi como un roce eléctrico, su intimidad ya húmeda. Paró de pronto y colocó ambas manos en la cintura de la purpura para levantarla y atrapar con sus labios el pezón izquierdo de aquellos pechos que al joven excitaban tanto. Amatista recogió sus piernas y se sentó en el torso de Steven dándoles total entrada a ellos. Sonrió con dulzura al verlo apasionado mientras la devoraba, luego gimió ante los embates de lengua, labios y dientes en sus pezones. Atrapó la cabeza de Steven pegándolo con fuerza a su pecho en el momento que sintió el placer ebullir como un volcán. Él la abrazaba por todo su torso pegándola a él acariciando suave e intensamente su pequeña espalda.

-Te gustan Stivi- dijo entre cortada.

-Tu sabes que me encantan– la miro y le sonrió- ese color lila me enloquece- y cambió al otro pezón mientras succionaba y lamía alrededor de la aureola.

-Sigue...si...si mi Stivi...mi amor...-

De pronto la levanto sin problemas para quedar encima y poder atacarla a su gusto, cuello, hombros, labios, pechos, vientre. Toda ella se había convertido en una vorágine de placer que demostraba con espasmos, gestos y sonidos.

El bajó su mano para acariciar un poco su mojada entrada; acarició casi rozando de arriba abajo con lentitud mientras jugaba con el pulgar aquella pequeña maraña de pelo blanco que nacía de su pubis. Preparó su dedo medio, y lo introdujo dentro y profundo.

Amatista se arqueó tirando un orgasmo cuando lo sintió penetrando sus entrañas. Y soltó un gemido atronador que resonó por toda la casa.

Abajo, en la cocina, Perla detuvo su labor en la generación de panques estilo Bird Mom para el desayuno al escuchar aquella expresión de placer.

Volteo a ver hacia arriba con un poco de molestia.

-Pero que escandalosa que es.- Dijo.

-Me pregunto si yo... soy así cuando termino- Y se llevó una mano a la boca riendo con malicia y pena.

-Solo media hora pequeña pervertida-

Y los panques entraron al horno.

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Buenas noches a todos lo que leen. Espero que este avance haya sido de su agrado.

Esperemos que pueda seguir actualizando con frecuencia ahora que he vuelto a escribir. Un saludo a todos los chicos que dejan su comentario. Les agradezco a todos.

Quizá las cosas se relajen a partir de aquí, sin embargo Candy tendrá su reunión con Steven y...veamos que sucede.

Tenga un fin de semana agradable.

Gendou "El Maldito" Uribe

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