06
Merlina.
Apago el despertador con un gruñido y doy media vuelta en la cama pidiendo cinco minutos más. Creo que si digo que dormí dos horas estoy exagerando, lo único que sé con certeza es que el maldito reloj sonó en la mejor parte de mi sueño.
Anoche me costó dormirme, no dejaba de pensar en el apodo horrible por el que me llamó Emanuel la tarde anterior. Pensé que era un hombre maduro, pero quizás no estoy en lo correcto. Fue un golpe muy bajo, me hizo rememorar todo mi pasado, y fue muy feo. Hace años que no me llamaban de esa manera y volver a escucharlo proveniente de un tipo al que considero atractivo y serio fue una sorpresa. ¿Quién se cree que es para llamarme de esa manera? Ni bien llegué ayer a casa rompí el papel de mi supuesto plan de conquista. Creo que es muy lindo por fuera, pero nada por dentro. Solo es el típico chico rico y nene de papá que se hace el responsable y termina siendo un idiota... Aunque admito que me dio mucha risa verlo bailar en la pista vacía con música imaginaria, eso solo me confirma que es inmaduro.
Miro el teléfono con los ojos entrecerrados a causa del brillo en plena oscuridad y bufo al ver que son las seis y media de la mañana, tengo que levantarme ya mismo porque tengo que ir temprano a la empresa ya que el señor Lezcano quiere hablar conmigo, pero solo pido otros cinco minutos para tomar fuerzas para levantarme. De solo pensar en que me tengo que cruzar con Emanuel me pongo nerviosa y siento algo en el estómago, aún más ahora que no sé cómo reaccionar ante él. Espero no ponerme a llorar de nuevo o sería un papelón, debo mostrarme fuerte.
Cierro mis ojos para disfrutar los últimos minutos que me quedan antes de salir del abrigo de las frazadas. Se nota que afuera está haciendo frío y que no va a ser un muy lindo día, el viento que escucho chocar contra mi ventana me confirma mis pensamientos. Suelto un suspiro, creo que otros cinco minutos más en la cama no me harán mal, solo se me hace tarde para desayunar, pero comeré algo en la oficina con Vale.
Mi celular suena tan fuerte que me sobresalto y abro los ojos sin dudarlo. Salto de la cama como si hubiese sido expulsada con un resorte al ver luz colarse a través de las cortinas y grito cuando veo el reloj marcar las diez de la mañana. ¡Me quedé súper dormida! ¡No puedo creerlo!
Salto mientras me pongo el pantalón de jean que tengo tirado en el piso y elijo rápidamente una camiseta roja de manga larga del ropero. Me calzo mis zapatillas y bajo corriendo las escaleras, en el camino piso sin querer a mi gatita y le grito que me perdone, aunque tengo que volver a subir porque me olvidé el celular sobre la mesa de luz. Mis ojos salen de sus orbitas al ver las cinco llamadas perdidas de mi amiga, tres de mi jefe y dos de un número desconocido. Voy a morir, me van a despedir y va a ser mi fin. Pido un uber y le saco algo de plata a mi mamá de su cartera. Juro devolvérsela después.
En cuanto llego a la empresa rezo mentalmente para que no me digan nada, pero llegar dos horas tarde es antiprofesional y merezco un discurso, así que me enfoco en buscar alguna excusa creíble. Saludo a Valeria ni bien llego al piso correspondiente y me mira con sus ojos azules completamente abiertos.
—¡Estás loca! —murmura entre dientes—. Mi jefe te está esperando hace un montón, está enojado y tuve que aguantar sus estúpidas quejas, ¿qué te pasó?
—Me quedé dormida —contesto rápidamente—. Voy a decir que murió mi perrito.
—Pero vos no tenés perritos —dice confundida. Me río y me encojo de hombros.
—Hacé de cuenta que tenía un perrito llamado Naftalicinto, que lo tenía desde chiquita y que vos también lo adorabas.
