🍈Parte 3

Puerto Madero

Sinful Night Club

En el horario que habían acordado entraron al lugar y Ximena se acercó a la barra para saludar a Luciano quien las había saludado cuando vio a las tres.

—Me parece que a Xime le gusta, ¿no? —respondió Esperanza.

—Sí, obvio que le gusta, si mientras vos estabas bailando con Sinclair esa noche, ellos se pasaron los números de WhatsApp, por lo que tenía entendido, se vieron un par de veces fuera de acá.

—Está corriendo rápido esa especie de relación, ¿no?

—Sí, como la tuya con Sinclair —se rio para picarla un poco y ella no pudo decirle lo contrario porque era verdad, y tan solo se rio también.

Un corpulento hombre de traje se acercó a las dos chicas y le avisó a Esperanza que el señor Sinclair quería verla.

—¿Él no puede salir? Estoy con mi amiga.

—Ay, dale, Esperanza, no me voy a perder acá dentro, me siento en la barra y listo, anda tranquila a verlo —le comentó sin problemas.

—Bueno.

Las chicas se separaron y la muchacha caminó por delante del hombre que le dijo hacia donde tenía que ir.

—Entre, verá una puerta del mismo color verde lima junto con una placa dorada, esa es la oficina del señor Hunt.

—Gracias —le dijo y el guardaespaldas fue a su puesto de trabajo dentro del club.

Estaba nerviosa y se le aceleró la respiración, sacudió las manos y golpeó la puerta para saber si podía pasar. Un ruido como de alguien levantándose de la silla se escuchó por dentro y pasos que se acercaban a ella. Abrió la puerta y la dejó pasar al interior de la oficina.

—¿Cómo estás?

—Bien, ¿y vos?

—Estoy bien también.

—Me alegro, Sinclair, no podés mandarme a alguien para que yo venga hasta acá, podías mandarme un mensaje y listo.

—Lucio estaba por entrar a su horario de trabajo, así que no me pareció raro que te pidiera que vinieras porque yo lo quise, aparte, deberían tratarte como una princesa.

Esperanza se ruborizó.

—Bueno, gracias por pensar eso.

—Siéntate, ¿quieres que pida algo para comer?

—No, pero si querés pedir, me gustaría que Margarita y Ximena coman también.

—Por supuesto, no tengo problema.

—Gracias de nuevo.

—Pediré también dos cócteles, no preguntes por lo que van a ponerle al tuyo, cuando lleguen, lo probarás y luego me dirás lo que te parece, ¿de acuerdo?

—Está bien, no preguntaré nada y, sobre todo, confiaré en vos.

—Me parece bien —le sonrió—. Enseguida regreso.

Sinclair salió hacia el club en donde saludó a las amigas de Esperanza y le pidió a Luciano y a las dos chicas que estaban trabajando en el bar que les prepararan unos ciertos aperitivos y dos cócteles, uno con alcohol y el otro sin este.

—Antes que se dé cuenta que estoy tardando mucho, quería preguntarles si ustedes tienen fotos de lo que hace Esperanza.

—¿Lo que hace? O sea, ¿tortas, tartas y esas cosas? —preguntó Ximena.

—Sí, esas cosas.

—Sí, tenemos bastantes fotos de eso, ella suele pasarnos fotos de las cosas que hace o practica cuando quiere hacerlo por primera vez —respondió Margarita.

—Perfecto, porque quiero que me envíen algunas fotos, no les aseguro nada, pero sé de alguien que está necesitando una asistente en pastelería.

—¿Quién? —Frunció el ceño Marga.

—Ya lo sabrán, pero de esto, ni una palabra a ella, por favor.

—Nosotras cerramos el pico —admitió Xime con una sonrisa.

Luciano le avisó a su jefe que estaba todo preparado y él tomó la bandeja por las asas y luego de decirles que se verían más tarde, entró de nuevo a la oficina.

Esperanza abrió más los ojos cuando se percató de los colores de los cócteles mientras él apoyaba la bandeja sobre el escritorio.

—Llaman la atención.

—Es lo que atrae a las personas, algo raro, exótico y único.

La argentina no supo bien si Sinclair lo decía por los tragos o por ella que la encontraba de aquella manera.

—Esto es un mocktail —se lo señaló—, y este un cóctel. El tuyo es sin alcohol.

—¿Tienen nombres?

—El tuyo no, pero por los colores podríamos llamarlo Hope, ¿te gusta?

—Sí, me gusta. ¿Qué tiene?

—Té verde, melocotón y vainilla, con hielo picado y un poco de agua de rosas.

Esperanza vio el trago frente a ella, era muy lindo porque tenía un pensamiento de color violeta y amarillo flotando sobre el líquido.

—Suena rico, ¿y el tuyo cómo se llama?

Pecado original —sonrió de lado sin dejar de observar las expresiones de su rostro.

—Combina con tu nombre.

—Así es. Tiene licor de manzana y vodka.

—Bien potente.

—Sí, pero si se bebe despacio no pasa nada, se puede intercalar con agua para que una persona no termine mareada o ebria.

—Yo lo intercalé con agua y me mareó.

—Porque no estás acostumbrada a beber. ¿Quieres escuchar música? ¿Tienes algún cantante o banda favorita?

—No, me gustan los lentos norteamericanos de la década del ochenta, canciones latinas, un poco de todo.

Sinclair miró la pantalla para buscar una música que le gustara.

—¿Te gusta Luis Miguel?

—Sí.

El hombre ante aquella respuesta buscó una canción y le dio doble click a Alguien como tú.

Esperanza intentó no prestarle demasiada atención a la canción porque estaba bastante segura de que Sinclair la había puesto a propósito como para dejarle saber que estaba más que interesado en ella.

—Tiene buen sabor —le confesó bebiendo de su trago—. La vainilla y el agua de rosas le dan ese gustito rico.

—Me alegro, los ingredientes los elegí yo hace unos días atrás, lo preparé para probarlo, me gustó y luego le pedí a Luciano que lo preparara.

—¿Vos patentas las recetas de cada trago que inventas?

—Sí, este trago está patentado en mi país y en el tuyo. No necesité moverme para hacerlo, con llamadas y varios clicks, todo quedó registrado.

Sinclair puso otra canción, esta vez en inglés y de Bryan Adams. De fondo se escuchaba Please forgive me.

—¿Bailamos?

—Mejor no —negó con la cabeza y agarró un canapé.

—Nadie no mira y te sentirás más cómoda si eso es lo que te preocupaba.

—Exactamente por eso no quiero. Porque estamos solos —le afirmó—. Sos peligroso —expresó con honestidad.

El norteamericano se puso de pie y se acercó a ella para tomarle la mano que estaba apoyada en su regazo.

—Compruébalo por ti misma si soy peligroso bailando conmigo a solas —arqueó una ceja desafiándola con seducción.

Esperanza quedó de pie frente a él, ni siquiera con tacos quedaba a su altura, la cabeza le llegaba a los hombros de Sinclair y eso la terminó abrumando un poco también, él pasó sus brazos alrededor de la cintura y la joven los suyos alrededor del cuello.

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