5. Dafnis y Cloe


Advertencia:

He sometido a censura este capítulo para adaptarme a las normas de contenido que existen en Wattpad. Quizá algunos lectores más o menos nuevos en la plataforma se sorprendan por ello, porque hay algunos relatos francamente explícitos que permanecen sin ser molestados ni censurados para nada. Sin embargo, créanme que no exagero cuando digo que he visto decenas de relatos y perfiles eliminados por contenido explícito, y yo no quiero exponerme a que me pase lo mismo.

Si desean ver este quinto capítulo sin censura, les recomiendo visitar mi perfil en la plataforma Archive of Our Own (AO3), que es mucho más permisiva e inclusiva siempre y cuando etiquetemos adecuadamente los relatos. No necesitan inscribirse a la plataforma para poder leer:

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Muchas gracias a todos los que leen y han seguido esta historia. Ya nos falta poco para terminar.

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Pasó muy poco tiempo antes de que Lincoln se rindiera por completo. Cerró los ojos y se dejó llevar por aquellas sensaciones deliciosas. La lengua que penetraba su boca se sentía tan cálida, tan húmeda y acariciante... La sintió explorar todos los rincones, cada uno de sus dientes, y a cada momento se sentía más cómodo y excitado.

Extendió los brazos para tomarla y estrecharla contra sí. Deseaba sentir su aroma y la calidez de su cuerpo preadolescente. ¡Cielos, ella era tan suave y delicada! Aún cubierta por la bata, podía sentir sus pezones erectos contra su pecho. La jaló contra sí, y la muchachita se montó por completo sobre él, sin dejar de besarlo ni por un momento. Las sensaciones y aquel aliento de menta y fresas lo embriagaban. No le importaba que su erección presionara con fuerza contra el vientre de su hermana. Después de todo, ella lo había buscado y movía sus caderas para frotarse contra él.

Llevó la mano hacia su cabello y lo sintió inusualmente suave y corto. Su cuerpo tampoco se sentía tal y como lo viera un instante antes. De alguna manera había embarnecido; sus curvas se sentían más llenas, mucho más plenas. La mano que rodeaba las caderas ahora apenas se daba abasto para contener toda aquella carne tan suave y turgente. Guiado por su instinto, su mano descendió todavía más y se encontró acariciando un trasero glorioso, redondo y mucho más voluminoso del que le recordaba a su hermana menor.

Sorprendido, abrió los ojos lentamente; y lo primero que vio fue aquel hermoso rostro a dos centímetros del suyo, con sus bellos ojos ambarinos entrecerrados y aquel cabello blanco que resaltaba tanto su belleza...

- ¿Blanco?

No. No era Lucy quien lo besaba y acariciaba.

La sorpresa lo hizo romper el contacto y alejar la cabeza lo suficiente para ver a la hermosa chica que se sentaba a horcajadas sobre él.

Su rostro estaba levemente maquillado, apenas con delineador negro y unas sombras oscuras que resaltaban deliciosamente la blancura de su piel y el encanto de las pequeñas pecas de sus mejillas. Su atuendo era mucho más discreto que el de su sueño: un top rosado con un calzoncito negro que apenas cubría la parte superior de sus muslos.

- ¡¿Lupa?! -casi gritó Lincoln, abriendo los ojos a todo lo que daban.

La chica sonrió y emitió una breve risa cantarina.

- ¡Claro que soy yo, tontito! -dijo, a la vez que le tomaba la cabeza y le acariciaba el cabello-. ¿Acaso esperabas a alguien más?

- ¿Qué? ¡N-no! -exclamó, al comprender las implicaciones de lo que ella le estaba diciendo. Su mente embotada apenas comenzaba a reaccionar, y dijo lo primero que se le ocurrió-. Es que... ¿C-cómo? Si yo dejé la puerta cerrada con llave...

La muchachita se incorporó e hizo una coqueta seña con la mano.

- ¡Qué descuidado eres, mi vida! La llave estaba pegada en la cerradura, y todo lo que tuve que hacer fue introducirla para entrar. La quité y la dejé encima del buró. ¡Mira!

Lincoln miró hacia donde señalaba el dedo de Lupa. En efecto, allí estaba la llave. Enseguida se sintió perplejo y avergonzado por el error que había cometido.

