🍑Parte 4
Puerto Madero
Harbour Tower
Sinclair aparcó en el estacionamiento privado del edificio al que habían entrado, un lujoso complejo a estrenar.
Los dos se bajaron del auto, pero él se acercó a ella para ayudarla y se sorprendió bastante.
—Gracias, ¿sos así con todas?
—No, solo con la que me interesa, Caramelo —sonrió de lado.
Esperanza quedó desconcertada porque creyó que estaba jugando a dos puntas, primero ella, luego Margarita y ahora ella otra vez.
—¿Y Margarita? —Frunció el entrecejo.
—¿Margarita? ¿Qué sucede con ella? —Se extrañó ante su pregunta.
—¿No te interesa como novia?
La miró entrecerrando los ojos.
—¿Es una pregunta para saber si quiero una novia o porque has creído que me interesaba ella?
Tenía esa manera de enredarla con sus preguntas que la hacían poner colorada y nerviosa.
—¿No fuiste a su casa para verla a ella?
—Margarita solo me interesa como amiga, nada más y si quieres saber sobre lo otro, no soy bueno para ti, Esperanza, reconozco que fui para verte a ti y no a ella, pero solo puedo ofrecerte una amistad —le dijo tajante y por si le quedaban dudas al respecto.
La joven había intuido erróneamente todos los detalles que él le había hecho y se ilusionó con un imposible que era más que sabido que en ningún momento la vio como algo más.
—Tranquilo, lo entiendo —le sonrió—, no te preocupes. Podemos ser amigos —le respondió y prefirió cambiar de tema—. ¿Qué es este lugar? —cuestionó entrando al ascensor junto con él.
—Es un complejo de departamentos, compré uno mientras estuve en Estados Unidos.
—¿Te vas a mudar acá? —Alzó las cejas y abrió un poco más los ojos.
—¿Qué opinas si lo hago? ¿Te gustaría? —Sonrió y trató de esquivar la pregunta porque le resultó como una burla por lo que antes le había dejado claro.
—Es tu vida, haces lo que querés.
—Una amiga puede darme su opinión sincera, ¿no crees? Los dos nos entendemos bastante bien a pesar de conocernos hace poco tiempo.
—Te di mi sincera opinión, haces lo que querés, podés vivir acá durante un tiempo si te gusta el país, tomas tus propias decisiones, tu amiga no podría opinar más de lo que ve a simple vista.
—Cierto —le asintió con la cabeza también.
Esperanza se sintió algo desencajada por la simplicidad que denotaba lujo por cada rincón que miraba, sin contar con que el número que vio iluminado en el tablero del ascensor la tenía preocupada por demás.
—Tengo vértigo —le habló con voz temblorosa—. Las alturas y yo no nos llevamos bien —le dijo con cara espantada.
—No sentirás nada, lo único que podría impresionarte son las vistas panorámicas que tiene el departamento. Un piso completo —la miró con atención—, el último del edificio.
La argentina tragó saliva con dificultad. Ya no se sentía segura, pero su vista cayó en la camisa que tenía Sinclair y se percató del detalle.
—¿Tenés bordadas tus iniciales en la casa?
—Sí, todas mis prendas tienen bordadas mis iniciales.
—Fanfarrón —admitió ella riéndose por lo bajo—, nunca conocí a alguien que usara la ropa con sus iniciales.
—¿Debo ponerme contento por ser el único?
—No sé, pero me causa gracia, no se me hubiera ocurrido nunca hacerle eso a mi ropa. La S es por tu nombre, la H por tu apellido, pero ¿y la F? ¿Tenés dos apellidos?
—Sí, pero no lo uso nunca —le contestó, pero no le dijo el segundo apellido—. ¿Tú tienes más nombres?
—Solo Esperanza, mi apellido es bastante largo como para agregar un segundo nombre, me apellido Montenegro.
Apenas las puertas del elevador se abrieron, él la invitó a que pasara ella primero al lugar luego de que abriera la puerta.
—Hueles muy bien —declaró con honestidad.
—Para empezar a tener una amistad, estás bastante atrevido.
—Mis disculpas —rio por lo bajo.
—Qué vista —comentó quedándose maravillada con el atardecer.
El americano se ubicó a su lado y miró el color del cabello de la joven.
—Es como el color del caramelo —tomó un mechón entre sus dedos.
Esperanza dio medio giro de cabeza para mirarlo con fijeza.
—Y el color de tus ojos son casi verdes transparentes con la luz que refleja la hora dorada.
—Estas cosas que me estás diciendo no son de un amigo, si de verdad querés una amistad conmigo, deja de decirme esas cosas, porque me incomodás —confesó—, te acepté que tengamos una amistad, pero no quiero que después me digas estas cosas como si te estuvieras burlando de mí. No sé a qué estás jugando.
—Esa no es mi intención, perdón. ¿Nunca te dijeron algo así?
—No, y si tuviera un amigo, no me diría esas cosas, porque no es normal.
—Entiendo —asintió con la cabeza—, desde que entraste al club me resultaste lo más inocente que vi en mi vida, soy un hombre de la noche, he visto muchas cosas y muchas mujeres, pero ninguna me llamó la atención como lo has hecho tú cuando te vi.
—¿Te estás dando cuenta que seguís diciéndome esas cosas raras? ¿Primero me decís que querés una amistad y después me decís eso de recién?
—Te lo puedo decir como amigo también.
—¿A un amigo le llama la atención su amiga? No estoy para boludeos —admitió y prefirió frenar todo aquello—, Sinclair, me gusta el departamento y todo lo que vi hasta ahora, pero me parece que es mejor volver.
Sinclair a pesar de querer contradecirle algo, asintió con la cabeza y regresaron al ascensor para bajar al estacionamiento.
Cuando estaban metidos de nuevo en el auto y a mitad de camino, él rompió el silencio.
—No debí decirte eso.
—Ya lo creo que no, no me resultó cómodo lo que me dijiste con lo que me dejaste claro antes.
—No hablo de esas cosas que te dije, hablaba de que no debí decirte que te ofrecía una amistad cuando está bien claro que me interesas de otra manera.
Esperanza creyó que era mejor cuando le dijo que solo quería una amistad con ella.
—Sinclair, no sé lo que estás buscando, pero yo no quiero mentiras y tampoco problemas, ya bastante tengo con mi papá.
—Lo entiendo perfectamente.
—Te agradezco que hayas aparecido en el momento justo para irme de la casa y que te preocupaste por mí cuando estaba en el hospital y después, pero si querés una amistad yo no tengo problema —intentó reafirmarlo para que él no tuviera manera de contradecirle algo—. Lo único que trata de no decirme cosas como las que me dijiste en tu departamento.
—Comprendido —asintió levemente con la cabeza.
Sinclair apretó un poco más el acelerador y en algunos minutos la dejó en la puerta del chalé.
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