23
Merlina.
Andrés espera pacientemente junto a mí mientras me decido por el centro de mesa. Hay varios que me gustan, y me está enojando no poder decidirme.
—¿Cuál te gusta más? —pregunto finalmente. Mi cabeza está a punto de estallar, anoche no dormí casi nada y me está costando mantener la concentración.
—Para mi gusto, y creo que va a quedar bien en la fiesta, este. —Señala una especie de pelota transparente con una vela eléctrica dentro. Era una de mis opciones, creo que se vería genial con las luces apagadas. Asiento con lentitud.
—Me parece bien, gracias. Voy a encargarlos.
Trabajar con el otro Lezcano es bastante tranquilo. Puedo contar chistes, hablar de varias cosas, colabora cuando lo pido ayuda... nada que ver con Emanuel, quien siempre iba serio y jamás decía nada. De todos modos, una parte de mí extraña esa seriedad porque, lo que le sobra al rubio, le falta a su hermano. A veces puede comportarse como un infantil, pero por lo demás, me cae muy bien.
—Señorita Ortiz, ¿no cree que hay que consultar estas cosas con mi padre? —interroga cuando comienzo a caminar hacia el mostrador.
—Él me dijo que no quería saber nada, que Emanuel iba a ser el responsable de ayudarme a elegir las cosas. —Me encojo de hombros—. Creo que usted tiene mejor gusto, de todas maneras. —Esboza una impecable sonrisa y tira su cabello hacia atrás.
—Gracias, yo creo lo mismo —replica riendo, a lo que le dedico una sonrisa divertida.
Hago el encargo de los centros de mesa, con la esperanza de que estén listos para dentro de dos semanas. Son cincuenta mesas, así que hay bastante para hacer.
Yo me pregunto, ¿tantos contactos tiene esta empresa? Se nota que es bastante grande, pero a veces da la sensación de que no hay mucho trabajo.
Salimos nuevamente del local. Hoy es un día muy otoñal, hay viento, un poco de nubes y las hojas amarillas caen sin parar de los árboles. El aire está fresco, así que me coloco la campera que mi mamá me obligó a traer. Menos mal, sino ya estaría a punto de resfriarme.
—¿Quiere ir a tomar un café? —me pregunta Andrés. Hago una mueca dudosa y termino negando con la cabeza.
—Perdón, no puedo. Hoy tengo una cena familiar y tengo que llegar temprano a casa —contesto. Es cierto, mi madre quiere presentarnos a alguien muy especial. Seguro que es su nuevo novio.
—No pasa nada, otro día vamos, entonces —expresa cruzándose de brazos. Mira hacia ambos lados de la calle antes de cruzar—. ¿A dónde hay que ir ahora?
—Al negocio de Vanina, tengo que terminar de confirmarle el pedido de comida.
—Bien, yo sé dónde queda.
—Yo también —respondo dedicándole una sonrisa burlona, que él responde sacándome la lengua. Luego estallamos en carcajadas—. ¿Ella te caía bien cuando era tu cuñada? —decido preguntarle. Se rasca la cien y hace una mueca pensativa.
—No la conocí mucho, para serte sincero, en esa época mi banda empezaba a hacer giras y la veía una o dos veces por semana, pero sí, me caía bien. Igual vos me caes mejor —comenta mirándome con alegría. Frunzo el ceño.
—Bueno, pero yo no soy tu cuñada, es normal que te caiga mejor que ella...
—Todavía —murmura. Hago de cuenta que no escuché eso, pero mi corazón late como loco.
¿Qué quiso decir con eso? Bah, seguramente que estoy pensando en cualquier cosa. Obviamente que no le gusto a su hermano, sé que no vamos a estar juntos. Debe ser alguna idea loca de Andrés, como todas las que tiene.
—¿Pedimos un Uber hasta lo de Vani? —cuestiona—. Está a unas cuadras, pero no tengo ganas de caminar.
—¿Te parece que tengo cara de gastar plata en Uber por solo unas cuadras? —inquiero con sarcasmo.
Suspira y me hace un gesto para indicar que comencemos a caminar. Al caminar veinte cuadras, me doy cuenta que lo del Uber no era mala idea, la verdad que ya me están matando los pies. No debería haber traído mis botitas, no son cómodas para caminar tanto.
