ÚNICO CAPÍTULO

El día estaba por terminar y la tarde ya había matizado el cielo con diversos tonos de rojos, Fernanda se encontraba caminando con desgano por el mismo camino que la llevaría a su casa después de una jornada larga de trabajo, solo deseaba llegar para sentarse a leer en Wattpad. Al ser un día antes de navidad muchos se imaginarían que tenía diversos planes que organizar pero estarían muy lejos de su realidad, podría decirse que su vida como adulta era demasiado sencilla y desalentadora: a sus 29 años de edad aún estaba soltera, no tenía hijos ni ninguna aventura digna de relatar.

—Hoy hace un poco de frío —murmuro.

Nada la hacía feliz, poseía pocos amigos porque siempre terminaba herida, al ser extremadamente confiada siempre terminaba desilusionada o traicionada y sus familiares siempre la criticaban o manipulaban por lo que usaba millones de excusas para evadirlos pero para esas fechas decembrinas no tenía más opción que asistir.

Tenía muchos pasatiempos para evitar el sentimiento de soledad, solía escribir o dibujar pero al final del día nada de eso la apasionaba. También había adoptado cuatro gatos y un perro a los cuales amaba con todo su corazón pero el vacío se negaba a abandonar su mente.

Le hacía falta algo.

Lo único que esperaba con anhelo era que @Valkyria-Wolf; su escritora favorita, hubiera actualizado alguna de sus historias en aquella plataforma anaranjada para poder sentir felicidad por algunas horas, incluso días.

"—Ojala uno de ellos pudieran salir de su libro."

Estaba perdida en sus ideas cuando unas gotas gélidas la sacaron de su ensoñación y se vio obligada a continuar su camino de forma apresurada, corriendo hasta que sus pulmones renegaron por el esfuerzo. Cuando por fin estuvo en el interior de su hogar flexiono sus rodillas y con sus manos se sostuvo de la pared, un poco más y juraba que caería al suelo sin más remedio que soportar el dolor en el tórax.

¿Porque siempre olvidaba revisar el clima?

Su apariencia era delicada, de hecho nunca había tenido sobrepeso pero en esos últimos años había estado tan delgada que incluso al mirarse en el espejo sentía vergüenza.

Dejó su bolso sobre la mesita que estaba en el medio de los muebles, se retiró la camisa y el pantalón húmedo mientras caminaba hasta el comedor dejando ambas prendas sobre una de las sillas quedándose en ropa interior, luego fue hasta la cocina y decidió que no cenaría por esa noche, tomando una taza con fresas de la nevera.

Fue cuando un ruido en el piso superior atrajo su atención.

— ¿Diana...? —llamó sin ningún resultado ni respuesta— Sirio... misu, misu...

Sus mascotas no la recibieron como de costumbre pero no le había prestado atención al detalle hasta ese momento, observo los alrededores con curiosidad sin conseguirlos por ningún lado, a esas horas y con aquella lluvia se imaginó que todos estarían en la sala pero al contrario se vio más sola que nunca.

— ¿Luna...? Lunita... —intento llamando a su perra, sacando el celular de su bolso y verificando la hora, faltaban 5 minutos para las 7— ¿En dónde estarán? —dio una mordida a una de las frutas y camino por el pasillo que se encontraba entre la cocina y la sala ignorando la puerta abierta del baño y subiendo por las escaleras para llegar a su habitación, tenía planeado colocarse una muda seca y luego dormir— Revisaré mis redes sociales un rato e iré a dormir temprano, mañana será un día pesado.

No era que sintiera sueño a esas horas, solo... odiaba la navidad.

—Venus... misu, misu... —continuo llamándolos pero nada sucedía— Eros...

Ya en ese instante estaba preocupada, imagino que encontraría a los animalitos en la planta superior pero aun no aparecían por ningún lado. Abrió la puerta de su cuarto y lo primero que notó fue la oscuridad que lo gobernaba, las cortinas estaban cerradas pero podía jurar que las había dejado abierta en la mañana, alzo una de sus cejas y bufo por lo bajito, sentía cierta fobia a la noche y ya no había luz natural que la ayudara a disminuir el sentimiento por lo que puso sobre la peinadora que estaba a un lado de la puerta el tazón que había traído consigo y encendió la linterna de su teléfono.

