Capítulo 2: Los demás
1
Para el momento que el siguiente profesor entró al aula, Natsu ya estaba sumergido en un sueño.
De hallaba soñando. Pero no era un sueño acogedor. No. Era algo más.
Una pesadilla. Y, por desgracia, también era el último recuerdo, la última imagen que tenía de su padre.
Su padre era fuerte. El pequeño Natsu, de 9 años de edad, caminaba sin preocupación. Mamá le había dicho que papá era fuerte y que estaría bien. Saldría de aquí tan fuerte como una roca e irían por una pizza o una hamburguesa para celebrar.
Si, estaba seguro que así sucedería.
Volvía a la sala de espera, con un vaso de agua en las manos, cuando notó que estaba de la habitación de su padre. Su mente inocente de niño pensó que no estaría mal ir a verlo. Después de todo, seguramente ya estaría bien y querría abrazarlo.
Sin embargo, cuando llegó a la habitación quedó con congelado, más que cualquier glaciar en el mundo.
El vaso en sus manos cayó al piso y su contenido se derramó. Los ojos de Natsu de abrieron mientras la respiración se volvía difícil pero a la vez agitada. Comenzó a sudar y a temblar. El miedo no pudo ser reflejado de mejor modo en su mirada.
Veía al equipo médico yendo y viniendo, haciendo cosas que no entendía, aplicando aire a través de medios artificiales y trayendo un aparato extraño.
Y entre todo ese caos, estaba su padre. Yacía sobre la camilla, conectado a su bolsa de suero y a otras máquinas. Una en especial no dejaba de hacer un ruido: Un Beep muy largo.
Segundos después un médico tuvo que salir corriendo, pero eso no evito que cerrara la puerta. Lo último que pudo ver fue el rostro de su padre: Sus ojos estaban cerrados.
—Natsu —una voz lo llamaba—. Natsu —su tono fue más severo—. ¡Natsu! —esta vez lo sacudió. Así logró despertar al peli-rosa.
Regresó a la realidad sobresaltado. Todos los demás que veían lo sucedido rieron.
—¿Se puede saber por qué estabas... Espera... ¿Estas... Llorando?
Todos guardaron silencio.
Natsu no entendió su pregunta. Se tocó cerca del ojo. Efectivamente. Si, estaba llorando.
Observó su mano unos segundos y después al profesor.
—No —respondió a secas. Ahí notó que su voz estaba un poco quebrada. Se tuvo que aclarar la garganta para poder continuar—. Bosteze mucho y se me salieron las lágrimas. Es todo.
El profesor decidió no involucrarse más. Regresó a la pizarra, a seguir dando clases. Todo el resto de compañeros tampoco dijo nada después. Seguramente habría quien se burlaria de Natsu después.
Mientras Natsu limpiaba las lágrimas con su mano, Gray lo observaba con tristeza. Suspiró mientras su mirada regresaba al frente.
—«To-chan...» —un último pensamiento al respecto.
Sintió su labio inferior temblar.
2
La azotea no podía ser más tranquila. El mejor lugar para huir a la hora del almuerzo.
Abrió su almuerzo, el obento que Wendy había preparado para él en la mañana, seguramente mientras lamentaba que fuese hoy.
Al abrirlo se encontró una nota. Había sido escrita por Wendy; reconocía la letra, lo haría donde fuese.
"Que tengas un excelente día, Natsu-nii. No olvides que todavía hay personas que te aman.
Sabes que no le gustaría verte así.
¡Animo, Natsu-nii! ¡Esfuérzate!
Con mucho amor: Wendy".
—«Desearía tener esa mente tan inocente tuya, Wendy» —pensó con tristeza.
Debajo de la nota estaba la comida. Como de costumbre, se veía deliciosa. Wendy era una gran cocinera.
—«Tiene que serlo» —más pensamiento amargos—. «Nadie más va a cuidar de nosotros».
Empezó a comer sin ganas.
Ni siquiera se daba el tiempo de saborear cada boca; solo masticaba y tragaba sin más. Por eso terminó rápido. Sacó su celular para mirar la hora. Aun quedaban muchos minutos de descanso. Aún que, honestamente, no haría mucha diferencia. Con el ánimo que tenía todas las clases serían lo mismo.
Abrazó sus piernas y escondió la cara entre sus rodillas.
No pudo mas y empezó a llorar. Recordaba los mejores momentos que su padre y él habían vivido durante los años que pudo disfrutar de él.