—¿Naftalicinto? —interroga incrédula. Asiento con la cabeza y resopla—. Estás loca, pero solo por esta vez te voy a ayudar. Solo espero que él te reciba, la verdad es que no sé si va a querer reunirse con vos. Esperame.
Se dirige a la puerta de la oficina y toca antes de asomar su cabeza para anunciar mi llegada. Al instante sale Ricardo, completamente serio y con aspecto cansado. Me escudriña con atención, logrando que me ponga nerviosa y trago saliva intentando mantener mi expresión relajada.
—Señorita Ortiz, tenía que llegar a las ocho y son más de las diez. ¿Qué le pasó? —pronuncia con voz grave. Yo aclaro mi garganta antes de replicar.
—Bueno, si le soy sincera... —Bufo y sueno mis dedos—. Me quedé dormida.
No puedo mentir. Siento que este hombre sabe leer a la gente y, además, creo que es mejor decir la verdad. Vale levanta el pulgar, felicitándome por ser sincera. Sostengo la mirada de Ricardo lo más posible hasta que hace un ligero movimiento con la cabeza, invitándome a entrar al despacho.
—Que no se vuelva a repetir —comenta sentándose. Yo asiento rápidamente disculpándome y me siento frente a él—. Emanuel acaba de irse, te estaba esperando, pero tenía otros asuntos para atender así que voy directo al grano así empezas a trabajar lo antes posible. Necesito que convenzas a mi hijo para tocar en la fiesta. —Arqueo las cejas y lo miro confundida.
—¿A Emanuel? —cuestiono.
—No. Emanuel no logró convencerlo así que tengo que acudir a vos, quizás tus... Tus encantos femeninos lo logren.
—No entiendo. ¿Usted quiere que convenza a su otro hijo para que toque en su fiesta? ¿Qué clase de música es?
—Exactamente. La verdad es que no sé qué género toca, pero sé que es bueno.
Me quedo mirándolo sin saber qué decir, ¿acaso no sabe qué clase de música toca su hijo? ¿Y si es metal? ¿Cómo voy a poner eso en un evento empresarial? Pienso algo coherente para decir e impedir semejante cosa.
—Discúlpeme, señor Lezcano, pero usted me dijo que solo quería música clásica en el evento —digo.
—Lo sé, pero cambié de opinión y ahora quiero que haya música variada y una banda en vivo, por eso quiero que sea la de mi hijo.
—Mmm, bien, veré que puedo hacer —replico dubitativa—. ¿Y si no logro convencerlo. qué hago?
—Tendrás que buscar otra banda. —Se encoge de hombros y hace un gesto restándole importancia con la mano. Yo hago una mueca de disgusto, pero termino resoplando con resignación—. Te envío por mensaje el número de Andrés, espero que logres convencerlo.
—Lo voy a intentar —replico con poca fe—. Necesito que me diga qué modelo le gusta para empezar a hacer las invitaciones...
—No te preocupes por eso, voy a enviar un correo electrónico a los invitados, no hacen falta las tarjetas.
—Bueno. ¿Necesita algo más?
—Por ahora nada más. ¿Necesitas que Emanuel te acompañe a algún lado? —interroga colocándose anteojos y mira la pantalla de su computadora.
—Mañana tengo que elegir el catering, pero lo puedo hacer sola, no hay problema.
—No, él te va a acompañar, tiene buen gusto para las comidas. ¿A qué hora es? —Sus ojos azules se dirigen a mí y reviso la agenda para asegurarme.
—Tres de la tarde.
—Bien, le voy a decir que te pase a buscar a las dos y media, ¿te parece? —Hago un sonido afirmativo y nos quedamos en silencio—. Listo, señorita Ortiz, puede retirarse. Gracias por venir.
Y vuelve su vista a la pantalla otra vez. Me retiro de la oficina con lentitud, por las dudas de que quiera decirme algo más, pero ni se inmuta cuando me voy. ¿Tanto lío para esto? Pensé que era más importante, me hizo venir para nada porque me podría haber dicho esto por teléfono. Chasqueo la lengua y me dirijo a mi amiga, quien me observa con incertidumbre.
