Capítulo 4: Las acciones de uno repercuten en otros
1
POV Natsu
Ocasionalmente me llega algún buen recuerdo de mi madre: Ya sea cuando me preparaba galletas o me daba un beso de las buenas noches.
Pero la imagen que más tengo grabada de ella, y que mi mente jamás se cansa de reproducir, como la escena de la pasta de dientes en la película de Intesa-mente, es la de ella saltando en la cama... Con otro hombre. Uno que conocía a la perfección.
2
—No te estoy preguntando, Natsu.
—¿Quien te crees que eres para obligarme a tales tonterías?
Atlas se apretó con fuerza el puente de su nariz. Estaba más frustrado que enojado. Entendía perfectamente a Natsu; era su sobrino, se sentía dolido y extrañaba a su padre. Lo entendía. Pero ¿Acaso Natsu no podía entender que todos lo extrañaban? ¿No comprendía que todos los demás también sufrían y que lo único que su actitud hacía era añadir más sufrimiento? Cada uno lleva el duelo de distintas maneras. Es un proceso. Pero Natsu se estaba pasando de la raya. Hacer llorar a Wendy fue la gota que derramó el vaso.
—Saldremos a las 4:00. Listo o no, quieras o no, vas a ver a Grandeeney, punto —dictó Atlas poniéndose de pie—. Es por tu propio bien, Natsu. Creéme.
Tenía trabajo que hacer, así que subió escaleras hasta llegar a su estudio. Natsu se quedó allí, solo, gruñendo como un animal que piensa que le van a quitar su comida.
Al final simplemente se pasó un dedo por la nariz y subió a su cuarto a no hacer nada hasta las 4:00.
3
Solamente se oía el constante, y ya desesperante, tic-tac.
Natsu y Grandeeney estaban en la oficina de esta. La mujer de cabellos blancos y ojos azules se había tomado la molestia de cancelar todas sus citas ese día para estar con Natsu por petición de su tío. Si Natsu quería portarse como un niño, adelante.
Ella tenía todo el tiempo del mundo.
—¿No va a preguntarme nada? —cuestionó Natsu, cruzado de brazos y mal encarado.
—¿Vas a responder a mis preguntas si las hago? —la contestación de la albina dejó descolocado a Natsu. Lo supo perfectamente por su expresión posterior—. Eso pensé.
Natsu gruñó molesto. Si había algo que odiaba más que la lastima de los demás, era que creyeran que podían leerlo con facilidad. Y esa mujer hacia a mucha honra lo último.
—Escucha —se acomodó las gafas y cruzó las piernas. Su expresión se tornó más seria—: Atlas-kun me ha contado tu situación. Se que crees que lo más maduro que puedes hacer es alejarte de todo, pensando que así ya no afectas a nadie. Pero lo cierto es, Natsu, que el dolor que emanas lastima a quienes te rodean. Las personas como Wendy y Atlas, que son las más cercanas a ti, también tienen cicatrices, y tu comportamiento no ayuda a que sanen. Mientras más cerca quieren estar, más te alejas; eso los lastima mucho. ¿Como pueden superar la pérdida de un ser querido si deben lidiar con la pérdida simultánea de otro? Por que eso es lo que te sucede, Natsu: Te estas perdiendo.
Natsu golpeó la mesa, poniéndose de pie de manera abrupta. Grandeeney, lejos de sentirse intimidada, realzó el desafío en sus ojos azulados.
Si Natsu creía que era el primer paciente que reaccionaba con fuerza o violencia luego de oír lo que no quiere escuchar, se iba a arrepentir. ¿Experiencia callejera o cinta negra en taekwondo y otras 4 artes marciales? ¿Quien ganaría? Que diera un paso al frente si quería averiguarlo.
—Usted no entiende —espetó. A la albina no le sorprendió.
—Lo se —respondió seria—. Por eso no te dije que lo haciera, Natsu.
Supo que había dado en el clavo cuando el rostro de Natsu cambió de enojo a sorpresa en un solo instante. Ahora si estaban hablando el mismo idioma.
—¿Que tal si me pones al corriente? —preguntó invitándolo a sentarse de nuevo.
Natsu, sin saber por qué, sintiéndose una marioneta, lo hizo. Volvió a tomar asiento, ahora más calmado. Ya no veía la ira en sus ojos; en ese par de orbes solamente se podía ver el dolor. Supo que el recuerdo era más dañino de lo que pensaba o de lo que Atlas le había contado. Pero estaba lista para lo que sea.
4
La abuela y el abuelo amaban a su nieto. Era el único que tenían, y siempre que podían lo mimaban.
Cuando Igneel fue internado, los abuelos (padres del pelirrojo) rápidamente entraron el acción. Habían acordado que uno cuidaría a Igneel mientras otro cuidaba a Natsu; y así seria de manera rotativa.
Habían llamado a un familiar para darles una noticia. Y a juzgar por la cara del doctor, no era buena.
