2. Kalamazoo


- ¡Ugg! Entonces vamos a jugar tres partidas cada día, ¿verdad? -repuso Lincoln con fastidio, mientras salían de la junta previa-. ¡Partidas de 60 minutos! ¿Cómo esperan que juguemos buen ajedrez con ese control de tiempo?

- No te olvides de los treinta segundos de incremento desde la primera jugada -contestó Lupa, quitándole importancia al asunto-. A mí me parece tiempo más que suficiente. Es más: espero no aburrirme esperando a que mis oponentes piensen durante minutos antes de hacer sus jugadas.

- ¿Pero, cómo esperas jugar bien un final cuando no te queda más tiempo que esos treinta segundos? ¡Es imposible explotar una ventaja mínima en el final cuando tienes que jugar al toque!

- Bueno, mis partidas no suelen llegar al final -respondió la chica, encogiéndose de hombros-. Casi siempre gano o pierdo antes de las cuarenta jugadas, y no me gusta pensar mucho cuando tengo una torre de ventaja.

Lincoln suspiró, nada convencido.

- Yo no puedo jugar así. Me parece muy bueno que tú si puedas, Lupa. Pero seguro que a veces habrás perdido partidas por no tener tiempo suficiente para evadir amenazas de tu rival, ¿cierto?

- ¿Y qué? -respondió la muchacha, mostrándose un poco impaciente-. A mí me gusta jugar al toque, y son muchas más las partidas que gano jugando rápido y sin dar muchas opciones a mi rival. ¡Vamos, Lincoln! Tú deberías saberlo.

El chico frunció el entrecejo.

- ¿Cómo puedo saberlo, si nunca he visto una partida tuya? No logramos encontrar nada sobre ti en ninguna de las bases de datos que revisamos.

Lupa puso cara de sorpresa y permaneció un momento en silencio. Parecía nerviosa. Se frotó las manos una contra otra antes de hablar.

- ¿Oh? ¡Diablos! ¡No me digas que Mr. Stevens olvidó subir las partidas del torneo a la base de datos! Pero bueno... Eso me favorece, ¿no crees? Si tú no encontraste nada, entonces de seguro ninguna de mis rivales va a tener información sobre mí.

Mrs. Owen decidió intervenir en la conversación.

- No hay nada que hacer, Lincoln. Fueron 45 votos contra 10 para aprobar el control de tiempo. Yo estoy de acuerdo contigo, pero también recuerda lo que te he dicho: hay que adaptarse a todos los controles de tiempo. Al final, los organizadores son los que mandan y la desventaja va a ser la misma para todos.

- Sí, y así no necesitan preocuparse por pagar otro día de hotel para los participantes, ¿cierto? ¡Seguro que se van a ahorrar un buen dinero! -pensó Lincoln con ironía.

Como si hubiera leído sus pensamientos, Lupa sonrió antes de hablar.

- Ya no te preocupes por eso, Lincoln. Quizá solo estemos dos días y dos noches en el hotel, pero te aseguro que los vas a disfrutar mucho. Los hoteles de Kalamazoo son bastante cómodos, muy limpios, y dan muy buena comida. Además, la sala de juego está en el mismo hotel que nos tocó. ¡Ni siquiera tendremos que madrugar demasiado!

- ¡Uy! -Exclamó Mrs. Owen- ¡Qué bueno que mencionaste la comida, linda! Tengan: me dieron las acreditaciones de los tres durante la junta previa. ¡No vayan a ningún lado sin ellas, por favor!

Lincoln tomó su acreditación. Era un gafete grande, plastificado, con una correa vistosa y decorada con motivos ajedrecísticos. La observó por un momento y se dio cuenta de que la parte de abajo tenía una cuadrícula, con una columna por cada día, y tres filas en las que se indicaban las tres comidas.

- Estas se las van a sellar cada vez que vayan a comer. Como ven, nos darán de cenar justo antes de que tomemos el camión para regresar a Lansing y Royal Woods. ¡Pónganselas de una vez!

Los tres se colgaron las acreditaciones al cuello. Los chicos quedaron encantados cuando se dieron cuenta de que las correas no producían ninguna incomodidad.

- Vamos a registrarnos en el hotel, y luego podremos comer y descansar un rato antes de preparar las dos primeras partidas -Mrs. Owen se volvió hacia Lupa-. Entonces, ¿ya has venido a Kalamazoo, linda? Pareces estar bastante enterada del funcionamiento de los hoteles por aquí.

