29
Merlina.
Toco el timbre mientras termino de acomodarme el pantalón. Andrés dijo que este conjunto de top rojo y pantalón palazzo negro me quedaba espectacular, y como le prometí que lo iba a traer puesto... acá estoy.
Puedo escuchar que desde adentro hay música y varias personas están hablando, por lo que me balanceo sobre mis pies esperando a que me abran. O bueno, al menos intento balancearme porque los tacos no me dejan hacer tal cosa.
—¡Andrés, la puerta! —es claramente la voz de Emanuel.
—¡Abrí vos, estoy jugando a algo! —le responde su hermano.
—Pero es tu cumpleaños, vos tenés que recibir a tus invitados, yo recién llego de... —Abre la puerta y se queda mudo por un momento—. Hola, señorita Ortiz. Estaba peleando con Andrés porque no quiere abrir la puerta y yo recién llego de un vuelo y estoy cansado.
—Está bien, no hay problema —contesto sonriendo.
Lo miro de arriba abajo. Está con ese traje de piloto que es bastante sexy, incluso hasta le marcan más los músculos que tiene y que tuve el placer de admirar hace unos días. Ni hablar de cuando toqué sus brazos en la oficina, fue demasiado excitante, pero la tenía que cagar pidiéndome disculpas cuando me fui. Se hace a un lado para permitirme pasar y, en cuanto Andrés me ve, viene a mí de inmediato.
—¡Meeer, hermosa! —exclama abrazándome fuerte—. ¡Qué bueno que viniste! Te estaba esperando. Mirá... —Me empuja de a poco hacia un grupo de gente, haciendo que deje atrás a Emanuel—. Te voy a presentar a dos amigos, y dos amigas, muy buena onda. Ellas son Rosario —Una colorada gordita esboza una simpática sonrisa—, y Cristina. —Una rubia con trenzas y ojos extremadamente negros me saluda con la mano.
—Mucho gusto, soy Merlina —me presento sonriendo. —Y ellos son Tobías y Eugenio —señala a dos castaños de ojos verdes, ¡gemelos! Ellos se ríen al ver mi expresión y me muestran los cartelitos con sus nombres. Se ve que nadie los logra diferenciar.
—Hola, yo soy Merlina —repito dándoles la mano a modo de presentación.
—Un placer —contestan a la vez, provocando que me ría.
—En serio, son iguales en todo —comento manteniendo la sonrisa.
—Así es, incluso en los gustos de las chicas —replica Tobías guiñándome un ojo. Genial, ya empezaron los coqueteos.
De lejos diviso al Chino, quien está poniendo música desde una notebook y baila al ritmo de un rap mientras canta. Me saluda con la mano y le devuelvo el gesto. Solo espero que no ponga esta música en la fiesta de Ricardo.
—¿Querés algo para tomar? —cuestiona Andrés. Hago un sonido afirmativo y lo sigo hasta la cocina.
El pobre Emanuel está sentado solo, comiendo un sándwich y con la vista sobre su teléfono. Ya se cambió su traje por una camiseta y un jogging más cómodo, pero todo le queda bien. Cuando nos ve entrar se sienta más recto y nos mira.
—¿No vas a venir a la fiesta? —le pregunta Andrés. El rubio se encoge de hombros mientras termina de masticar.
—Estoy cansado, no tengo ganas.
—Qué aguafiestas, si ahora viene lo mejor. Vamos a jugar... —El morocho deposita un vaso frente a mí y me guiña un ojo—. Fernet con coca, no falla.
—Salud —respondo levantando la bebida y tomando un trago. Ambos hermanos sonríen.
—De más está decir que hoy estás muy hermosa, Mer —comenta Andrés asintiendo. Escucho la brusquedad con la que su hermano mastica y lo miro con diversión.
—Perdón, tengo hambre —se excusa—. Hoy volé hasta Bariloche bien temprano y volví hace un ratito, estoy muy cansado... —Suspira—. Pero voy a quedarme a los juegos, por lo menos para saber de qué se trata. Admito que siempre me gustaron los juegos que hacés en tus cumpleaños, son bastante creativos.
—¡Sí, gracias hermanito! Porque hoy es de parejas, estaba buscando alguien para Mer, así que lograste formar el número par entre hombres y mujeres. Vas a ser la pareja de ella.
—¿Qué? —cuestiono asustada—. ¿Cómo de parejas?
—Ya lo vas a ver. Ya vengo. —Andrés sale de la cocina, dejándome sola con Emanuel.
