IV: Tras los pasos de Nike
En medio del azul profundo del mar Egeo, se observaba una isla, donde el tiempo parecía detenerse. La brisa suave llevaba el aroma de olivos y lavanda, impregnando el aire de una serenidad mística. La arquitectura griega clásica se fundía con la naturaleza, creando un paisaje idílico. Esa isla era Astipalea, el primer lugar donde posiblemente estaría un fragmento de Nike.
Las calles empedradas, flanqueadas por casas blancas con tejados de tejas rojas, se desplegaban como un laberinto invitador. En las tabernas acogedoras, el bullicio de las conversaciones y el aroma de la cocina tradicional griega se mezclaban con el sonido de las olas. Las mesas con manteles a cuadros, dispuestas en la orilla del mar, parecían flotar sobre el agua, ofreciendo una vista impresionante del horizonte.
El pequeño Aelios era el más sorprendido ante la belleza de la isla que desbordaba vida y eso le encantaba. Sus ojos admiraban cada detalle del lugar y la sonrisa de los lugareños era demasiado contagiante.
Los caballeros bajaron del bote y se dirigieron a las ruidosas calles. Camus observaba un mapa con detenimiento, mientras sostenía el fragmento del báculo, su brillo era tenue, pero en cuanto lo levanto con su mano su brillo se intencifico y un brillo similar apareció dentro del templo que quedaba en el monte de Astipalea.
—Esa es una buena señal.— Comento el francés al ver que había acertado en buscar en esa isla.
Tanto Milo como Aelios estaban dispuestos a ir al templo a conseguir el fragmento. Sin embargo antes de avanzar, los detuvo.
—Ya sabemos dónde está el fragmento, así que primero vamos a comer.— Sugirió el joven francés al ver los diversos restaurantes que había cerca del muelle.
—Vamos por el fragmento y luego a comer.— Dijo Milo como forma de protestar, no negaba que tenía hambre pero tenía la necesidad de primero encontrar el fragmento perdido.
—Eso puede esperar Milo, al menos ya sabemos dónde está, pero no podemos descuidar la alimentación de Aelios, los niños tienen una hora determinada para comer y el desayuno es lo más importante.— Camus se agachó a la altura de Aelios y acomodo sus mechones de cabello detrás de su oreja, mientras que con un pañuelo limpiaba su carita. Hasta ese punto el pequeño solo se sonrojo y se quedó inmóvil.—Vamos, tienes que comer...
El francés le tomo de la mano al menor y se dirigió a uno de los restaurantes, Milo de mala gana los siguió. Ya no deseaba llevarle la contra a su novio a pesar de las molestias que el niño le causaba.
Una vez que los tres llegaron, pidieron un plato ligero, pero Camus pidió para el menor más de un plato, ensalada de frutas, huevos revueltos, jugo, waffles, ensalada verde y un té.
El pequeño miro con asombro lo que tenía frente a el, nunca había visto tanta comida frente a el. Sus ojitos brillaron mientras que de su boquita salía un hilito de saliva, a lo que Camus solo sonrió.
—Adelante come, todo es para ti.— Amablemente Camus le extendió una cuchara llena de fruta y espero que el menor lo probará, a lo cual sin mucho esperar el pequeño lo comió gustoso.
—Estas consintiendolo... Y mucho.— Comentó Milo sin apartar su mirada de su plato, pero en cuánto sus palabras fueron escuchadas por el menor, este lo pateó por debajo de la mesa, golpeándole justo en su rodilla.
—Lo siento me estaba estirando.— Dijo el pequeño aún con la boca llena, Milo solo tuvo que aguantarse las ganas de devolverle el golpe. Ese niño poco a poco lo volvería loco.
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Mientras en el templo que había en Astipalea, no solo el brillo del fragmento estaba presente, sino que una tercera entidad apareció en dicho lugar. Su armadura negra y brillante junto a unas majestuosas alas destacaban en todo ese templo blanco.
Tenía dos acompañantes, que era solo espectros comunes. Insignificantes ante la presencia del impotente juez Minos.
—Mi señor... ¿Está seguro que aquí encontraremos al niño?—
—Muy seguro, es increíble que viniera hasta este tiempo pensando que podría cambiar el pasado.— El juez observo con detalle el lugar, en su tiempo la luz del sol era algo que no se había visto en años. Por lo que estar ahí era desagradable. Pronto algo llamo su atención, al interior del templo donde apareció, algo brillaba con intensidad, entro a averiguar de que se trataba y observo que se trataba de un pedazo de metal, pensó en ignorarlo hasta que sintió un cosmos familiar dentro de ese pedazo. Al tomarlo recién entendió que se trataba de un pedazo del báculo de Athena.— Esto es malo...
