21

Merlina.

La que me faltaba, que el señorito esté de joda con su hermano y dos Barbies hermosas. Esto es un horror, ¿tan rápido se puede olvidar de nuestro beso? Bueno, es obvio, ni siquiera se preocupó en mandarme ni un mensaje, ¿qué le haría creer que le gustó? Sí, me besó de una manera espectacular, pero eso lo puede hacer con todas, ¿no?

—Eso puede hacerlo con todas, ¿no? —repito en voz alta mientras le muestro la foto que subió Andrés anoche a Valeria.

Estamos en mi habitación, sentadas en el suelo y con la espalda pegada a la cama, a punto de prepararnos para la cita doble que tenemos esta noche y, la verdad, es que tengo muchas ganas de ver a Juan Manuel, a ver si puedo olvidarme de Emanuel. Mierda, si incluso se llaman de manera parecida.

Mi amiga mira la imagen con el ceño fruncido y la nariz arrugada de asco. Emite un sonido de disgusto y me devuelve el celular.

—Es un idiota, Mer. Ambos Lezcano son idiotas, te lo dije desde un principio —dice empezando a sacar los cosméticos de su neceser y poniéndolos sobre la cama.

—¡Pero él se veía tan diferente! —exclamo poniéndome mi almohadón de peluche rosa sobre mi cara para desahogarme con un grito—. ¿Cómo pude haberme equivocado de esa manera? No debería haberlo besado, no puedo olvidarlo. ¿Qué hago, Vale?

—Nada, no podés hacer nada. Ahora vamos a salir, le vas a dar una oportunidad a ese tal Kinse, vas a ver qué onda y puede que te guste. Si ya me dijiste que él está loco por vos.

—Sí, estuvo mandándome mensajes toda la semana, pero es bastante pesado. Quizás lo que me gusta de Emanuel es que...

—¡Basta de hablar de Lezcano, Merlina! Concentrate en Juan Manuel, ¿está bien? —me interrumpe hastiada. Asiento solo para que se quede tranquila, pero en mi mente solo está el rubio.

—Se ve que es bueno, pero... no lo sé. Intentar olvidar a Emanuel con otra persona es como de traición —digo poniéndome de pie.

—Bueno, entonces él ya te traicionó. Acabás de ver la foto donde está con una tremenda rubia sobre sus piernas, ¿qué más pruebas que esas querés ver para darte cuenta, amiga? Ese tipo no te conviene. —También se para y saca su ropa de un bolso—. Ahora vamos a vestirnos o vamos a llegar tarde. Es mejor que nosotras esperemos a nuestros hombres a que nos esperen ellos.

—¿No es mejor al revés? —cuestiono arqueando una ceja.

—No, porque así les demostramos que nosotras somos puntuales y que nos hicieron esperar. Y quedan mal ellos, se sienten poco caballeros y para la próxima cita van a llegar a tiempo. —Me guiña un ojo y suelto una carcajada.

—Cierto, es mejor así —replico buscando un lindo vestido en el armario, aunque al final me pongo un mono negro con líneas violetas y blancas verticales.

—Sacate el corpiño —aconseja Vale. La miro como si estuviera loca—. Confiá en mí, te va a quedar mucho mejor. Tenés la espalda al descubierto y no queda lindo que se te vea eso, además, tenés un escote pronunciado. Haceme caso, tenés un cuerpazo, no te hace falta el sostén.

—Siempre me hacés sentir sensual —digo entre risas mientras me quito la ropa interior.

—Lo sos —replica sin pensarlo.

—Bueno, vos también. —Me acerco y le doy un beso en la mejilla y un súper abrazo—. Si fuera lesbiana serías mi primera opción.

—¡Qué halago! —expresa riéndose con fuerza—. Vamos, sentate que te maquillo. Te voy a dejar increíble.

Un poco más de media hora después, estamos listas. Ella se puso un vestido largo violeta, con un corte muy sexy en su pierna derecha. Debo admitir que le queda hermosísimo. Guardamos lo más necesario en nuestras pequeñas carteras y salimos en su auto. A medida que vamos llegando al restaurante, mis nervios van creciendo. Hace tiempo que no tengo una cita y estoy demasiado ansiosa, debería bajar mis expectativas, quizás Juan Manuel no es el hombre que dice ser, que solo es un conquistador más que busca a quien sea.

—¿Y cómo vas con Ramiro? —le pregunto para sacar un tema de conversación. Sonríe de oreja a oreja.

—Bien, de todos modos no quiero apresurarme, apenas hace una semana que salimos.

—¿Una semana recién? Pensé que había pasado más tiempo.

—Pareciera que lo conozco de toda la vida, pero no. Ojalá lo hubiera encontrado antes —dice con la voz cargada de amor. Esbozo una sonrisa y le aprieto la pierna con suavidad.

—Me alegra mucho eso, Vale. Te merecés un gran amor —digo con sinceridad.

—Gracias —murmura—. Y vos también, espero que lo encuentres esta noche.

«Yo también lo espero», pienso para mis adentros.

