Un día en mi país.
Estoy en clases de anatomía humana intentando hacer un dibujo lo más semejante posible al sistema circulatorio. El profesor está explicando algo más cuando un miembro del centro de estudiantes de mi facultad (medicina) abre la puerta de golpe.
—Profesor, necesito que salgan todos por las buenas o por las malas. Espero que colaboren.
Mi sangre se congela de inmediato. Sé lo que está por ocurrir (si no es que ya está sucediendo).
Les explico, en esta universidad y en algunas otras más, se maneja una especie de mafia entre los estudiantes, ellos son peligrosos, sí, pero protegen la universidad y a sus miembros de alguna forma, la mayoría de ellos portan armas. Y éste muchacho que acaba de ingresar está haciendo precisamente eso, protegernos.
Intuyo que comenzó alguna "guarimba" que es una especie de protesta que no son precisamente pacíficas, y son organizadas en su mayoría, por estudiantes.
Ninguno de nosotros se atreve siquiera a rechistar, sabemos lo que está en juego.
Todos salimos y nos encontramos con una escena que ya hemos visto antes. Hay protestas, se escuchan disparos, piedras en el aire, y una bomba lacrimógena cae cerca de nosotros.
No reacciono y eso no es nada bueno.
Uno de mis compañeros patea la bomba lejos de mí y me toma de la mano para que reaccione y empiece a correr.
—Mi amor, movete que la vaina se puso fea.
Me guía por pasillos que ni siquiera conocía, hasta las afueras de la universidad, pasamos por un agujero que hay en la cerca. Él me toma por los hombros para que lo mire.
—Escuchame bien, vais a correr y no miréis pa' trás, la policía y la guardia nacional tienen rodeada la universidad, los de ingeniería están haciendo bombas en el laboratorio para seguir con esto. Esto parece que se va a poner peor, corré.
Asiento. Estoy asustada y la adrenalina está inyectando mi sistema.
Hago lo que me dice y corro como si mi vida dependiera de ello «y quizá lo hace».
Cuando voy pasando por el frente «puesto que no hay más alternativa», veo a la policía. Ellos no pueden entrar a la universidad debido a su autonomía, a menos que estén desarmados. Pero aún así no paran de lanzar bombas y perdigones desde el exterior.
Algo golpea fuertemente en mi seno derecho, supongo que es una piedra, pero en estos momentos no duele.
Todo ocurre muy rápido, puedo ver más piedras que pasan muy cerca de mi, e incluso algunas balas lo hacen. Pero de repente todo se vuelve cámara lenta; veo a un guardia golpeando a una chica de máximo diesiseis años, alguien intenta liberarla, y ese alguien es quien me ayudó a salir, en un momento reconozco a la chica, es su hermana.
El uniformado la libera y otro más se acerca; empiezan a golpearlo, intenta defenderse pero son dos contra uno.
Me detengo.
Debo ayudarlo aunque no sea mucho lo que pueda hacer, esos hombres me superan en fuerza, estatura, y además en armas, pero no importa lo que me haya dicho. Mis pies se mueven hacia él.
—¡Déjenlo! —grito a todo pulmón.
Otro estudiante vestido de negro, se acerca y lo ayuda. Los guardias se alejan cuando otros más se unen.
—¿Estay loca? La podían haber agarra'o con vos.
—¿Y qué querías que hiciera?
Me ignora.
—Chamo corré y llevate a la chama de aquí, me acerqué fue por ella ¡sacála! ¡llevatela ya! —le grita el primero que lo ayudó.
Toma mi mano de nuevo y empieza a correr conmigo detrás, buscamos con la mirada a su hermana hasta que la logramos divisar. Ambos tienen sangre en el rostro.
Tengo miedo, angustia, y unas ganas inmensas de romper a llorar.
Cuando estamos a dos cuadras más allá, veo a varios de mis compañeros correr con los niños de los preescolares de la zona en brazos, embarazadas, y personas mayores. Las calles están cerradas. Están quemando todo.