Cerró la puerta con una de sus piernas y caminó hacia el encendedor; que por una mala organización del constructor había quedado en el baño, al encender ambas luces sintió un frío recorrer su columna, era una de esas sensaciones que te indicaba de que alguien más estaba contigo.

Quizás un ente del mas allá.

—Sí, claro.

Sonrió para disminuir el miedo pero no tuvo el valor de voltear por lo que ajunto la puerta y simplemente se quedó en el baño, aprovechando para darse una ducha tibia. Ya con un paño envolviendo su silueta y más calmada por la anterior experiencia, salió a buscar alguna de sus piyamas pero para su sorpresa se dio cuenta de que realmente no estaba sola en la casa, precisamente en la habitación. Un sudor gélido bajo por su frente, queriendo creer que estaba soñando pero sabía perfectamente que no era así.

Pestañeo en dos ocasiones sin moverse, verificando que no fuera alguna jugada de su cerebro agotado pero lamentablemente aquella figura masculina seguía evaluándola con cierta curiosidad.

Si, finalmente había enloquecido.

Tuvo el impulso de gritar pero simplemente no pudo, la turbación en su cuerpo era tan grande que solo se quedó mirándolo a sus ojos plateados, los cuales eran tan brillantes y reales que la aterraban. ¿Eso era posible? No conocía a ningún ser humano que pudiera ostentar un tono tan siniestro como los que ese chico poseía por lo que se comenzó a cuestionarse si no estaba frente de un fantasma o algo peor, un demonio.

Tanta lectura de fantasía la estaban desquiciando.

Él se sentó en su cama cuando no vio ninguna reacción en la chica y ella no evito seguirlo con la mirada, casi podía ser comparada con La Mona Lisa, pálida e inmóvil.

Los segundos transcurrieron en silencio mientras ambos estudiaban al contrario con distintas emociones, uno con curiosidad y la otra con incredulidad. Fernanda noto que era bastante delgado pero obviamente se ejercitaba porque demostraba ser dueño de músculos tonificados y su apariencia era la de un atleta.

De pronto el desconocido dejó notar una sonrisa en sus labios y acomodo detrás de uno de sus oídos un cabello castaño claro que había caído en su frente, haciéndolo lucir aún más sexy. Si, se veía bastante apuesto y real para ser un espíritu por lo que las cejas oscuras de la chica se elevaron.

— ¿Ni siquiera me saludaras? —pregunto de lo más natural, Fernanda ladeo su rostro y dio un paso en retroceso, estaba tensa y mostraba abiertamente su desconfianza— Que descortés.

Escuchar aquella voz grave era la prueba de que no estaba alucinando por el agotamiento.

—Tu no existes —le aclaró con la esperanza muerta dentro de su cuerpo— No puedes ser humano, tus ojos...

— ¿No existo? Yo me siento más vivo que nunca —dijo con cierto tono divertido— Y en eso tienes razón, no soy un humano. No del todo, soy un soldado.

No pudo responder porque lo único que se ocurrió fue correr hasta el baño y encerrarse dentro.

— ¡Vete de mi casa, sea lo que seas!

— ¿Crees que una puerta evitará que pase? —la voz profunda se escuchaba cerca— Eres muy tonta, la verdad.

Tres toques en la madera provoco que saltara del susto, las lágrimas invadieron los ojos de la muchacha y aferro sus delgadas manos en el nudo de la toalla.

— ¿Q-Q-Q-Que...?

— ¿Qué soy? —un sonido similar al "ummm" se extendió por unos segundos— Ya te lo dije, soy un soldado, un humano mejorado de la colmena madre.

— ¿Q-Q-Que...?

— ¿Qué hago aquí? —pareció pensarlo un poco más— Esa es una buena pregunta pero no lo tengo del todo claro, tengo varias teorías, supongo que es la magia de la navidad. Siguiente pregunta.

— ¿C-Como...?

