🍎Parte 2
Buenos Aires
Durante tres semanas Esperanza y Sinclair se vieron todos los días, a veces él iba al chalé, otras tantas él la pasaba a buscar y se iba al departamento para posteriormente ir juntos al club nocturno. Tenían salidas de compras, restaurantes, conocer lugares y compartir momentos a solas en el refugio del piso de Harbour Tower. Los dos no habían formalizado algo, pero no lo necesitaban puesto que entre ellos había algo especial, algo que con tan solo verlos sabían los demás que estaba pasando algo lindo. Tenían una relación sana, la clase de relación amorosa que los dos necesitaban.
La última semana del mes de abril, habían acordado cenar juntos en el chalé de Margarita, pero Sinclair llamó a Esperanza con la voz algo angustiada.
—Hola, Caramelo, ¿cómo estás?
—Hola, todo bien, ¿y vos? ¿Estás por venir?
—No, lo siento. Surgió un inconveniente y tengo que viajar hoy mismo a Estados Unidos.
—¿Vos estás bien? ¿Paso algo con algún boliche?
—Sí, todo está bien, me llamó mi madre para avisarme que mi padre sufrió un accidente y tengo que regresar. Perdón, Caramelo, me hubiera encantado cenar contigo, pero no puedo.
—No te preocupes, Sin, lo entiendo, más si tu papá sufrió un accidente. Tenés que estar con ellos, no te hagas problemas por mí —le respondió intentando darle ánimos.
—Me preocupo porque habíamos acordado una cena.
—No pasa nada, lo importante es que tu papá esté bien, lo otro se verá más adelante.
—Tengo que dejarte, están anunciando el vuelo, hasta pronto.
—Buen viaje. ¿Podrías mandarme un mensaje cuando llegues, por favor?
—Gracias, sí, lo haré. Te voy a extrañar.
—Yo también. Un beso.
Apenas cortó la llamada, dejó el celular sobre la isla y picoteó algo de la comida que había preparado mientras acomodaba todo como antes estaba y guardaba en un táper la comida.
Estaba sola en la casa y sus pensamientos le jugaron una mala pasada cuando la voz de César le decía que nadie iba a quererla en verdad del modo en cómo era. Sacudió la cabeza y llevó un plato con algo de comida a la habitación para dejarlo sobre la mesa de noche. Se quitó el maquillaje y se puso el pijama para meterse en la cama y ver una película mientras comía algo.
Cuando terminó de comer y la película finalizó media hora después, ella decidió dormirse esperando por el mensaje que le iría a mandar Sinclair cuando llegara a su país.
A la mañana siguiente, salió de la cama y lo primero que hizo fue preparar el agua caliente para el mate y ver su celular. Tenía dos mensajes de Sinclair, el primero de la noche anterior cuando había cortado de hablar con ella y otro de hacía una hora atrás.
Hola de nuevo, Caramelo, no quiero
subirme al avión sin antes decirte
que no quiero que pienses que me
escapo porque no tengo intenciones
de seguir con lo que tenemos.
Cuando mi padre se recupere, pienso verte de nuevo.
Hasta pronto. Te
mando un beso.
21:07
Buenos días, Caramelo, hace poco
llegué a Nueva York. Nos estamos
hablando. Un beso.
7:14
Esperanza con una sonrisa por haber leído ambos mensajes, terminó de prepararse el mate y luego se sentó en el sillón junto con la computadora portátil que le había dejado su mejor amiga para revisar de nuevo puestos de trabajo de lo que ella sabía hacer, porque nadie la había llamado de ninguna de las panaderías a las que había ido que necesitaban a alguien en la cocina o para atender a los clientes.
Margarita la despertó o eso creía con una videollamada.
—¡Hola! ¡Buen día! ¿Cómo estás?
—¡Hola! Buenos días, todo bien, ¿y vos?
—Me alegro, estoy bien también, te quise ver la cara porque tengo unos minutos libres antes de volver al trabajo.
—¿Cómo te está yendo?
—Muy bien, hay mucho trabajo, pero me gusta, aparte de que la ciudad me encanta, es muy cosmopolita.
