24

Merlina.

Ni bien entro a casa, escucho a alguien tocando el bajo. Frunzo el ceño mientras cuelgo mi abrigo en el perchero. ¿Acaso mi hermano retomó las clases? Qué bien que toca.

Me dirijo al origen del sonido, que sale de la cocina, y me encuentro con una extraña escena. Mi mamá y hermano sentados, mirando con admiración a un hombre calvo, vestido de camisa y jean, tocar el instrumento apasionadamente. Me quedo en silencio contra el umbral de la puerta, aguantando las lágrimas al recordar que mi padre tocaba ese mismo bajo, aunque él no pegaba ni una nota, pero siempre nos sacaba una sonrisa al intentar hacerse el rockero.

En un momento, el tipo levanta la vista y se queda petrificado al percatarse de mi presencia.

—Hola, soy Carlos. —Se presenta con nerviosismo. Mi mamá se para de inmediato y me mira con el rostro pálido, no esperaba que llegase temprano. Mi hermano me observa con expectación.

—Hija, él es mi pareja —dice ella con voz temblorosa, seguramente nerviosa por mi reacción.

Ella sabe que papá lo era todo para mí y que nadie podrá reemplazar su lugar, pero también entiendo que ella tiene que ser feliz y continuar con su vida. Esbozo una cálida sonrisa y me acerco a Carlos.

—Mucho gusto, yo soy Merlina, aunque me imagino que ya sabés mi nombre —digo estrechando su mano. Todos respiran con alivio a la misma vez y me río.

—Sí, por supuesto, tu madre me habla mucho de ustedes —responde con una sonrisa aun tensa.

—Tocás muy bien —comento señalando el instrumento con la cabeza.

—Gracias, toco desde chico y me encanta —replica guardándolo en su estuche.

—Tengo un amigo que es cantante y toca la guitarra eléctrica. Está buscando gente para formar una banda, ¿no te gustaría estar? —inquiero mirándolo con atención. Sus ojos negros me observan con interés, pero luego niega con la cabeza riendo por lo bajo.

—Ya estoy viejo para eso —expresa.

—¿Viejo? —repite mi madre abriendo los ojos incrédula—. ¿Qué tengo que decir yo entonces? —Luego me mira y se explica—. Le llevo cinco años de diferencia.

—Guau —logro articular. La verdad es que no me interesa mucho—. Entonces, si tenés cuarenta y ocho años, no sos viejo para entrar a una banda. Además, vas a tocar el bajo, no vas a bailar como para descaderarte.

—Igual —replica riendo—, mi sueño de ser famoso se esfumó hace mucho.

—Qué lástima —expreso acercándome a la mesa y agarrando un pedacito de queso. Pusieron un plato con una picada y nadie la está comiendo, así que aprovecho—. Ya vuelvo, voy al baño.

Doy media vuelta sin esperar respuesta y subo corriendo las escaleras hasta el baño. Me siento sobre la tapa del inodoro y respiro hondo, tengo que poder aguantar esto. Papá murió hace tres años y veo feliz a mamá, como no la veía hace mucho tiempo, y eso es lo más importante. Además, Carlos parece buen tipo. Debo superar el dolor.

Decido mandarle un mensaje a mi mejor amiga pidiéndole hablar un instante, pero me responde que está en un entrenamiento de Ramiro y no puede hablar. Maldito colorado gallina, ya me robó a Vale. Chasqueo la lengua, ya no tengo más amigos para poder contar lo que siento. Quizás Juan Manuel... no, mala idea. Quedamos como amigos, pero no creo que quiera que le cuente todos mis problemas. ¿Andrés? Puede ser, pero con lo que me dijo esta tarde me dio miedo. Probablemente tome mi pedido de ayuda como un coqueteo. En fin, mejor me la aguanto yo solita.

Vuelvo a la cocina, mi madre está empezando a cocinar mientras su novio la ayuda, y mi hermano come la picada rápidamente y en silencio para que no sobre nada. Me siento a su lado y lo ayudo a terminar el plato.

—¿Cómo te fue en el trabajo, hija? —interroga mi madre para sacar conversación.

—Bien, hoy me hice amiga de Andrés, es mejor eso que seguir tratándolo como cliente, me cae bien —contesto con la boca llena de papas fritas. Mi mamá me mira con reproche y diversión a la vez—. Nada que ver con su hermano, esos Lezcano son como agua y aceite.

