P3: Día 2: Ignorancia igual a felicidad.

—Puedes tratar de fingir todo lo que quieras pero eso no quita el hecho de que estoy aquí...—demandó Joel apenas la vio salir de la cama y pasar frente al espejo ignorando su –no- presencia—Habla conmigo...—chilló ofendido.

Pero Maya no respondió. Se limitó a caminar hasta el cuarto de baño, desnudarse y ponerse de pie debajo de la lluvia artificial en un intento por tratar de ordenar sus ideas. Era bastante loco todo lo que le estaba pasando desde el día anterior y estaba comenzando a pensar de verdad que se estaba volviendo loca.

Inspiró profundamente dejando que el agua tibia le ayudase a ahuyentar el tumulto de pensamientos que amenazaban con atacarla. Tal vez el odio que le tenía a Joel –o por lo menos la pequeña parte que ella decía que lo odiaba- le estaba jugando en contra.

¿Por qué demonios ella se lo imaginaba en el espejo de su habitación? ¿Por qué? ¿Qué no había sido suficiente con todo lo que había pasado ya como para seguir viéndolo ahora que él estaba muerto? Negó.

—Deja de pensar en eso, Maya—se regañó a sí misma.

Media hora después salió envuelta en una toalla y soltó un grito cuando pasó frente al espejo.

Joel la miro fijamente y de haber podido se habría sonrojado. Pero los fantasmas no se sonrojan ¿Verdad? No es que nunca hubiese visto a una mujer desnuda –las revistas contaban por supuesto que si-, además, no es que Maya lo estuviese, sólo una toalla cubría su cuerpo pero de todo modos. Joel nunca había estado en contacto directo con una mujer desnuda. — ¿De verdad no vas a hablarme más?—cuestionó él en voz baja. Maya lo miró un momento pero fingió no escucharlo. —¿Sabes una cosa, Maya? Vas a hacer que me condenen a ser un fantasma por el resto de mi existencia y entonces te prometo que vendré a tirarte de los pies todos los días...—la amenazó.

—Déjame en paz...—murmuró la chica entre dientes.

—¡Ahí está! Me escuchas...pero me estás ignorando—comentó el muchacho frunciendo las cejas.—Por favor, Maya...este es el segundo día que tengo para convencerte...

—Déjame en paz.—repitió la chica avanzando hasta su closet para sacar un cambio de ropa limpia. Joel suspiró y se quedó completamente quieto observando el pequeño tatuaje que la chica tenía en la mitad de la espalda. Dos pequeñas líneas a la altura de sus omoplatos.

—¿Ahí es donde estaban las alas del ángel?—cuestionó Joel pero como era de esperarse no obtuvo respuesta—¡Maya Ivanov!—masculló de mal humor cuando supo que ella realmente iba a seguirlo ignorando.

Maya siempre había escuchado la frase de empoderamiento que todo el mundo solía repetir constantemente. "El conocimiento es poder" ¡Grave error! El conocimiento no siempre era poder, eso ella lo comprendió en el mismo momento en el que el fantasma de Joel Pimentel apareció en su espejo para poder seguirla torturando. No comprendía en que momento había comenzado a volverse loca como para ver el reflejo de una persona que si bien estaba en coma, seguía con vida.

Además, eso sólo pasaba en las películas y ella no estaba dentro de una de ellas.

Cerró sus ojos con fuerza y avanzó hasta el espejo una vez que salió del cuarto de baño completamente vestida. Por lo menos había tenido la delicadeza de cubrir el espejo del baño con una toalla para evitar que cualquier fantasma que rondase su casa –o el único que lo hacía, de hecho- la viese. Si alguna vez iba a mostrar su cuerpo desnudo a un hombre claramente no iba a ser a un fantasma y mucho menos si se trataba del fantasma Joel Pimentel.

Los ojos marrones de Joel la contemplaron un momento y le ofreció una cálida sonrisa –o por lo menos esperaba que fuese cálida-, él jamás había escuchado que los fantasmas tuviesen sonrisas cálidas pero al menos esperaba ser una vista agradable para Maya. La vio tomar una de las brochas con las que las chicas solían aplicarse el maquillaje en el rostro y se quedó en silencio mientras ella se contemplaba a sí misma en el espejo –a través de él, por supuesto-.

Fue entonces que lo notó. Maya era linda. Cierto que algunas veces solía tratar de ocultar su belleza detrás de unos enormes y horrible anteojos pero era linda sin ellos. Su nariz estaba salpicada por unas cuantas pequeñas pecas que la hacían parecer realmente adorable.

—¿Por qué usas anteojos algunas veces si realmente no los necesitas? ¿Sabías que lo único que haces es privar al mundo de ver tus ojos?—cuestionó el chico cruzándose de brazos. Maya por supuesto no respondió.—Me gustan tus pecas, creo que son lindas...—agregó en medio de un suspiro.—¿Vas a hablar conmigo o prefieres que te envíe un mensaje de texto para haber si así me dejas de ignorar?—inquirió irónicamente.—No me hagas hacerlo porque en primera no tengo el poder de tomar cosas sólidas, de hecho, ni siquiera puedo salir del espejo así que te agradecería en verdad que dejases de ignorarme y me hablaras...—comentó entornando los ojos.

Realmente el cerebro de Maya estaba convirtiéndose en un revoltijo de pensamientos extraños, como en ese momento por ejemplo.—Joel...¿podrías dejar de torturarme, por favor?—cuestionó en voz baja.

