30

Emanuel.

Sacudo mi cabeza y me dirijo a la cocina para tomar algo, todos estos juegos me dieron una sed terrible. Uno fue peor que el otro, y tener que pasarle la frutilla a la pequeña boca de Merlina casi me mata de un infarto. Estaba haciendo todo mi esfuerzo posible para no rozar sus labios, fue casi imposible, pero lo superé, creo que lo peor ya pasó.

Ella se quedó afuera, mirando como juegan los demás y tomando algo hecho por un desconocido. Ojalá no sea nada raro. Tomo un par de tragos de un licor de huevo que mi padre me regaló hace poco. Me quema un poco por dentro, pero disfruto del calor abrasador.

Ella entra en la cocina con una sonrisa de oreja a oreja. Me hago el distraído, pero hoy está tan hermosa que me es imposible no mirarla.

—Permiso, voy a sacar unas latas —dice acercándose a la heladera.

—Adelante, haga de cuenta que es su casa —replico. Observo cómo se inclina para buscar las bebidas y tengo que mover mi vista porque mi cuerpo está reaccionando de un modo que no quiero—. ¿Andrés sigue con los juegos? —interrogo. Hace un sonido afirmativo.

—Sí, solo falta un juego para que otra pareja gane —comunica, cierra la heladera y se va con los brazos llenos de latas de cerveza.

Siento una especie de celos cuando escucho que ríe a carcajadas afuera y que, claramente, es un hombre quien está haciéndola reír de esa manera. Me aclaro la voz y salgo para ver con quién está. Hago una mueca de desagrado al darme cuenta de que es Lucas, el tipo que siempre intentó robar las chicas que rodeaban a Andrés y a mí. No me sorprende que esté coqueteando con Merlina.

—Ah, Ema, ¿no te importa que te robe a tu pareja un ratito? —cuestiona con una falsa sonrisa—. Voy a invitarla a unos tragos.

—Si ella quiere. —Me encojo de hombros y ella sonríe asintiendo.

—Sí, yo no tengo problema —responde, haciendo que mi sangre hierva.

Hago una mueca y me alejo nuevamente mientras observo cómo ellos se sientan en el sillón a tomar y hablar con muchas ganas. Maldito modelo de Calvin Klein, porque sí, el tipo es modelo. Y es muy normal, no tiene ni siquiera ojos claros, pero tiene un buen físico y eso es lo que llama la atención de las mujeres. Voy a tomar un trago de whisky, tengo ganas de beber cosas fuertes para apaciguar lo que siento dentro de mí. No puedo sentir celos, ella no es nada mío. ¿No hay nada para comer?

Chasqueo la lengua y agarro una bandeja de papas fritas que quedó sobre un estante. Arrugo la nariz, están húmedas, pero por lo menos me calmarán el hambre. Suspiro mientras le doy sorbos a mi bebida y como más snacks que encontré, maní y palitos salados.

—Bueno, chicos —dice Andrés finalmente—. Habiendo ya dos parejas finalistas... los invito a presenciar el último y gran juego final... invito a las dos parejas a reunirse aquí en el centro.

Vacío mi vaso de un trago y me acerco a él para reunirme con Merlina. A nuestro lado está Rosario y el Chino. Genial, qué pareja nos tocó como contrincantes, seguro vamos a ganar. Sonrío con satisfacción, es obvio que somos más rápidos que ellos. Mi hermano sonríe con expresión maligna y me mira. No sé porqué, pero me da la sensación de que me va a hacer sufrir.

—La final se la disputan Keung y Rosario por un lado, y Merlina y Emanuel por el otro. ¿Qué pareja ganará el trofeo de mi trigésimo tercer aniversario de vida? —Contengo una carcajada. ¿Por qué habla así? —. Y ese juego se llama... —Hace una pausa de suspenso y sonríe de oreja a oreja—. ¡El beso más largo!

—¿Qué? —cuestiono. Siento que mi espíritu se escapa de mi cuerpo por un segundo—. Me imagino que es metafórico.

—Ja, obvio que no. Es un beso de verdad, hermano. Se van a tener que besar. —Hace una mueca burlona y divertida a la vez. ¡Lo sabía! Tenía pensado esto desde el principio.

—No —digo seriamente—. Dale el premio a ellos, yo no voy a besarla a Ortiz.

Miro a Merlina, quien se encuentra callada y con mirada de sorpresa y decepción. No puedo creer que Andrés haga esto, no quiero rechazarla, pero este no es el modo.

—¿Ustedes son novios? —le pregunta él a la otra pareja. Niegan rápidamente—. ¿Y tienen problema en besarse? —Vuelven a negar. Claro, porque ellos están acostumbrados a estar con cualquiera, pero yo respeto a mi acompañante. Si ella no quiere besarme, no lo voy a hacer—. ¿Ves, Emanuel? No es para tanto, es solo un beso. No se van a enamorar por un beso ni la vas a embarazar. —Los invitados se ríen y ruedo los ojos—. ¿Qué opinas, Mer?