—¿Andrés y Emanuel Lezcano? —inquiere Carlos con asombro.

—¡Sí! ¿Los conocés?

—Por supuesto, son los hijos de mi viejo amigo Ricardo. Yo soy su contador.

¡No lo puedo creer! Quizás este hombre me pueda revelar algunos secretos de esos hombres tan misteriosos.

—Trabajo bastante con Emanuel, nos juntamos seguido. De hecho, esta mañana tuvimos una reunión. Es un chico muy educado y responsable —continúa, mirando con pena el plato ya vacío—. Aunque hoy lo noté algo distraído.

—Debe ser porque el sábado estaba descompuesto —digo intentando sonar con naturalidad, como si no me importara que es uno de los más allegados al hombre que me gusta.

—Debe ser eso, entonces. Se veía cansado.

Nos quedamos en silencio un instante, luego suspira y continúa ayudando a mamá. Mi hermano me patea por debajo de la mesa y me hace un gesto para que lo acompañe al patio, así dejamos un rato a solas a los tortolitos.

Antes de salir, pasa por la heladera y saca dos latas de mi cerveza. Luego lo sigo hasta afuera y nos sentamos en el pasto a tomar y charlar.

—¿Y qué te parece Carlos hasta ahora? —interroga interesado.

—Creo que es un buen hombre para mamá —replico encogiéndome de hombros y tomando un trago de la bebida—, pero que jamás va a ser como papá.

—Eso es obvio, hermana, hasta mamá sabe eso, pero si está contenta con él... debe ser por algo.

—Sí, lo mismo pienso.

Suelto un suspiro y me pongo a mirar las estrellas. Son un poco más de las ocho de la noche, hace frío, y solo la luna nos ilumina.

—Mer, tengo que decirte algo —suelta mi hermano de repente.

—¿Qué pasó? ¡No me asustes!

—No, no creo que te asustes, pero yo sí estoy con un poco de miedo. —Lo miro con expresión interrogante y se frota los ojos—. Embaracé a una mujer... más bien, es una amiga con derecho y no sé qué hacer, fue un error.

—Ay, Dios, Pepe... ¿Y ella qué dice? —cuestiono preocupada.

—Que lo va a tener igual. Yo me hago responsable y voy a estar de acuerdo con lo que ella elija, pero es raro. No tenemos tanta conexión como para tener un hijo, a pesar de que nos gustamos. —Resopla y toma su cerveza—. Es difícil.

—Me imagino —expreso. Esbozo una sonrisa y me observa con una ceja arqueada—.
¡Voy a ser tía! —Se ríe por mi emoción.

—Sí, pero no te hagas muchas ilusiones. Todavía no sé qué quiere hacer, no se decide. Quiere tenerlo, pero al otro día me dice que no... no está segura con ninguna decisión.

—¿Y vos querés? —interrogo. Sonríe mirando el cielo y asiente con lentitud.

—Sinceramente, sí, pero es Cinthia la que tiene que decidir, es ella la que va a llevar el embarazo por nueve meses.

—¡Pero vos sos el padre! También tenés el derecho de elegir —manifiesto molesta. No puede ser que esa chica no tome en cuenta lo que quiere mi hermano.

—Sí, pero no tengo el derecho de decidir por su cuerpo. —Se encoge de hombros—. Fue un error mío, no de ella.

Termino aceptando lo que está diciendo. Por supuesto, tiene todo el sentido del mundo y lo admiro por pensar en eso, aunque a veces la cague.

—¿Y mamá sabe? —Deduzco que no porque se pone pálido.

—Voy a esperar un poco más para decírselo —replica.

—Me parece bien. Sabés que te voy a apoyar siempre y que, obviamente, ella también te va a apoyar. Eso sí, va a querer conocer a esa tal Cinthia.

—Lo sé, por eso no quiero decir nada aun. Si se la presento, va a ser todo muy formal e incómodo, quiero esperar. Y también sé que siempre vas a estar de mi lado, como yo del tuyo. —Aprieta mi mano un instante y sonreímos—. ¿Cómo va la cosa con Lezcano?

—Mal, hermano, creo que no me quiere ver nunca más. —Muerdo mi labio con nerviosismo—. Lo besé en un ataque de locura, y después le cerré la puerta en la cara. —Abre los ojos de par en par sin poder creerlo—. Y, para colmo, el otro día lo llamé imbécil porque no me siguió, cuando es obvio que no le gusto y que obviamente no iba a llamarme para que nos volviésemos a besar.

