28

Andrés.

Mi empujoncito está funcionando de a poco. Lástima que ayer interrumpí lo que estaban por hacer en la oficina, lo cual fue bastante obvio, pero a la vez es mejor, así pueden terminar de sacarse las ganas en cualquier momento. Y va a ser el doble de ganas, creo que ese día no voy a estar en la casa porque me va a dar vergüenza escuchar lo que hacen en la habitación. Creo que al fin Emanuel está haciéndole caso a lo que siente y eso es lo mejor que puede pasarle, aunque mi impulsividad me hizo pasar malas jugadas, pero a él le va a ir bien.

Toco la puerta de la casa de Merlina y espero a que salga. Hoy tenemos que ir a hablar con los DJ's que le recomendé y que, como son conocidos míos, no creo que tengan problema en estar en la fiesta. En cuanto sale, la veo más linda que nunca. Tiene el pelo recogido, un ligero maquillaje natural con los labios rosados, un jean negro que la estiliza y un suéter blanco con bordado de peluche. En los pies lleva unas zapatillas que se ven cómodas. Tengo que hacer que la vea mi hermano. Sonríe al verme, cierra con llave la puerta y se acerca a mí para saludarme.

—Hola, ¿cómo estás? —dice todavía sonriendo.

—Muy bien, ¿vos? Hoy estás de buen humor y te ves hermosa —respondo, a lo que se sonroja y se encoje de hombros.

—Dormí bien, solo eso. Falta casi una semana para la fiesta de tu padre y estoy nerviosa, así que un día que logro dormir lo disfruto.

—Me imagino —comento riendo y comenzando a caminar.

Mi hermano también está durmiendo bien, es raro en él que no se haya despertado a las seis de la mañana, son las nueve y aún seguía en la cama. Creo que anoche se llevó todo el papel higiénico a la mesita de luz, vaya a saber para qué... suelto una risa por lo bajo, obvio que ya sé para qué. Ojalá hayan tenido sexo por mensaje, es algo triste, pero sería un gran paso para ellos.

Me toco el bolsillo en búsqueda de mi teléfono, lo encuentro, pero hago cuenta de que no. La miro con expresión avergonzada y arquea sus cejas.

—Perdón, me olvidé el celular en mi casa y tengo las direcciones anotadas ahí. ¿Me acompañás a buscarlo? —digo con mi mejor actuación, que al parecer ella se cree. Asiente con algo de duda—. Mi hermano no está, creo que se fue a la empresa. Vamos caminando, no está tan lejos.

—Bueno, está bien, ¡pero no te desmayes!

—No, tranquila. Hoy desayuné y no hace calor. Otoño es una porquería con estos climas tan cambiantes —replico, yendo hacia mi casa. Ella camina a mi lado en silencio, con una mueca pensativa—. ¿Emanuel te enseñó bien las técnicas de defensa? —cuestiono interesado.

—Eh, sí, igual no terminamos —contesta sonrojándose. Por ahí viene la cosa.

—Ah, quizás puedan coordinar otra fecha. O en la fiesta del sábado, pueden tomarse un tiempo y pelean un rato. —Se ríe y niega con la cabeza.

—Ya no puedo pelear con el hombre que defendió.

—Yo hubiese hecho lo mismo —comento con tono de actuada irritación. Me mira de reojo y aprieta por un instante mi brazo en modo amistoso.

—Sí, lo sé.

Caminamos las últimas diez cuadras en silencio, rezando para que mi hermano esté en la casa. Ni bien entramos, escucho la ducha. Bien, buena señal. Merlina se cruza de brazos con incomodidad, pero no dice nada. Su mirada escudriña con atención a su alrededor.

—¿Querés un poco de agua? —cuestiono, abriendo la heladera para sacar la bebida.

—Bueno, gracias.

Le sirvo en un vaso y yo tomo unos tragos del pico. Vuelvo a guardar la botella y suspiro.