Al fin llegamos a su restaurante. Al ser las cuatro de la tarde no hay mucha gente, solo gente que está tomando algo con aspecto tranquilo. Debo admitir que es un lugar muy lindo, todo hecho con madera y luces con diseño de campana.
Vanina sale de la cocina ni bien nos ve. Nos saluda con un beso en la mejilla y nos sonríe con simpatía.
—¡Hola! ¿Vienen a confirmar el pedido? —interroga entusiasmada. Asiento con la cabeza.
—Así es. Estamos de acuerdo en que el menú del otro día estuvo genial, pero la Diosa de chocolate lleva algo de lácteos y Ema...
—Ah, no pasa nada. Le dije a la pastelera que no le ponga crema, no te preocupes. Sino Ema ya estaría muerto y yo nunca le haría daño a él. Siempre come lo que yo le doy porque confía en mí, sabe que jamás lo lastimaría —replica anotando algo en su pequeño cuaderno. No puedo evitar mirarla con suspicacia, si tanto quiere a Emanuel, debería haberlo dejado hacer lo que le guste.
—Me parece bien —contesto finalmente, con tono aburrido. Me da el papel y lo miro—. ¿Esto sale todo?
—Así es, podés pagar la mitad a modo de seña o todo junto —explica.
—Bueno, te pago la seña ahora, ¿te parece?
—Sí, perfecto.
Nos dirigimos a la caja y pago la mitad del pedido con el adelanto que me dio el señor Lezcano. Es una cantidad considerable, pero sigo con la esperanza de que me pague al final de la fiesta o que, mínimamente, me sobre algo. Todo me pasa por ser una trabajadora emprendedora primeriza, no me sé manejar con el dinero.
—Mandale saludos a tu hermano —le dice Vanina a Andrés con ojos soñadores. Me da la sensación de que aún sigue enamorada de él.
Genial, ahora somos dos. ¿Qué tiene ese maldito en sus ojos que vuele locas a todas? Bueno, no solo en sus ojos, sino en todo de él. Suspiro con melancolía, todavía siento sus tibios labios sobre los míos y ya hace casi una semana que lo besé por un hermoso error.
—Serán dados —expresa mi acompañante con una sonrisa. Saludamos a la cocinera y salimos del lugar—. Estar ahí me dio hambre —agrega frotándose la panza—. Vamos a un McDonald's.
—Me encantaría, pero en serio tengo que ir a casa, ya son las seis de la tarde, dije que para las siete iba a estar —comento con preocupación.
—Está bien, Merlina, no pasa nada. —Se ríe—. Después convenzo a mi hermano de ir, seguro que me acompaña... O seguro que no, porque prefiere las ensaladas. —Rueda los ojos y resopla con resignación. Señala algo a lo lejos—. Ahí está la parada para volver.
Asiento y vamos caminando hacia esa esquina.
Nos sentamos a esperar el transporte en un silencio algo extraño, ya que él nunca se queda callado.
—¿Cómo te está yendo con el mago? —cuestiona finalmente. Ahí está, estaba buscando el momento para preguntarme eso. Me encojo de hombros.
—Bien. Somos amigos nomás, no pasa nada entre nosotros. —Me mira con una ceja arqueada y suspiro—. En la cita fue todo bien, todo perfecto, pero terminó diciendo que en realidad ya estaba enamorado de otra y que quería probar suerte conmigo... —Miento, en realidad fui yo la que le dijo eso. Me quiero morir, pobre Juan Manuel. Fue muy bueno conmigo, pero no podía dejar de pensar en Emanuel, así que no le di falsas esperanzas.
Lo bueno fue que se lo tomó bastante bien, realmente quedamos como amigos y él ya se imaginaba que me gustaba Lezcano. Supongo que fui bastante obvia.
—Eso es muy feo —contesta Andrés frunciendo el ceño—. ¿Querés que le vaya a pegar?
—¿Qué? ¡No! —exclamo atónita—. Fue muy educado, no hace falta que le pegues. —Suelta una carcajada y lo empujo de manera juguetona—. Está loco, señor Lezcano.
—¿Podemos dejar de tutearnos? ¡Por favor! Somos más amigos que clientes —pide con las manos unidas en modo de imploración. Sonrío y asiento.
—Sí, es cierto, podemos tutearnos. De todas maneras, moría de ganas de llamarte Andy.