—¿Cómo sabés que no le gustás? —pregunta—. Yo vi otra cosa cuando estaban hablando en la puerta del gimnasio la otra vez.

—Es que solo intenta ser cortés, pero por su actitud hacia mí me doy cuenta de que no le caigo bien. Así que ya está, perdí todo por un estúpido beso. Mi maldita impulsividad...

—¿Valió la pena?

—Sí, supongo, aunque por culpa de eso ya no voy a poder intentarlo de nuevo, ni siquiera vamos a poder ser amigos.

—Mirá, aprovechá que Carlos es su amigo y usalo como excusa, quizás te puede ayudar.

Termino de tomar mi bebida a la vez que nos llaman para comer. Nos ponemos de pie de un salto y hago un gesto afirmativo.

—Sí, creo que voy a hacer eso —respondo no muy convencida antes de que entremos a la casa nuevamente.

Si mi reciente padrastro puede ayudarme a conocerlo mejor, voy a intentar hacerlo. Aunque ya no tengo absolutamente nada de esperanza. ¿Quién me mandó a besarlo de improvisto?

Nos sentamos a comer. Mi mamá hizo una exquisita carne al horno con papas y ensalada, así que está tan bueno que de tanto masticar no nos da tiempo a hablar.

—Entonces, ¿le estás organizando la fiesta a Ricardo? —interroga Carlos mirándome. Asiento mientras tomo gaseosa—. Me comentó que está muy emocionado, que Emanuel le estuvo contando las cosas que estás haciendo y le gusta mucho.

—¿En serio? —inquiero entusiasmada.

—Sí, claro, de verdad. Se nota que estás haciendo un buen trabajo, y eso que estás haciendo malabares con el tiempo, ¿cuánto falta para la fecha?

—Un poco menos de dos semanas. Estoy nerviosa, pero creo que voy a llegar.

Mis familiares me alientan mientras siguen comiendo y hablan de otras cosas, pero a mí me quedó la duda, ¿Emanuel le dijo a su padre que estoy haciendo un buen trabajo? Eso sí que es una novedad, teniendo en cuenta que él siempre me acompañó a todos lados de mala gana y yo pensé que ni atención le prestaba a lo que estaba haciendo, sobre todo cuando el sábado en la cena dijo que no le importaba para nada la fiesta de la empresa.

Lo más probable es que el señor Lezcano le haya pedido que le cuente un poco y que él se lo dijo, nada más. Ahora, lo más importante, es seguir trabajando y esmerándome, así no decepciono a Ricardo.

El amor puede quedar en segundo plano, o eso creo.

—¿Emanuel es gay? —cuestiona Carlos de repente. Mi hermano se atraganta y yo me quedo atónita ante la pregunta.

—¿Perdón? ¿Por qué preguntás eso? —quiero saber, por dentro muerta de risa.

—Porque el padre está preocupado, dice que no se fija en mujeres, apenas le presentó una sola chica en su vida y con el físico que tiene el chico... bueno, cualquiera esperaría que sea más mujeriego que Andrés —responde con sinceridad. Yo hago una mueca de ignorancia.

—Sinceramente, no tengo idea. A mí no me habla de esas cosas, pero no creo que sea gay porque... bueno, no importa, pero dudo que le gusten los hombres. Quizás simplemente es tímido o quiere algo serio. —Me mando un buen pedazo de carne a la boca para no seguir hablando o se va a enterar medio mundo que me dio tremendo beso apasionado.

Cruzo una mirada con Pepe. Bueno, al menos nos guardamos secretos entre nosotros.

—¿Podrías averiguar eso? —vuelve a preguntar el pelado—. Es que a Ricardo le urge saber.

—Mirá, Carlos, no voy a meterme en líos. Lo único que te voy a decir, es que no creo que Ema sea gay, ¿está bien? Sé que sale con mujeres, así que decile a tu amigo que se quede tranquilo. Y en caso de que sea gay, tampoco hay problema, ni que estuviera enfermo. —Ruedo los ojos y se queda callado.

—Tenés razón —termina diciendo luego de un gran suspiro.

Mi mamá corta la tensión preguntando si alguien quiere más comida. Solo me quedo pensando, ¿por qué estará tan desesperado por saber si a ese chico le gustan otros hombres?

----

A los 20 subo el siguiente <3

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top