2
Wendy, la hermana de Natsu, escribía en su libreta las palabras que el profesor explicaba. Sin embargo, pese a tener la mente centrada en la clase, no podía evitar pensar en su hermano mayor.
Se veía tan desecho esa mañana. Y sabía que ahora estaría peor.
Verlo así era muy doloroso para ella. Pero la impotencia dentro de ella era aún más que el dolor.
—Pss, Wendy —conocía esa voz.
Miró a un lado, viendo que su mejor amiga, Sherria Blendy, tenía un rostro que expresaba lo tonta que era—. ¿Podrías pasarme los apuntes? Se me pasó —suplicó. Wendy sonrió a su amiga.
—Claro —respondió amablemente. Ella era una buena amiga y una buena persona. También era tímida y algo despistada, pero siempre dispuesta ayudar a otros—. ¿Desde donde te quedaste?
—Etto... —rascó su cabeza con la goma de su lápiz mientras daba un vistazo a su libreta—. ¿Ha sido mucho desde lo de "Buenos días, alumnos"?
Una gota bajo por la sien de Wendy.
3
No faltaba mucho para volver.
Natsu bajó de la azotea y ahora caminaba como un zombie directo a su aula. Tenía ambas manos en los bolsillos y la cabeza baja.
Si la depresión tuviera nombre y apellido, serian Natsu Dragneel.
Y cuando pensaba que su día no podía estar más jodido, ¡PUM!, de frente y directo al suelo.
Había chocado con alguien y caído de culo al suelo en consecuencia.
Sobaba su cabeza. En eso abrió los ojos, viendo blanco y celeste rayado.
—Lo siento —no tenía humor ni ganas de esto. Simplemente se levantó y retomó su camino.
Escuchó que la otra persona en el suelo le hablaba, pero la ignoró.
Como dije, no tenía humor ni ganas de eso. Así que lo dejo allí por su cuenta y siguió por donde iba.
4
Justo como había predicho, con el humor que tenía ese día las clases no fueron diferentes al almuerzo, o a esa mañana. Simplemente no quería.
Le daba igual si los profesores decidían que iba a reprobar.
No era como que tuviera un padre que se sintiera orgulloso por sus logros académicos.
Incluso la mochila sobre su hombro reflejaba como se sentía. Gray iba a decirle algo, pero prefirió darle su espacio. No lo podía ayudar. Y empezaba a temer que nadie pudiera hacerlo.
—¡Nyatsu!
Millianna apareció como un animal salvaje por su espalda. Saltó y se dejó caer sobre su espalda, pegando sus pechos en el mismo lugar.
Pero ya saben, demasiada depresión para sentir algo.
—Hola, Millianna —saludó de forma apagada.
—Vamos a caminar juntos a casa —sentenció la chica amante de los gatos, tomando su mano y jalando para irse.
De verdad agradecía lo que estaba haciendo, pero era mejor si dejaba de hacerlo.
Se liberó del agarre de Millianna y siguió de largo, pasando e ignorando a su amiga.
—Nyatsu —lo llamó tratando de alcanzarlo. Antes de que diera otro paso, Natsu la detuvo.
—Aprecio lo que haces, en serio —la por encima del hombro, con una mirada vacía y apagada—, pero es mejor si lo dejas. Solo... Vete a tu casa. Lo último que necesito es que me echen en cara como intentaron algo que no les pedí con su depresión ajena. Ya tengo suficiente con Wendy.
Se alejó de allí tan pronto como dejó de hablar. Millianna lo observó yéndose. Suspiró con tristeza cuando lo perdió de vista.
—Está muy mal —comentó Gray, llegando con Millianna.
—Peor de lo que pensé —secundó—. ¿Y Wendy? ¿Que tal esta? —indagó preocupado, mirando al mejor amigo varón de su amigo.
—Ella esta bien —contestó—. Tiene mucha fortaleza. Supongo que es por que no conoce nada mejor, o por que no lo alcanza a comprender todo al 100% —planteó bajando la mirada—. La llevare a su casa. ¿Quieres venir?
—Claro. Gracias.
Gray sonrió, un tanto apagado, pero feliz.
Conocía a Natsu desde que eran niños. Lo sabía todo respecto a su familia. Sabía por lo que había pasado, así como el otro lado de la historia. Pero él no era quien para meterse si no se lo pedían, o para contarla.
Prefería limitarse a ayudar en todo lo que pudiera por fuera. Para eso estaban los amigos, después de todo.
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Alguien aprendió bien de Zeref.
¡Gracias por tu tiempo; te espero en la próxima entrega, vil alma pecadora!
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