— ¿Cómo me llamo? ¿Con solo verme no lo supiste? —soniditos molestos salieron de sus labios— Soy Diya.

La humana se mordió la boca y un ligero rastro de sangre salió de su labio inferior, comenzaba a fastidiarse con ese irrespetuoso y altanero personaje pero si lo que le había mencionado era cierto quería decir que estaba conversando con unos de los soldados de "Bailando entre bestias", uno de sus libros favoritos de Valkyria-Wolf.

¿Iba a suceder una invasión zombie?

Esperaba que no.

— ¿Estás molesta? —parecía que podía verla aun estando detrás de la puerta, la idea no le pareció tan descabellada ya que aquel ser no era humano y tampoco debería estar en su cuarto— Al menos no me atacas con agujas. Mejor dicho, al menos no estás loca como Alex, no entiendo como el jefe la comprende.

"— ¿De verdad no estoy loca?"

—No, no estás loca. Créeme —nuevamente descubrió sus pensamientos, ¿Cómo lo hacía? Anhelaba saberlo— Conozco alguien que si lo está.

"— ¿Le cae mal Alexandra?"

—No es que la teniente sea mala, ella me cae bien y la aprecio pero es incómodo tener que estar alerta cuando estás a su alrededor. Soy algo torpe con lo que digo y ella es bastante sensible.

Su tono inocente la descolocaba, si lo que él decía era cierto entonces aquello era como un milagro.

"— ¿Algo torpe? Ese no sería el concepto correcto. Eres muy presumido e ingenuo."

No encontraba otra respuesta al asunto.

— ¿P-Por qué...?

— ¡Si, mejor sigamos con las preguntas! No quiero nombrarla tanto y que luego se nos aparezca por aquí. Eso sería malo, creo. A ver, ¿Por qué estoy aquí? —culmino la pregunta por ella aunque hasta ahora no había realizado ninguna. Por suerte parecía leerle la mente porque siempre daba en el blanco. Fernanda soltó un suspiro y abrió la puerta, ya que estaba demente no perdía nada en enfrentarlo— Te lo diré si me alimentas.

Los ojos castaños de la chica se abrieron ante la impresión, instantáneamente la risa del hombre broto desde lo más profundo de su garganta haciéndose a un lado para que pudiera pasar a la habitación.

— ¿Por qué esa expresión? Parece que fueras a ser devorada por un zombie —le señalo con aparente calma— Pero eso es imposible porque en este mundo no existen y yo no como humanos y tampoco bebo sangre de señoritas hermosas como los vampiros.

—Es que... —la chica tuvo que morderse la lengua al recordar que aquel chico probablemente no tuviera ningún tipo de pensamientos impuros, dentro del libro los de su tipo eran experimentos avanzados creados con el fin de luchar contra los zombies y por lo tanto sus deseos sexuales eran nulos porque utilizaban ciertos inhibidores para controlar el virus en su sistema— Sabes que... ¡Olvídalo! Deja que me vista y vamos a la cocina. De seguro estoy soñando.

Caminó hasta el closet y tomó lo necesario para vestirse, en un vistazo rápido por la habitación encontró que debajo de la cama estaban sus mascotas, parecían aterradas por la presencia del soldado.

"—Con que allí estaban..." —pensó con una sonrisa en sus labios olvidando el hecho de que hacía unos minutos atrás casi moría de un infarto, el miedo estaba disminuyendo y el ánimo había comenzado a llenarle el cuerpo— "Cobardes."

—Él ni siquiera es peligroso —balbuceo mientras escogía su ropa interior.

— ¿Debo ofenderme por eso?

—No.

Ya no deseaba salir corriendo pero obviamente no conceptuaba lo que le estaba sucediendo, lo más obvio es que estuviera soñando pero ni aun así bajaría a la cocina en toalla, prefería evitarse cualquier tipo de vergüenza. Presentía que el sueño podría terminar como casi todos esos sueños donde lucias desnudo en la escuela y corrías avergonzado por las burla de los demás. Luego de varios minutos eligiendo que ponerse ante la penetrante mirada del chico se decidió por un mono de algodón azul oscuro y una franela ancha del mismo tono, dándose la vuelta para ir al baño.

