P4: Día 3: Negación.
Si realmente había algo en la vida que Maya Ivanov odiaba eran los hospitales. Odiaba el olor a antiséptico que de inmediato la envolvía apenas ponía un pie dentro, odiaba ver los rostro inundados de tristeza de las personas sentada en la sala de espera, odiaba saber que dentro de ese recinto –por muchos lujos que tuviese- era el mismo lugar donde todos los días morían las personas. Odiaba sentirse de esa manera pero lo que más odiaba de todo, era saber que no podía hacer absolutamente nada para ayudar.
Cuando era pequeña siempre soñó con ser una gran doctora como su padre pero con el paso del tiempo se decepcionó al saber que los doctores no siempre podían salvar las vidas de las personas. Ella quería salvar a todo el mundo –algo tonto ahora que se lo pensaba mejor- pero sin duda alguna la había hecho cambiar de parecer.
Por eso mientras avanzaba con el pequeño grupo de cinco personas y la profesora se dijo a si misma que haber ido a ese lugar había sido un grave error en primer lugar. Su piel se erizó de inmediato cuando levantó la mirada y se encontró con los hermanos de Joel sentados sobre la sala de espera con la mirada clavada en el suelo de azulejos color blanco del lugar.
Su madre –la mujer más simpática sobre la Tierra- estaba sentada junto a ellos con la mirada vidriosa y tan triste que hizo que el corazón de Maya se acelerara. Por alguna extraña razón –tal vez sólo era producto de su mente en mal estado- ella podía ver a Joel en el espejo de su habitación y él le hablaba mientras que su madre estaba...justo ahí, sufriendo por el accidente del chico.
Inspiró profundamente sintiéndose por completo una intrusa en aquel lugar. Y fue entonces que lo vio. Zabdiel se encontraba sentado ahí, observándola fijamente sin dar crédito a lo que estaba viendo. Maya sintió sus piernas comenzar a temblar ligeramente cuando se encontró con la mirada del muchacho fija en ella y apartó la mirada completamente avergonzada mientras la profesora intercambiaba unas cuantas palabras con la madre de Joel.
—Bien, sólo pueden pasar como máximo tres personas... así que vayan ustedes primero...—susurró la profesora dirigiéndose a las tres chicas que iban juntos a todos lados y que en más de una ocasión habían estado babeando por Joel.
Edén tomó asiento junto al hermano mayor de Pimentel y Maya la odió brevemente por dejarla sola en ese momento. Soltó un pequeño suspiro y se estremeció cuando una fría mano se posó en su antebrazo. Levantó la mirada de nuevo y quiso pegarle a Zabdiel por si quiera acercarse a ella.
—¿Qué es lo que estás haciendo aquí, Maya?—cuestionó la chica mirándola a los ojos.
—No tengo porque darte explicaciones a ti—respondió mordazmente zafándose de su agarre—Y si lo que te preocupa es que les cuente al padre de Joel lo que pasó, olvídalo, no lo pienso hacer...
—¿Entonces qué es lo que haces aquí?—cuestionó de nueva cuenta—Según recuerdo, odias a Joel y la verdad es que no deberías estar aquí...sólo los familiares y las personas que si lo queremos estamos aquí...—masculló cruzándose de brazos.
—Mira, Zabdiel...yo no tengo porque darte ningún tipo de explicación a ti, lo que haga aquí no es de tu incumbencia pero te lo diré porque realmente me estoy volviendo loca y me da lo mismo si lo sabes o no—explicó.—Quiero ver a Joel porque yo...
—¿Por qué sigues enamorada de él?—cuestionó en voz baja.
Maya le ofreció una mirada de desprecio—No.
—Supongo que en el fondo te alegras de que ahora este en coma ¿no?—ella negó de inmediato.
—Nunca me alegraría por algo así, además...mi padre es el doctor de Joel ¿sabías eso? Me ha hablado tanto de él creyendo es uno de mis amigos cuando en realidad él no tiene ni idea de que se pasó más de la mitad de su vida humillándome a diario...y ni hablar de ti que te reías de todas las estupideces que él hacía ¿no?—las mejillas de Zabdiel se sonrojaron de inmediato y apartó la mirada.
—¿Entonces qué es lo que haces aquí?—preguntó de nueva cuenta.
—Puedo ver a Joel—confesó. Él la miró expectante y negó.—Ya sé que suena como una locura pero no estoy mintiendo...puedo verlo en el espejo de mi tocador en mi habitación...realmente no sé que es lo que está pasando, porque puedo verlo o lo que sea que haga que él aparezca ahí pero no estoy mintiendo...además, no ha dejado de fastidiarme y...
—¡Estás loca! Mientes—chilló en voz baja.
—Zabdiel, eres mi primo...se supone que tú deberías de confiar en mí. Sé y es completamente evidente que nuestra relación no es la mejor pero por qué diablos querría inventar una cosa así, es Joel Pimentel y no es de mi agrado pero tampoco le deseo nada malo a pesar de todo lo que ha pasado entre nosotros...
—A ver, Maya...¿si te das cuenta de lo que me estás diciendo, verdad?—cuestionó observándola detenidamente como si estuviese esperando a que la chica se echara a reír y le dijera que todo era una broma. Una mala broma.
—Si—susurró.
—¡De verdad te estás volviendo loca!—masculló de mala gana.—Y es completamente feo que estés inventando estas cosas tomando en cuenta la condición de Joel sólo porque estás molesta con él.—agregó mirándola de una manera completamente horrible.—Lo que Joel te hizo estuvo mal, hasta yo lo acepto pero te juro que lo que tú estás haciendo está mucho peor...
—Zabdiel...
—Espero que después no te arrepientas de esto, Maya...