Algunos se los están llevando en ambulancias. Otros se refugian en edificios cercanos, que son en su mayoría conjuntos residenciales y farmacias, ya que lo demás está cerrado, concesionarios, supermercados, etc.
Me detengo de nuevo al ver a una niña de unos diez años, lleva uniforme escolar y está sola. Un brigadista le toma la mano, y la lleva a una farmacia que está justo al frente, el vigilante de ese lugar al verla abre la puerta con precaución, deja entrar a la pequeña y vuelve a resguardarse.
Tengo un nudo en mi garganta.
Hay personas ahí, luchando por el país. Mi país. Y yo estoy huyendo, hay jóvenes sosteniendo una bandera tricolor de cabeza. Hay carteles que dicen "S.O.S". Pero ¡Dios! ¡Los niños! no se detienen ni siquiera por ellos.
Lágrimas empiezan a correr por mi rostro, no las puedo contener más, me duele ver en lo que mi país se está convirtiendo. Tengo ira, dolor e impotencia.
Mi amigo sigue corriendo con su hermana, pero yo decido ayudar, no puedo quedarme de brazos cruzados viendo como sucede todo y tampoco quiero huir.
Elegí la medicina porque es lo que amo, y ayudar es lo que más deseo. Mi vocación es ésta, y no me puedo quedar sin hacer nada cuando tengo la oportunidad de hacer algo.
Me dirijo hacia el grupo para brindar apoyo como brigadista de primeros auxilios. No tengo máscara anti-gas así que me quito la parte de arriba de mi uniforme médico y me quedo con la franelilla que acostumbro a usar debajo; con ella cubro parte de mi rostro. El golpe en mi seno empieza a doler, pero lo ignoro lo mejor que puedo. Recojo muy bien mi cabello en un moño.
Hay una madre con dos niños en brazos que intenta correr entre la marcha opositora. Está llorando, y no es para menos el más pequeño es el más afectado con las bombas.
—Mija, mi niño —solloza.
Todos comienzan a gritar al unísono,
《Libertad libertad...》una y otra vez.
Me acerqué mucho al frente. De mi bolso saco un pañuelo y un pequeño frasco de anti-ácido estomacal para contrarrestar el efecto de las bombas, cubro la nariz y boca del niño que llevo en brazos, el gas lacrimógeno de hace un momento ya me ha hecho lagrimear, y el ardor es muy fuerte.
El niño no para de llorar.
—Duele mucho. Me duelen mis ojitos —dice entre gritos y sollozos.
Lloro con él, su rostro está hinchado. Y está presentando asfixia.
—Mi amor no te toques la carita, ya te vamos a ayudar, mami ya viene —Intento calmarlo con voz ahogada.
Otra es disparada justo a mi lado, corro a llevar al niño a un lugar más "seguro".
—No tengo pa' agradecerte.
—No se preocupe señora, vaya con los demás brigadistas, ellos la van a ayudar.
—Dios te bendiga hija, cuidate mucho. Esos desgracia'os no se detienen por nada.
—Amén, así lo haré.
Y regreso para continuar, realmente estoy exhausta de tanto correr, pero debo ayudar.
Veo como un guardia lanza otra bomba al lado de un niño y casi lo golpea, voy a acercarme pero otro compañero lo toma de la mano y lo aparta, tengo rabia, mucha rabia, y a la vez un nudo en mi garganta que no cesa.
No puedo creer lo que hacen estos monstruos, son unos malditos desgraciados.
Veo como se llevan presos a algunos. E incluso logro ver a un guardia entre ellos, quizá por haber ayudado a alguien, oponerse a atacar o por apoyar la protesta, no lo sé, pero es lo que intuyo.
Voy a ayudar a una madre con su hijo en brazos pero quedo demasiado cerca de la guardia. Van a golpearla, sin pensarlo me pongo en medio. Un golpe en mi mandíbula, y un sabor metálico en mi boca.
Otro golpe, esta vez en la pierna.
Le grito a la mujer que corra.
Las lágrimas comienzan a correr a causa del dolor, el gas y la ira.