Cruzo una mirada aterrorizada con él, aunque de solo pensar en hacernos pareja se me agita el corazón.
—¿Quiere un sándwich, señorita Ortiz? —me pregunta cortando el pan al medio—. Hace unos días le prometí que la iba a llevar a comer, esto no es lo mismo, pero por lo menos la estoy invitando. —Sonrío.
—Lo acepto solo porque me debe esa comida, con esto ya está cumplida su promesa —replico—. Y además tengo hambre, dudo que me llenen los palitos y papitas que hay allá. Creo que llegué tarde, ya no queda buena comida.
Él se ríe y me entrega el sándwich que acaba de hacer con queso y salame. Le agradezco y le doy un mordisco, realmente tengo hambre. Nos quedamos en silencio, prácticamente él juega con migas de pan mientras yo sigo comiendo.
—¿Ya conociste a los gemelos? —cuestiona. Asiento rápidamente—. Son bastante peculiares, mi hermano siempre les presenta chicas porque les gusta compartir. Tené cuidado.
—Ah, igual no me gustan. —Me encojo de hombros y le doy un par de tragos a mi bebida. Hago una mueca de asco, está bastante cargado de Fernet. Emanuel se da cuenta y le pone un poco más de gaseosa—. Gracias. Como decía, esos gemelos no son mi estilo, además, ningún hombre de los que están ahí afuera es de mi tipo.
—¿Y cuál es su tipo, señorita Ortiz? —interroga con curiosidad, apoyando su cabeza sobre su mano para mirarme con intensidad. Trago saliva y me aclaro la voz.
—No sé, simplemente no es ninguno de los que están ahí. Son demasiado... bueno, se nota que son demasiado mujeriegos y no niego que son lindos, pero simplemente no me atraen los hombres que se creen que pueden tener a cualquier mujer. Son muy egocéntricos.
—Lo entiendo —expresa él, suspirando y volviendo a mirar su teléfono.
—¿Y cuál es su tipo, señor Lezcano? —decido preguntar. Hace una mueca pensativa y se rasca la barbilla.
—Ni idea, nunca lo pensé. No tengo un gusto en particular, simplemente tiene que ser una chica fresca, divertida, inteligente y que me aguante —replica sin mirarme. Sonrío y asiento, creo que me nombró en varias cosas. Aunque dudo en lo de inteligente, si busco excusas inéditas como el gato que escribe en el celular una frase muy coherente.
Antes de que pueda responder, Andrés vuelve a la cocina y nos indica que vayamos a la sala, que ya empiezan los juegos. Lo seguimos con algo de timidez, la verdad es que esto de los juegos me da mucho miedo.
—¿No puedo ser pareja de otra persona? —cuestiono siguiéndolo mientras Emanuel se aleja a hablar con un grupo de chicos—. Tu hermano me intimida. —Se ríe y niega con la cabeza.
—No, preciosa. Lo que pasa es que ya armé los equipos y quedaban ustedes solos, así que los junté. Igual, tranquila, no es nada del otro mundo —replica poniendo manzanas sobre una mesa. Suspiro y hago un sonido de desgano.
—¿Se puede no jugar?
—¡Obviamente que no! Todo el mundo juega. Dale, Mer, te vas a divertir.
—Bueno, ¡pero solo por vos y porque es tu cumpleaños! —exclamo no convencida.
—¡Gracias, te adoro! —Me abraza fuerte y luego reúne a todos los invitados con un chiflido. Se sube a una silla y levanta una copa dorada con diseño de una pareja con globos—. Como todos los años, como ustedes saben, en mis cumpleaños propongo actividades para pasarla bien, saben que me encanta y sé que les gusta.
—¡Sí! —grita un muchacho detrás de mí. Andrés ríe.
—Bien, este año es duelo de parejas. Los dos finalistas a disputarse la copa con un gran juego, que estoy seguro que le va a encantar a todos, pero lo mejor para el final. Arranquemos con los juegos simples. Me imagino que vieron la película "Una esposa de mentiras", de Adam Sandler. —Se escuchan algunos murmullos afirmativos y algunos negativos—. Para el que no la vio, hay una escena en la que las parejas tienen que hacer que un coco llegue a su boca... sin tocar con las manos. Nosotros vamos a hacerlo con una manzana. —Mueve las cejas de modo sugerente.
—¡Me encanta! —exclama la que se presentó como Rosario.