(...)
Ignorando las palabras de Zabdiel comenzó a avanzar lentamente por el pasillo que conducía a la habitación donde el cuerpo de Joel descansaba sobre una camilla conectado a un millón de cables. Maya se quedó completamente quieta observándolo fijamente sin dar crédito a lo que estaba viendo.
Ese era el mismo chico que caminaba por los pasillos de la universidad siempre luciendo una sonrisa arrogante en los labios, era el mismo chico que pasaba el rato molestando al resto y era precisamente el mismo chico del que se había enamorado como una tonta y que la había humillado frente a toda la universidad.
Ese era el mismo chico que yacía sobre la cama luciendo tan frágil y débil que la chica sintió su piel erizarse por completo. Dio un paso atrás pero no apartó la mirada. El cuerpo de Joel era como un imán que atraía su mirada hacia sí, era completamente incapaz de apartar la mirada.
...
—Estás muerto...
—No, no lo estoy...
—Sólo...esto es una alucinación, no estás aquí, no lo estás...sólo creo que estás aquí pero en realidad es porque estaba pensando en que casi mueres y entonces...no estás aquí...es producto de mi imaginación..
...
...
—¿Por qué me persigues?
—Porque tengo una misión y sólo tú puedes ayudarme, nadie más...
...
...
—...quiero ayudarte y de algún modo reparar el daño que te hice...Y ya te dije que no estoy muerto...estoy en una especie de limbo...en un plano que no podemos ver los humanos y...
—Ahí es donde tú tienes que estar, Joel Pimentel...
...
—Joel...—susurró Maya acercándose lentamente al cuerpo del muchacho inconsciente.—No estás muerto...—negó—No estás muerto, Joel...—Llevó su mirada hasta el aparato que no dejaba de emitir ese espantoso sonido que le estaba perforando los tímpanos y suspiró—Estoy demasiado loca...
Se giró de inmediato para salir de la habitación. Era bastante abrumador ver el cuerpo del chico completamente inconsciente y era todavía más abrumador tomando en cuenta que esa misma mañana ella lo había estado ignorando en el espejo de su habitación.
Joel Pimentel estaba vivo, seguía vivo y por alguna extraña razón que no era capaz de comprender, ella lo podía ver. ¿Alguien más podría verlo? Ni siquiera el fantasma de Joel lo sabía pero eso era lo que menos importaba en ese momento.
Avanzó a grandes zancadas por los pasillos del hospital con la mera intención de marcharse sin ser vista. Lo menos que necesitaba en ese momento era a personas haciéndole preguntas. Ella había ido a visitar a Joel, sí, pero eso realmente no significaba que lo perdonaba y mucho menos que la humillación que él la había hecho pasar se le hubiese olvidado.
Joel Pimentel la había humillado de la peor manera posible y Maya Ivanov no lo olvidaría jamás.
Cuando volvió a su casa ignorando las preguntas de su padre subió hasta su habitación, cerró con llave la puerta y descubrió el espejo pero lo único que vio fue su rostro completamente contrariado y una mueca de confusión pintada en sus facciones.
—Joel...—lo llamó en voz baja tocando con su dedo índice el espejo. Pero nada pasó.—Joel...¿estás ahí?—cuestionó. No hubo respuesta.—Joel...¿me estás escuchando...?
Se dio por vencida y negó. Esa era la respuesta que necesitaba. Todo era producto de su imaginación y ella se estaba volviendo loca. Soltó un resoplido y se dejó caer en la cama cubriendo los ojos con las palmas de las manos en un acto desesperado. Dejó escapar el aire de sus pulmones y se quedó en completo silencio un par de minutos mientras su cerebro terminaba de procesar la imagen de Joel sobre la camilla del hospital.
—Vaya, al menos ya tuviste la delicadeza de sacarme esa espantosa sabana de encima...—se quejó la voz de Joel. Se incorporó de inmediato en la cama y entornó los ojos cuando lo encontró en el espejo lanzándole una sonrisa de suficiencia.—¿Vas a continuar ignorándome?—cuestionó el muchacho.
—Debería...pero no—respondió.
—¿Entonces vas a ayudarme?—preguntó esperanzado. Maya se quedó quieta observándolo con fijeza y dejó escapar el aire de sus pulmones.
—La verdad es que no mereces mi ayuda—contestó en voz baja. Joel suspiró.
—Yo lo sé...pero...
—Pero estoy tratando de comprender qué demonios hiciste para terminar en mi espejo, me molestaba tu presencia en la universidad y ahora me molesta tu presencia en mi casa, en mi habitación y por si fuese poco, en mi espejo...—masculló arrugando la nariz.
—¿De verdad me odias, no es así?—cuestionó en voz baja.
—No te odio, Joel...a pesar de todo, quiero decir. No te odio. Sólo digamos que si no me vuelvo a topar contigo por ahí...no me molestaría...aun así no te deseo nada malo—musitó.
—Creo que me lo merezco...
—¿Crees? ¿Crees que te lo mereces?—preguntó Maya entornando los ojos.
—De acuerdo, estoy seguro que me lo merezco—corrigió y Maya sonrió débilmente.—¿entonces...si me ayudas, Maya?—cuestionó débilmente.
—Pues en realidad no sé a que se supone que te tengo que ayudar...—murmuró. Joel sonrió.
—Quiero que confíes en mi...—pidió y ella lo miró llena de sorpresa.—No es algo imposible ¿cierto?—añadió mirándola fijamente.
Maya soltó un largo suspiro pausadamente y llevó sus ojos hasta el suelo.—Imposible...creo que no—hizo una pausa—Complicado es la palabra correcta...
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ETA'N READY?
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