—¿Que sucede señor Minos?— Preguntó el espectro que acompañaba al juez.
—¡El niño empezó a cambiar el pasado! ¡Si el báculo de Athena está fragmentado, nuestro señor Hades no podrá tener la victoria!— El cuerpo de Minos temblo tan solo imaginar que su línea de tiempo cambiará. Por siglos habían luchado contra Athena y finalmente habían logrado ganar y gobernar el mundo, pero si ese niño cambiaba las cosas, su victoria también se alejaba.
—¿Que hacemos señor?— Cuestionó el segundo espectro con preocupación, a lo que Minos sin pensarlo mucho tomo el fragmento y lo guardo.— Primero matar al niño y segundo... Recuperar estos fragmentos. Sin Nike, nuestro señor Hades jamás hubiera podido ganar...
—Entendido...—
Los espectros y Minos salieron del lugar, buscarían inmediatamente los fragmentos, hasta que sintieron los cosmos de los caballeros de Athena, específicamente de Camus y Milo. Pero a su lado también estaba el que buscaban por todo el espacio y tiempo.
—El niño está aquí... Distraigan a los caballeros, yo me encargaré de nuestro verdadero enemigo y recuerden no matar a nadie de este tiempo... Sobre todo al caballero de Acuario.— Ordenó con voz firme, los dos espectros inmediatamente salieron del templo y al correr un poco se encontraron con los caballeros de Athena.
Inmediatamente Camus y Milo portaron sus armaduras y se dispusieron a atacar al enemigo, son lograr comprender porque los espectros de Hades estaban en la tierra. Según el acuerdo que su diosa había pactado hace unos meses, nadie del ejército enemigo podía pisar territorios ajenos, y los espectros estaban rompiendo ese tratado. Lo que dejó confundido a ambos.
Sin embargo, fue el menor quien vio con miedo a esos espectros, no pertenecían a la elite de Hades de ese tiempo, pero sus presencias le indicaba que el enemigo de su tiempo estaba cerca.
—¡Camus, Milo tienen que matarlos!— Gritó con desesperación el menor, pero si los caballeros hacían eso, estarían rompiendo un acuerdo entre dioses.
—¡Escondete!— Grito el francés al ver que el pequeño podía correr peligro, sin embargo antes de que Aelios pudiera obedecer, algo lo había golpeado y lanzado contra un árbol.
—¡Por fin te encontré maldito! Nos causaste muchos problemas, pero es aquí donde será tu fin.— Minos no espero que el pequeño se levantará, pues inmediatamente lo tomo y controlo con sus hilos.
Camus dejo herido a unos de los espectros y al ver en problemas al pequeño fue por él.
—¡Minos! ¡Estás rompiendo un pacto de los dioses! Deten...— En cuanto Camus intento defender al menor, le extraño ver al juez. Pues no era como lo recordaba. El juez que tenía frente a el, tenía un parche en su ojo derecho y algunas cicatrices en su rostro, no era tan joven y este juez, tenía un cosmo estremecedor, era como si un cosmos divino provinera de él. Pero era casi imposible tan solo pensar en esa última opción.
—Caballero, temo decirte que yo no soy parte del pacto que establecieron mi señor Hades y tu diosa... En solo unos años ese acuerdo se romperá por culpa de Athena y ese será el fin de este mundo... No pienso atacarte, solo déjame llevarme a este niño.— Minos soltó un aligera risa, mientras que apretaba aún más sus hilos, lo que causa aa que el niño gritara de dolor.
—Tu no eres Minos... Pero eso no importa, ¡Déjalo de una vez!— Sin esperar más Camus defendió al menor al escuchar el grito de Aelios, pero aunque utilizo su ataque más poderoso, Minos solo tuvo que mover su mano para frenar dicho ataque. En otro momento al menos eso lo hubiera herido, no entendía lo que pasaba.
—¡Aguja escarlata!— Milo ataco por atrás, pero como si el juez anticipara tal ataque lo esquivo. sin embargo, esas agujas sirvieron para cortar los hilos que tenían atado al pequeño.
—Que insignificantes son... Ahora entendió porque ganamos está guerra...— Minos volvió a extender sus hilos, dirigiendo su ataque a Milo.—Tu vida realmente es insignificante aquí, así que no importa mucho si te mato...