Llegamos al lugar media hora antes de lo pactado, por lo que ya pasamos a la mesa reservada a esperarlos. Lo extraño es que hay una silla de más. Bueno, se habrán olvidado de sacarla o la deben tener ahí por las dudas, no es para preocuparse.

Empiezo a comer algunas aceitunas que trajeron a modo de entrada. La verdad es que ya tengo bastante hambre, pero hasta que vengan nuestros acompañantes... mejor como pan.

Mi celular vibra y leo el mensaje.

Kinse // 8: 40

Hola, preciosura, en un rato nos vemos.

Se lo muestro a mi amiga y alza y baja las cejas con gesto coqueto. Me río y le doy un leve empujón.

Merlina// 8:41

Yo ya estoy en el restó. Quizás tengo ganas de verte... ;)

Kinse// 8:43

¿Ya? Uy, debo apurarmeeee. Nos vemos.

—Me dijo Rama que acaba de salir de su casa, va a llegar a las nueve en punto el maldito. Vamos a quedar mal nosotras por haber venido tan temprano. —Se queja Vale con tono divertido. Yo sonrío y le acomodo un mechón de pelo que quedó enredado en su arito.

—Vamos a quedar como las que tenemos muchas ganas de verlos y que por eso salimos temprano. En cambio, ellos van a parecer los poco interesados en nosotras y van a tener que remediarlo —digo con expresión juguetona. Me mira con orgullo.

—Esa es mi amiga —replica riendo y abrazándome por un segundo.

—Y la verdad es que tengo ganas de conocer personalmente al chico gallina —agrego soltando una risa al recordar el baile del colorado. Ella rueda los ojos con una amplia sonrisa.

—Solo eso bastó para llamar mi atención —dice con aspecto soñador y apoyando su mejilla en la mano—. Es tan divertido, puedo reírme horas con él y no me canso. Estoy segura de que te va a caer bien.

—Si es tan divertido, ¿cómo puede ser el mejor amigo de Emanuel? —cuestiono al pensar que son completamente opuestos. Ella se encoge de hombros.

—Ellos lo sabrán. Nosotras en algunas cosas no somos igual, pero nos complementamos. Quizás les pasa lo mismo.

—Sí, puede ser. —Suelto un suspiro y miro el reloj. Apenas pasaron cinco minutos desde que llegamos.

Aprovecho el tiempo para admirar el interior. Hay varias mesas redondas de madera con un lindo mantel dorado con flores blancas como centro de mesa. Las sillas tienen la misma tela en sus respaldos y le quedan de maravilla. El piso es un alfombrado rojo perfectamente limpio y combina con las cortinas rojas que cubren los ventanales. La luz es de un amarillo tenue, que da un aspecto hogareño y bastante cálido. Además, la música de piano le da un toque relajante al ambiente. La verdad es que me encanta, es muy fino.

Una mano sobre mi hombro me saca de mis ensoñaciones y salto en el lugar del susto. Valeria se ríe y murmura algo que no entiendo. Giro en el asiento y el colorado aparece en mi campo de visión con una sonrisa de inocencia.

—Perdón, Merlina, creo que te asusté —dice con tono preocupado, aunque su rostro demuestra diversión. Me río y niego con la cabeza.

—No... solo que casi me da un infarto —replico devolviendo el beso en la mejilla a modo de saludo—. Me da gusto conocerte, Ramiro, después de una semana dele escuchar tu nombre —agrego mirando a Vale, quien se sonroja y le indica a su novio que se siente a su lado.

—Lo mismo digo —masculla él mirándome con atención. No sé si lo dice por mi amiga o si Emanuel le habrá hablado de mí... bah, dudo que le haya hablado de mí, si me odia.

—Buenas noches —dice una voz detrás de mí, una voz que me pone los pelos de punta y me provoca algo en la panza. Mierda, ¿qué hace él acá?

Miro a mi acompañante con expresión horrorizada y me dice con los ojos que ella tampoco sabe qué pasa. Para colmo, se sienta frente a mí y sé que voy a tener que verlo durante toda la bendita noche. Sálvame, Jesús. Está tan hermoso con ese traje negro puesto, hasta siento cómo se me cae la baba. Controlate, Merlina.

No puedo ni mirarlo, después de haberlo besado como desesperada y haberle cerrado la puerta en la cara, no tengo cara para verlo, no puedo. Ramiro se aclara la voz y es el primero en cortar el silencio.

—No quise dejar solo a Ema, así que lo invité —comenta con amabilidad—. No se los presento porque obviamente ya lo conocen. —Ríe por lo bajo.

—Hola, señor Lezcano —le dice mi amiga con tono respetuoso, en modo jefe-secretaria. De reojo veo que sonríe y me derrito por dentro.

—Estamos en una cena informal, Valeria, podés tutearme —replica. Hago una mueca, pero sigo sin verlo. Solo escucho la respuesta afirmativa y aliviada de la interpelada.

Lo evito observando los cubiertos plateados, las copas demasiado transparentes, hasta le saco unas pequeñas pelusas al mantel, pero no digo nada. Veo con impaciencia la puerta de entrada, pero no hay rastro de Kinse. Maldita sea, es muy impuntual.

