08
Merlina.
Mi hermano me mira con expresión divertida mientras me aclaro la voz una y otra vez, preparándome para llamar al otro hermano Lezcano. Admito que estuve buscando varios videos de su banda para escuchar qué es lo toca y si es bueno y debo decir que me gustó su estilo de rock independiente mezclado con country, tiene muchos fans e incluso hicieron una gira por América. Esperaba algo peor.
Marco el número del chico y comienzo a caminar de un lado a otro esperando que responda.
—¿Hola? —dice una voz ronca desde el otro lado.
—Hola, ¿qué tal? Mi nombre es...
—¡Já, te la creíste! En este momento no estoy disponible, llamame dentro de diez minutos. —Y escucho que suena el tono para dejar un mensaje.
Resoplo y corto la llamada. ¿A quién se le ocurre hacer ese tipo de saludo? Es original y molesto a la vez, me hizo sentir una estúpida por un momento. Pepe me mira con las cejas arqueadas y le devuelvo el gesto.
—¿Te cortó? —interroga.
—No, me salió su tonto contestador, así que en un rato vuelvo a llamar. —Suspiro y me siento junto a él en el sillón—. ¿Dónde está mamá?
—Mmm... —Hace una mueca pensativa y chasquea la lengua—. Me dijo que no te diga, pero te merecés saber. Hoy tenía una cita, así que no va a volver hasta tarde.
—¿Una cita? —repito sorprendida. Asiente con la cabeza y esboza una pequeña sonrisa—. Bueno, merece ser feliz y todavía es joven, puede superar a papá.
—Obvio, es lo que le dije. Estaba muy entusiasmada, lo conoció en el grupo de autoayuda al que va y al parecer el tipo también es viudo así que supongo que se entienden.
—Eso es bueno —replico mirando a mi hermano. Él hace un sonido afirmativo y nos quedamos en silencio—. Voy a mi pieza, ¿vas a cocinar?
—¡Ni lo sueñes! Voy a pedir una pizza, cuando venga el delivery te aviso, ¿está bien?
—Perfecto.
Me levanto a duras penas. El Kickboxing de hoy me mató y me duele absolutamente todo, no sé si voy a poder caminar mañana. Subo los escalones con sufrimiento y me tiro a la cama ni bien llego a mi habitación.
No puedo evitar sonreír al recordar cómo actuó Emanuel en el gimnasio, me doy cuenta de que es bastante torpe y eso me da ternura. A pesar de que desistí a mi plan de conquista, es bastante obvio que sigue gustándome, al menos físicamente. ¿Cómo no va a gustarme si está tallado por los dioses?
Muerdo mi labio y niego con la cabeza en un intento de olvidar esos ojos tan claros, debo concentrarme en el trabajo. Me siento en la cama y otra vez marco el número de Andrés Lezcano, espero que esta vez responda. Juego con un hilo suelto de la sábana mientras el timbre de llamada suena y, finalmente, escucho que la misma voz ronca de la vez anterior atiende.
—¿Hola? —Me quedo en silencio esperando a escuchar la burla que prosigue, pero solo escucho una respiración—. ¿Hola?
—¡Hola! —contesto con demasiado entusiasmo, al instante siento mi cara arder de vergüenza y aclaro mi garganta para disimular un poco—. ¿Hablo con Andrés Lezcano?
—Exactamente, ese soy yo. ¿Con quién tengo el placer de hablar? —replica con un tono ligeramente seductor. Contengo una carcajada irónica y ruedo los ojos, pero prefiero no decir nada porque realmente necesito convencerlo, así que empleo mi lado más amable.
—Mi nombre es Merlina Ortiz, estoy organizando el evento de su padre y...
—¡Definitivamente, no! —me interrumpe—. Ya me llamó ayer mi hermano para pedirme el mismo favor que estoy seguro vos me vas a pedir, y no, no acepto tocar en lo de mi padre ni para un grupo de vejestorios...
—Es que necesito que toques ahí, tu papá está muy ilusionado y yo le prometí que te iba a convencer.