—Voy a buscar mi celular, ya vengo —le comunico. Ella asiente sentándose en el taburete de la barra desayunadora. La cocina es tan pequeña que no entraba una mesa, así que mi hermano decidió poner eso. Me pareció bien cuando me lo dijo hace unos años, y me sigue pareciendo genial.

Dejo sola a la chica y entro a mi cuarto a hacer de cuenta que voy a buscar lo que me olvidé, pero en realidad cierro la puerta y me quedo pegado detrás para escuchar lo que pasa. Espero escuchar gemidos... Bueno, creo que pido mucho.

—¿Andrés, sos vos? —interroga Emanuel saliendo del baño. Escucho sus pasos hacia la sala y de repente un grito. Genial, ya se encontraron. Él debe estar semidesnudo y ella más roja que un tomate—. ¿Qué... qué pasó?

—Yo vine a acompañar a Andrés, había dicho que se olvidó su celular y... eeemm, me dijo que no estabas. —Se nota claramente que Merlina está intentando mantener la compostura. Como quisiera ver sus caras ahora mismo.

—Ah, qué mal, se habrá pensado que no estaba porque me desperté tarde, me quedé dormido —responde mi hermano con tono confundido—. En fin, me voy a cambiar, ya vengo.

Como era de esperarse, toca mi puerta y entra enfurecido, casi tirándome. Suelto una carcajada al ver que está tapado con la toalla y se nota que ni calzones trae puesto.

—¿Me podés explicar qué hace ella acá? ¿Para qué la trajiste? ¡Si sabía salía vestido de la ducha! Para colmo casi se me cae la toalla, casi me muero —suelta en un cuchicheo.

—Se te iba a caer la toalla inconscientemente porque estabas pensando en cosas pecaminosas, hermano —digo entre risas. Rueda los ojos y se cruza de brazos con molestia—. Está bien, en serio pensé que no estabas y me olvidé el celular, ahí tengo las direcciones de los DJ que vamos a ver hoy, tuve que venir a buscarlo. Perdón.

Suspira, chasquea la lengua y termina yéndose. Mi plan dio un poco de resultado, pero no el que yo esperaba. Emanuel cada vez está haciéndose una capa más dura para seguir ocultando lo que siente por ella y me está costando demasiado romperla. Me tiene cansado, no es tan difícil aceptarlo. Además, Merlina es muy linda, cualquiera se enamoraría de ella. Si él no estuviese enamorado de ella, yo creo que me la intentaría ligar. No lo dudaría ni un segundo.

—Listo, Mer, ya lo encontré —anuncio saliendo de la habitación. Ella levanta la mirada, todavía debe estar avergonzada por ver a mi hermano de esa manera. Sonríe y levanta un pulgar como felicitándome.

—¿Para qué lado tienen que ir? —cuestiona Emanuel saliendo de su pieza, abrochándose el cinturón de su jean—. Yo tengo que ir a la empresa, así que quizás los puedo acercar.

—Nos queda perfecto. Vamos a la casa del Chino —le aviso. Abre los ojos asombrado.

—¿Del Chino? ¿Tu viejo amigo? ¿El que andaba con la profesora? —interroga. Hago un sonido afirmativo a todas sus preguntas.

—Así es, a veces nos hablamos. Él pasa música en las fiestas y sé que es bueno, vamos a ver cuánto cobra y espero que me haga un descuento, sino iremos a averiguar a otro —respondo.

—Bueno, los llevo entonces. Espérenme un minuto más.

Vuelve a entrar en su habitación y sale exactamente después de un minuto, peinado y perfumado. Me parece que a Merlina se le está cayendo la baba. Agarra su billetera y llaves, se guarda todo en el bolsillo, se pone su abrigo de cuero y nos hace un gesto para que lo sigamos. Empujo "accidentalmente" a la chica contra él y los dos idiotas se sonrojan. Son demasiado tontos.