—¿Todavía no vino Juan Manuel? —interroga Ramiro mirándome. Esbozo una sonrisa tensa y niego con la cabeza. Siento un sudor frío en mis manos y mi panza está hecha un manojo de nervios.

—No, pero me mandó hace unos minutos que iba a llegar un poco más tarde, podemos ir pidiendo, si quieren... —Agarro el menú con velocidad y me lo pongo justo enfrente de mi cara para que nadie me vea. Pateo a mi amiga por debajo de la mesa y hace lo mismo. Sabe que quiero hablar con ella mediante murmullos.

—¿Qué hace él acá? ¡Se supone que vine para olvidarlo y está justo frente a mí! —susurro con desesperación.

—Tranquila, quizás prefiere ir a comer solo a una mesa después —contesta para que me calme, aunque obviamente, eso no va a suceder. Suspiro y asiento. Tengo que tomarlo con calma, sino me voy a volver loca.

¿Por qué tarda tanto este maldito Juan Manuel? Ya me estoy enojando y ni siquiera empieza la cita. Sacudo mi pierna con nerviosismo y me aguanto comerme las uñas o se me arruinaría el esmalte. Escucho que hablan, pero no tengo idea de qué porque no me puedo ni concentrar a causa de la ansiedad.

Al minuto veo a Kinse entrar a máxima velocidad, despeinado y agitado. Se dirige a nuestra mesa, pero la recepcionista le grita que debe registrarse, así que vuelve corriendo a la mesa de entrada, firma y el cuaderno y viene hacia nosotros a paso rápido.

—Hola —saluda sin aliento—. Perdón la demora, venía en bici y justo se me pinchó la rueda así que tuve que caminar con eso a cuestas y es bastante pesada. —Clava sus ojos verdes en mí y esboza una muy linda sonrisa—. Hola, preciosa, perdón por hacerte esperar —murmura en mi oído, antes de darme un beso en la mejilla.

—No hay problema —replico más aliviada de que haya llegado. Saluda a mi amiga con otro beso y a los muchachos con un apretón de manos, luego se sienta en la silla libre a mi lado.

—¿Ya pidieron? —cuestiona.

—No todavía —contesto—, pero ya estábamos viendo el menú.

Entonces agarra su carta y se pone a revisar lo que va a comer. Dos minutos después, un mozo se acerca a tomarnos la orden y se va en cuestión de segundos. Quedamos en un silencio algo incómodo, hasta que Ramiro carraspea.

—Juan, me dijeron que sos mago... ¿Hace cuánto? —dice en un obvio intento de sacar conversación.

—Bueno... —el interpelado se rasca la barbilla de manera pensativa—. Desde que chico tuve el kit de magia, el típico que todos los nenes quieren, me gustó tanto que, al terminar la escuela, me anoté en un curso de magia profesional. El profesor era parte de un circo, vio que yo tenía madera de mago y enseguida me llevó con él. Aprendí los mejores trucos, incluso sé el de cortarle la cabeza a una chica... obviamente que ella también debe ser profesional, no lo hago con cualquiera.

—Igual ya todos sabemos ese truco —lo interrumpe Emanuel con tono amargado—. Lo vimos en "El mago enmascarado".

—Ah, sí, ese mago nos cagó todos los trucos —refunfuña Juan Manuel—, por eso nadie lo quiere y tiene que estar escondido. Todos mis colegas lo odian... —Suspira y mira a nuestros acompañantes—. ¿Y ustedes de qué trabajan?

—Yo soy ingeniero en sistemas, pero también juego al tenis —replica el colorado.

—Yo soy la secretaria de él —contesta mi amiga, señalando a Emanuel, quien esboza una pequeña sonrisa.

Tengo que contenerme, no puedo mirarlo o caería en sus hermosos labios. ¡Ayuda! Apenas está comenzando la noche.

—En realidad, sos la secretaria de mi papá. Yo soy un simple administrador, nada más —le responde a Valeria y Kinse a la vez.

—¿Nada más? —interroga Ramiro atónito—. Amigo, ¡también sos piloto de aviones, es lo más genial del mundo!

Arqueo las cejas con interés, ahora entiendo porqué tiene todas esas fotos en su Instagram... y yo pensé que era solo un disfraz.

—Y también sos el cliente de mi bella dama —expresa mi cita dándome un beso en el dorso de la mano.

—Yo no —replica el rubio con tono cortante—. Mi papá lo es, a mí no me interesa esa fiesta en lo absoluto, me parece una estupidez.

El ambiente vuelve a tornarse incómodo, pero por suerte el mozo llega con nuestros pedidos. Al menos podremos hablar de la comida.

Como un poco de mi lasaña y emito un gemido de gusto. Cierro mis ojos para saborearlo un poco más, no puede estar tan bueno, jamás había comido algo tan rico. Que mi mamá me perdone.

En cuanto abro los ojos, noto la mirada de Emanuel fija en mí. Ni siquiera la desvía cuando le devuelvo la mirada, así que, con todo el esfuerzo del mundo, aparto mi vista de él y miro al mago.

Realmente, va a ser una noche muy difícil.

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