—¿Qué gano si voy? —cuestiona con expresión irritada—. ¿Me van a pagar?
—Si con eso logro que vayas, entonces sí. Te pagaremos o te daremos lo que desees, pero mi trabajo está en juego y creo que si no tocas en su fiesta me va a despedir.
Se queda un instante en silencio y escucho un suspiro de resignación. Decido no agregar nada más, quiero darle su tiempo.
—Del uno al diez, ¿cuán importante es tu trabajo? —me pregunta. Abro la boca sin saber qué responder, ya que me tomó por sorpresa.
—Diez mil —respondo finalmente—. Realmente necesito el trabajo...
—¿Cuál es tu edad?
«Genial, ya empieza con el interrogatorio chamuyero para conquistar mujeres».
—Veinticinco. ¿Y usted? —La verdad es que no me interesa su edad, pero trato de ser cortés.
—Yo tengo treinta y dos, señorita... ¿Cómo era su nombre?
—Merlina Ortiz.
—Señorita Ortiz, mañana paso por la empresa de mi padre y arreglamos, ¿le parece? —Me cae bien, me trata de usted sin pedírselo, no es como su hermano.
—Me parece perfecto, señor Lezcano. ¿A qué hora...?
—Yo le aviso, no se preocupe. Nos vemos mañana.
Y, sin dejarme saludar, corta la llamada. Bueno, fue más fácil de lo que pensé, aunque admito que me da una sensación algo extraña... Toma confianza demasiado rápido, me imagino que es bastante extrovertido y, como me advirtió Valeria, se nota que es muy mujeriego. Ni bien escuchó una voz femenina ya empezó a seducir.
Suspiro y termino de acostarme en la cama mirando al techo. Miro las pegatinas de estrellas que pegué con mi papá cuando era chiquita y no puedo evitar sonreír con nostalgia. «Nunca te olvides de que, aunque todas las estrellas brillan, vos sos la que más encandila y la más importante», me dijo él mientras las pegábamos. Recuerdo que me dijo eso porque yo estaba muy triste por las bromas que me hacían en la escuela y mi papá siempre tenía las palabras exactas en el momento justo... Lo extraño tanto.
¿Qué me diría ahora? Si viera que me convertí en una joven adulta que no sabe qué hacer con su vida, ¿me daría uno de esos abrazos con un simple consejo que despejara mi mente? Estoy segura de que sí. A pesar de que la tengo a mamá y la amo con todo mi corazón, admito que tenía una conexión más especial con mi papá.
No sé cuánto tiempo me pierdo en mis pensamientos, pensé que habían pasado cinco minutos desde mi llamada con Andrés, hasta que mi hermano toca la puerta para informarme que la pizza ya llegó. Cuando veo el reloj me sorprendo, ¡pasó un poco más de una hora! Quizás me quedé dormida y ni cuenta me di.
Bajo hasta la cocina y me encuentro a Pericles con el pequeño gatito sobre su hombro. Suelto una carcajada mientras me siento y agarro una porción de la comida.
—Creo que ese gato se cree loro —comento con la boca llena. Mi hermano hace una mueca de disgusto fingido y luego sonríe asintiendo.
—Pienso lo mismo. ¿Querés cerveza? —interroga levantando la botella. Le entrego mi vaso para que me sirva así termino de tragar—. ¿Ese es el tipo que querés conquistar? —Me mira fijo esperando la respuesta y arqueo mis cejas.
—¿Quién?
—El que te estaba hablando en la puerta del gimnasio...
—¿Lo viste? —cuestiono incrédula. Siento que tengo los ojos bien abiertos y las mejillas sonrojadas.
—Obviamente. Estaba por bajar del auto cuando vi que él apareció para hablarte, así que esperé a que se fuera porque no quería interrumpir nada...
—No ibas a interrumpir nada, Pepe —lo interrumpo al ver que comienza a bajar y subir las cejas dando a entender algo sensual—. Entre ese hombre y yo no pasa absolutamente nada...