—Genial. Tienen que atravesar la fruta por todo su cuerpo, refregándose como puedan. —Busco con la mirada a Emanuel, quien está tan serio como yo—. A los que se le cae la manzana o tocan con la mano van saliendo del juego. Cuando dos parejas lleguen a los tres puntos al finalizar los juegos, van a ser finalistas.
El cumpleañero baja de la silla de un salto y agarra dos pizarras con los nombres de las parejas escritos. En total son quince, así que hay pocas probabilidades de que llegue a la final con Emanuel. Cada uno se reúne con su pareja, así que me acerco al rubio con timidez. Él ya tiene la manzana en la mano.
—La táctica es igual que la de película, lo llevamos hasta el pecho y de ahí la mordés y después la muerdo yo. Fin —expresa con tono aburrido.
—Sí, vi la película, pero mucho toqueteo....
—Lo sé, mi hermano siempre hace juegos así, le encanta que la gente se toque —responde con irritación.
—En sus marcas, listos, ¡ya! —grita Andrés sin previo aviso.
Colocamos la manzana sobre nuestros vientres y comenzamos a movernos. La mala cara de Emanuel se va modificando mientras pasa el tiempo. Sabe que nos estamos moviendo bien y apenas nos estamos rozando, aunque puedo sentir su calor a través de mis prendas. En cuanto la manzana llega a mis pechos intento morderla, pero no hay manera, no llego. Él suelta un bufido y se aclara la voz.
—Vas a tener que pegarte más a mí —murmura—. Voy a intentar agarrarla.
Hago caso a lo que dice y es más que excitante sentir su respiración en mi cuello, su cuerpo bien formado junto al mío. Uf, si me desconcentro vamos a perder, así que mejor presto atención. Ya estamos cerca. Al final, hace un movimiento suave con sus labios contra la manzana y logra morderla. Se posiciona a mi altura para que yo muerda el otro extremo y levanta la mano para avisar que ya terminamos. Si se llega a caer la manzana vamos a terminar en un beso, ojalá que no se caiga... Bueno, sí.
—¡Tenemos los ganadores! —grita su hermano al ver que duramos más de cinco segundos—. Me sorprendieron —comenta esbozando una sonrisa pícara—. Los quiero ver en el próximo juego. —Vuelve a subir a la silla para explicar lo que viene—. El Chino, Juana y yo estuvimos toda la tarde inflando globos, nos quedamos sin pulmones, todo para que ustedes los exploten en un segundo. —Se ríe—. Este juego se llama, cuidado con el globo. Bah, lo inventé recién. —Se encoge de hombros y varias personas sueltan carcajadas—. En fin, la chica tiene que inclinarse hacia adelante con ayuda de una silla, y el hombre empuja desde atrás hasta explotar el globo. Fácil, ¿no? Creo que todos tenemos experiencia en eso.
Lo miro con estupefacción. ¿Esto es posible? Es un juego demasiado sexual, ¿cómo se le ocurre? Miro a mi alrededor y parece que a nadie le importa, es más, hasta tienen unas sonrisas de diversión pintadas en sus rostros. Emanuel se acerca a su hermano en cuanto baja de la silla y le dice algo con expresión preocupada. Andrés ríe y le aprieta el hombro.
—Mer, vení —me llama, a lo que me acerco con algo de duda—. Chicos, sé que se respetan muchísimo, y que probablemente este juego los incomode, pero es solo eso. Es diversión, no piensen en que son clientes o lo que sea, piensen que son amigos que se están divirtiendo, no es para tanto. Acá ninguno es novio de su pareja, pero igual les encanta y les da igual, porque saben que no va a pasar nada. Obviamente, que es una fiesta y si hay alcohol y se excitan pueden hacer lo que quieran porque ya son adultos, no significa que porque exploten globos de manera sexual también van a tener que ir a la cama —manifiesta con tono de obviedad y nos mira con interés—. ¿Van a jugar? Ya ganaron el primer juego, si ganan este ya van por el segundo punto y probablemente lleguen a la final. Si no juegan, están descalificados.
Cruzo una mirada con Emanuel, quien termina haciendo una mueca de derrota y asiente.
—Sí, vamos a jugar —dice—. ¿Qué le parece, señorita Ortiz?
—Está bien. Juguemos.
Nos ubicamos en nuestra posición y nos entregan una bolsa con diez globos.
—Tienen un minuto para explotarlos, sino gana quien menos globos le queden —continúa Andrés—. Comienzan en tres, dos, uno, ¡ahora!
