P7: Día 6: Amor disfrazado de odio.


—La verdad es que sigo cuestionándome como por que decidieron darte una segunda oportunidad a ti...—Joel se sobresaltó cuando la voz de Hanael penetró sus oídos.

—Yo también me he hecho esa pregunta, créeme...—le espetó el chico cruzándose de brazos.

—¿Recuerdas que cuando eras pequeño tu madre solía decirte que cuando hacías cosas malas tu ángel de la guarda se ponía triste?—cuestionó ella cruzándose de brazos.

Los ojos de Joel se posaron de inmediato en ella y dejó escapar un largo suspiro.—Si... ¿Cómo es que sabes eso...?

—Porque yo soy tu ángel de la guarda, Joel...—confesó la chica.—Y realmente tengo que confesarte que cuando vi la manera en la que humillaste a Maya me comencé a cuestionar si en verdad yo estaba haciendo mal mi trabajo...

—¿Tomaste venganza desprotegiéndome para que tuviese ese accidente y me trajera hasta aquí?—preguntó él. Hanael negó.

—No existen los ángeles vengativos...excepto uno pero creo que ya sabes cuál es y realmente creo que no vale la pena que hablemos sobre él...—susurró.

—¿Entonces...?

—Joel...la naturaleza de los humanos es siempre querer encontrar una explicación lógica para todo, siempre preguntan el porqué de las cosas, creen que Dios los castiga cuando en realidad ellos mismos son los que forjan su propio destino. Esto no se trata de cuestiones de buena o mala suerte, pasó y ya...y es sólo uno de los tantos casos similares que pasan y que nadie se da cuenta...los humanos como tú siempre quieren encontrar una razón ajena pero nunca se dan cuenta que la razón son ellos mismos...—le explicó.

—O...kay, ¿y eso que quiere decir exactamente?—cuestionó en un hilo de voz.

—No logro entender realmente como por que decidieron darte una nueva oportunidad pero me parece bien...y a lo que me refiero es a Maya...sé que piensas que ella está siendo un poco injusta porque no te quiere escuchar...pero si lo piensas mejor el injusto aquí eres tú...después de todo lo que pasó entre ustedes es normal que esa chica tenga una especie de armadura contra ti...huir es su escudo, es lo que la protege y el hecho de remover cosas dolorosas del pasado nunca resulta bien...—susurró.—Tienes que darle un poco de tiempo...

—Eso es precisamente lo que no tengo...sólo me quedan dos días para arreglar las cosas con Maya y cada vez lo veo más imposible que antes...—musitó arrugando la frente.

Hanael rio.—¿De verdad?

Joel asintió.—No sé que hacer...

—Al menos ya diste dos pasos gigantes, Joelo...—él la miró.

—¿Joelo?—cuestionó y ella rio en voz baja.

—¿Así es como te llaman tus hermanos cuanto te quieren molestar, no?—Joel soltó un gemido y las primeras lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas.—Los echas de menos...

—No tienes idea de cuánto...—susurró.—Sé que nunca fui una persona ejemplar, que me pasaba la vida molestándolos pero...son mis hermanos y sin importar cuanto hayamos peleado los amo...—Hanael sonrió y acercó un poco a él. —No tienes ni idea de cuánto extraño a mi familia...quiero volver a hablar con ellos, a abrazarlos...quiero verlos pero no siendo un fantasma, quiero mirarlos a los ojos y que ellos me miren también...

Colocó su mano en el hombro de Joel tratando de darle ánimo. De inmediato una sensación de paz se instaló en el cuerpo del muchacho –si es que se le podía llamar así-. La miró a los ojos y ella le ofreció una pequeña sonrisa.—Estoy completamente segura que en menos de los piensas vas a volver a estar con ellos...pronto, Joel...sólo tienes que tener paciencia y eso es todo...

—Es que no lo entiendes...no es tan fácil ¿sabes? Literalmente mi vida depende de Maya...si ella no confía en mi entonces me voy a quedar atrapado en una especie de limbo para siempre...—ella negó.