Lupa se dio cuenta de que empezaba a ponerse colorado. Aprovechó el momento para tenderse sobre él y acariciar suavemente su rostro y cabello con las manos.

- No te preocupes, mi amor. Ya estoy aquí, y yo te voy a cuidar. No voy a permitir que nadie te robe.

Y sin darle oportunidad a reaccionar, lo besó con ternura, rozando apenas sus mejillas y sus labios en una caricia de terciopelo.

El efecto fue inmediato. Lincoln sintió cómo se le erizaba la piel y cómo reaccionaba todo el resto de su anatomía. No pudo evitar un leve gemido de excitación, y Lupa lo atacó de inmediato con besos mucho más apasionados.

El peliblanco se tensó por un momento, pero muy pronto se dejó llevar. Enseguida sintió que sus miembros se ponían ligeros, casi como si no existieran, y dejaron de transmitirle cualquier tipo de sensación. La suave y diestra boca de Lupa comenzó a ocupar todo su universo sensorial, regalándolo con besos cada vez más apasionados mientras su pequeña lengua se abría paso a los confines de su boca.

Lincoln la reconoció: siempre fue la lengua de Lupa. Fue ella quien lo sorprendió dormido y comenzó a encender las llamas de su deseo. Todo lo demás fueron juegos de su mente enfebrecida.

Curiosamente, esto no lo escandalizó. Por alguna razón, se sentía muy cómodo en los brazos de Lupa. Había en ella un aire de familiaridad y afinidad que nunca había sentido en su vida. De alguna manera, aquel contacto tan íntimo y poco apropiado para alguien de su edad se sentía casi correcto; tanto como si acariciara y besara a la persona que estaba destinada a formar para siempre la parte más importante de su vida. El hecho de que la hubiera conocido a los doce años de edad no parecía tener mayor importancia.

Los besos y las caricias fueron subiendo de intensidad, y ahora Lincoln correspondía plenamente. Sin darse cuenta del cómo, él también comenzó a juguetear con su lengua dentro de la boca de Lupa. Las lenguas se encontraron, se acariciaron, y danzaron lentamente al principio y cada vez más frenéticas. Los labios se succionaban cada vez con más fuerza. Las respiraciones se aceleraron hasta hacerse completamente audibles, y las manos comenzaron a explorar aquellas zonas ocultas que nadie más había tocado en sus vidas.

Muy pronto, Lupa supo que había llegado el momento, y que Lincoln no se resistiría. Abandonó su boca para comenzar a acariciar con sus labios y su lengua la piel del cuello del muchachito. Enseguida detectó cómo se erizaba aquella piel suave y fragante, y aumentó la fuerza y la intensidad de sus ataques. Lincoln cerró los ojos, dejándose llevar por la intensidad de la sensación; echando la cabeza hacia atrás en un gesto de placer y sumisión que incrementó todavía más el frenesí de los dos.

Quizá ese fue el único momento en que pudieron haberse detenido, pero ninguno de los dos lo intentó. Lupa sentía algo muy parecido al frenesí de triunfo, sabía que estaba a punto de lograr algo que había ansiado desde hacía muchísimo tiempo. Lincoln, para ese momento, apenas podía razonar. Aquella lengua movediza le provocaba sensaciones tan deliciosas que nunca pensó que pudieran existir...


***

- ¿Te sientes mal, mi amor? -susurró Lincoln preocupado, reservándose por el momento la pregunta que le torturaba.

Lupa lo miró, y él tuvo la impresión de que esa mirada estaba cargada de tristeza.

Eso acabó por preocuparlo más. Después de su inolvidable noche, se había vuelto más sensible que nunca a la expresión y las actitudes de su novia y amante. Ya desde que despertaron aquella mañana sintió que la alegría de Lupa era un poco forzada. Sus besos, aunque apasionados y deliciosos, parecían haber perdido la espontaneidad. Quizá estaba arrepentida por todo lo que hicieron.

Pero entonces, ¿por qué antes de irse a arreglar a su cuarto lo abrazó y lo besó como si nunca quisiera dejarlo ir? ¿Por qué le dijo que, si tuvieran un poco más de tiempo, le encantaría repetir todo lo que habían hecho?

- Algo así -respondió la muchacha, jugueteando con lo que quedaba de su desayuno-. Quizá estoy un poco cansada, pero hay algo más.

