XIV: Un inocente corazón
El dios Kronos, personificado en el cuerpo del joven Calix observaba desde los cielos la batalla que se desataría, no había nada más satisfactorio que ver destruido a la persona que fue la causante de su infelicidad y a su alrededor estaban todas las personas responsables de su cruel destino, todos siendo espectadores, pero que de igual manera los destruiría poco a poco.
En su lista primero estaba Milo, quien lo odiaba desde que tenía uso de razón, segundo también estaba Camus, uno de sus padres, pero que jamás se interesó en cuidarlo ni mucho menos en amarlo, también Saga, quien si lo amo, pero al final decidió morir por su diosa que protegerlo y finalmente estaba los dos dioses que condenaron su existencia, Hades y Athena. Ambos solo buscaban usarlo y fue fácil destruirlos en su tiempo y en el presente no sería una excepción.
Ahora que tenía el poder de hundirlos no dudaría en usarlo.
—En sus manos está la vida de su amado Camus... Hagan lo que les digo y le perdonaré la vida.— Dijo con una amplia sonrisa el dios.
El escorpión más joven trago un poco de saliva antes de empezar esa batalla. Se sentía fatal ser el juguete de un dios. Dió una última mirada a su novio, quien aún seguía apresado por su sombra pero estaba seguro, al menos eso quería pensar antes de ceder a los deseos del dios.
—No te perdonaré el hecho que lastimaras a Calix, era solo un niño...— Dijo con molestia el escorpión menor, se movió rápidamente y fue el primero atacar con sus puños. Aunque fue detenido por el mayor. Quien también lo miraba con molestia.
—Su muerte iba a ser rápida, pero Kronos se adelantó. No queda nada de mi tiempo Milo... Ese mocoso mato a Athena y Hades, toda la tierra se volvió una completa oscuridad.— Está vez el mayor se dió cuenta que lo había perdido todo, la poca vida en la tierra había sido destruida por completa y de no ser por sus propios enemigos no habria podido seguir a Calix hasta el presente.— ¡Era su destino!
—¡Un destino que pudiste evitarlo!—
Ambos comenzaron un enfrentamiento de muerte, atacaban sincronizadamente y con los mismos ataques, era difícil derrotarse así mismo porque era como si leyeran el próximo ataque del otro. Después de todo eran un solo ser a pesar de pertenecer a distintos tiempos.
La única diferencia era que el escorpión joven tenía una ventaja sobre su yo mayor, puesto que Cálix le prestó parte de su cosmos para incrementar su fuerza y eso se vio reflejado a medida que la batalla avanzaba, el escorpión mayor de por si ya estaba herido por causa de Cálix.
Mientras se enfrentaba a su versión joven, se preguntó algo importante; ¿Realmente había hecho mal?
En aquella cueva, a la diosa le costaba respirar, lastimosamente uno de los espectros la había lastimado de gravedad y su tiempo estaba contado.
Milo estaba desesperado por salvarla, sin embargo, no tenía los medios suficientes para ayudarla y utilizar su cosmos era arriesgado. Así que dió vueltas en el mismo lugar, no muy lejos de donde estaba, había dejado al menor encadenado, ya no lloraba ni gritaba, lo que le hizo suponer que también estaba agonizando.
Cerro sus ojos con fuerza y aunque buscará otra solución, no la había.
El escorpión más joven no habia llegado, Athena moriría si no hacía nada y el era el único de sus caballeros que quedaba. Pensando en todo eso abrió sus ojos, teniendo un destello letal en ellos, no tenía tiempo para esperar al otro caballero y al ver que su diosa agonizaba tomo una decisión final. Busco en la cueva un cofre, al encontrarlo en un rincón del lugar lo abrió y en ella estaba la sagrada daga, la que alguna vez fue utilizada para matar a su diosa. La tomo y se acercó con ella a su diosa y le hizo un pequeño corte en el brazo derecho, no muy profundo, pero si lo necesario para tener unas gotas de su sagrada sangre, una vez que la daga se tiñó de la sangre de la diosa, fue que se dirigió hacia el menor, quien apenas podía abrir sus ojitos. Lo volteo y verlo dudo por unos segundos, ese pequeño era la viva imagen de su fallecido amor, no importa cuánto lo odiara, cuando lo veía, veía a Camus.
