Pasado Imperfecto
Continuamos esta historia. Gracias por estar.
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Andando por la arena de aquella larga playa, caminaba absorto en sus pensamientos el gem híbrido Steven.
Un pantalón mezclilla con un agujero en la rodilla izquierda era lo que acompañaba a sus siempre eternas sandalias, una camiseta sin mangas color blanca de orillas rosas, su negro cabello en una cola. Luciendo como siempre ese look algo desaliñado que lo había acompañado desde hacía mucho tiempo. Demasiado tiempo.
Siendo tan temprano como era llevaba en mente un rumbo fijo; se dirigía a un lugar al que hacía tiempo no se acercaba, pero que dados los últimos ataques a su ánimo provocados por él mismo, decidió visitar y de paso aprovechar para romper algunos paradigmas que con su ascetismo, se había encargado de construir.
-Tal vez me haga bien enfrentarme a esos viejos temores- pensó y mientras caminaba en el día naciente, su mente se volvió una vorágine de recuerdos que de tantos, la realidad se le perdía. De pronto se recordaba niño, de pronto anciano, de pronto una lejana boda, de pronto la mañana en su casa con alguna hermosa gema en sus brazos.
-Ellas...mis pilares, las Cristal Gems...-se dijo mientras levantaba la mirada – ¿Cuando fue que pasaron de ser madre, amiga y hermanas a... algo más?-
Las amaba, por encima de todo. Pero algo en esa relación se sentía enrarecido. Había un engrane en esa maquinaría que no lo dejaba ser completamente feliz. Y detestaba no saber que era.
-Ellas se ven felices. Están felices. ¿Qué es lo que me pasa a mí?- pensaba ensimismado por milésima vez.
Fue entonces que, como un visaje traído por el viento, se le vino a la mente que todo había cambiado desde que él había adquirido ese aspecto físico. El que alguna vez consideró, como su transformación Diamante.
Y es que la forma que le había quedado después de aquel extraño evento posterior a la muerte de su esposa era evidentemente parecida a la que tuvo en su juventud, cuando Connie lo mantuvo a un régimen atlético y disciplinado. Pero no era igual, era significativamente mejor.
Él siempre había sido gordito, por más ejercicio que hizo su forma era, por así decirlo, rellena, robusta. Pero cuando recuperó la juventud en esa ocasión, todo en él tuvo un cambio; aumentó casi 11 centímetros de estatura y perdió toda la grasa del abdomen. Sin contar que causó un efecto en sus amigas que él pudo notar apenas convivió con ellas.
Ellas ya lo amaban, de eso no tenía duda. Pero a partir de ese momento sintió que, a parte de ese amor que le profesaban, le tenían una especie de pleitesía especial, silente, vaga, pero presente; y que la influencia que él tenía en ellas, se había incrementado de una manera exponencial.
-Fue como si me redescubrieran- pensó.
-Yo mismo no pude creerlo al verme en un espejo- dijo deteniendo su andar ante una gran reja metálica con un alambre de púas bastante viejo en la parte superior. Hizo una mueca.
-La reja- dijo en tono melancólico observando el objeto que se perdía de lado a lado.
Un leve impulso con sus piernas lo elevó por encima de los 3 metros y medio del muro cruzándolo de inmediato, solo para caer del otro lado con suavidad.
Suspiró profundo y dijo -Aquí vamos-
Entonces reanudó su camino.
Detrás de sí dejo un letrero que decía "No Cruce la Reja", y abajo un agregado con letras caprichosamente elegantes que rezaba "Por favor".
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-Disculpe, ¿me podría decir dónde queda un supermercado?- fue la pregunta que Steven le hizo a una señora, la cual lo miraba con cierto temor.
-A-a- a dos calles derecho, luego a la derecha tres calles más. Lo verá de frente- dijo sin dejar de perder de vista al enorme hombre.
-Gracias- contestó el gem.
-Wow, usted, usted sí que alto- le dijo la señora arrepintiéndose por su atrevimiento.
Steven, sonrió ante comentario.
–Sí, es herencia de mi madre- y el chico se hizo a caminar a donde le habían indicado.
El hecho de que esa mujer le hiciera un comentario así le alegraba. Beach City era algo ajeno para él, sus calles le eran extrañas y todo lo que alguna vez conoció simplemente ya no existía.
Dejó de ir definitivamente desde aquella ocasión hacía unos 18 años, donde tuvo un altercado en el que algunas personas lo acusaban de haber raptado a una menor, acusándolo además, de asesino, brujo y demoniaco.