—Yo voy a estar de acuerdo en lo que diga él... —murmura sin mirar a nadie. Andrés me mira con profundidad, como pidiéndome a gritos que acepte el maldito juego. Sé que piensa que soy un estúpido por estar rechazando esta oferta, es obvio que lo hace para ayudarme. Lucas me mira con una sonrisa burlona, sabe que si no acepto, él se la va a llevar. Eso no lo voy a permitir.

—Está bien —termino diciendo, aceptando el reto. La chica me observa con los ojos bien abiertos—. Es un simple beso, ¿no?

Andrés sonríe triunfante y asiente con la cabeza.

—Exacto, el beso que dure más tiempo, gana —replica encogiéndose de hombros—. Vamos, pónganse en posición.

El chino y la colorada ya están más juntos que pegamento y papel, mientras Merlina y yo estamos a dos pasos de distancia y bastante incómodos. La observo con atención, su timidez me provoca ternura, está mirando el piso con nerviosismo. Admito que muero por besarla ahora mismo, sobre todo recordando lo que sucedió hace poco en mi oficina. Ella levanta la vista, la posiciona sobre mis ojos y sonríe. Creo que está pensando en lo mismo que yo, y eso me impacienta. Se acerca más a mí y suspira.

—Yo la respeto mucho, señorita Ortiz —le digo. Ella asiente—. Es un simple juego.

—Sí, obvio —murmura no muy convencida.

—Bueno, en cuanto diga ya, empiezan. Tienen que empezar a la vez así el tiempo pasa por igual —comenta mi hermano. Hago una mueca de irritación—. ¡Ya! —Suelta de golpe.

Deslizo suavemente mi mano por la cintura de ella mientras la atraigo hacia mí y comienzo a besarla con lentitud, como pidiendo permiso. Ella entrelaza sus dedos en mi nuca, pegándome más a su cuerpo y abriendo sus labios para dejarme pasar. No puedo evitar cerrar los ojos para saborear cada centímetro de su boca con delicadeza. Es pequeña, carnosa, con sabor a frutilla y cerveza.

Profundizo aún más el beso, sintiendo que en mí se está despertando un fuego difícil de apagar y que no va a parar de crecer hasta que pueda saciarlo. La quiero a ella, la necesito en este momento como jamás pude imaginar necesitar de una manera tan fuerte a una mujer. Solo un beso no va a extinguirlo, más bien, fue lo que lo produjo.

No sé cuánto tiempo pasa, solo sé que estoy disfrutando este beso de tal manera que solo puedo sentir nuestros corazones latiendo a la misma velocidad, nuestras bocas no dejan de buscarse y nuestras lenguas se rozan con suavidad. Acaricio su pelo en un intento de retenerla más contra mí, pero de repente se ríe, cortando el beso. Es cuando vuelvo a caer en donde estoy y mi vergüenza comienza a asomarse.

Mi hermano tiene los labios apretados, conteniendo una sonrisa, está de brazos cruzados y arquea ambas cejas con diversión. Nos muestra el cronómetro con alegría.

—Un minuto con veinte segundos, nada mal —expresa—. De hecho, un minuto más de lo que duró la otra pareja. ¡Felicidades, son los ganadores de mi trofeo!

Nos da el premio, se saca una foto con nosotros y me guiña un ojo antes de irse a bailar. Me quedo en un rincón solo con Merlina, con el objeto en la mano y sin saber qué decir. Le doy el trofeo a ella.

—Es tuyo, llevalo de recuerdo. Andrés nunca más va a volver a cumplir treinta y tres —digo. Ella ríe mientras lo agarra y lo deja sobre la mesa donde estaban las papas fritas.

—Después lo guardo en mi cartera —contesta. Quedó con el cabello despeinado, los labios rojos e hinchados y las mejillas sonrosadas. Estoy conteniéndome para no volver a besarla—. Tu hermano es la locura con patas, no sé cómo se le ocurren esos juegos.

—Los busca por internet —contesto, a lo que ella se ríe—. Voy a buscar algo para tomar, ¿querés?

—Sí, por favor. —Mira a los demás bailando y hace una mueca—. Te acompaño a la cocina.

—Bueno, no hay problema.

De repente pienso que ya nos comenzamos a tutear con total confianza. Mientras entramos, ella se apoya sobre la barra mientras yo saco otra cerveza y sirvo en dos vasos. Le acerco uno a ella mientras me ubico a su lado. Tomamos en silencio, pero no es incómodo. De algún modo, es como si estuviésemos aliviados de algo.

—¿No te gustaría bailar? —interrogo—. Creo que estás un poco aburrida.

—No, estoy bien. Me gustaría bailar, pero cuando no conozco a nadie me intimido —replica riendo con nerviosismo.

—A mí y a mi hermano nos conocés. —Me encojo de hombros—. Vamos, no me voy a burlar de vos, soy muy pata dura.

Se ríe y acepta mi propuesta, por lo que volvemos a la sala y nos metemos entre las personas que están bailando electrónica como si estuvieran realmente electrocutados.