- Algo así -replicó Lupa, con una sonrisilla-. Más bien hice mi tarea. Investigué la ciudad con todo detalle cuando supe que vendría para acá. Ya sé incluso dónde está la recepción de nuestro hotel.

- ¡Eso es fantástico, querida! Entonces, vamos de una vez para quedarnos a gusto y concentrarnos en el ajedrez, ¿les parece?

- ¡Claro! Contestó Lupa, y tomó el brazo de Lincoln con las dos manos.

El chico se sorprendió bastante, pero se dejó llevar sin chistar. El contacto fue un poco incómodo, pero nada desagradable. Las manos de Lupa eran muy suaves; y además, el discreto perfume que utilizaba despedía un aroma muy rico.

***

En efecto, Lincoln descubrió pronto que había muy pocos motivos para quejarse. Aparte del ritmo de juego, sobre el cual no podía hacer nada, todo lo demás estaba magnífico. El registro fue muy rápido y la comida estupenda, con la expectativa de que sería así durante todo el torneo. La sala de juego era cómoda, espaciosa; con las mesas separadas y tenía aire acondicionado. Los había alojado en habitaciones dobles, muy amplias, bien limpias y con dos camas matrimoniales. Lupa, por supuesto, se quedaría en una habitación con Mrs. Owen, y Lincoln compartiría habitación con un representante local del torneo de damas internacionales. Un chico afrodescendiente que le recordó mucho a Clyde, lo cual contribuyó a que hicieran buenas migas desde el principio.

Trent, que así se llamaba el chico, no puso el menor reparo a la distribución de las camas y los espacios. En realidad, ni siquiera se molestó en deshacer su maleta.

- De hecho, es posible que no me veas mucho por aquí -explicó-. Yo vivo en la ciudad, y desde el principio no quería venir al hotel. Todo está muy bien, pero a mí me cuesta muchísimo trabajo dormir en otro lugar que no sea mi cama; y si no duermo bien, luego no me puedo concentrar. Vine solo porque la dirección de la escuela me insistió en que tomara la habitación, aunque luego no me quedara allí. Parece que tienen que justificar el cupo, o algo así.

Lincoln asintió: algo conocía del tema. Era como alguna de las tretas que sin duda emplearía el bueno de Flip.

- Así que parece que tendrás mucha suerte, amigo. ¡Toda la habitación para ti solo! Quizá lleguemos a vernos en el comedor. O en los pasillos.

Pese a lo dicho, Trent no mostraba mucha prisa por irse. Estuvieron conversando durante un rato, cada uno en su propia cama y olvidados de la competencia que afrontarían al día siguiente. Hubieran seguido quizá por un buen rato, pero el firme sonido de un toque de puerta los interrumpió.

- Yo abriré -dijo Trent, que era el que estaba más cerca. Lo que vio en aquel momento lo dejó helado, y Lincoln sintió que su quijada se caería al suelo cuando se percató de quién había entrado.

- ¡Hola de nuevo, Lincoln! Mrs. Owen se sintió indispuesta, y parece que no estará con nosotros esta tarde. ¿Te importaría ayudarme a preparar mis aperturas para mañana?

Lincoln tardó en responder. La transformación de Lupa era discreta, pero espectacular. La camiseta y la blusa de mangas habían desaparecido, y ahora llevaba una blusa sisada con un escote lo suficientemente amplio para mostrar el nacimiento de sus senos. La falda de tablones se había recortado hasta apenas un poco más de la mitad de sus maravillosos muslos, y las mallas legaban solamente hasta la pantorrilla. Su melena blanca, bien peinada, estaba adornada con un gracioso broche con forma de abejita, y el discreto maquillaje resaltaba el brillo de los grandes ojos ambarinos.

Lincoln no pudo articular palabra. Tan solo un codazo de Trent lo hizo volver a la realidad

- Lincoln Loud -dijo el chico en un susurro-. Eres un maldito suertudo.

***

- ¡Por dios, Lupa! -exclamó Lincoln, escandalizado-. ¿Cómo es posible que juegues el contragambito de Albin? ¡O el gambito Elefante!

La chica se encogió de hombros.

- El contragambito de Albín no es tan malo. Recuerdo que tú... Es decir, mi papá, me enseñó una partida de Paul Keres. Y además, lo juegan otros jugadores modernos. ¡Magnus Carlsen lo ha jugado! Y el gambito Elefante... Bueno, concedo que no es tan bueno si solamente sacrificas un peón. ¿Pero qué tal si sacrificas dos? ¿O tres? ¡Todo se vuelve una locura, y es muy divertido de jugar! ¡Mira estas variantes!

