Capítulo 3: Madura de una vez
1
Depositó su vaso de café sobre la mesa y continuó trabajando.
—Tan descuidado como siempre, Atlas-kun.
La dueña de esa voz, una voz muy dulce y amable, elevó el vaso unos segundos para volver a bajarlo, esta vez sobre el pequeño portavasos circular.
—Gracias, supongo —dijo el pelirrojo.
—¿Y? —se sentó sobre el escritorio, cruzando las piernas. Atlas la observó. No pasó desapercibido ese fugaz momento cuando la mujer delante suyo elevó su pierna para colocarla sobre la otra.
—¿Y que? —preguntó sin entender.
—¿Cuando me invitarás a cenar?
Detuvo su mano. Contempló a la nada a través de la pantalla de su ordenador. La mujer no contuvo su sonrisa pícara al notar el efecto que sus palabras tuvieron sobre su compañero de trabajo.
Como vio que seguía lejos de este mundo, tomó la palabra.
—¿O es que eres de esos que prefieren que sea la mujer quien tome la iniciativa? —preguntó riendo y llevándose una mano sobre la boca.
Atlas volvió al mundo real con eso.
Se sonrojo, desviando la mirada.
—Claro que no —respondió tratando de sonar masculino—. Es solo que pensé que tendrías mucho trabajo.
—Bueno, mi agenda esta libre el día de hoy —se removió el exceso de pelo del rostro con un elegante movimiento. Atlas juraba haber visto brillos salir de tan hermosa que esa mujer era—. ¿Está es la parte donde preguntas o seguirás haciéndote el difícil?
Como odiaba cuando lo trataba como a uno de sus clientes.
Perdón, el término correcto era "pacientes".
—¿Quieres ir a cenar conmigo? —lo dijo. No supo el motivo, pero se sintió más liviano. Un peso menos.
—Me encantaría —respondió poniéndose de pie. La sonrisa jamás se borró de su rostro. Y no lo haría en muchas horas más—. Ve por mi a las 8:00. Y llévame a un lugar bonito. Se que puedes permitirte no escatimar.
Le dedicó un guiño y se retiró finalmente de su oficina.
Atlas la vio irse, sin perder detalle de su cuerpo. Lo que más le gustaba era su cabello, tan largo, brillante y sedoso que contrastaba perfectamente con la luz al ser tan blanco como la nieve.
Soltó un suspiro, como un adolescente enamorado.
2
No se sorprendió cuando encontró a Wendy haciendo la tarea y viendo televisión. Veía las caricaturas de la Srta. Bunny. Ni tampoco se sorprendió al no ver a Natsu por ningún lado.
—Tadaima —anunció el pelirrojo maduro. Mientras dejaba su maleta y se quitaba el saco, Wendy se dirigió a él.
—Okaeri, Atlas-san —saludó Wendy haciendo una reverencia.
Como adoraba a esa niña. Siempre tan dulce. No como otros...
Captó la presencia de Natsu bajando por las escaleras. No tenía camisa... O pantalones. Wendy se sonrojo tapándose los ojos y Atlas suspiró.
El peli-rosa sacó una botella de jugo del refrigerador, solo para beber directamente de ella.
Y cuando consiguió lo que quería volvió por donde vino. Atlas volvió a suspirar. ¿De verdad tendría que decirlo?
—Ya llegue —informó a Natsu.
—Yo también y no me ves pidiendo la atención de nadie, ¿verdad? —espetó Natsu perdiéndose escalones arriba.
Atlas decidió ignorarlo. Siempre era así, así que no había diferencia.
Nada le iba a amargar su buen humor.
—Wendy —la aludida volteó a verla—. ¿Podrías ayudar al inútil de tu tío a ponerse guapo para una dama? Tendremos una cita y ella en serio se merece a un caballero bien parecido. Pero como no halló ninguno, háganos nuestro mejor esfuerzo —sonrió de manera bromista.
Los ojos de Wendy se llenaron de brillo. Como la dulce e inocente niña que era, no había nada que disfrutara más que pasar tiempo con la figura paterna más cercana que tenía.
—¡Hai! —gritó eufórica y sonriente—. ¡Hagamos nuestro mejor esfuerzo!