— ¿A dónde vas? La cocina está abajo.

—Eso lo sé, voy a vestirme.

—Pero si ya te vi en ropa interior.

— ¡Cállate! —le grito avergonzada— Eso fue porque pensé que estaba sola.

— ¿Y qué diferencia hay entre estar sola o que esté yo?

—Que me estarás viendo desnuda.

Una sonrisa socarrona atravesó la expresión del chico,

—Pero si hace unos momentos tú dijiste que yo no existo.

—Eso fue porque... —él parecía tener cierto punto ganado en esa situación y no deseaba dejar que su imaginación triunfará.

— ¿Por qué...? —apremio para que continuara con su argumento pero Fernanda no pudo decir nada, el asunto se le salía de las manos y ya estaba lo suficientemente estresada como para analizar el propósito con más calma— ¿O es que acaso escondes algo bueno allí abajo?

— ¿Qué? —le miro con sorpresa, se supone que esos tipos no podían... ¿O sí? — ¿Qué quisiste decir?

—Tengo hambre, solo vístete mujer.

—Eres un... —se mordió la lengua, debía refrenar sus palabras para evitar cualquier confrontación.

—Vamos, vamos... quiero comer y esas frutas no me llenaron —señalo el tazón vacío sobre la cama— Por cierto, mañana es navidad. ¿Tienes algún postre que me puedas dar?

— ¡¿Te comiste mis fresas?!

Ignoro su comentario del postre, él asintió como niño bueno y el dolor de cabeza apareció.

—Es que tú hueles a fresas y se me antojaron.

— ¿En qué...? —fue interrumpida como lo supuso.

— ¿En qué momento? Cuando estabas encerrada en el baño.

Tiró la toalla a un lado mientras comenzaba a colocarse las prendas con algo de incomodidad, ya estaba harta de ese tipo. Diya solo opto por dejar salir un silbido cuando la evaluó y miró al techo como si no le interesará su desnudes cuando está lo fulmino con la mirada aunque la sonrisa triunfante seguía en sus labios y eso la hastiaba. No quería alargar la discusión con ese chico porque también tenía hambre y un dolor de cabeza bastante tedioso.

¿Cómo podía ser tan extremadamente sexy y fastidioso al mismo tiempo en la vida real?

"— ¡Espera! ¿Real? Definitivamente ya enloquecí. Céntrate Fer, esto solo es un sueño. Pronto despertaré."

— ¡Diya! —el nombrado miró a la chica con la intención de escucharla— ¿Cómo saliste del libro?

—La lectura es algo mágica, ¿No? Solo hace falta que las personas tengan el interés de leer para que nosotros existamos —se señaló así mismo como muestra notoria de sus palabras pero Fernanda no parecía comprenderlo— Tú me trajiste aquí.

— ¿Yo? Pero he leído muchos libros, ¿Por qué...?

—Porque antes leías sin pasión, solo por leer —y otra vez volvía el tigre al trigo, interrumpiéndola con una sonrisa dulce en su rostro— Con mi historia no fue así, te apasionaste tanto con la escritora como con sus personajes que incluso pediste un deseo hace una hora.

— Todo esto es por... ¿Un deseo en navidad?

— ¿No me crees?

Ella negó cabizbaja, ¿Si todo era porque había pedido un deseo porque exactamente apareció él? Era más racional que apareciera Tayson, quien era el protagonista de esa novela y no un simple personaje segundario de relleno.

— ¿Por qué no crees en mí?

— ¡Claro! Es de lo más normal y nomotético que he oído en mi vida —se tiró a la cama y observó al techo, él hizo lo mismo a su lado. Aparentemente la comida tendría que esperar— Sabes, en estos momentos me siento la esquizofrénica más peligrosa del mundo.

—Pero es la verdad, tú me trajiste hasta aquí —realizo un puchero y arrugo un poco su rostro aniñado— Al menos no dijiste la loca de las agujas.

Ambos rieron en voz baja, el silencio parecía recibirlos con los brazos abiertos dándoles confianza.