Aquello terminó de angustiar a Lincoln. Se armó de valor: ya no podía con la incertidumbre. La tomó de la mano y la miró a los ojos antes de preguntar:

- Acaso... ¿te arrepientes? -dijo en un susurro.

Lupa lo miró a su vez, y por fin pudo dedicarle una sonrisa sincera. Sujetó la mano que cubría la suya y la llevó a sus labios antes de responder.

- Nunca, papi. Quiero que eso te quede muy claro: ¡Nunca, jamás me voy a arrepentir de lo que hicimos anoche!

La sonrisa de la muchacha se hizo más amplia, más luminosa, y alivió el atribulado corazón del chico. Lupa sujetó su cabeza y se acercó suavemente para regalarlo con un beso dulce y apasionado.

Lincoln se dejó llevar. Sus brazos rodearon poco a poco la cintura de la joven. Los cuerpos se acercaron, casi como si ella fuera a sentarse en su regazo; ambos sordos y ciegos a los murmullos de la gente y las expresiones de envidia y desaprobación...

- ¡Vaya, vaya! Me alegra mucho darme cuenta de lo bien que se llevan, chicos.

Lincoln y Lupa se separaron de inmediato. A un par de metros de ellos, Mrs. Owen, cruzada de brazos, les dirigía una severa mirada.

Ambos se arrellanaron en sus asientos y bajaron la mirada esperando alguna reprimenda; pero Mrs. Owen suavizó su semblante y su voz antes de continuar.

- Ya, chicos; no se apuren tanto. Ya desde ayer me había dado cuenta de lo que ocurre entre ustedes, y no les dije nada. ¿Quién soy yo para meterme e impedirles cualquier cosa? Lo único que les pido es que se sigan apoyando como ayer, y se concentren en el ajedrez, ¿sí?

Ambos asintieron, y Mrs. Owen se sentó a comer junto a ellos. Se le veía con buen ánimo y mucho mejor semblante.

***

- Sabía que esta vez ibas a ganar, Lincoln -dijo Mrs. Owen, muy complacida-. Te tocó un rival bastante a modo; pero me temo que la siguiente partida no va a ser igual. Permíteme que vaya al sanitario mientras que llega Lupa. Seguro que ya no tarda.

- ¿A dónde fue ella, señora Owen?

- Me dijo que tenía un pequeño pendiente y que se iba a ausentar por unos minutos, así que ya no debe tardar en llegar. Si llega antes que yo, sería muy bueno que comenzaran a planificar la partida siguiente, ¿de acuerdo?

- Está bien -respondió el chico, y Mrs. Owen se perdió de vista.

Lincoln se paseó por la sala de torneo, esperando a que cualquiera de las dos apareciera. Un pequeño tumulto de gente en el fondo de la sala le hizo darse cuenta que ya habían salido los pareos para la quinta ronda, y comenzó a acercarse para conocer el nombre de su próximo rival. Sin embargo, antes de que hubiera andado más que algunos pasos, una mano suave y cálida se posó sobre su brazo.

Lincoln sonrió, y se volvió para encontrarse con su novia. Enseguida se dio cuenta de que algo no andaba bien. Ella tenía un pequeño sobre amarillo en la mano y una expresión de angustia muy mal contenida.

- Mi amor, ¿qué... -comenzó a decir, pero uno de los dedos de la muchacha se posó sobre sus labios.

- Papi... Necesito hablar contigo -dijo, mientras guardaba el sobre en un bolsillo de su jersey y lo tomaba de las dos manos-. ¿Podemos ir a otro lado?

- Pero, Mrs. Owen...

- No te preocupes. Estaremos de regreso muy pronto. Podemos ir al jardín trasero del hotel y...

Una voz jactanciosa y desagradable los interrumpió. Ambos voltearon para encontrarse con un chico alto y desmañado.

- Oye, ¿tú eres Lincoln Loud?

- Sí, soy yo -respondió el peliblanco, sin soltar las manos de Lupa.

- ¡Vas a valer para dos cosas, estúpido! -gritó aquel chico, señalándolo con el dedo y alzando la voz con cada palabra- ¡Cuando acabe contigo, me voy a llevar hasta a tu noviecita, pendejo! ¡Mejor ni vayas a jugar si es que no quieres que te humille, cabeza de...!