3
Lo que ninguno de los dos, Atlas ni Wendy, notaron fue que Natsu seguía en las escaleras. Estaba escondido en el rincón al pie de la segunda sección de escalones. Veía a Wendy y a Atlas hablando animadamente y riendo. Había logrado oír a su tío hablar. Hablaba de la noticia con mucha emoción. Y creía saber con quien iba a verse.
—Con la suerte que tenemos los Dragneel debería sentirse afortunado si ella lo considera un pasatiempo —expresó cruda y secamente.
Subió y se encerró en su habitación.
Hundió el rostro en las almohadas. Trató de quedarse dormido, pero, al parecer, su mente estaba aburrida y quería joderlo para divertirse.
Otro recuerdo más le llegó como una película proyectada sobre al aire libre, donde sus párpados cerrados eran la gran pantalla blanca de tela.
—¡¡Natsu!!
Se levantó con los ojos inyectados de una mezcla de lágrimas e ira desbordante. Era tanta la segunda que no lo pensó y golpeó la pared más cercana. Logró perforarla.
—¿¡Que sucede!? —Atlas entró sin tocar, totalmente alterado. El sonido del impacto resonó, seguramente, hasta la casa de Gray.
Vio a Natsu jadeando, temblando y con la mano metida en la pared.
No sabía si temblaba del dolor o por otra cosa, pero era irrelevante en esos momentos.
Sin importarle la presencia de su pariente, Natsu sacó su puño.
Como era probable, estaba roto y sangrando. No puedes partir concreto y esperar salir ileso.
—Vamos. Te llevaré al hospital.
—Puedo ir solo —espetó.
—No te estaba preguntando.
—Yo tampoco.
Natsu pasó a su lado sujetándose la mano lastimada. Atlas lo detuvo con una mano sobre el hombro, acción que Natsu repelió moviendo su hombro bruscamente al contacto.
—Yo fui quien se hizo esto, ¿esta bien? No voy a pedirte que canceles tu cita por mi falta de autocontrol. Soy capaz de arreglar mis propios problemas. Nadie te pidió tu ayuda. Ni ahora, ni antes.
Y se fue, dejando a Atlas con la palabra en la boca. Pero eso realmente ya era costumbre para él.
Sin embargo, se sintió profundamente dolido por lo último que dijo. Torció el rostro en un gesto de tristeza y dolor mezclados. Pero lo reemplazó por una sonrisa cuando vio a Wendy yendo a él con dos corbatas en sus manos, y sonriendo.
Se alegraba de que, al parecer, no halla oído lo que dijo Natsu hace instantes. Suspiró aliviado.
Antes de volver con Wendy a su alcoba le lanzó un vistazo al hueco en la pared. Abría que llamar a alguien para que lo arreglara... Y limpiar la sangre antes de hacerlo.
4
La luna observaba a Japón desde el cielo junto a las estrellas. La noche era muy hermosa. Eran las 9:00, relativamente temprano.
La consulta de Natsu no fue un chiste. Habían tardado 6 horas en arreglar y suturar todo. Además, habían sido otras dos horas para darlo de alta.
Pero a fin de cuentas había salido bien. Ahora caminaba de regreso a casa con la mano enyesada.
Estaba callado. No tenía sentido tirarle mierda a la vida o a su suerte o a quien fuese si la culpa era toda suya. Había sido él quien no controló su ira y se hizo eso a sí mismo. Lo sabía, lo reconocía y lo afrontaba.
Llegó a su casa. No era zurdo; sacar las llaves fue todo un show. Pero finalmente pudo tomar sus llaves, abrir y entrar. Y al hacerlo se llevó una sorpresa muy, desde su perspectiva, desagradable.
—¡Hola, Nyatsu! —saludó la joven neko sentada en el sofá junto a Wendy.
—Okaeri, Natsu-nii —lo recibió su hermana, tan dulce como siempre.
Natsu no respondió a ningún llamado. Pasó de largo con todo. Tomó rumbo a las escaleras deseando que ellas siguieran su ejemplo y siguieran con sus vidas.
Tristemente para él, eso estaba lejos de ser una realidad.
—¡Espera! —Millianna entró en acción y logró detenerlo—. Ven y juega con nosotras. Estamos jugando Monopolio. Seguro que te vendría bien un poco de diversión.
—Paso —se negó a secas. Ahora fue Wendy quien intervinó.