—Realmente le tienes aprecio a la teniente, es la segunda vez que la traes a tema.

— ¿Quién no lo haría? —pregunto con ánimo.

—Cierto...

— ¿Por qué estas triste? —la enfrento con sinceridad haciéndole saber que notaba su depresión.

—No estoy... —el movimiento en la cama provoco que girara el rostro para encontrarse al soldado de lado, cerca de ella— De acuerdo, sólo un poco.

— ¿Por qué? —exigió saber.

—Solo mírame, estoy hablando con alguien ficticio.

—Pero ya no estoy dentro del libro, ahora soy real.

— Claro... dime, ¿Por qué estás en mi cuarto y no te fuiste cuando fuiste consciente de todo esto?

—Si tú no me das el permiso de irme de aquí no puedo salir, por eso permanezco cerca de tu esencia.

—Pff... lógico, como no pude imaginarlo —dijo con ironía.

—No crees en mí... —aseguro en un tono bajo.

—No —no titubeo a la hora de mirarlo a los ojos, esos ojos que fácilmente podían ser confundidos con la luna y que ahora reflejaban cierta ofensa y dolor— Lo siento mucho, ni siquiera puedo creer en mi misma. Esto debe ser un sueño, seguro me quede dormida sin darme cuenta o de plano ya termine loca.

—Yo existo Fernanda, ¿Por qué te es tan difícil de creerlo?

La mano de él se acercó pero no llegó a su destino, la chica se sentó al percatarse de lo cerca que estaban y un miedo mayor la invadió cuando tuvo el deseo de querer ser tocada por su mano. La locura forma una parte minúscula en la humanidad y en esa ocasión se había transformado en la mejor ilusión que había creado en siglos.

¿Tan sola se sentía en esa fecha?

—Sabes que Valkyria no estará feliz cuando sepa que estás conmigo —cambio el rumbo de la conversación como único método de escape.

— ¡Bah! Ella tiene a su propio personaje —expresó a la muchacha, sentándose también— ¿Por qué se preocuparía por mí si lo único que hace es hacerme quedar como un tonto?

— ¡Eso es mentira! Eres genial y ella lo sabe, por eso confía en ti a la hora de utilizarte —el soldado la observo con mucha atención haciéndola sonrojar— Ehh... ¿Y quién está con ella?

Cambio el tema de manera exitosa.

—El tonto de Zhiyin. Ese hombre desvergonzado... —su tono era de completo fastidio pero el grito de Fernanda le hizo olvidar sus celos estúpidos.

— ¡¿Zhiyin?! —se acercó a su rostro dejándolo algo descolocado, simplemente asintió como respuesta— ¿El mismo de "Enamorado de un idiota" de su propia autoría? —volvió a mover su cabeza de arriba abajo un poco intimidado— Que suerte...

— ¿Te gusta el tipo ese? —los celos se notaban a kilómetros de distancias.

— ¿A quién no le gustaría?

—Pero él está casado —le recordó con afán de herir— Y con un hombre, por cierto.

— ¿Y eso qué? Él y su esposo son perfectos.

— ¡El tipo está embarazado!

—Lo sé, ¿No es genial?

— ¡¿Genial?! ¡Ustedes están locas! —atribuyo con perjuicio, Fernanda sonrió por primera vez desde que lo vio con genuina dulzura, eso le agrado por lo que decidió dejarla ser feliz con sus absurdos gustos— ¿Si tanto te gusta el anormal ese porque me invocaste a mí?

Estaba celoso.

—Me pregunto lo mismo —respondió sin borrar la sonrisa de sus labios— Pero si estás aquí es porque me gustas más tú, ¿No? —la réplica se quedó atrapada dentro de las cuerdas vocales del hombre al pensar lo que ella acababa de decir— ¿Cómo llamaste a Zhiyin?

—Anormal...

Y Fernanda nuevamente explotó en risa, aceptaba que la historia de "Enamorado de un idiota" estaba lejos de ser simple, de hecho estaba muy bien estructurada, amaba cada personaje pero por alguna razón estaba feliz de tenerlo a él en frente, pensando en eso lo abrazo.