- ¡Vete al diablo, imbécil! -gritó Lupa, interrumpiendo la sarta de improperios del futuro rival de Lincoln- ¡Parece que no sabes que las partidas de ajedrez se ganan en el tablero! ¡Vamos a ver si sigues tan gallito después de que mi novio te dé una buena arrastrada, animal! Además, ¿me vas a llevar? ¡Apuesto a que ni la puta más barata de todo Kalamazoo querría tener algo que ver contigo aunque le pagaras lo que le pagaras, perdedor!

Todo ocurrió tan rápido que Lincoln no tuvo tiempo de reaccionar. Ni siquiera supo qué le había impresionado más: el ataque grosero e inmotivado de su rival, o la furiosa contraofensiva de Lupa.

- ¿Qué está pasando aquí? -dijo una voz grave, con tono autoritario. Todos voltearon a ver al director del torneo, que lucía bastante molesto por el disturbio.

- Nada, señor Lawrence -dijo Lupa comedida, pero todavía molesta-. Parece que algunos no saben cómo deben comportarse en un torneo de ajedrez.

Y dirigió una mirada inequívoca hacia su atacante. El aludido se retiró sin decir nada, tan precipitado como llegó.

- Les agradeceré a todos que estos incidentes no vuelvan a repetirse -dijo muy serio el Sr. Lawrence, dirigiéndose a toda la multitud. ¡La siguiente ronda empieza dentro de una hora!

- Lincoln, ven por favor -dijo Lupa, alejándolo de la multitud que se había congregado.

- ¿Vamos a hablar entonces? -preguntó Lincoln, mientras se dejaba guiar. Todavía se sentía afectado por lo ocurrido.

- No. Lo haremos después -repuso ella-. Ahora es mucho más importante que te prepares para la partida. Tienes que cerrarle el hocico al idiota ese.

- Lupa... sobre eso...

- ¡Sobre eso, nada! -exclamó la muchacha, deteniéndose de golpe-. Escúchame bien Lincoln: tienes que darle una lección a ese tarado pase lo que pase. ¡No puedes dejar que esa humillación se quede impune!

- Pero... Lupa...

- ¡Pero nada, maldita sea! -gritó la chica. Todo pareció quedarse en silencio mientras ella cerraba los ojos y tomaba una aspiración profunda antes de volver a hablar-. Escúchame, papi: hay ciertas cosas que no se deben permitir. Si las permites una vez, te seguirán ocurriendo después una y otra vez. Y antes de que te des cuenta, te habrás transformado en un perdedor. ¿Entiendes?

Lincoln ya abría la boca para hablar, pero ella le puso un dedo sobre los labios y luego le sujetó la cabeza con ambas manos.

- Sí, ya sé lo que me vas a decir: que estoy exagerando, y que además él tiene más rating que tú. Pero oye, a ti de verdad te gusta el ajedrez, ¿no? Si te dejas intimidar por un rival desde ahora, ¿qué va a pasar cuando juegues a un nivel más alto? ¿Crees que este idiota es el único que se comportará así de grosero y prepotente?

Lincoln la miraba como si no la conociera. Tanta vehemencia lo sorprendía, pero en el fondo, comenzaba a tener otra sensación. Algo muy parecido a lo que le ocurrió el día anterior mientras la veía jugar.

Pasó un instante muy largo. Lentamente, el chico peliblanco hizo un ademan de asentimiento.

Así, Lupa se dio cuenta de que su discurso había surtido efecto, Lincoln por fin se había decidido a pelear. Quizá él no supiera cómo hacerlo, pero ella sí.

- Ya he visto jugar a ese sujeto. Le gusta jugar la defensa siciliana, y parece que es un buen atacante. ¡Ese es precisamente su punto débil! Los que gustan del ataque se sienten nerviosos cuando les toca defenderse, y conozco el medio perfecto para que lo puedas atacar. ¿Sabes cuál es?

- Oh, por dios -pensó Lincoln, abriendo mucho los ojos-. Así que aquí vamos. ¡Será completamente en serio!

Como si hubiera podido leer su mente, Lupa lo tomó de la mano y comenzó a buscar a Mrs. Owen con la mirada. Era mejor si se preparaban en el cuarto de ellas. No fuera que alguno de los compañeros de equipo de aquel imbécil les arruinara la sorpresa.

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