El semblante de Steven se volvió sombrío al recordar que sus compras las hacía en pueblos lejanos a los que accedía a través de los portales.
Cuando Connie murió, la gente del pueblo asumió que a los pocos meses él anciano Steven Universe, igual había fallecido. Cuando vieron rondando la zona a un enorme hombre de pelo largo y negro rodeado frecuentemente de mujeres de extraños tonos de piel comenzaron los rumores.
Las gemas dejaron de frecuentar el pueblo y la zona desde que él se había casado; por lo que el pueblo las olvidó.
Cuando reaparecieron, fueron fuente de horribles rumores.
Tanto se dijo en esas épocas que casi enloquece; lo señalaron de haber matado a la pareja de ancianos que vivía antes y los tacharon de polígamo y pederasta. Pero ya estaba harto de ignorar que existía un pueblo detrás de su hogar. Un cambio quizá le vendría bien. Quizá.
Mientras más se acercaba a su objetivo final, más personas se encontraban en las calles. Fue entonces que notó que comenzaba a llamar la atención.
Era normal, un hombre de su estatura y complexión llamaba la atención donde quiera que fuera. Eso lo tenía sin cuidado. Pero el recordar el ser señalado como un demonio le punzaba el costado; sobre todo al recordar que tuvo un enorme deseo de responder a los ataques. Estuvo a punto de perder el control ante esas horrendas acusaciones.
"El hombre de cabello negro que se roba jovencitas para comerles el corazón."
-Menuda tontería- pensaba Steven con cara de fastidio mientras muchos jóvenes lo volteaban a ver sin disimulo.
-Comerles el corazón, ¡Que se creen que soy!- pensaba cada vez más fastidiado alegrándose de ver a lo lejos por fin la gran tienda comercial.
-Oye ¡Mira! ¡Mira!- dijo entre risitas una voz femenina. Steven iba cruzando un pequeño parque que daba directamente a su destino.
Al mirarlas descubrió que eran un grupo de estudiantes de preparatoria que deberían estar en la escuela pero en vez de eso, estaban recostadas en un claro de pasto perdiendo el tiempo.
-¡Cállate! –Dijo en un grito silente otra chica- Creo que he escuchado de él. Es guapísimo pero dicen que es brujo-
Otra agregó -Dice que tiene 10 mujeres y que se la ha visto con n-i-ñ-a-s- dijo con extremo cuidado.
-Qué horror-
-Ay, pues a mí que me robe-
-Estás loca, dicen que te saca el corazón y te convierte en su esclava-
-Es de mala educación hablar de los demás- dijo de pronto Steven que se encontró repentinamente detrás del curioso grupo.
-¡AAAH!- exclamaron al unísono las chicas. Estaban realmente espantadas, el enorme muchacho había aparecido detrás de ellas; jurarían que lo vieron pasar.
-¿Saben que otra cosa también hago? ¿Me como a las chamacas chismosas?- y levantó las manos como un oso, y soltó un gruñido muy poco convincente, pero fue suficiente para que las chicas pegaron de gritos y corrieran despavoridas por todo el parque.
Steven se rio un poco ante esa travesura. Que mejor que verle el lado positivo a una situación incómoda; sin embargo, cuando se disponía a retomar su camino, un anciano le interceptó.
-Tú- le dijo con dificultad. El hombre era muy delgado y usaba un bastón de madera. Su cara cruzada por arrugas denotaba una edad muy avanzada.
-Tú, yo sé quién eres-
Steven se estremeció.
-Tú eres el que mató a mi amigo- le dijo mientras con dificultad lo señalaba con el bastón.
-Tú mataste a Steven Universe y a su esposa. ¡Mis amigos!-
Steven al verse sorprendido, respondió –S-se equivoca, yo no mate a nadie señor- y apresuró el pasó para salir de aquel parque, ya todo se le estaba haciendo mala idea.
-¡Yo era su amigo! ¡Tú lo mataste!- gritó el anciano desde el parque, quien se sentó en una de las bancas luego de gritar, al ser presa de un acceso de tos.
Steven cruzó el estacionamiento con rapidez y se guareció detrás de una de las grandes columnas que levantaban la fachada del centro comercial. Respiraba agitado.
Había reconocido al anciano detrás del rostro envejecido. Era un buen amigo suyo que había conocido de joven; habían convivido, habían hecho negocios.
