🍈Parte 7
Tres días más tarde y con una constancia bastante notoria por parte de él en enviarle mensajes de texto a Esperanza, la invitó ese jueves a ir al club y de paso insistirle en que se quedara en el departamento durante el fin de semana.
Hola, Sinclair, gracias por
querer invitarme al club y a tu
departamento, pero sinceramente
Puerto Madero me queda lejísimo y
tomarme un colectivo no lo veo muy
viable, sin contar con que no pienso
pagar un Cabify hasta allá, podemos
vernos otro día si querés
15:00
Sinclair:
Hola, Esperanza, por el viaje hasta
el departamento no te preocupes,
puedo irte a buscar 😉
15:15
¿Estás loco? Te vas a comer la hora
pico y vas a llegar tarde al club
15:16
Sinclair:
Entonces te pago el Cabify. Pon la
dirección del departamento y yo te
lo pago. Sé que debes tener solo
el dinero de tu amiga para gastos
importantes y lo entiendo, por eso,
pídelo y yo te lo pago, no tengo
problema
15:25
No Sinclair, en serio, gracias, no
quiero ponerte en un compromiso,
es mejor vernos otro día. De verdad
te lo digo, no te preocupes, nos
hablamos, tengo que salir para ir
a pagar unas cosas que me dejó
Margi. Un beso
15:33
Sinclair:
Bueno, de acuerdo, será otro día,
hasta luego. Un beso
15:34
Hasta pronto
15:34
Para las cinco y media de la tarde Sinclair se presentó en el chalé de Margarita. Tocó el timbre y Esperanza se extrañó porque no estaba esperando a nadie. Miró por la ventana sin hacer ruido por miedo a que fuera César de nuevo, pero se sorprendió cuando vio al chico que le gustaba frente a la casa. Le abrió la puerta y le regaló una sonrisa.
—No pensé que fueses a venir.
—Tengo tiempo de sobra, puedo ir a las ocho o poco después para el club.
Los dos entraron a la casa y ella cerró la puerta.
—¿Vienes entonces? Ahora no tienes excusas.
—No fueron excusas.
—Lo sé, pero ahora que vine, no puedes dejarme ir solo. Puedes quedarte hasta el domingo en el departamento o hasta cuando quieras. ¿Tienes que hacer algo?
—No quiero dejar la casa sola.
—Entonces el domingo te traigo de nuevo, solo quiero pasar más tiempo contigo, Caramelo.
—Bueno —le dijo bajito—, voy a preparar una valija pequeña, Marga me la prestó por si iba con vos al departamento —sonrió con sutileza.
—Me parece muy bien, te espero aquí —le regaló una sonrisa.
—Podés servirte lo que quieras, sobre la isla hay unas galletas y masitas que hice hoy, y para tomar podés fijarte en la heladera.
—Gracias, no te preocupes.
Esperanza caminó hacia la habitación de Margarita para buscar la maleta que le había dicho y luego entró a la de huéspedes. Mientras ella ponía lo poco que se había llevado de la casa anterior, Sinclair se sentó en el sillón para esperarla.
🍸
Sinful Night Club
Esperanza y Sinclair entraron al club por la puerta que daba a la oficina alrededor de las nueve menos cuarto de la noche, se habían atrasado un poco, pero aún estaban las pocas personas que asistían a los afters office, que él, había incorporado hacía pocas semanas atrás.
Sinclair fue a hablar con sus empleados mientras que la chica se sentó en un costado de la barra para no molestar.
—Qué bueno verte por acá de nuevo, Esperanza —le dijo Micaela con una sonrisa.
—Gracias, Mica, lo mismo digo.
—¿Te preparo algo?
—No por ahora, gracias. ¿Y Luciano?
—Dentro de una hora viene, porque creo que salió con Ximena, ¿no te contó?
—No, si viene le voy a preguntar —se rio por lo bajo.
—Ok —se rio ella también—, después la seguimos —le dijo.
—Dale —contestó Esperanza viendo cómo se acercaba al cliente para atenderlo.
Cuando pasó una hora y media más dentro del club, la argentina y su amiga se pusieron a charlar sobre lo que estaba pasando entre el chico que atendía la barra y Ximena. Pero luego, Sinclair se acercó a ellas, saludó a la joven y sacó a bailar a Esperanza sabiendo bien que la otra se iría a quedar con Luciano.
—Me encantas, Caramelo —le confesó en su oído estando detrás de ella mientras bailaban un chill-out.
—Ya me lo dijiste —se rio dándose la vuelta para mirarlo a la cara.
—Me gusta repetírtelo para que no te queden dudas —la abrazó por la cintura.
—Ya lo veo.
—No aparentas para seducirme, no haces el más mínimo esfuerzo y me tienes loquito por ti.
—Supongo que gracias, aunque tengo que ser sincera con vos, todavía me cuesta creer que un hombre como vos se acerca a mí porque quiere o le intereso y no por lástima o curiosidad.
—No es un problema para mí, creo que te dije que a mí no me importa que tengas estrabismo, no conozco a nadie con tu defecto, pero no me parece algo fuera de lo común, tienes un defecto, nada más.
—¿No te habría gustado que tuviera el ojo normal?
—Si supieras las mierdas que me pasaron, ni se te ocurriría preguntarme lo que me dijiste —respondió contundente al tiempo que negaba con la cabeza.
—Perdón, no quise hacerte sentir mal —se disculpó con él.
—No te preocupes, pero solo tienes que saber que me gustas tal y como eres, con tu defecto incluido.
Esperanza quedó sorprendida y quiso acercarse para darle un beso en la boca. Se puso en puntas de pie, lo abrazó por el cuello y posó sus labios en los masculinos.
Sinclair se quedó petrificado ante su osadía, pero le agradó que fuera ella quien tuviera la valentía de darle el beso que él estaba queriendo darle desde hacía semanas atrás.
—No tienes idea lo que quise besarte también —admitió cuando se separaron.
—¿Sí? —Abrió más los ojos—, no sabía si dártelo, nunca le di un beso a alguien, aunque lo que hice no creo que se asemeje a un beso —declaró con algo de incomodidad.
—Lo podemos arreglar —le susurró al oído.
Sinclair la tomó de la mano y ambos caminaron hacia la puerta de la oficina para estar solos y sin que ninguno los molestara, cruzaron el pasillo y entraron al refugio del despacho. El hombre la sujetó de las caderas y se inclinó para darle un beso en la boca mientras la llevaba contra la pared. Allí se dedicó con lentitud a besarla como ansiaba.
Esperanza se aferró a su cuello como si dependiera de ello y se dejó llevar por las nuevas sensaciones que estaba experimentando con él.
El norteamericano había despertado el fuego interno que desde hacía rato sentía por ella. La argentina sentía que le comía la boca como ningún hombre se había atrevido a besarla y le encantó lo que estaba sintiendo en esos momentos. Los dos se separaron un poco y se rieron como dos tontos casi enamorados mientras que él le daba besos en la mejilla y en el cuello para abrazarla más contra su cuerpo, y ella se acurrucaba en su pecho estrechándolo por la cintura.
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