El pequeño solo derramó unas cuántas lágrimas, pensando que era su fin.
Pero el tiempo se agotaba... Milo susurró un corto"lo siento" y se dispuso a clavar aquella daga en el pecho del menor, pero al momento de hacerlo un poderoso cosmos resurgió del menor, empujando a Milo contra las rocas de aquella cueva.
—Maldicion... Que...— El mayor se quedó con las palabras en la boca, el cosmo que lo empujó no pertenecía a Hades ni sus espectros sino que pertenecía a otro ser maligno.—¡Calix!
Milo inmediatamente se puso de pie, pues no dejaría que el menor cayera en otras manos que no fueran las suyas, ese niño era su última esperanza.
Sin embargo el cosmos maligno envolvió todo el cuerpo del menor y lo llevo a otro lugar, esto ante la visita de Milo.
—Mierda...— Milo estaba por salir a buscar al ente que se llevó al niño, pero se detuvo cuando piso un charco de sangre, al darse cuenta de lo ocurrido siguió el rastro de sangre hasta que se dió cuenta que esa sangre pertenecia a su diosa. Su cuerpo tembló, corrió a ver a su diosa a ver si la podía salvar, pero al tocarla y sacudirla concluyó que estaba muerta.—¡No! Athena... No puede hacerme esto... ¡No ahora! Despierta porfavor... Te lo suplico.
Lo último suplico con dolor mientras abrazaba el cuerpo de la joven, así como Calix era su esperanza, también lo era Athena.
En un lugar más alejado de esa cueva reapareció Calix, su cuerpo ya no le dolía y es como si ese cosmos que lo salvó le devolviera la energía. Las cadenas que tenía se rompieron fácilmente y estaba libre, al menos eso pensaba.
—Tu... Me salvaste.— Dijo al ver a la sombra que tenía frente a el, ese ente maligno solo asintió y lo rodeo como si se tratara de un pequeño cachorro. El pequeño solo rio con dulzura, pues a sus ojos lo peor ya había pasado y esa sombra lo había salvado.
Pronto se percató del lugar en el que estaban y miro a su alrededor. Todo era un pequeño valle verde y a lo lejos vio un templo similar al lugar en el que antes vivía.
La sombra corrió en dirección y el pequeño hizo lo mismo, lo siguió. Tal vez por curiosidad o simplemente se sentía seguro cerca de aquella sombra por lo que fue detrás de el hasta entrar a ese templo que era más hermoso por dentro, sus pilares de oro y gemas colgantes en el techo.
No vio a la sombra por ningún lado, así que camino hasta el fondo del templo, dónde lo único que podía ver era un espejo gigante, como si fuera una pared más y ahí estaba, su reflejo ante el. Tocó el espejo juntando su mano con su reflejo que al final termino por hablar aún cuando el pequeño no movió su boca.
—El caballero de escorpio llegara pronto y yo no podré salvarte otra vez, mi poder es insignificante si no tengo un recipiente... Déjame tomarte y te ayudaré en lo que más desees.—
—Pero... ¿Que pasará conmigo?— Preguntó en un tono tierno, agachando su cabeza y jugando con los dedos de sus manos.
—¡Seras poderoso! Nadie nisiquiera un dios podrá contra ti...—
—Yo no quiero eso... Yo quiero a mi papá.—
Pronto aquella sombra que tomo la forma de Cálix para convencerlo comprendió que trataba con un recipiente que era demasiado joven, pero era el único compatible para almacenar su gran poder, pues el cosmos dentro del pequeño era igual al suyo. Era su destino ser uno solo.
Fue así que el espejo volvió a hablar y tomo la forma de Saga.