—Técnicamente no sería así...estás en el limbo porque tu cuerpo está en coma pero en caso de que esto no funcionase...tu cuerpo moriría, Joel...—él la miró.—Bien, creo que no debí haber dicho eso...

—Si tú eres mi ángel guardián...entonces porque cuando te conocí dijiste que eras un serafín...no lo entiendo...—Hanael sonrió.

—Porque soy un serafín...pero también soy tu ángel guardián...es...un poco complicado de explicarlo ¿sabes?—musitó sin dejar de observarlo.—pero...volviendo al tema, Joel...no te puedes dar por vencido ahora...deja que Maya reflexione y se calme un par de horas y después intenta de nuevo hablar con ella...estoy muy segura que te va a escuchar...—argumentó en voz baja—De hecho...ahí viene...—anunció.

—¿Qué?—susurró Joel limpiándose la cara rápidamente. Hanael sonrió.

—Yo sé que en tu vida humana siempre fuiste un chico fuerte...uno de los típicos chicos que preferían guardar sus emociones y no llorar pero aquí no tienes que hacer eso, Joel...a veces es bueno sacar las emociones y a base de llanto siempre es la mejor manera...no te limpies la cara, no te avergüences de ello...—musitó sonriéndole débilmente.

—Joel...—lo llamó la voz de Maya del otro lado del espejo.—¿Estás ahí...?—cuestionó.

—Ve con ella, Joelo...—murmuró Hanael acercándose hasta él para depositar un cálido beso sobre su húmeda mejilla. Joel avanzó lentamente hasta el espejo. Se quedó quieto observándola fijamente y sin moverse ni un solo centímetro de su lugar.—Lo siento...—susurró Maya.

—No, tú realmente no tienes por qué sentirlo o pedirme ningún tipo de disculpa, fui yo quien siempre fui un completo estúpido contigo...jamás debí haberte dicho eso pero...de alguna u otra manera era necesario que lo habláramos...—Maya suspiró.—Maya...cuando me dijiste que yo te gustaba realmente me sentí un chico completamente afortunado por ello, sin embargo era demasiado idiota y me ganó el hecho de que ...

—No digas nada, Joel...

—Me ganó el hecho de que todo el maldito mundo creía que yo era cool, me pareció algo divertido sin embargo ahora todo eso me parece tan lejano y no es más que una sarta de estupideces porque mi vida siempre fue así...estupidez tras estupidez...humillé a todo el mundo y me dejé cegar por lo que los demás pensaban que al final de cuentas terminé siendo un completo imbécil...—susurró.

—Joel...

—Te lastimé a ti que probablemente fuiste la única persona no perteneciente a mi familia que me quería por ser yo...no por un maldito status social como lo hace el resto de los chicos en la universidad...—la miró.—Pero lo arruiné todo...te rompí el corazón y dejé que todo el mundo se burlara de ti...dejé que pensaras que Zabdiel tenía algo que ver cuando en realidad él ni siquiera sabía...sabía que era una pequeña broma pero...todo resultó mucho más grande de lo que estaba planeado...terminé con lo único bueno que tenía en mi vida y ahora es demasiado tarde para remediarlo...—Maya sollozó.—Realmente no merezco que me perdones, Maya...

—¿Qué?

—Lo humanos siempre solemos quejarnos de las cosas malas que nos pasan...creemos que es cuestión de rachas de mala suerte pero nunca vemos que somos nosotros mismos los que lo creamos...—explicó en voz baja.—Estoy aquí y estoy porque yo mismo me lo busqué...

—Joel...

—Al principio cuando ella me dijo sobre esto me pareció una completa locura, me dijo que tenía que aprender a ver la verdadera belleza de las personas pero creo que lo que realmente tenía que ver era lo estúpidamente equivocado que estaba. La manera tan estúpida en la que me arruiné la vida a mí mismo y al resto de las personas a mi paso...—Joel levantó la mirada empañada en lágrimas y observó fijamente los ojos de Maya que dejaban escapar lágrima tras lágrima sin permiso alguno.—Siempre supe que tenías un corazón enorme...pero no sabía cómo manejarlo...el hecho de que una chica como tú me quisiera en el fondo me ponía nervioso...