—Si estuviese tu amigo bailaría como una gallina —comenta recordando a Ramiro e intentando moverse entre tantos empujones. Suelto una carcajada y hago un gesto afirmativo.

—Sí, no lo dudo, siempre hace ese paso. Al principio me daba vergüenza, después lo fui tomando como algo normal. Igual, tu amiga también hace pasos raros.

—¡Sí! Creo que son tal para cual —expresa negando con la cabeza y manteniendo la sonrisa.

Otro empujón la tira hacia mí y se aferra a mis hombros para no caerse. Nos miramos por un instante a los ojos hasta que fijo mi vista en sus labios. Se me hacen más apetitosos que antes, creo que no tengo vuelta atrás. La tomo por la cintura y la atraigo nuevamente hacia mí, buscando su boca con la mía. Ahora todo se da con naturalidad, sigo explorando cada rincón, aun intentando apaciguar el fuego creciente en mí. La acaricio a través de la tela mientras ella suelta un suspiro contra mis labios. Le doy pequeños besos mientras entrelazo los dedos de nuestras manos y luego la hago girar con suavidad, para quedar pegado a su espalda. Apoya su cabeza contra mi hombro y aprovecho su garganta al descubierto para besar su piel. Siento cómo se estremece y cierra sus ojos para sentirme.

Es tan suave como el terciopelo, tan delicada como una rosa y tan ardiente como el sol. Su contacto me quema la piel y me genera mil cosquillas de electricidad por todo mi cuerpo, los cuales desembocan potentemente en mi zona más viril. No puedo detenerlo, es más fuerte que yo. No sé si mi hermano nos estará viendo, pero la música cambia de a poco a una más lenta, provocando que casi todos se peguen a sus acompañantes y bailen bien pegados.

Merlina mueve sus caderas al ritmo de la música, bajando y subiendo con sensualidad, aun de espaldas a mí. Juro que me estoy volviendo loco. La giro nuevamente con rapidez, nuestros cuerpos chocan y vuelvo a besarla apasionadamente. No puedo dejar de devorar sus labios, en menos de media hora se volvieron una obsesión. Con movimientos casi imperceptibles, la voy arrastrando hacia mi habitación. Intento buscar cada hueco para escaparme de la pista de baile y, cuando atravieso la cocina con ella casi colgada de mis brazos, me choco contra mi hermano. Siempre interrumpiendo momentos.

—Hola, hermanito —dice guiñándome un ojo y levantando una copa en modo de brindis—. Ahora van a cantarme el feliz cumpleaños, ¿se van o aguantan cinco minutos más? —cuestiona divertido—. Me gustaría que estén.

Merlina se endereza aclarándose la voz y se cruza de brazos sonrojada. Genial, ya volvió a su estado de timidez.

—Obvio, nos quedamos —responde—. Yo no iba a ir a ningún lado.

Resoplo y cruzo una mirada de odio con Andrés, quien hace una mueca de que metió la pata. Ruedo los ojos y espero a que saque la torta para ir a llamar a sus amigos a que vengan a festejar. Escucho las carcajadas de Merlina desde la cocina, y cuando vuelvo a entrar noto porqué. La torta tiene forma de tetas. Era de esperarse, él siempre tan original. Apenas entramos todos súper apretados, todos le quieren sacar fotos al pastel, y Andrés hace varias poses haciendo de cuenta que las come y esas cosas. Es divertido, pero me da algo de vergüenza ajena. Le cantamos el feliz cumpleaños, él corta las porciones y las reparte.

—¡Me tocó la parte del pezón! —grita Lucas queriendo llamar la atención. Luego lo mastica y chupa y no me puede dar más asco. Merlina también arruga la nariz y vuelve a concentrarse en su plato.

—Es raro comer una teta —me dice llevando una cucharada a su boca. Suelto una carcajada—. ¿Vos no vas a comer?

—No creo, tiene dulce de leche. —Hago una mueca de tristeza que ella imita. Luego se ríe y arqueo las cejas.

—Te quedaste con las ganas de comer tetas —pronuncia aguantando una risa más fuerte.

—Sí, literal —manifiesto. Luego me doy cuenta de lo que dije y me intento explicar con torpeza, a lo que ella se sigue riendo.

Al fin le sale una risa genuina cerca de mí, al fin pude provocársela yo, y se siente jodidamente bien.

—Bueno, de todos modos... —Se acerca a mí y pega sus labios a mi oído—. La noche recién empieza —susurra poniéndome los pelos de punta. Me guiña un ojo y me da un pequeño beso en la mejilla antes de salir en búsqueda de mi hermano para felicitarlo.

Sí, la noche recién empieza, y no va a terminar hasta tener a Merlina sobre mí.


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Capítulo dedicado a las cerecitas del grupo que dijeron que si llegaba a 100 votos, tenía que subir el siguiente, así que promesa cumplida jaja también va dedicado a todas ustedes que leen y se quedan con las ganas siempreee de más.

Nos vemos el lunes!! <3

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