—Si tienes más poder, podrás regresar en el tiempo y yo podré estar contigo. Volveremos a estar juntos mi pequeño Calix.— El reflejo de Saga extendió sus brazos, el pequeño al verlo derramó unas cuántas lágrimas y quiso abrazarlo, pero el espejo se lo impedía.
—¡Papá!— El menor al ver que no podía tocar a su padre golpeó el espejo tantas veces como podía.
—Calix... Acepta ser el recipiente de Kronos... solo así estaremos juntos. Mi pequeño.—
—¡Kronos! ¡Acepto! ¡Porfavor libera a mi papá! ¡Seré tu recipiente!— Dijo en su desesperación el menor, nisiquiera entendía el concepto de ser recipiente. Pero aún así aceptaba el trato del dios.
El reflejo de Saga sonrió de manera siniestra y fue en un abrir y cerrar de ojos que el espejo se rompió, la sombra volvió a tomar su forma oscura, solo que está vez se adentro en el pequeño Calix. El alma del menor se consumió por la oscuridad, el cosmo de inmenso poder rodeo cada parte de su ser y perdió su forma infantil, traformandose en un ser de extraídinaria belleza juvenil.
Cayó al suelo luego de aquello, y apenas pudo ponerse de pie.
—El poder de Kronos... Es inmenso.— Murmuró al ver sus manos y pronto descubrió que a su alrededor habían miles de sombras, cada una con un cosmos diferente. Y todas ellas se arrodillaron ante el nuevo dios.—Vayan tras Hades y sus espectros, no dejen a nadie del enemigo con vida.
Ordenó con voz suave y dulce. Inmediatamente las sombras se esparcieron en diferentes direcciones al escuchar la orden de su dios.
—Maldita sea... Ni Hades ni Athena eran de los que me debía preocupar, sino todo este tiempo debí preocuparme de ti... Cálix, ¿Resultaste ser Kronos?— Esa peculiar voz resonó en todo el templo, Cálix inmediatamente lo reconoció.
—No eres bienvenido a mi templo caballero... Largo de aquí — Dijo el dios alejándose del lugar, pero una aguja Antares que pasó a su lado detuvo su andar.— Estaba dispuesto a perdonar tu miserable vida aún después de que trataste de matarme...pero veo que no te rindes.
El responsable del ataque resultó ser su verdugo, quien tuvo que seguir el cosmos que desato el dios para encontrar al menor, pero se encontró con una gran sorpresa al verlo poseído por el dios del tiempo.
—¡No déjare que te vayas! Necesito a Calix devuelta... ¡Necesito eliminar a Hades!—Gritó con molestia el escorpión. El joven simplemente sonrió.
—De eso no te preocupes... Pronto Hades y sus espectros caerán.—La sonrisa maliciosa del dios le dió un escalofrío a Milo, no entendía cuál era el objetivo de Cálix o mejor dicho de Kronos.
—Pero tu... ¿Que ganarás con todo esto?—
—El poder absoluto, el universo estará a mis pies y cada dios se arrodillara ante mi... Aunque no estarás vivo para ver el futuro que crearé.— Basto con alzar su mano para que el resto de sombras fueran tras Milo, hiriendolo desde diferentes direcciones. Mientras que trataba de defenderse, Calix ya había abierto un portal con el movimiento de sus dedos y se adentro en el.
Milo pensó que sería su fin, al final realmente hasta perdería su vida.
Sin embargo, recibió la ayuda de la persona que menos espero... Pandora.
Con su ayuda pudo salvarse, aunque no podía confiar en el enemigo, Pandora le dió más de un motivo para confiar en ella. Pues su dios había muerto frente a sus ojos y escapó apenas pudo de esas sombras, es por eso que a ella también le convenía que alguien cambiará el pasado. Así que por primera vez en años, ambos unieron sus fuerzas y Milo siguió al dios.
Debía evitar el futuro que les había tocado.