—Natsu-nii... Millianna-san ha estado aquí desde hace 7 horas. Dijo que no se iría hasta comprobar que estabas bien —intentó razonar, pero lejos de eso, Natsu pareció molestarse.
—¿Y esperas que me disculpe? —espetó con molestia—. Fue su decisión quedarse, así como fue decisión mía romperme la mano. Nadie le pidió que se preocupara. Es problema de ella. Ya no soy un niño que acepta la lastima de quien sea como el mejor regalo del mundo —volteó a ver a Millianna—. Es mejor que te vayas. No pierdas más tu tiempo aquí, ni conmigo. Mucho menos conmigo.
Esta vez si pudo irse libremente.
Wendy agachó la cabeza mientras unas lágrimas amenazaban con salir.
—Natsu-nii me odia... Debí haberlo hecho mejor y así él no... Así Natsu-nii no estaría así... —y comenzó a llorar, tapándose ambos ojos.
Millianna actuó de inmediato. La abrazó con fuerza, apegandola a su pecho y acariciando su cabeza.
—Tranquila, tranquila —decía con voz suave y tono fraternal—. Él no lo dijo en serio. Solamente está irritable por su mano. Eres una gran hermana; la mejor que puede haber. Nyatsu tiene mucha suerte de tenerte, Wendy-chan.
Otra vez, Natsu estaba escondido en la escalera, oyendo todo. Lejos de sentirse mal por oír llorar a Wendy, pensó que era patética y que se veía como una idiota.
—«Madura por favor» —pensó irritado—. «Si nadie te pide que te metas, no lo hagas. Este es mi problema y el único que debe lidiar con el soy yo. Deja de tratar de ser la buena del cuento y pon los pies en la tierra: A nadie le importas y nadie debería importarte. Lamento tener que abrirte los ojos, pero la verdad duele. En serio deberías madurar, Wendy. No vale la pena que llores por alguien como yo» —pensó amargamente.
Se alejó de nuevo, con dirección a su habitación.
5
Grandeeney, la estrella de la psicología y la psiquiatría desde la universidad hasta ahora, sabía que algo andaba mal. Por mucho que Atlas intentase hacerlo, simplemente no podría engañarla. Podía leerlo de una forma más clara que el agua: Tenía problemas.
—¿Vamos a hablar de eso o prefieres seguir en tu fantasía de que creo tu engaño? —preguntó abruptamente. Atlas se tensó.
—No se de que–
—No insultes a mi inteligencia terminando esa oración —interrumpió mostrándose molesta—. Si pude ver a través de un caníbal disfrazado de buen samaritano que trabajaba como un sacerdote, sabes que puedo ver a través de un hombre con problemas familiares. Me gustas, Atlas; eso no es un secreto. Y me duele verte así. Dejame ayudarte, por favor.
Alargó el brazo y posó su mano sobre la del pelirrojo en señal de cariño y apoyo. Atlas suspiró. Pudo sentir la sinceridad correr por sus venas transmitido por el suave contacto de Grandeeney. Una sonrisa se dibujó en su rostro y sintiendo esa confianza procedió a relatar toda la historia desde el inicio.
6
Llamaron a su puerta.
Natsu se levantó y fue a abrir, encontrándose a Millianna.
Antes de abrir la boca, la castaña le volteó el rostro con una estruendosa bofetada.
—Esa fue mi despedida —espetó fríamente—. Y esto es por hacer llorar a Wendy.
La bofetada anterior no se podía comparar ni por asomo con la siguiente que recibió. El estruendo fácilmente pudo llegar al continente Americano; el rostro de Natsu quedó totalmente direccionado a un costado.
Ya no hubieron palabras. Millianna se dio la media vuelta y se fue.
Natsu tampoco dijo o intentó nada. Simplemente cerró la puerta y regresó a su letargo sintiendo sus mejillas arder.
Pero en el fondo se sentía aliviado.
Finalmente alguien, para variar, había puesto los pies en la tierra.
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Originalmente iba a haber lemon, pero a medida que se fue desarrollando el capítulo, la idea se volvió mas lejana.
PD: Me rompí la cabeza pensando en cual de todas las imágenes que tenia seria la más desgarradora. ¿Que te pareció? ¿Conseguí producirte algo?
¡Gracias por tu tiempo; te espero en la próxima entrega, vil alma pecadora!
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