3-Prisa

~PDV NASTYA~

No supe que contestar, sus palabras habían calado hondo en mi corazón que anhelaba poder sentir el calor del amor. Sus palabras habían tocado una herida que no estaba preparada para ser abierta de nuevo, una herida que nunca estuvo sana.

Podía sentir su respiración cada vez más cerca, podía sentir como el dulzor de su boca iba impregnando mi aliento que quedaba disfrazado detrás de unos labios temblorosos. Noté que se acercaba, que un beso sería lo que sucedería.

—No...No se tu nombre —tartamudeé como si las palabras me estuvieran odiando por salir de mi boca.

—Elian... me llamo Elian. —Sonrió alejándose un poco de mi, y sin que se diera cuenta noté cómo un suspiro algo rebelde salió de entre sus labios, como si estuviera resignado o ¿desesperanzado? La verdad es que no lo podría asegurar.

—Qué bello nombre, encaja perfecto con tu personalidad, o al menos con lo poco que he podido apreciar. —Sonreí al pensar en su significado.

—¿A si...? —Me miró pensativo, cómo si no creyera que yo supiera el significado de su nombre.

—Proviene del griego y significa brillante como el sol. —Ahora yo sonreía victoriosa.

—Muy bien, pero yo preferiría saber tu explicación de porqué mi nombre se ajusta a mi personalidad. —Su cuerpo acortó nuevamente la distancia entre nosotros.

—Me reservo el derecho de Opinión —dije rápidamente, ya que me había puesto entre la espada y la pared—. Toma aquí tienes algo de ropa que te puede quedar, al menos hasta que se seque la tuya.

—Dos cosas tengo para decir.

—Muy bien, te escucho.

—PRIMERO: no voy a ponerme ropa de mujer por más empapado que esté. —Me devolvió la ropa que anteriormente le había dado.

—Si prestaras más atención, te hubieras dado cuenta de que es ropa de hombre. —No pude evitar reír al notar sus expresiones mientras reparaba en la ropa que nuevamente le tendía y en las miradas que me dirigía.

—Mucho menos usaré ropa de tu ex.

—No preguntaré cómo es que se te ocurrió llegar a esa explicación. En mi defensa solo diré que es mi ropa y de nadie más. —Me crucé de brazos mientras lo miraba atenta a sus nuevas reacciones.

—Recién me doy cuenta de que tienes puesta ropa de hombre. —Su mirada me escanea de arriba hacia abajo.

—Es que la ropa de hombre es mucho más cómoda para estar en casa... ¿Y cuál es la segunda cosa que tenías para decir?. —La curiosidad ya me estaba matando.

—SEGUNDO: nunca me dijiste tu nombre.

—Con que era eso. —Suspiré aliviada pensando que tendría que seguir dando explicaciones de mi vida—. Mi nombre es Nastya.

—Tu nombre si que concuerda contigo. —Ante sus palabras no pude evitar sonrojarme—. Eres la persona más tierna que he conocido.

Cada segundo que pasaba a su lado es como si el mundo gritara que él era mío. Cada minuto que su presencia permanecía cerca podía notar cómo su luz dispersaba mi oscuridad. El tiempo que vivíamos se estaba tornando en uno sólo, y no estaba segura de cómo iba a reaccionar cuando todo esto acabara.

—Por aquí te puedes cambiar. —Le mostré el baño, necesitaba poder salir de esa situación embarazosa.

Me siguió sin oponer resistencia y sin decir nada, eso solo ya me había puesto incómoda, él siempre tenía algo que decir.

Traté de relajarme y buscar qué hacer hasta que su ropa se secara y pudiera marcharse. Por la hora ya debería, al menos haber almorzado; por lo que me fijé que tenía para cocinar.

—Aquí está mi ropa. —Su voz retumbó en cada rincón de mi cuerpo haciendo que éste temblara y dejara caer un cucharón al piso—. Tranquila querida, no pienso abusar de ti... al menos, no por ahora.

—¡¿Qué...?! —grité sorprendida, tomando un sartén para defenderme. Su risa no tardó en llegar y hacerse notar dejándolo en el piso, mientras se  agarraba el estómago de tanto reírse.

—Tus reacciones son únicas mi amor. —Jamás estuve tan avergonzada de mi misma como ahora.

—Yo... yo lo siento. Pensé cualquier cosa, soy una tonta. —De repente vi como tiró la ropa y se acercó lo más rápido que pudo hasta donde yo estaba.

—Jamás... ¿me oyes...? Jamás vuelvas a decir que eres una tonta. —Su mano había tomado mi mentón elevando mi rostro obligando que nuestras miradas se encontraran.

—Esta bien. —Es lo único que pude contestar. Tomé sus cosas y las puse a lavar para continuar con la comida—. Espero que tengas hambre, porque ya estoy cocinando para dos.

—Encima cocinas ¿hay algo que no sepas hacer? —Rió dulcemente.

—Si, sonreír. —Lo vi mirarme con lástima o quizás compasión—. Ya está listo, a comer.

La comida transcurrió en un maldito silencio, algo totalmente incómodo. Ninguno se animaba a hablar, a decir nada, hasta respirar costaba.

—Mira. —Por fin alguien rompió el silencio—. No quiero que pienses...

—Tu ropa ya está. —Lo corté al sentir el secador terminar, y salí casi corriendo de aquel lugar, recordar su mirada dolía.

Le di la ropa para que se cambiara y me volteé para lavar las cosas.

Al verlo salir del baño ya cambiado, la nostalgia me invadió y mi corazón se oprimió.

No podía ser amor esto que estaba sintiendo, sólo lo conocía un par de horas, era imposible que lo amara, era imposible que mi corazón le perteneciera.

—Fue un placer conocerte. —dije una vez que él estuvo afuera.

—Mira Nastya...

—Deberías marcharte Elian antes de que vuelva a llover. —Lo interrumpí y cerré la puerta, no dejé que hablara, no haría esto más doloroso de lo que ya era, pero ¿por qué? Si a penas lo conocía.

Me recosté sobre sobre mi cama y me abracé a mi almohada. Aspiré profundamente su perfume que había quedado impregnado en mi ropa.

"Vuelvo cada vez que nos tocamos..."; al escuchar esa parte de la letra de la canción que estaba retumbando en toda mi casa, porque cuando estoy así, como melancólica, pongo la música a todo lo que da; mis recuerdos inmediatamente vuelven a cada momento en que mi cuerpo entró en contacto con su piel, y las sensaciones que ésta provocaba.

Sentí el timbre y me dirigí a abrirla, de seguro era alguna correspondencia.

—Quizás es sólo un poco de prisa, pero vuelvo a cada momento en que nos tocamos y siento que no puedo respirar hasta que estoy a tu lado. Te necesito, tengo prisa por amarte y quedarme a tu lado.

Su boca se apoderó de la mía. Mi mundo quedó ordenado en cada letra de su nombre, quedó impregnado de su sabor en cada molécula de aire que respiraba.

Su cuerpo mojado nuevamente por la lluvia no tardó en entrar en calor.

No fue necesario decir nada porque las palabras sobraban. No fue necesaria la ropa porque entre nosotros estorbaban. No fue necesario el fuego para calentarnos del frío, porque las caricias nos refugiaban.

La prisa por amarnos se volvió en intensidad por no dejarnos.

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