—¡¡No!!— El pequeño no podía permitir tal acto, así que elevó su cosmo, inmediatamente al sentirlo, Minos dejo a Milo y se concentro en atacar al menor, son embargo el pequeño ya se había lanzado contra el juez. Había sido tan rápido que Camus y Milo no se percataron de lo sucedido, hasta que vieron como ambos deban una pelea digna, el juez golpeaba sin piedad al niño, pero este también se defendía, atacando al juez con las agujas escarlatas y a pesar de no tener armadura su poder era extraordinario.
Los caballeros vieron esa escena y temiendo que las cosas empeoraran se metieron en esa pelea. Milo utilizo su cosmos para restringir los movimientos del juez, aunque sea por unos segundos, mientras que Camus se lanzó sobre Aelios para que dejara de atacar al juez.
—¡Por favor basta! Minos esto es realmente peligroso... ¡Podrías romper la paz entre dioses si sigues atacando!— Por instinto abrazo al menor, temiendo que el juez se liberara de la restricción.
—¿Realmente no entienden verdad? ¡Yo no soy parte de ese maldito pacto!— El cosmos de Minos era superior tanto al de Camus y Milo, sin embargo, antes de que hiciera algo más Aelios vio una oportunidad perfecta de acabar con él, así que empujando a Camus uso su ataque de antares contra el pecho de Minos y este fue traspasado por ese ataque. Esa acción sorprendió a los caballeros, viendo cómo solo en segundos el menor pudo contra el juez, pero a la vez temieron por las consecuencias.
Mientras tanto Minos llevo su mano a su pecho y en pocos segundos escupió algo de sangre. Al verse ya vulnerable desapareció, ambos espectros que lo seguían también. Sin embargo, al desparecer Minos dejo caer el fragmento que tenía en su poder. Inmediatamente Aelios corrió a recogerlo y lo tomo entre sus manos más que aliviado, pero quienes no estaban tranquilos eran los caballeros.
—¡Aelios! ¿¡Sabes lo que hiciste!?— Gritó Milo más que preocupado. Si Hades se enteraba de lo ocurrido las consecuencias caerían sobre su diosa.
—¡Los salve! Eso hice... El te iba a matar...— Dijo con angustia el menor, Milo ya no grito, pues entendió la desesperación que el menor pudo pasar. Así que solo suspiro.
—Herir a Minos podría traernos serías consecuencias... Podría desatar una guerra.— Comentó Camus con cierta preocupación.
—¡El atacó primero! Además el mismo lo dijo... ¡Si lo mataban o no, el no tenia nada que ver con ese pacto porque no pertenece a este mundo!— En su desesperación el menor reveló algo importante.
—¿Que dijiste?— Milo volvió a dirigirse al menor, quien recién se daba cuenta de sus palabras.
—El lo dijo... Yo solo concluí que no venía de este mundo...—
—Aelios, ¿Hay algo que sabes y nosotros no?— Preguntó con cariño Camus, a lo que menor trago un poco de saliva. No quería decir la verdad de lo que realmente sabía.
—Solo no se preocupen por romper el pacto... Yo estoy seguro que ese Minos no es el actual juez...— El pequeño un poco desanimado guardo el fragmento del báculo y se levantó con cierta dificultad, pues Minos había logrado herirlo en una de sus piernas.
Camus al percatarse de esa herida, lo tomo de la mano e hizo que el menor se sentará, rompió parte de su camisa y con esa tela envolvió su pierna.
—No vuelvas a atacar al enemigo de esa forma... Pudo ser peor.— El cuidado y cariño con el que Camus envendaba la pierna del menor, hizo que este se sintiera arrepentido por empujarlo y sobre todo por ponerlo en peligro. Así que algunas lágrimas salieron de su rostro.
—¡Lo siento! Esto es mi culpa... Por favor discúlpame.— Ante cada palabra el llanto del pequeño se intensificó, Camus intento calmarlo dándole un abrazo y algunas palmaditas en su cabeza.
Lo ocurrido hizo que momentáneamente Camus dejara de pensar en las palabras del menor y se concentro en ayudarlo, sin embargo Milo no podía estar igual. El menor levantó aún más su desconfianza y ante el enemigo que acaba de aparecer no podía estar tranquilo, sabiendo que Aelios también podía ocultar algo más.
—No importa cuánto tarde... Pero averiguaré quien eres realmente.— Pensó el caballero de Escorpio sin quitar su mirada del pequeño que consideraba su enemigo.
Continuará...
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