—Me alegra que hayas venido, me sentía sola.

—Lo sé, pero ya no estarás sola porque yo estaré contigo siempre. Lo prometo.

Se separó del chico y le sonrió con más naturalidad, había olvidado lo agradable que era el contacto con otra persona aunque está no fuera del todo real. Luego de esa plática bajaron a la cocina, Fer preparo dos tazones grandes de cereal con leche y frutas. De comienzos el soldado replico la ocurrencia pero termino por comerse cada cucharada mientras la veía sentada a su lado, leyendo en su teléfono. Estaba feliz de que Valkyria había actualizado "Sucumbiendo al instinto".

Después de la lectura pudo verlo reír cuando colocó una cara dramática al darse cuenta que le había saqueado su tazón.

—Debes dormir, mañana es navidad y no tendrás ánimos para celebrar.

—Pero quiero que me cuentes sobre ti —hizo un gesto dulce para sobornarlo.

—Eso lo puedes saber luego, estaré muy cerca de ti. Acompañándote —se sonrojó ante aquellas palabras, él pareció darse cuenta porque sonrió con malicia y beso su frente— Creo entender porque el jefe protege a la teniente.

— ¿Y puedo saber a qué conclusión has llegado?

—Claro —aseguro mientras la acomodaba dentro de las sabanas y la arropaba, asegurándose de que no fuera a resfriarse— Las mujeres son un fastidio si no se les escucha.

Fernanda lo observo con enojo y una linda sonrisa se formó en la boca de él.

— ¡Tonto! —le dijo enfadada.

— ¿Me odias por un chiste?

—No... no te odio —dijo tapándose el rostro hasta la mitad con la sabana— De hecho creo que me... agradas.

— ¿Mucho?

—Mucho.

—Eso me alegra, la próxima vez que nos veamos salgamos juntos. Tú casa parece una mazmorra.

—Tienes razón, tienes mi permiso para ir y venir.

Un bostezo corto el tema, el hombre acaricio el cabello de la chica y se sentó en la cama jugueteando con cada hebra oscura de su cabeza.

—Dulce sueños.

Cuando al fin pudo dormir, tuvo los más curiosos sueños.

Todos incluían a Diya y por desgracia a muchos zombies con ganas de devorarla.

A la mañana siguiente se encontró sola en la habitación, la decepción lleno por completo su cuerpo y supo que todo había sido parte de un sueño.

Se alistó con un vestido rojo y tacones negros para ir a la casa de sus tíos donde ayudaría con la preparación de la cena navideña. De momentos se sentía triste por recordar lo que le dijo entre sonrisas y discusiones, se suponía que jamás la dejaría sola mientras tuviera el poder de la imaginación pero... aceptaba que su vida no podía depender de un par de letras escritas por otra persona, ella misma tenía que forjar su propia historia.

¿Acaso aquel sueño era la forma en que aquella navidad se comunicaba con ella?

Recordó entonces que existía un cuento navideño sobre tres espíritus que visitaban a un tacaño señor, sonrió por la ocurrencia y dejo dentro del horno el pastel que comerían por la noche. Camino hasta la sala y jugueteo con un angelito de cristal que guindaba feliz en el arbolito.

—Mientras yo sea feliz, él lo será ¿Cierto? —le hablo a la figurita con cierto cariño, aquel personaje había removido esa coraza gélida que había creado para mantenerse lejos de los demás— Voy a extrañar a Diya.

— ¿Por qué me vas a extrañar?—le respondió una voz sublime para sus oídos, se giró asustada para encontrarlo al lado de su tía.

—Fernanda, este apuesto chico te estaba esperando en el frente —comento con cariño y complicidad, ella era una mujer de edad avanzada con mucha sabiduría y bastantes misterios— ¿Un deseo de navidad, eh?

Ambos observaron con asombro a la mujer y está les sonrió de manera cálida, les dio varias palmaditas en el hombro al chico y se acercó a su sobrina quien estaba abrumada por la revelación, su tía sí que era genial.