Llegamos al auto y dejo que ella vaya en el asiento de atrás, tampoco quiero ser tan obvio.

—¿Cómo es el nombre del Chino? —cuestiona Merlina mientras Emanuel arranca. Saca su libreta y una lapicera.

—Keung —replico, y deletreo el nombre para que lo escriba bien—. Es chino en serio, por eso le decimos así. Igual, es más argentino que otra cosa, llegó a este país a los dos años, por lo que no tiene muy en cuenta las tradiciones de su país natal.

—Ah, ¿entonces no lo tengo que saludar con una reverencia o algo así? —pregunta aliviada. Mi hermano suelta una carcajada.

—No, quedate tranquila —digo.

—Señor Lezcano, ya que estamos acá, le quiero comentar algo —comienza a decir ella con voz ahogada. Vaya a saber qué quiere decirle. Emanuel la mira con una ceja arqueada a través del retrovisor.

—Dígame, señorita Ortiz. —Creo que esa especie de "respeto" que se tienen también es una especie de seducción, por lo que no digo nada.

—Resulta que mi padrastro se llama Carlos, dice que lo conoce a ustedes, que es el contador de su padre...

—¡Ah, sí, Carlitos! —exclama él—. ¿Y qué pasó?

—Está muy interesado en saber si usted es gay porque, según me dijo, su padre cree eso.

Suelto una estruendosa carcajada que contagia a mis dos acompañantes.

—¿Emanuel? ¿Gay? —interrogo aún riendo—. Ni en sus sueños, por favor. Decíle a Carlos que yo, en persona, te dije que conozco demasiado a mi hermano y que ni una pizca de gay tiene. Bueno, excepto cuando usa esas camisetas rosas que le quedan ajustadas, pero... no.

—Bueno, gracias por defenderme —replica mi hermano mirándome y negando con la cabeza con diversión—. Y también dígale, señorita Ortiz, que la próxima que quiera saber eso me lo pregunte a mí en persona, que no mande a otros. Ni que fuera a pegarle o algo de eso.

—Claro, perdón si los incomodé. Yo obvio le dije que no pienso que usted sea homosexual, pero igual quiero comentarle la situación, no vaya a ser que él le diga otra cosa —suelta ella con torpeza, sonrojándose.

—Está bien, Mer, no nos incomodaste. Si hasta nos sacaste unas buenas risas... ese Carlos está muy loco, ¿es tu padrastro? —inquiero mirándola. Asiente con una mueca de tristeza.

—Por ahora es la pareja de mi madre, pero me la sensación de que van a estar bastante tiempo juntos, así que sí, ya es como mi padrastro. —Se encoge de hombros y vuelve a guardar las cosas en su mochila.

—Llegamos a la casa del Chino —anuncia Emanuel cinco minutos después.

—Bien, gracias, hermanito —le agradezco revolviendo su pelo en modo juguetón. Abro la puerta para salir y abro la de Merlina para ser caballero.

—Hasta luego, señor Lezcano —dice, a lo que el interpelado le dedica una breve sonrisa y un asentimiento de cabeza.

Saludamos con la mano a mi hermano mientras se va y luego toco el timbre de la casa. Pareciera no haber nadie, así que me asomo por una ventana para intentar mirar el interior. Veo una sombra, así que vuelvo a tocar el timbre. Alguien grita algo inentendible y al instante se abre la puerta. Mi amigo aparece con una musculosa hasta las rodillas y unos pantalones "cagados". Hago una mueca de sorpresa y él me da un gran abrazo con palmadas fuertes en la espalda.

—¡Qué alegría verte, amigo! —exclama sonriendo de oreja a oreja y achinando sus ojos aun más. Mira a mi acompañante de arriba abajo—. Y con compañía, qué loco. ¿Es para...?

—Ja, es una amiga, Chino. —Lo interrumpo antes de que siga hablando—. De hecho, venimos para saber si podés ser DJ en una fiesta que estamos organizando.