Lincoln apenas podía creer las variantes que Lupa le enseñaba en el tablero. ¡O las que consideraba durante la partida! ¡Por dios! ¿Qué tenía aquella muchacha en el cerebro?

- ¿Qué te parece? -repuso la chica, satisfecha-.

El chico peliblanco negó con la cabeza. No estaba nada convencido. Tomó su bolsa y extrajo su computadora portátil para ayudarse a analizar la posición, pero Lupa hizo un gesto de disgusto.

- ¡Guarda esa computadora! -exclamó, impidiendo que la sacara por completo-. En el tablero no podrás ayudarte con dispositivos, ¿cierto? ¡Usa tu propia cabeza y dime en qué estoy mal!

Lincoln suspiró, y miró nuevamente la posición. No estaba nada cómodo, porque no era el tipo de posiciones a las que él solía llegar. Prefería los caminos claros, con ventajas estratégicas y estructurales muy claras, y ahora tenía ante sí una posición abierta, con muchas piezas en contacto y en la que eran necesarios muchos cálculos. Además, aquel bullicio no le permitía pensar con mucha claridad.

Al principio, aquellos salones del hotel estaban casi vacíos, pero poco a poco se habían transformado en un campo de batalla. Había una multitud de jugadores de ajedrez y damas que disputaban encuentros amistosos y una gran expectativa por los torneos del día siguiente. Lincoln no estaba acostumbrado a jugar o analizar con tanto ruido por todas partes, pero Lupa no parecía estar nada incómoda.

No le quedó más remedio que afianzar los codos y abstraerse para intentar concentrarse y utilizar el proceso de pensamiento que su entrenadora le había enseñado: jaques, capturas y amenazas. Por ese orden. Las jugadas más forzantes al principio y el resto al final. En aquella situación lo que importaba eran las piezas, y no las debilidades estáticas o las piezas que le quedaban a cada bando...

Estuvo así por varios minutos, analizando y profundizando. En un momento dado, Lupa comenzó a alternar sus miradas entre él y el tablero. Parecía como si hubiera perdido la paciencia, pero no dijo nada. Hasta que por fin emitió su veredicto.

- Muy bueno. Muy ingenioso, Lupa. La variante crítica que veo es muy tentadora. Si juegas Cd5 y tu rival captura la dama, puedes obtener una torre, un alfil y dos peones a cambio. Y su rey va a quedar bajo amenazas constantes, ¡Muy bien!

Lupa sonrió, irónica.

- ¿Y si doy jaque intermedio con el caballo? No estoy segura de que la torre y dos peones puedan contra la dama en esa posición.

- Te olvidaste del jaque a la descubierta que tengo al mover el rey. Sigo capturando al caballo, ¿te das cuenta?

Lupa comprobó las variantes y le dedicó una sonrisa luminosa.

- ¿Ves cómo tenía yo razón? ¡El gambito Elefante es muy divertido!

El chico concedió que ella tenía razón.

- Entonces, si juegas 1.e4, ¿Qué utilizas contra la defensa siciliana?

- El gambito Morra, guapo. ¡Ni siquiera yo estoy tan loca como para utilizar el gambito del ala!

Lincoln rodó los ojos, como si no estuviera nada seguro de eso. La chica le dio un codazo amistoso y siguieron analizando por un buen rato.

***

- Llevamos casi tres horas analizando -dijo Lupa, mientras se estiraba-. ¡Vamos a pasear un rato por ahí!

- Pero, Lupa. El torneo comienza mañana a las diez. ¿Ya te sientes suficientemente preparada? -repuso Lincoln.

- No, pero, ¿qué importa? No voy a quedar mejor preparada en otras tres horas, ¿no crees? ¡Hay que despejarse del ajedrez! ¿Tu entrenadora no te dijo que el día anterior al torneo harías bien en olvidarte de todo?

- No me digas. Entonces, lo que estuvimos haciendo nos va a hacer muuucho daño, ¿verdad? -replicó Lincoln.

Lupa le dio un pellizco en la mejilla.

- ¡No te burles! Ya guarda esas piezas y vámonos de una vez. Hay muchas cosas interesantes para ver aquí. ¡La reserva del lago te encantará!

Sin apenas darle tiempo de guardar las piezas y el tablero, Lupa lo tomó de la mano y lo llevó casi a rastras por el pasillo.

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