El abuelo abrazó con fuerza a su nieto mientras la abuela recibió el frío cubo de agua de la realidad sobre su espalda: Igneel había fallecido.
Y lo que era peor, y que los abuelos no lo sabían; Natsu lo había visto morir. Natsu sabía que había muerto.
Fueron a la casa de este bajo la excusa de que se quedaría con ellos, ya que mamá se hallaba fuera por cuestiones también familiares, pero que volvería lo más rápido posible para saber del estado de su amado esposo.
Cuanta hipocresía cabía en tan pocas palabras.
Natsu subió las escaleras y escuchó.
Eran los gritos de mamá. ¡La estaban lastimando! Entró a la habitación de donde se originaban los gritos: El cuarto de mamá y papá, en donde había dormido unas cuantas veces a causa de un mal sueño.
Entró sin tocar ni avisar. Su madre estaba en problemas y necesitaba su ayuda. Sin embargo, no había peligro. Bueno, quizás si lo había para su mamá, pero no era el peligro que imaginaba.
—¡¡Natsu!! —se exaltó al ver a su hijo allí de pie, tan cerca de la cama. Tan atento de lo que hacía hace sólo unos instantes.
La abuela llegó corriendo al oír el grito. Su quijada no pudo llegar más allá del infierno cuando sus ojos vieron lo que vieron. Posteriormente llegó el abuelo, quedando de la misma manera.
Lo último que recordaba de ese día era él empacando sus cosas y al abuelo y a la abuela muy serios. Incluso pudo notar que su abuelo tenía rojas esas bolitas debajo de sus dedos. No recordaba como se llamaban en ese entonces.
Y esa fue la última vez que vio a su madre... Y a su padre, tanto biológico como adoptivo.
5
Si bien Grandeeney había tenido muchos casos mucho peores a lo largo de su carrera, ciertamente le sorprendió lo que había oído. No iba a negarlo. Sus cejas alzadas lo demostraban. ¿Como podía el mundo o la vida conspirar para que un niño fuera testigo de algo así el mismo día?
—¿Quiere saber lo peor? —preguntó sin esperar respuesta. Continuó hablando con la cabeza hacia abajo—. Ese hombre es mi padre biológico: Nathan Dragneel. Resulta que cuando descubrió que mamá me estaba esperando, él desapareció. Igneel tomó la responsabilidad por que estaba enamorado de mamá desde la escuela. Incluso sabiendo que el hijo de su hermano crecía dentro de ella, la apoyó y la amó como nadie lo había hecho —la voz se le quebró, y las lágrimas comenzaron a gotear más a cada segundo—. Igneel fue un gran ser humano y un gran padre. ¿Por qué él? ¿Por qué de todas las enfermedades tuvo que ser cáncer? ¿Por qué mamá se dejó endulzar el oído por Nathan? ¿Por qué... Por qué... ¿¡POR QUE NATHAN SIGUE CON VIDA!? —rugió como un animal salvaje. Su puño golpeó la mesa de madera y la rompió. Sus nudillos sangraban, pero de ahí en más estaba bien.
Ya no pudo más. Rompió en llanto. Era un llanto desgarrador que reflejaba cuanto dolor había estado cargando Natsu sobre su espalda. Volvío a sentarse, todavía ahogándose en lágrimas y alaridos.
La sesión había durado 6 horas, y Grandeeney podía decir, y con mucho orgullo, que había sido un éxito: A partir de ahora todo dependía de Natsu y el como dejaría que el pasado afectara su presente y su porvenir.
Sin embargo, algo que jamás podría olvidar sería el rostro de Natsu, cubierto de lágrimas y moco, mirándola fijamente mientras hacia una pregunta que, honestamente, la tomó desprevenida.
—¿Por que Dios se lleva a la gente buena primero?
No estaba en sus manos responder a eso. De hecho, como integrante del mundo científico, no podía responder ante ninguna pregunta referida a Dios o la religión.
Sin embargo, hizo una excepción. Miró a Natsu a los ojos y repitió para él las palabras que su abuela, una tierna mujer devota de Dios, le dijo una vez:
—Si Dios se lleva a las personas buenas primero es por que no merecen otra cosa más que felicidad eterna. Y al lado de Dios la felicidad es eterna. Igneel esta en un lugar mejor —esbozó una sonrisa sincera. No médica, sincera. Hablaba con el corazón, no con la mente, como solía hacerlo con sus demás pacientes.
No estaba ni cerca de entender cuanto dolor llevaba cargando Natsu, pero sabía que el día de hoy, en su consultorio, se había suscitado un avance. Un gran y auténtico primer paso.
_______________________________________________
Sean buenos con todos y jamás guarden rencor. No les sirve de nada. Se los digo por experiencia. Vivan y ayuden, eso los hará sentir mejor.
"Si alguien pide tu ayuda, se la das" —Ziggy, el Rey Demonio.
¡Gracias por el tiempo de tu vida.
Hasta la próxima vuelta, vil alma pecadora!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top