—Quiere que convenza a su hijo para que toque en la fiesta —comunico. Arquea una ceja.
—¿A Andrés? —cuestiona.
—Sí, ¿lo conocés?
—A veces viene, pero siempre terminan peleando, me sorprende que te haya pedido eso. —Escribe algo en su cuaderno y vuelve a mirarme—. De todos modos, sé que lo prefiere a él antes que a Emanuel, no sé porqué, pero es bastante obvio. El señor Lezcano es difícil de entender.
—¿Andrés es igual de bombón que su hermano? —pregunto de repente. Ella suelta una carcajada y niega con la cabeza.
—Voy a admitir que es lindo, pero es completamente opuesto, desde el físico hasta su personalidad, son muy diferentes —responde con expresión pensativa—. Si tengo que quedarme con uno, prefiero a Emanuel. Andrés es muy mujeriego.
—Y Emanuel es un idiota —murmuro. Me mira sin entender y decido contarle lo sucedido—. Me dijo Merluza.
—No puede ser —dice rápidamente, frunciendo el ceño—. ¿En serio te llamó así?
—Sí, fue horrible, no aguanté y me puse a llorar. Me hizo sentir muy mal, sabés lo que sufrí con eso cuando era chica. —Asiente con lentitud y su mirada expresa tristeza.
—Sinceramente, no puedo creer que él te haya dicho así. Yo creía que era un hombre reservado y responsable, pero... Bueno, se ve que no. ¿Y qué pasó después?
—Nada. Me llevo a mi casa, me pidió disculpas y listo. Pienso que estaba arrepentido en serio por haberme llamado por ese apodo, pero no voy a olvidarlo fácil —replico encogiéndome de hombros—. En fin, ¿a qué hora es tu almuerzo?
—En diez minutos —avisa después de mirar su celular—. ¿Me esperas?
—Obviamente. Te espero abajo, en la parte de recepción, de paso voy al baño —manifiesto dándole un pequeño beso en la mejilla antes de irme.
Ni bien llego al piso de abajo, me choco con mi flechazo andante sin querer cuando salgo del ascensor. Él suelta un quejido antes de verme y noto como su cara se va transformando del enojo a la sorpresa, hasta que termina poniendo una mueca avergonzada.
—Disculpame, Merlina, no te vi.
—No se preocupe, Lezcano, no hay problema —replico mirándolo fijamente. Él esboza una sonrisa burlona.
—¿Otra vez con lo mismo? No hace falta que seamos formales, somos...
—Para mí esto es solo trabajo y me siento incómoda si lo tuteo, así que prefiero que nos tratemos formalmente. Yo le diré señor Lezcano y usted puede referirse a mí como señorita Ortiz, exactamente como hace su padre.
—Si esto es por lo de ayer, vuelvo a pedirte disculpas, no quise llamarte así y juro que no va a volver a suceder. No me trates de usted. —Nos miramos a los ojos por un momento y suspiro.
—Perdón, pero voy a tratarlo de usted. Y la verdad que sí, esto es por lo que pasó ayer, y dudo que no se vuelva a repetir porque ya tiene el Merluza dando vueltas en su cabeza cada vez que me ve, así que ahórreme los problemas y llámeme señorita Ortiz, gracias.
Sin dejarlo responder doy media vuelta y me dirijo al baño. Creo que lo dejé mudo y no puedo evitar soltar una risa. Va a tener que tragarse la merluza por donde le guste.
¡Hola! Mil perdones por la tardanza, creo que voy a empezar a actualizar una vez por semana, no tengo mucho tiempo últimamente :( Intentaré subir cada vez que pueda, lo más seguido posible, pero no prometo nada.
Pienso cambiar la portada de la historia, pero no se me ocurre nada. ¿Ustedes cómo se la imaginan o les gusta la que tiene ahora?
Muchas gracias por leer y por su paciencia <3
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