Veo que trae un arma, pero está disfrutando esto. Hasta que siento un dolor en mi estómago. Seguido de otro, y otros más. Siento frío y a la vez el calor de mi sangre recorriendo mi vientre.
Intento cubrirme pero me tiene agarrada por el cabello, es hombre y tiene mucha más fuerza que yo.
Lloro, no puedo hacer mas que llorar y suplicar. Me duele todo, veo mi sangre, examino mis heridas y soy consciente que son graves.
Mi vista se enfoca detrás de él.
Un rostro que aunque llevo mucho tiempo sin ver, lo reconozco inmediatamente.
Mi primo, Gabriel.
Y está uniformado.
Me observa.
Sonrío con agonía, y parece reconocerme pues abre mucho los ojos, pero al parecer mi sonrisa ofendió al guardia porque otras dos balas se instalan en mi pecho.
—¡NOOO! —Escucho su grito; solo eso, el bullicio desapareció de un momento a otro.
Veo como corre hacia mí.
—Gabriel —susurro.
Mi cuerpo empieza a sentirse débil y no me puedo sostener.
Ya nada cubre mi cara y las bombas hacen su efecto.
Me estoy ahogando.
El guardia mira hacia atrás, Gabriel lo empuja para que me libere. Y luego me toma en brazos cuando es consciente de mi debilidad.
—No, por favor, por favor, Enmary aguantá, mi niña por favor aguantá.
Niego con la cabeza. Y con mi último aliento susurro "Libertad".
Cierro mis ojos al ver a más brigadistas acercarse. Y mi cuerpo ensangrentado deja de doler.
Puedo observar todo desde otro ángulo, comparto el punto de vista de los que miran la escena.
Un guardia nacional bolivariano, el que representa la represión del país y una dictadura. Llorando con una protestante en brazos, suplicándole que viva. La sangre de ella (mi sangre) manchando su uniforme; es la misma que corre por sus venas.
Yo soy su familia, llora y grita, creo que parece al fin comprender lo que sienten los familiares de aquellos jóvenes que él atacó brutalmente hasta quizá, llevarlos a la muerte.
Puedo ver el arrepentimiento en su rostro.
Y no es para menos, soy su prima con la que jugaba de pequeño, compartimos tantas travesuras y momentos juntos.
Y ahora mi cuerpo se encuentra inerte en sus brazos.
No puedo evitar pensar en las personas que amo.
Mis padres, quienes sé que sufrirán por mi muerte.
Mis amigos, aquellos con los que tanto compartí.
Mi primo, quién ahora está dolido y se siente culpable.
Mis hermanos, ellos que me apoyaron incondicionalmente.
Mis demás familiares, quienes siempre estuvieron para mí.
Yo quería ser su orgullo, la primera doctora en la familia, tenía sueños y metas. Quería enamorarme, quería tener hijos. Pero a mis veinte años no me dio tiempo.
Si tan sólo pudiera decirles que los amo y que siempre lo haré, y que no se preocupen por mí, porque estoy muriendo por mi querida Venezuela, estoy muriendo por la libertad, estoy muriendo por ellos, porque mis hermanos menores puedan tener un futuro mejor; no quiero esto para ellos.
Y conmigo mueren más, somos la sangre derramada para obtener algo mejor. Sé que mi muerte no será en vano, ni las de los que han muerto hoy.
Si hoy no regresamos a casa, es porque morimos por Venezuela.
Fuimos los valientes que quisimos ayudar.
Somos la juventud que representa el futuro. Aunque ya no estemos físicamente.
Y pensar que mi mañana había empezado con un: "hoy no quiero ir a la universidad".
Somos un mismo pueblo, todos llevamos la misma sangre, todos somos hermanos y justo cuando necesitamos estar más unidos nos estamos matando, unos por justos y otros por pecadores.
¿Cuál es mi país?
Venezuela.
Y queremos libertad.
S.O.S Venezuela.
-Una estudiante de la Universidad del Zulia.
(L.U.Z)
"Justo lo que necesita Venezuela, luz".
Número de palabras: 1942.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top