Un dolor nostálgico le nació en el pecho y sacudió la cabeza. Tenía que terminar sus compras ya y regresar a casa para no volver nunca a Beach City, no valía la pena tentar al pasado.
Se secó las lágrimas para terminar su labor cuando descubrió que una de las chicas que estaban en el parque estaba a unos metros de él, viéndole fijamente.
Steven no supo cómo reaccionar, miro de un lado a otro como buscando algo o a alguien sin saber qué en realidad. Regresó la vista a la chica.
Ella era menuda; de pelo largo, lacio y negro; delgada a más no poder, un color moreno de piel.
-¿De verdad eres un brujo?- le preguntó.
Steven observó a la pequeña; temerosa, con síntomas de ansiedad y vista huidiza.
-No linda, no lo soy- le dijo sin mucha esperanza.
Ella se ensimismo un momento, luego dijo.
- Te vi llorar-
El gem sintió una presión terrible en el pecho, casi como si se ahogara.
-Es porque soy un alma vieja, en un cuerpo joven- le contestó.
-Mi abuela me contó cuando era pequeña que ustedes, los que viven del otro lado de la reja son seres mágicos, no demonios. Que había un tal señor Universe, que era especial y que alguna vez salvó la tierra junto con unas mujeres de colores llamadas "Gemas".
-¿Es eso verdad?-
Y el híbrido no pudo evitar sonreír ante las palabras de la joven; un bálsamo en su caverna personal.
-Sí. Exactamente eso somos pequeña-
-Somos seres mágicos que solíamos proteger la tierra-
La joven volvío a cargar -Y estas "Gemas" ¿sí son tus mujeres?--
Steven sonrió apenado.
-Son mucho más que eso- le contestó Steven y decidió retirarse antes de hacer aún más incómoda la situación –tengo que irme linda-
Pero la joven no se detuvo.
-Usted e-e-es... es muy guapo- le dijo la niña con timidez.
Steven le hizo tanta gracia que quiso bromear con que la raptaría pero era una obvia tontería, así que se puso serio.
-Y tú eres muy linda, pero soy mucho mayor que tú- dijo queriendo sonar paternal.
-¿Volverá por aquí?-
-No sé. Al parecer sigo sin caerle bien a la gente del pueblo-
-Yo no creo...que sea malo. MI abuela no mentía-
-Te dirán que te estoy convenciendo para después raptarte o algo así-
-Yo creo en las historias de mi abuela. Alguna vez incluso me mostro unas fotografías, se emocionaba cuando hablaba de ustedes. Si usted vuelve, se las mostraré, se lo prometo-
Realmente Steven no pensaba regresar más, pero quizá podría, a través de esa adolescente y con algo de suerte, comenzar a rescribir un poco de esa historia negra que le habían creado.
- Je, je, bien pequeña. Volveré la próxima semana aquí a esta hora para hacer mi despensa, ¿me mostraras las fotos?-
-¡Claro que sí!- dijo emocionada.
-Es un trato- Steven le sonrió y la chica se sonrojó.
Él se llevó una mano a la nuca ante la incertidumbre de no saber si hacía bien.
-Bueno, me retiro-Buscando más que nada huir, pero antes soltó -A todo esto ¿Cómo te llamas?-
-Mi nombre es Cadence Satigny-
-Ya veo... bonito nombre- Curiosamente Steven se entristeció al no reconocer el apellido. Inconscientemente esperaba que ella, al saber de su vieja historia, quizá viniera de alguna descendencia de sus grandes recuerdos.
Por lo cual preguntó.
- Y, ¿cómo se llamaba tu abuela?-
-Mary Isabel del Valle- respondió presurosa la joven, y para Steven ese nombre no significó nada.
Hizo una inconsciente mueca y procedió a retirarse, pero la adolescente lanzó una última pregunta.
-¿Cómo se llama usted?- pregunto la chica de cabello negro.
-Yo me llamó Steven, Steven Universe-
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Frente a la fachada de aquella solitaria casa blanca comenzó a descender, con la suavidad de una hoja en otoño, un joven bastante alto.
En su espalda llevaba una mochila enorme que aparentaba estar completamente llena.
Su mente estaba un tanto contrariada por las vivencias ocurridas apenas esa mañana en donde, por primera vez en muchos años, decidió caminar por las calles del que por tanto tiempo fue su hogar.
Una vez apostado en la suave arena suspiró cansado. El encuentro con aquel viejo amigo le había movido algo en su pecho y garganta.
