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Nuevamente despertaba en el silencio de su hogar. La rutina comenzaba otra vez, lo de siempre, su pequeña y sencilla vida. Lastima que esto pronto acabaría.

Hoy Mikeru tenía la casa sola para cuando llegara de clases, puesto que Kou y Shia habían ido a un cumpleaños de un compañero junto a sus padres y Yuko aprovecharia para quedarse en casa de algúna amiga.

La rara soledad no le molestaba, pero si le aburría. La grande sala hacía que se sintiera incluso mas solitario. Y después de minutos pasando canales sin interés solo apagó el televisor. Observó el reloj con esperanzas, bufando al notar que faltaba un montón para que llegara alguien o que fuera horario decente para irse a dormir.

Conversó un rato con sus amigos quienes para su desgracia también estaban ocupados y no podían venir. Parecía que hoy las cosas no estaban a su favor, y para alguien acostumbrado a su suerte aquello le resultaba algo frustrante.

Pero trató de no desanimarse, aún podía salir a caminar, era un día hermoso aún y no tenía porqué desperdiciarlo, pero antes preparó algo rápido de comer, así evitaría que el hambre inrrumpiera en medio de su paseo.

Con firmeza se dirigió a la puerta, con ropa mas cómoda y sus zapatos puestos partió hacía donde sus pies le guiaran.

Y sin casi notarlo, terminó alejandose del ruido de la ciudad y deteniendose frente a la entrada del bosque.

Era un lugar común para visitantes, tanto para turistas como para simplemente pasar el rato, ya que contaba con una llanura bastante hermosa en su interior. Pero desde hacía un par de semanas que se encontraba deshabilitado por algún accidente que ocurrió en el. Aún no le quedaba claro que había pasado exactamente, ya que las autoridades se habían esforzado en decir lo mínimo posible respecto al tema, por lo que asumió que simplemente no sabían.

Estuvo a un paso de darse la vuelta e irse, pero tenía una sensación extraña, se sentía atraído por el bosque, como si le rogara que entrase a verlo, quizá se sentía solo.

Golpeó su cabeza con su mano llamándose a si mismo "tonto" por pensar aquello, pero la necesidad de adentrarse en el mismo era tanta que no logró aguantar, y esperando lo mejor se perdió entre los árboles.


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Después de cerca de media hora caminando el joven comenzaba a dudar de sus decisiones, su instinto se encontraba dividido, por un lado alertaba de peligro, de que algo andaba mal, y que ese algo no debería estar allí. Pero por otro lado le incitaba a seguir ese camino guiado por intuición. Sus pies se movían por su cuenta guiándolo entre zonas del bosque que no había visitado antes, y aquello le preocupaba, ¿En que momento se perdió tanto en sus pensamientos que terminó metiendose a lugares no admitidos para visita del bosque?

En ese momento supo que era momento de detenerse y regresar sus pasos, en el momento en el que oyó la maleza crujir ante el movimiento de algo que no era él.

Ahora con todos sus sentidos de nuevo activos notó la falta de luz a comparación de cuando entró, aunque estaba inseguro de si se trataba de el oscurecer del día o lo tupidos que eran los arboles en aquella zona.

Su piel se erizó mientras notaba lo frío y húmedo que estaba el ambiente. En cuanto se giró para volver al comienzo volvió a escuchar movimiento esta vez mayor y mas cerca, mas especificamente frente a él.

De entre los arbustos comenzó a salir una especie de oso extraño, su tamaño era descomunal, sus ojos rojos como el fuego. Su pelaje completamente negro, abundante, desordenado y sucio, su cuerpo aun así dejaba notar varias cicatrices. Sus grandes patas con largas garras azotaban con fuerza el piso a cada paso que daba más cerca de Mikeru.

El humano, tembloroso, no sabía como reaccionar, tenía a un verdadero monstruo frente a él que podía desgarrarlo en tan solo un segundo, ademas de eso estaba en alguna parte perdida del bosque, nadie escucharía sus pedidos de ayuda, por lo que intentarlo era suicido. No podía luchar y asumía que la bestia correría demasiado para el, pero esa era la única alternativa que veía, correr.

Y eso es lo que hizo. El joven pelinegro hecho a correr con todas sus fuerzas, agradecía ser rápido, viendo esto como su única oportunidad de vivir. Pero, no sabía a donde iba, solo estaba huyendo mientras trataba de controlar su respiración y la desesperación que se quería hacer presenta a cada paso, bufido o gruñido que escuchaba a sus espaldas, mientras cada vez la distancia se acortaba más.

Con algo de suerte logró despistar al oso por un par de minutos y con la vista ya borrosa pudo ver lo que parecía ser una antigua cabaña, pequeña y desgastada con un pozo a su lado.

Con las pocas fuerzas que aún le quedaban aceleró el paso para llegar a la cabaña antes que el oso lo alcanzara a el. Forcejeó la puerta varias veces sin resultado alguno, y podía escuchar los pasos acercarse otra vez, entre la desesperación solo podía retroceder pensando que hacer. Su cuerpo chocó con el borde del pozo, y allí pudo ver como este parecía reflejar un cielo distinto. Especialmente notando que su reflejo no se encontraba allí.

Oyó un fuerte gruñido resonar entre los arboles y con el temor a flor de piel sin pensárselo bien se lanzó dentro del pozo, cerrando sus ojos y cubriendo su nariz.

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