—Mmm... Su mirada no decía lo mismo. —Su boca se curva en una sonrisa torcida y muerde otra porción de pizza, cosa que imito—. Además, a vos te gusta.
—Me atrae físicamente, pero de personalidad es un idiota. —Mastico la comida con brusquedad y tomo varios tragos de cerveza.
—Oh, oh, eso me hace pensar en algo. —Se queda en silencio un instante y me sostiene la mirada—. Te dijo merluza, ¿no?
—Sí —respondo desviando mi vista, aunque lo noto apretar la mandíbula.
—Lo voy a buscar ya mismo y lo mato —manifiesta con los dientes apretados. Abro la boca sorprendida y niego con la cabeza.
—¡Ni se te ocurra! —exclamo al ver que se pone de pie y comienza a buscar las llaves del auto—. ¡Ni sé dónde vive!
—¿Cómo que no? ¡Te dijo merluza! ¡No voy a permitir que te llamen así, por más carilindo que sea! Averiguo su dirección y voy a matarlo.
—Pepe, es una tontería...
—¡No es una tontería! —grita interrumpiéndome—. Él no te vio sufrir como te vimos nosotros por culpa de ese maldito apodo.
—¡Ya no tengo once años! —contesto.
Se queda quieto de repente y bufa tirando algunos de sus rulos hacia atrás. Observo que traga saliva y noto la duda en su mirada. Finalmente, se acerca a mí y me envuelve entre sus brazos mientras me da un beso en la coronilla de la cabeza.
—Está bien, Mer, no te preocupes, no voy a hacer nada. A veces olvido que ya podés cuidarte sola... —Se aleja y vuelve a sentarse para seguir comiendo—. Eso sí, espero que le hayas apretado bien las bolas.
Suelto una estruendosa carcajada y él me mira con expresión divertida, pero luego su cara se vuelve de color bordó al darse cuenta de lo que dijo.
—Me refiero al sentido para que no te moleste más, no en un sentido sexual... —Sigo riendo y él espera con poca paciencia a que me calle—. ¡Merlina, no lo dije en doble sentido!
—Lo sé —admito secando mis lágrimas—, pero fue gracioso. Y sí, básicamente le estoy haciendo pagar por lo que me dijo. Se nota que está arrepentido, pero no se la voy a perdonar tan fácil.
—¡Esa es mi hermanita!
Levanta la mano para que choquemos los cinco y arrugo la nariz al darme cuenta de que dejó mi mano llena de aceite a causa de la pizza. Él solo se encoge de hombros y sigue comiendo. Mi hermano es un caso serio.
Cuando terminamos de comer, me doy una ducha rápida y me acuesto. La verdad es que estoy demasiado cansada y hace bastante frío como para seguir levantada, prefiero estar acurrucada con el calor de mis mantas y perderme en el mundo de los sueños.
Aunque, como siempre, tengo que revisar mi celular por última vez antes de dormir. Entro a Instagram, ya que es la única red social en la que estoy registrada, y casi me atraganto con mi propia saliva al ver que Emanuel solicitó seguirme. ¿Cómo me encontró? Se habrá tomado su tiempo, ya que ni siquiera tengo mi nombre completo en el usuario. ¿Será que me estaba stalkeando? Intento no sonreír, pero me es imposible. Él me buscó, quiere decir que algo le intereso, ¿o no?
En fin, acepto su solicitud y lo sigo de vuelta. Veo sus fotos, en la mayoría aparece con aviones y vestido como piloto, hay muy pocas en las que está de fiesta y luego aparecen algunas en las que está muy pegado a una hermosa chica de pelo corto. Frunzo el ceño, ¿será que tiene novia? Chasqueo la lengua y decido apagar el celular junto a mi cerebro, no tengo ganas de pensar ni mucho menos preocuparme por relaciones de otros, así que me dejo llevar por el sueño.
Al menos duermo algo antes de recordar que mañana voy a conocer a Andrés Lezcano y no pueda volver a pegar un ojo a causa de los nervios. Solo espero que todo salga bien.
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