—Debe ser hermosa, ¿no?
—Lo es —le dio una sonrisa—. Tengo una sorpresa para vos. ¿Estás con la portátil?
—Sí, la tengo al lado para seguir buscando trabajo en alguna panadería. ¿Por?
—Entra a tu correo y decime lo que te parece.
Esperanza hizo lo que le pidió.
—¿Me sacaste un turno de qué?
—No es un turno como tal, es una autorización para que viajes a Estados Unidos, sabrás si puedes viajar o no dentro de 72 horas, si todo va bien, la semana que viene tendrías un pasaje electrónico en tu correo para que lo presentes en el aeropuerto.
—¿Estás loca? ¿Cómo se te ocurrió tramitar algo así? —preguntó sorprendida.
—Hace mucho que no nos vemos, te extraño y quería darte un regalo con el primer sueldo que me pagaron.
—Sería al revés la cosa, ¿no te parece? —se lo recalcó—. Yo te tendría que darte a vos los regalos.
—Me pone contenta que vos disfrutés también, Espi —sonrió a través de la pantalla del celular. El trámite que te saqué se llama ESTA. Tiene las siglas en inglés, pero sería Sistema electrónico de autorización de viaje. Yo me haría cargo de vos mientras estés acá y tenés la ventaja de que conocés también a Sinclair que es ciudadano americano.
—¿Él lo sabe? —Frunció el ceño—. Ayer viajó porque su papá tuvo un accidente, no me contó mucho más, pero es lo que me dijo.
—No, él no sabe nada y espero que todo esté bien en su familia —le dijo y siguió contándole del trámite que le había solicitado—. Podrás quedarte 90 días si querés, pero bueno, eso depende también la cantidad de semanas que te otorguen.
—Ya con dos semanas sería suficiente, sobre todo para no tener que mantenerme.
—Ay, dale. Ni que gastaras tanto cada mes. Contame otra cosa antes de irme a trabajar. ¿Cómo están las cosas con Sinclair?
—Re bien, como te conté el otro día no formalizamos nada, pero sabemos que estamos el uno para el otro, me encanta y él gusta de mí, nos hacemos bien entre los dos y eso me gusta —sonrió poniéndose colorada.
—Me alegro mucho de verdad.
—¿Y vos? Me dijiste antes de ayer que estabas conociendo a alguien, ¿cómo se llama?
—Sí, es muy lindo y simpático, se llama Christian, lo conocí en una pastelería porque fue él quien me atendió.
A Esperanza le llamó la atención el nombre, pero dedujo que ese nombre era muy común entre los varones de aquel país y siguió preguntándole más cosas.
—Bueno, por lo menos ayuda a su hermana, eso es señal de ser un caballero con las chicas —admitió la joven argentina.
—Sí, es lo que parece también, esta noche voy a salir con él, quiere que nos encontremos en un bar para charlar mejor.
—Suena bien, me alegro mucho por vos, amiga.
—Gracias, Espi. Ya cuando te den la autorización, porque estoy más que segura que te la darán, podremos salir juntas y vas a conocer a Christian y obviamente, a quien te interesa, a Sinclair —dijo con entusiasmo—, ay, qué lindo, estoy contenta desde ahora y todavía no llegaste —sonrió con alegría—, te dejo que sonó la alarma del celular y sé que tengo que volver al trabajo, nos hablamos, hermosa, besitos —le respondió tirándoselos al aire a través de la pantalla.
—Nos vemos, besotes, Margi —le acotó haciendo lo mismo que su mejor amiga mientras ambas se sonreían—. Mil gracias por el regalo.
—Un gusto, amiga.
Con una sonrisa se desconectó y Esperanza regresó a tomar mates y a ver los puestos de trabajo en las panaderías que pedían empleados con experiencia. Estaba tan entusiasmada por aquella solicitud que le había hecho Margarita que no podía concentrarse para buscar trabajo. Sonrió a solas y se le llenaron los ojos de lágrimas cuando se dio cuenta que estaba a uno o dos pasos de poder viajar a ver a sus personas favoritas.
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