🍈Parte 2
Para el momento del postre, compartieron una porción de la tarta banoffee mientras continuaban charlando seriamente, incluso Esperanza le comentó a él sobre el viaje de su amiga que sería pronto.
—¿Cómo te sientes respecto a eso?
—Bien, la voy a extrañar, pero me alegro mucho por ella, se lo merece.
—¿Estarás bien sola en el chalé? Sabes que puedes quedarte en el departamento si quieres, es amplio y hay un cuarto de huéspedes.
—Sí, no tengo problemas, no sería la primera vez que me quedo sola.
—De acuerdo, pero ya tienes mi número y si quieres, nos podemos ver también.
—Está bien —asintió con la cabeza.
—¿Tu padre o César volvieron a molestarte?
—Ninguno de los dos.
—Eso es bueno. ¿Y piensas ir a verlo?
—No lo sé todavía, pasaron muchas cosas como para decidir ir a verlo en estos días. Entiendo que es mi papá, pero se portó mal conmigo.
—Comprendo, ¿tienes pensado hacer algo sobre lo que te gusta?
—Me gustaría, pero no tengo plata para poder estudiar en un instituto de pastelería. Antes que eso tengo que encontrar un trabajo.
—No siempre los grandes pasteleros salieron de una escuela.
—Bueno, es verdad, pero son escasos los que empezaron a ganar plata de lo que les gustaba, otros tuvieron que quemarse las pestañas para ser alguien.
—Sí, supongo que en todos los ambientes pasa eso —rio por lo bajo—. Me gustaría probar algo de lo que haces, no solo las galletas, tartas o pasteles, por ejemplo.
—Lo tendré en cuenta para invitarte a probar algo así.
Cuando terminaron la porción de tarta y él pagó la comida dejando una buena propina sobre la mesa, salieron del restaurante y caminaron de regreso por el mismo lugar en donde se habían encontrado.
Caminaron unas cuadras más para acercarse al lugar donde la habían citado a Marga y esperaron por ella mientras seguían conversando. La joven mujer aligeró los pasos cuando los vio.
—Perdón, ¿hace mucho que me están esperando?
—No, tranquila —le dijo su amiga—. ¿Cómo te fue?
—Bien, ya tengo todo listo, ¿cómo la pasaron ustedes?
—Muy bien —replicó él—. Me comentó Esperanza que viajas por trabajo.
—Sí, la empresa donde trabajo me quiere en Estados Unidos, así que el lunes que viene tengo que presentarme allá.
—¿El lunes que viene? —preguntó sorprendida Esperanza—. Pensé que era dentro de diez días.
—Y yo también pensé lo mismo, porque eso me habían dicho, pero me olvidé de decirte que me quieren el lunes que viene. Me avisaron antes de ayer sobre el cambio del viaje.
—Ya que el lunes que viene te vas, tengo una idea. ¿Por qué no vienen el sábado al club? Les daré pases exclusivos para las tres.
—Yo preferiría quedarme a descansar.
—Ay, dale, Esperanza, no seas así —se quejó con resignación—, una salida al boliche no te hará mal, la sutura y el golpe los podemos camuflar con base de maquillaje y listo.
Esperanza se lo pensó una vez más y aceptó ir también, sobre todo por lo que Sinclair le había dicho antes sobre la seguridad que tenían sus clubes nocturnos.
—Perfecto, las espero a las tres a las siete y media de la tarde, el guardaespaldas estará en la puerta para esperarlas y dejarlas pasar. No hay nadie en ese horario y no creo que les vendría mal disfrutar del lugar desde ese horario —les sonrió a las dos y la joven argentina creyó sentirse atraía como un imán por él.
—Buenísimo —se alegró Marga—, nos vemos el sábado entonces, hasta pronto y muchas gracias, Sinclair —le dio un beso en la mejilla y luego lo saludó Esperanza.
—Hasta el sábado —les respondió y miró a su interés amoroso—, te estaré enviando mensajes.
—Está bien, hasta luego.
Las dos entrelazaron los brazos y caminaron de vuelta a donde dejaron el auto, él por su parte regresó al pent-house.
—Me sentí bastante nerviosa en el almuerzo y ahora.
—Es muy normal porque te gusta, Espi y es lindo que te sientas así.
—Pero ¿crees que está bien que tenga una amistad con posibilidad de algo más con él? A veces no me valoro y siento que no soy digna de que un hombre como Sinclair me dé bola.
—Pensás eso porque siempre tu papá te hizo creer cosas que nunca fueron ciertas —admitió con honestidad—. Sos fantástica y carismática, buena persona y cariñosa, a veces sos divertida cuando no ponés caras agrias —se rio—, sos linda para mí, Espi y un hombre no siempre se fija en el aspecto físico de una mujer cuando le gusta.
—Capaz que tenés razón, no sé, pero tampoco puedo negar que me gusta cuando estoy con él, me gusta su aspecto físico y la manera de tratarme porque no parece forzado.
—Ese hombre desde que te regaló el cóctel y la comida que está interesado en vos, y nunca le fue un esfuerzo hacerlo. Si era otro, ni siquiera te dirigía la palabra y Sinclair es lo que estabas necesitando, Esperanza, te lo aseguro.
—Supongo que sí, no lo sé la verdad, reconozco que tengo todavía un poco de miedo cuando nos quedamos solos, pero trato de disimularlo, aunque él se dé cuenta.
—Solo es cuestión de que se vean más y compartan momentos juntos, nadie los apura, pueden conocerse muy bien, aunque mi intuición me dice que ese hombre quiere partirte la boca en cualquier momento —se carcajeó y ella se puso toda colorada riéndose por lo bajo—. Cambiando de tema, decime, ¿qué vas a ponerte el sábado? Tenemos que salir de compras, no podés ir con pantalones.
—¿Por qué no?
—Porque los vestidos apretados te quedan mejor para lucir ese culo panadero que tenés —rio de nuevo—. Ya tengo pensado lo que te vas a poner.
—¿Qué?
—Un vestido rojo pasión. Si con el verde le llamaste la atención, con el rojo lo vas a prender fuego —estalló de risas y Esperanza no pudo evitar reírse a carcajadas también.
Entre risas se metieron al auto y ambas regresaron al chalé.
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