—¿Qué quiere decir eso exactamente? Porque me suena como a que te estás despidiendo...—comentó ella.

—Voy a ver a mi familia...—anunció girándose para poder marcharse.

Si estaba dispuesto a renunciar a todo y quedarse en atrapado en ese lugar al menos quería hablar con su madre aunque ella no pudiese escucharlo. Quería despedirse de una manera discente.

—Yo te amo, Joel...—confesó Maya en medio de un sollozo y él se detuvo. Se quedó completamente estático y se giró lentamente sin poder creérselo.—Nunca deje de hacerlo...te amé desde el momento en el que te cruzaste en mi camino y es cierto que intenté odiarte con todas mis fuerzas por lo que había pasado pero en el fondo te amé siempre...sufrí cuando me enteré de tu accidente y me sentí completamente culpable porque mientras estaba furiosa una vez desee que te murieras...que te esfumaras para no volver a verte...pero no era real...era mi amor disfrazado de odio...

—Yo no merezco que tú me ames, Maya...soy la peor persona sobre la Tierra...—ella negó.

—Cuando apareciste en mi espejo realmente pensé que me había vuelto loca...pero estabas ahí...observándome...y ahora que estoy hablando contigo, diciéndote todo esto me sigue pareciendo una gran locura...pero eres real...estás aquí...—murmuró la muchacha con más lágrimas haciéndose presente.

—Maya...no hagas esto, por favor...ya no me interesa volver, quiero asumir las consecuencias de mis actos. Por fin lo comprendí...—musitó Joel lentamente.

—Yo te perdono, Joel...porque el amor perdona...—susurró.—¿Por qué sigues aquí?—cuestionó en medio del llanto.—vete, Joel...desaparece de la manera en la que llegaste...despierta de una vez...

—Te amo, Maya...—inquirió y ella rio en voz baja.—Te amo, de verdad...

—Yo también te amo, Joel...más que nunca...

(...)

Joel Pimentel abrió los ojos de golpe encontrándose con la figura de su madre medio recostada sobre la camilla del hospital. Podía sentir como acariciaba su mano y también podía escuchar los sollozos que ella emitía.

Sentía una fuerte punzada en la cabeza y era tanto el dolor que tenía que le era casi imposible hablar. Soltó un gemido y eso fue suficiente para que los ojos empañados de su madre lo observaran fijamente.

—Mi niño...por fin has despertado...—susurró apoyando su frente en la del muchacho. Joel le dedicó una pequeña sonrisa y cerró con fuerza sus ojos tratando de adaptarse a la luz de la sala. No sabía qué hora era pero a juzgar por la intensidad de la luz que se colaba por las ventanas muy bien podría ser medio día. Inspiró profundamente y miró a su madre de nuevo.—¿Cómo te sientes, amor?

—Como si cien vagones de tren me hubiesen pasado por encima...—respondió con voz ronca.—¿En dónde están papá y los chicos...?—cuestionó débilmente.

—Fueron a darse una ducha pero ya vuelven... llamaré a una enfermera...—anunció su madre apartándose para dirigirse a la puerta de la habitación.

—Mamá...—la llamó Joel.

—¿Si, amor...?

—¿Podrías llamar a Maya...?—cuestionó en voz baja.

—¿Maya?—repitió su madre.—Uh, si...claro. ¿Cómo la contacto?—preguntó acercándose de nuevo a él.

—Llama a Zabdiel...y dile que vengan juntos...—pidió.

—Claro que sí, mi amor...ya vuelvo...—le informó antes de salir de la habitación.

Joel inspiró profundamente llevando su mirada por toda la habitación hasta que sus ojos se toparon en un pequeño espejo y una pequeña sonrisa se instaló en sus labios.—Lo logré, Hanael...lo logré...

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