-Él, es tan viejo como yo...-se dijo casi como un lamento.
"Tú lo mataste"
Se repitió como un eco mientras apretaba los puños.
-A lo mejor... si lo mate...- pensaba con tristeza.
Comenzó a andar a la casa para poder acomodar la alacena y guardar los productos perecederos antes de que se echaran a perder y así sacudirse esa sensación desagradable.
-Quizá lo pienso demasiado- se dijo.
Abrió la puerta de la casa, entró y cerró con cierta fuerza.
-Y pensar que prometí volver la próxima semana- le vino de pronto al recordar a la pequeña niña enclenque y de cabello negro lacio.
-Bien, ya no importa. Ni si quiera sé si iré realmente-
-Si le prometiste a alguien algo debes de cumplirlo- dijo una voz de pronto.
Steven se volteó asustado y vio que bajaba de las escaleras del segundo piso una linda Perla, con su traje típico pero con un mandil y un par de guantes de látex amarillos.
-No te enseñamos a prometer y luego no cumplir jovencito- le recalcó una vez que bajo quitándose los guantes y colocando una fingida postura enojada.
Steven sonrió ampliamente a la vez que Perla se lanzaba a él y se encontraron en un abrazo alegre y fresco. Perla se le colgó del cuello y el la cargo sin absolutamente nada de dificultad.
-¡Perla! ¡Qué sorpresa más grande!-
-¿Cómo ha estado mi pequeño gigante?- y le llenó el rostro de besos tiernos. El procedió a abrazarla. La blanca se perdía entre los fuertes brazos del chico, que con toda su fuerza, la abrazaban con mucha calidez.
-¿Pero qué haces aquí? No te tocaba ahora, de hecho creo le tocaba a Amatista-
-Ja, ja, con respecto a eso- Perla sonrió nerviosa al recordar que la pequeña morada había quedado hecha un energúmeno por el cambio- fue idea de Garnet. Dice que te hace falta compañía de calidad mi Steven- ella le acarició el rostro viéndolo fijamente con amor, pero a la vez con una gran preocupación.
-¿Que tienes mi niño? ¿Qué te pasa?
Ella bajó la mirada -Acaso, ¿Somos nosotras?-
Steven la bajo con delicadeza.
-No Perla, ustedes son lo mejor que tengo-
Ella quiso insistir pero era demasiado pronto como para hostigarlo. Le daría su espacio y cuando viera el momento, lo abordaría de nuevo. Así que solo le sonrió y estiró sus manos para tomarlo del cuello y obligarle a bajar. Así pudo susurrarle al oído.
-Ahora sí, mi bienvenida-
Steven colocó su mano en la zona lumbar de la gema blanca y se enzarzaron en un beso profundo, apasionado. Perla se retiraba solo para girar el rostro y besarle de nuevo desde otro ángulo con avidez. Steven lo pegó a sí levantándola de nuevo y ella con sus brazos lo atrapó del cuello.
El beso fue profundo y amplio, la lengua de Perla, caliente y húmeda, penetraba agudamente en la boca del gem quien le respondió furiosamente.
Al momento de separarse ambos jadeaban levemente. Él sonrió al verla azulada.
-Siempre te sonrojas así mi hermosa Perla-
-Es por que besarte es una de las cosas que más disfruto en el mundo- y ella traviesamente, tocó la nariz de Steven con la suya para luego decirle enchinando los ojos.
-Esta casa era un asco jovencito- dijo sonriendo ante la acusación.
Steven sorprendido por el cambio de ambiente se rio nervioso rascándose la nuca –con respecto a eso jeje-
-¿Qué tanto haces con Rubí?-
-¿En realidad quieres que te diga?
-Mmf- refunfuñó molesta- mañoso ¿por lo menos dime que no vives toda la semana así como lo encontré hoy?-
-Claro que no Perla, siempre la limpió, pero ayer me dio flojera y hoy salí temprano para hacer las compras- dijo él colocando a la gema nuevamente en el suelo.
-Bien, pues me ayudarás a terminar de limpiar este desastre- dijo tomando postura de autoridad.
-Desde luego- respondió él, amaba que Perla tomara el control. Casi como antaño.
-Bien- dijo la blanca -Dejaremos esto más que reluciente-
Y la sonrisa de Perla reflejó, el más grande amor que puede sentir un ser por otro.
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No era lo que buscaba pero así salió.
Saludos.
Gendou "El Maldito" Uribe
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