Al recordar todo ello se vio envuelto en una pelea, una pelea que al parecer no tenía fin, pelear consigo mismo era saber lo que se vendría, como esquivar o que ataque seguiría, el mismo se consideraba predicible, la única diferencia entre ambos era que el escorpión menor tenía parte del cosmos de Cálix y el escorpión mayor tenía en su poder no solo la sangre de Athena sino que el cosmos de Pandora.
Todo ello ocurría ante la mirada de satisfacción del dios y la preocupación de todos. Más que todo el de Camus, no entendía lo que pasaba, pero de lo que su estaba seguro era que su novio estaba en peligro.
—Milo....— Murmuró con dolor, mirando como se desarrollaba la pelea. Pronto observo como en ese mismo momento desaparecía, se asustó al ver aquello y el que se percató de aquella situación fue Saga.
—¡Camus!— Una vez más el gemelo mayor intento soltarse del agarre de la sombras, logrando está vez quitarselas de encima para tratar de evitar que Camus desapareciera, pero fue en un segundo que al abrazarlo ya no estaba cerca de él.
Un grito de dolor hizo que levantará la mirada, y lo que vieron sus ojos lo dejo impactado. Camus había quedado medio de la pelea de ambos caballeros, Antares había atravesado su corazón dos veces, lo único que pudo ver luego de eso fue como el escorpión mayor abrazaba al francés mientras que el escorpión menor se quedaba inmóvil ante lo que pasaba frente a el. No imagino lo que pasaría por lo que sus labios temblaron al ver aquello.
El escorpión mayor lo que hizo rápidamente fue sostener el cuerpo de Camus y lo abrazo. Las palabras no podían salir de su boca, pero las lágrimas sobraban en su rostro.
—No imagi-no el dolor de...tu co...razón...— Murmuró con dolor en sus últimos segundos de su vida el caballero de Acuario y con sus últimas fuerzas acarició la mejilla del mayor.—Esos ojos tris-tes... Eres Aelios...¿verdad?
—Camus...— El mayor apenas pudo pronunciar su nombre cuando el cuerpo de su amado desapareció entre polvos de estrellas y lo único que quedaba grabado en sus ojos fue ver cómo Camus cerraba sus ojos—¡No!
El grito de Milo fue el más desgarrador que pudo haberse escuchado. Perder a Camus dos veces era un dolor al que jamás se acostumbraría y está vez se había prometido protegerlo, pero no pudo cumplir su promesa.
—¿Como se siente perder a la misma persona dos veces?— Dijo el dios apareciendo detrás del escorpión mayor.— y otra vez tu fuiste el causante de su muerte....—
Los ojos del mayor se tornaron de rojo al escuchar esas palabras, se volteo inmediata para confrontar a Calix, pero también bastó solo unos segundos para que el desapareciera en el aire, el poder de Cálix lograba manipular más que el tiempo, era dueño del espacio en el que estaba y de cada molécula que pasaba por ahí. Era por ello que enviar al escorpión mayor a otra línea de tiempo era adecuado para que nadie interrumpirá sus planes.
—Ah... Esto ...— El escorpión menor había quedado en shock al presenciar la muerte de su amado, miro sus manos temblorosas y luego al resto de aire, que aún quedaba restos del cosmos de Camus y de su yo del futuro. Las lágrimas salieron lentamente de ojos al asimilar lo que había pasado.— Camus...
La risa del dios se hizo escuchar en todo el Inframundo, había conseguido destruir a las personas que más odiaba, pronto las ranuras que había abierto en el espacio se llevaría consigo a todo ellos.
—El Olimpo conocerá el poder de un verdadero dios...—
Así como en el Inframundo sufría de aquellas rajaduras temporales, también en el mundo humano el resto de caballeros y humanos presenciaban lo que pronto sería el fin del mundo. No había lugar en el que siquiera ocultarse o poder que hiciera frente a lo que sucedía.
—Y tu mi querido Milo... Te prometo que olvidarás este dolor y juntos gobernaremos a cada ser.—
Continuará...
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