—Mmm... ¿para cuándo? —Se apoya en el marco de la puerta y observa a Merlina.

—El sábado que viene. —Hace una mueca como de algo imposible, pero Keung asiente y se encoge de hombros.

—Está bien, no tengo nada para hacer. Pasame la lista de canciones o si el evento tiene alguna temática, y listo.

—¿Cuánto sale...? —comienza a preguntar ella, pero el Chino le chista.

—Nada, tranquila, Andresito sabe bien lo que le voy a cobrar. —Me guiña un ojo y asiento con la cabeza. Voy a tener que volver a hablar con las rubias, me da odio conseguirle mujeres a este hombre, pero bueno, todo sea para que no le cobre a Merlina.

—¿Sí? Mmm, bueno —responde la organizadora con algo de duda. Me mira con inquietud y le hago un gesto para que no se preocupe. Saca un papel de su bolsillo y se lo entrega—. Esas son las canciones que quiere el señor, yo quiero que haya dos tandas de baile, y música de fondo como para comer y eso te podés fijar vos. Si es un piano o algo suave, mucho mejor. Es una fiesta de aniversario empresarial, no es muy divertido, pero tampoco tiene que ser aburrido. Estoy buscando el punto medio, así que creo que eso está bien. La fiesta va a durar algo así como cuatro horas, no va a ser muy largo.

—Bien, en la semana estamos hablando para terminar de coordinar bien, si necesitás que ponga algo más o que saque... ¿Podrías darme tu número? —le dice él. Ella anota su número y su nombre en el papel que le entregó. Solo espero que no se vuelva muy pesado, lo conozco y sé cómo es con las chicas lindas—. Gracias, primor.

Ruedo los ojos y ella esboza una sonrisa arrugando la nariz.

—Gracias a vos —replica mirándome, implorándome para que nos vayamos. Lo saludo con un choque de manos y me acerco a él para decirle algo en el oído, aprovechando que la chica se dio vuelta.

—Ni se te ocurra intentar algo, es de mi hermano —comento. Él abre la boca asombrado y asiente rápidamente. Luego hace de cuenta que tiene un cierre en su boca y sonríe. Vuelvo a saludarlo y nos alejamos de a poco. Enseguida escucho como cierra la puerta con un golpe fuerte. En esas cosas nunca cambia.

—Algo peculiar tu amigo —expresa ella jugueteando con las correas de su mochila. Me río.

—Sí, es un chino rapero, es bastante... raro, pero es buen tipo. Y creeme que trabaja bien, yo lo he contratado para varias fiestas y nunca me llamó. Por suerte aceptó mi trato —contesto mirándola. Frunce el ceño—. Le dije que iba a buscarle chicas si no te cobraba nada, está un poco necesitado. Viste que no tiene un gran atractivo.

—Pero yo debería pagarle, no quiero que tu padre se enoje, él me dio el dinero para usar en la fiesta, no para guardármelo.

—Mer, estás trabajando duro, date un gusto. ¿Qué es lo que querés?

—Nada, me hace sentir incómoda, siento que estoy robando —responde con tristeza. Me río y la abrazo por los hombros.

—Es un regalo que te doy. Vamos, te acompaño a que elijas la ropa que más te guste, con la única condición de que la lleves puesta el sábado en mi fiesta —expreso con tono convincente. Suspira y asiente.

—Está bien, pero mi condición es que también te compres algo vos, por lo menos como regalo de cumpleaños.

—Trato.

Sonrío con satisfacción. Voy a hacer que elija la ropa más sexy que pueda, así mi hermano se pone loco e intenta hacer algo de una vez por todas. Empujón número dos, ya voy.

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Capítulo dedicado a Anita que hizo este meme

¿Cuántas identificadas? Jajajaja

PD: Voy a empezar a actualizar los Lunes, Miércoles y Viernes, así que nos vemos el viernes. Las amoo!!

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