—¿Andy? —repite divertido—. Está bueno, a decir verdad, jamás me llamaron así. Siempre me decían Andrecito, la verdad es que es un apodo horrible, como para un bebé. —Nos reímos y me observa con atención—. ¿A vos cómo te dicen?
—Mer, Lina, Merli, Merluza. —Hago una mueca de disgusto al final y él niega con la cabeza.
—Es un idiota el que te llama así —comenta.
—Bueno, tu hermano es el principal idiota entonces. Sin ofender.
—No, yo ya sé que es un idiota con todas las letras. —Ríe—. El sábado es mi cumpleaños, voy a hacer una pequeña fiesta a la noche y, obviamente, estás invitada. Después te paso la dirección de casa por mensaje.
Antes de que responda, el colectivo viene, así que lo paramos y subimos. Está casi vacío, así que nos sentamos juntos en el asiento doble. Tenemos una media hora de viaje, no es mucho, con Andrés pasa el tiempo rápido.
—Voy a ver si puedo ir —digo respondiendo a su invitación.
—Dale, Mer, si no vas me voy a enojar. Sos importante para mí, tenés que estar —confiesa—. Además, vas a conocer gente nueva y probablemente encuentres a quien te pueda sacar a ese que te gusta de la cabeza.
—Puede ser, aunque lo dudo —contesto con tono desesperanzado—. Él realmente me gusta.
Si supiera que es su hermano el que me quita el aliento. Para colmo me di cuenta de que me dejó de seguir en Instagram, tuve ganas de llorar. Es solo un seguimiento sin importancia, pero eso me hizo abrir los ojos de que realmente no le importo. Yo no pude dejar de seguirlo.
—Dejame decirte que si no te pasa ni la hora, no te merece. A no ser que sea tímido, y quizás le interesas y no se anima a confesarlo. —Rasca su barbilla—. Apuesto por lo segundo, ¿quién no se enamoraría de vos? ¡Sos perfecta!
Eso provoca que me sonroje.
—Yo puedo ayudarte a olvidarlo... —suelta poniendo un mechón de pelo detrás de mi oreja.
Esto se está volviendo un cliché gracioso. Olvidar al que me gusta con su hermano, muy normal todo.
—No creo que sea bueno que nosotros... —comienzo a decir, pero él me interrumpe con su risa.
—¿Estás pensando en que te estoy invitando a salir? —interroga divertido—. ¡No! Simplemente, puedo ayudarte como un amigo. Hacer que te distraigas, ayudarte a conocer gente. Tengo muchos contactos y algunos son hombres muy educados y apuestos.
—Ah, menos mal —murmuro aliviada.
—Tranquila, Merlina. No estoy para una relación seria, no me metería con vos porque séque sufrirías conmigo...—Se aclara la voz y sonríe con maldad—. ¿Qué opinas de mi hermano?
—¡Ni loca! —Suelto sin pensarlo.
—¿Por qué no? Es serio, lindo, gentil, amable, educado, hace ejercicio, es intolerante a la lactosa. —Suelta una carcajada al final que me contagia—. En serio, ¿por qué no podrías estar con Ema?
—¡Por todo lo que dijiste! Es serio, terco, malhumorado, nunca ríe, pareciera que no tiene ni ganas de vivir. Y sí, es lindo, pero no siempre lo físico es lo importante. Me gustan los hombres divertidos, tu hermano no lo es —replico sonando muy segura de mí misma.
La verdad es que no estoy de acuerdo en nada de lo que dije. Me encanta que sea serio, me encantaría hacerlo sonreír y que deje el mal humor de lado. Quisiera saber sus secretos, contarle los míos, que seamos algo. ¿Por qué el amor es tan difícil?
Andrés me observa pensativo y suspira.
—Entonces él no te gusta en lo absoluto —afirma con lentitud.
—Así es, Emanuel no es mi tipo para nada.
¿En qué me estoy metiendo diciendo estás mentiras? Lo único que sé, es que no va a terminar bien.
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¡Hola! ¿Cómo están? Al fin llegamos a los 50K!! Como regalo, voy a estar subiendo 3 capítulos. Por cada veinte votos, voy a subir el siguiente. Esto para asegurarme de que están leyéndola, porque a veces pasa que llegan tarde y leen el último sin querer y se spoilean jaja
En fin, nos vemos en un ratito!! <3
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