—Luego hablaremos de esto, Fernanda. Los dejo para que platiquen un poco y colocar otro puesto en la mesa. Ahora que tenemos una visita es importante recibirlo con todo el amor que nos trae estás fiestas, ¿No?

Sin dudarlo asintió y corrió para abrazarlo, un sonrojo apareció en el rostro del soldado, quien estaba vestido con un jeans ajustado, una camisa verde y una chaqueta azul oscuro delicada pero las botas de su uniforme lo hacían lucir salvaje y coqueto. Desde ese momento la chica supo que tendría los mejores días, es decir... ¿Si había salido del libro para vivir junto a ella era porque estaban destinados a estar juntos, no?

—Sabes Diya, me caes muy bien. Me alegra de que hayas sido tú el que trajo a la vida mi deseo —le dijo para ser engatusada con su bella sonrisa, habían pasado toda la noche juntos y ahora estaban en la sala sentados uno al lado del otro frente de aquel hermoso y brillante árbol de navidad— ¿A dónde fuiste? Creí que... había sido un sueño.

—Finalmente creíste en mí.

—Si... —el sonrojo en Fernanda esa obvio— Creo que siempre lo hice.

—Me alegra —respondió de forma gentil— Como me diste permiso de ir y venir decidí buscar un empleo y arreglar mi estadía en este mundo. También visite a mi creadora.

— ¿Puedes hacer eso?

—Por supuesto —le sonrió con malicia— Después de todo soy una creación literaria.

— ¿Existen muchos como tú?

—Cada vez que alguien dibuja o escribe nace uno como yo.

—Eso es... —estaba sin palabras, la mano del soldado acaricio su rostro trayéndola de vuelta a la sala—...fantástico.

—Gracias a ti ahora sé porque estoy aquí.

Sus palabras fueron tan suaves que Fernanda no pudo oírlas.

— ¿Qué dijiste?

—Nada —se burló de ella con una sonrisa gentil.

—No seas así, dime.

— Si pudieras decirme algo, ¿Que sería?

La chica lo pensó por un breve instante, ladeando el rostro para observar el precioso arbolito que los acompañaba.

—No olvidare el tema pero te responderé... creo que sería un te quiero.

Oh si, ahora era la chica loca más afortunada del universo y todo gracias a la magia de la navidad, no podía ser más feliz.

—Yo también te quiero pero...~ dejando eso de lado, ¿Podrías darme más pastel? Aún tengo hambre —Diya aprovecho para cambiar el tema y Fernanda cayó redondita en sus intenciones, en un arrebato de enojo golpeo el brazo derecho del chico a lo que él simplemente soltó un gemido suave sobándose la parte afectada y mirándola con injuria— ¡¿Pero qué te pasa, Fer?!

Fingió fastidio.

— ¡¿Por qué hiciste eso?! —recordó en el gesto de enojo de ella a su teniente y a la actitud protectora de su líder, ambos obviamente estaban enamorados. Él estaba enamorado. Desde que la conoció como lectora había querido decirle tantas cosas pero lamentablemente existía una barrera llamada realidad y él no tenía el poder suficiente de romperla, solo ella podía y felizmente lo logro con su deseo— ¡¿Estás loca o qué?!

— ¡Ya cállate, Diya! —bufó girando su cuerpo para darle la espalda— Eres una bestia...

—Era una broma, tontita —soltó una carcajada muy estridente para luego acercarse a su oído izquierdo donde le susurro unas palabras en un tono un tanto sugerente mientras la abrazaba con cierta confianza— Feliz navidad, fresita.

—No... no hagas eso —el pulso de Fernanda se aceleró con la simple acción y él lo percibió, podía escuchar el bombeo de cada latido con su súper audición.

— ¿Por qué no?

—No... no lo sé —argumento ladeando su rostro, circunstancia que el aprovecho para lamer su cuello con lujuria— Se supone que...

— ¿Qué no puedo sentir deseo? —la interrumpió como venía siendo costumbre, ella asintió— Aquí no necesito de los inhibidores.

—Entonces tú...

—Sí, yo puedo sentir —le revelo, Fernanda casi tembló debajo de sus brazos— ¿En casa me darás mi regalo de navidad?

¿FIN...?

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