Con algo de incomodidad me inclino hacia adelante mientras Emanuel coloca un globo entre los dos. Toma mi cintura y lo siento empujar hasta que explota. Yo suelto un grito por cada vez que escucho las explosiones, juro que odio que los globos estallen cerca de mí. Admito que me está dando un poco de calor la forma en la que mi acompañante me agarra para pinchar el objeto y la manera en la que choca contra mí cuando desaparece. ¿Eso que siento es una erección? Uf, es demasiado para mi corazoncito.
—Faltan dos —comunica.
—¡Tiempo! —grita el morocho haciendo que todos se detengan—. Voy a pasar a contar, no puedo creer que nadie lo haya terminado.
—Era difícil —se queja uno de los gemelos—. Se resbalan estas cosas.
—¿Otra vez ustedes? —interroga Andrés mirando nuestra bolsa luego de pasar por todas las parejas—. Se ve que le dieron lindo al empuje —agrega soltando una carcajada. Noto como Emanuel se pone más rojo que un tomate y yo no puedo evitar reír de los nervios—. Bueno, siguen primeros Emanuel y Merlina. Segundo puesto, Juana y Tobías.
—¡Está todo arreglado porque es tu hermano! —grita una chica desde el fondo con tono divertido.
—Ja, ojalá, pero no —responde el rubio—. Simplemente tenemos suerte, o ustedes están más lentos que de costumbre, porque para estos eran muy rápidos...
Andrés cruza una mirada con varias personas, una mirada algo extraña con un mensaje oculto que no logro entender. Frunzo el ceño y suspiro, no creo que nos esté haciendo ganar a propósito, ¿o sí? Él hace poco me dijo que su hermano era una buena opción para mí, ¿será que nos quiere juntar a la fuerza? Trago saliva y respiro hondo. Mejor no pienso en eso, es una pavada lo que estoy diciendo.
—Último juego antes de la final y estoy seguro de que les va a encantar. ¿A quién le gusta la frutilla? —interroga con una mueca sugerente. Muchos levantan la mano—. Genial, porque van a tener que pasarse frutillas a través de la boca. Eso sí, no se vale rozarse ni un poquito los labios, ni tampoco se pueden usar las manos, obviamente.
Ahora soy yo la que está más que roja. ¿Acaso voy a tener que pasarle una fruta tan pequeña a la boca de Emanuel sin siquiera tocarlo? Eso está difícil.
—El miembro de la pareja elegido tiene que correr hacia su bandeja, agarrar una frutilla con la boca y las manos en la espalda, regresar corriendo y pasársela a quien esté esperando para que la deposite en otro plato. Gana el que llegue a cinco frutillas y que resista la tentación de probar la boquita del otro —sigue explicando Andrés. A lo último mira con profundidad a la que tanto nombra como Juana, una chica alta de pelo corto. Muy linda, por cierto, con unos ojos azules impresionantes.
—¿Va usted o yo a buscar las frutillas? —me pregunta Emanuel con seriedad. Me encojo de hombros.
—Me da igual, es lo mismo. De todos modos, creo que usted es más rápido. —Tantos juegos extraños que estamos haciendo y me sigue tratando de usted.
Asiente con la cabeza. En cuanto el juego empieza, el sale disparado a buscar la frutilla y vuelve con la punta en su boca. ¿Cómo hago para sacársela sin darle un beso? ¡Por favor, lo que es este hombre! Me acerco con algo de suavidad y muerdo el resto de la fruta. Bien, me contuve y ni siquiera le rocé los labios, pero cuantas más frutillas pasan, más me cuesta detenerme. No sé por qué me da la sensación de que a él también, porque cada vez se acerca más. Mi corazón late sin parar y sonríe con satisfacción cuando deposito la última frutilla en el plato. Volvemos a chocar los cinco mientras Andrés nos mira con incredulidad.
—¿En serio? —interroga frunciendo el ceño—. ¿De verdad aguantaron besarse?
—¿Nos teníamos que besar, acaso? —pregunta Emanuel haciendo un gesto de confusión.
—Bueno, hay varios guerreros caídos.
En cuanto miro a mi alrededor veo, por lo menos, a cinco parejas comiéndose a besos. Abro los ojos, sorprendida, y suelto una carcajada.
—¿O sea que ganamos? —cuestiono. Él sonríe y hace un sonido afirmativo.
—Felicidades, pasan a la final. Ahora van a tener que esperar a que otra pareja gane en los próximos juegos, pueden esperar ahí sentados o lo que sea que quieran hacer. —Se encoge de hombros y se va a reunir a los demás.
Miro a Emanuel, quien no despega su vista de mis labios. ¿Y ahora qué?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top