—¿Por qué no me escuchas? ¿Puedes darme un par de minutos para hablar contigo en lugar de fingir que no me escuchas cuando los sabemos que si lo haces?—preguntó a toda prisa.

Ella no respondió. En su lugar, se puso de pie, tomó las sabanas de su cama y cubrió el espejo por completo.—Así estás mucho mejor—decidió ella.

—¡Oye! Es una grosería no mirar a las personas a los ojos cuando te están hablando—chilló el chico. Maya suspiró y negó alejándose del espejo parlante detrás de la sabana de su cama.

Definitivamente, el conocimiento no era poder. Pero la ignorancia. La ignorancia es felicidad pura.

(...)

—¿Cómo van las cosas, Joel?—cuestionó Hanael a su lado.

El chico saltó en su sitio y negó un poco.—No me hagas eso de nueva cuenta porque puede que no esté muerto, pero si vuelves a asustarme de esa manera te juro por Dios que terminaré muerto del susto—masculló.

—¡No blasfemes, Joel!—se quejó ella—Y no jures nada...—hizo una pausa—¿Cómo van las cosas con Maya?

—¡Es una loca terca, necia, testaruda! Me saca de quicio y saca de quicio a cualquiera y...—comenzó a decir a toda prisa. Hanael lo interrumpió.

—¿Ya terminaste?—murmuró ella cruzándose de brazos.

—¿Crees que pueda hacer un trato con Dios para que me cambie de misión? No quiero esta, además...es tan complicado...Maya no deja evadirme y de hecho creo que tiene la creencia de que se está volviendo un poco loca...pero vamos, me mira y me ignora...—Hanael rio.

—Sí, no te dijeron que no iba a ser fácil pero pensamos que ya lo sabrías...después de todo las cosas que realmente valen la pena nunca son fáciles ¿sabes?—comentó sonriéndole débilmente.

—Sé que no será fácil pero...Dios, esta situación es horrible. Además, no me gusta ver como mi familia se derrumba a pedazos porque creen que no volveré...quiero volver, quiero volver a mi vida, por Dios...

—¡Que no blasfemes!—chilló el serafín.

—¿Al menos podrías llevarme a verlos? Quiero verlos aunque ellos no puedan hacerlo...quiero escucharlos, quiero hablarles aunque no me escuchen...—susurró afligido.

Los ojos de la muchacha se posaron un momento en él y soltó un largo suspiro. Realmente no terminaba de comprender porque Joel Pimentel había tenido una segunda oportunidad pero tampoco lo cuestionaba. Estaba más que claro que su misión era la cosa más difícil que tendría que pasar por su vida y aunque era un tanto complicado sin embargo también sabía que no era imposible.

Después de todo Maya parecía una chica comprensiva y la actitud que estaba tomando era completamente entendible. Por otro lado, Joel parecía realmente miserable. Tenía la mirada vidriosa y eso definitivamente lo hacía parecer la persona más vulnerable sobre el Cielo y la Tierra.

—Está bien...—murmuró ella y automáticamente los ojos del chico se iluminaron—Creo que después de todo mereces estar cerca de ellos...pero Joel...—lo llamó de inmediato.

—¿Si?

—Tienes que tener paciencia... ¿lo sabes, cierto? Sé que puede que te comiences a desesperar pero siempre la clave de todo será la paciencia. Después de todo supongo que para los humanos no es tan fácil de repente asimilar que una persona que se supone que está muerta se aparezca así de repente en el espejo...Maya es una buena chica y eso es algo que los dos sabemos, sólo tienes que darle un poco de tiempo... ¿entiendes eso?—explicó Hanael.

—Me quedan cinco días sin contar este para cumplir con la misión que ustedes me dieron...creo que tiempo es lo menos que tengo...—susurró.

—Paciencia, Joel Pimentel...paciencia...

—De acuerdo, de acuerdo...paciencia...

(...)

—¿Se puede saber qué te pasa? Desde ayer te estás comportando de una manera más extraña de lo normal—comentó Edén llevando sus ojos hasta Maya que permanecía con la vista clavada en el bolígrafo frente ella.

—Me duele la cabeza y eso es todo...—murmuró la chica.—Además, digamos que no dormí bien y ahora mi cuerpo está pidiéndome a gritos una siesta de ciento cincuenta años—respondió en medio de un largo suspiro.

—Que exagerada eres—se burló su mejor amiga.

—Lo digo en serio, estoy teniendo problemas para conciliar el sueño...—susurró.

—¿Y eso por qué?—cuestionó Edén llena de curiosidad.

—No tengo idea—respondió Maya. Por ningún motivo iba a decirle que tenía la desgracia –o tal vez fortuna- de ver a Joel Pimentel en el reflejo de su espejo sin que su mejor amiga pensara que se estaba volviendo una loca de remate. No era así cómo funcionaban las cosas y definitivamente ella no tenía por qué saberlo.

—Por cierto, sé que no te importa pero...esta tarde con la señora Irina iremos a visitar a Joel, ella dice que en este momento todo el apoyo que reciban él y su familia son completamente buenos para atravesar por este feo momento así que...

—¡Iré!—soltó de golpe. Los ojos de Edén se abrieron con sorpresa y dejó escapar un pequeño silbido de manera lenta.

—¿Qué es lo que estás diciendo, Maya Ivanov?—cuestionó conmocionada.

—Que iré, Eddy, iré a ver a Joel...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top