Capítulo 7. ♡
Ya han pasado cinco semanas desde que pedí ese deseo. Jessica sigue sin hablarme tal vez porque piensa que soy rara, aunque debo admitir que la extraño demasiado, ella era mi mejor amiga, prácticamente la única que eh tenido en toda mi vida pero ahora tengo a Alonso aunque sé que eso no cambia nada. A veces pienso que es un sueño e intentó hablar con ella, pero solo compruebo lo que ya sé, Jessica ya no es más mi mejor amiga.
Alonso y yo hemos hablado frecuentemente estas últimas cinco semanas, nos visitamos, salimos cada vez que podemos e inclusive a veces me recoge después de la escuela cuando sale antes que yo, se podría decir que somos buenos amigos.
—¿Chocolate o vainilla?—Nos preguntó el heladero a ambos.
—Chocolate—Respondimos al unísono.
Nos dimos miradas cómplices y reímos.
—Dos de chocolate—Alonso pidió.
El heladero nos dio los helados y nos sentamos en una de las bancas que están en el centro comercial.
—¿Cuál es tu color favorito?—Me preguntó dándole una mordida al cono de su helado.
—Morado ¿Por qué?—Lo mire confusa.
—Azul y morado—Sonrió.—Copiona—Me sacó la lengua.
—¿Yo? ¿Copiona? Ni siquiera sabía que te gustaba el morado, en todo caso el copión eres tu—Le saque la lengua igual como él lo había hecho hace unos instantes.
—¿Por qué yo soy el copión?—Me miró ofendido.
—Porque sí.
—Bien dejemos de pelear parecemos niños...—Antes de que pudiera terminar la frase le unte el resto de mi helado en su nariz haciendo que este se callara.—Chiquitos—Concluyó.
Me miro molesto mientras se quitaba el helado de la cara y lo único que hice fue reír a carcajadas por la cara de molestia que él había puesto.
—¿De qué te ríes Melissa? Oh no esto lo pagaras muy caro—Advirtió.
—A si? ¿Cómo?—Contuve mi risa para poder hablar.
—¡Con el señor cosquillas!—Se abalanzó sobre mi haciendome caer al suelo para luego hacerme cosquillas.
—¡No, no, no! ¡Alonso para no me gustan las cosquillas!—Grite entre carcajadas.
—Debiste pensarlo antes de embarrarme con helado de chocolate.
Siguió haciéndome cosquillas pero logre soltarme de su agarre para después salir corriendo.
—¡Melissa! ¡Vuelve aquí!—Gritó.
—¡No! ¡Atrápame si puedes!
Ambos corríamos como niños pequeños por toda la plaza, sin importar cuanta gente nos veía como si ambos estuviéramos locos.
Logre visualizar a Alonso acercándose y arranque a correr de nuevo, pero él era más rápido que yo así que pudo alcanzarme fácilmente.
—¡Te tengo!—Se abalanzó sobre mí.—En qué estábamos? ¡Oh cierto!
—No, no, no cosquillas no por favor! ¡Tregua! ¡Tregua!—Pedí.
—Bien, tregua.—Alzo ambas manos.—Tuviste mucha suerte de que haya tenido compasión de ti.
—Gracias—Suspiré agitada.—Nunca en la vida había reído tanto, debiste haber visto tu cara llena de helado.—Continúe riendo, sintiendo a mi estómago doler por reír tanto.
—Ya basta, no te burles, si te sigues riendo no me dejaras otra opción que hacerte más cosquillas—Me advirtió.
—Bien, no me burlo más.—Rodé los ojos.
—Tienes hambre? Porque yo sí—Rió.
—Solo un poco.—Encogí los hombros.
—Ven, párate—Me tendió su mano para ayudar a ponerme de pie.
Tome su mano y me levanté. Él la apretó suavemente y empezamos a caminar aun tomados de la mano. Siempre es así, vamos de un lugar a otro tomados de la mano sin importar lo que los demás piensen. Raro, lo sé, pero sé que Alonso confía plenamente en mí como yo sé que confío en él.
Distraída en mis pensamientos no me había dado cuenta de que ya no estábamos más en el centro comercial, si no que ahora estábamos en la entrada de este.
—¿A dónde vamos?—Pregunte con el ceño fruncido.
—Ya verás.
El cielo se tiñó naranja, el sol estaba a punto de esconderse. Debían ser ya entre las seis o siete de la tarde.
Alonso pidió un taxi y le dio la indicación al taxista, aunque no pude escuchar bien cual era. Alonso bajo el cristal del taxi; el taxista arrancó dando inicio a nuestra partida. El viento entró bruscamente por la ventana haciendo que el cabello de Alonso se revolviera rebeldemente.
—Mala idea.—Dijo riendo.
Subió nuevamente los cristales y lo mire con gracia.
—¿Por qué me ves así?—Preguntó con el ceño fruncido.
—Tu cabello esta algo... Revuelto—Reí.
Giró los ojos hacia arriba para tratar de ver su rebelde cabello.
—Oh, ya veo—Rió.
—Espera—Me acerqué a él.
Con mis manos puse su cabello en orden mientras él me miraba con atención.
—Listo, esta mejor.—Lo miré y le di una cálida sonrisa.
—Gracias Melissa.—Me sonrió de vuelta.
El taxista frenó de golpe haciendo que nuestros cuerpos se juntarán y nuestros labios estén a solo unos centímetros de distancia. Mis manos están alrededor de su cuello y sus manos alrededor de mi cintura. Nuestras miradas están conectadas y nuestras respiraciones agitadas. La poca distancia que había entre nuestros labios estaba disminuyendo, tanto que podía sentir su aliento a chocolate en mis fosas nasales.
—¡La próxima vez fíjate, idiota!—Escuché al taxista gritar.
Me percaté de la mirada del taxista hacia nosotros, volteé mi rostro por instinto y me estremecí al ver el rostro familiar tras el retrovisor. Es el mismo rostro que el de él vagabundo, solo que parece estar más limpio y rasurado. Me separé de Alonso al instante, aunque deseé no haberlo hecho. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al recordar la mirada del vagabundo. Cerré los ojos y sacudí la cabeza tratando de olvidarlo.
—¿Melissa? ¿Te encuentras bien? Estás algo pálida—Alonso se dirigió a mi tocando mi frente con la palma de su mano.—Y fría... Parece como si hubieras visto a un fantasma ¿Qué sucede?
Abrí los ojos y mire a Alonso quién traía el ceño fruncido y una mirada de padre preocupado. Trate de no ver al taxista de nuevo y tome fuerzas para responder.
—Sí, es solo que...
Es solo que el taxista en realidad es un vagabundo loco quien me regalo un amuleto mágico que concede deseos y que gracias a ese deseo perdí a mi mejor amiga y estuve a punto de besarte. Ya sabes, cosas normales que les suceden a adolescentes de ahora.
—Nada, estoy bien, solo fue un simple mareo es todo.—Lo mire y trate de sonreír.
—¿Estas segura? No pareces estarlo—Insistió.
—Lo estoy Alonso, créeme.
—Bien.—Suspiró.—¿Te sucede seguido?
—A veces, es normal en mí, no te preocupes.
En realidad no todo es mentira, cuando cursé cuarto de primaria me mareaba frecuentemente, el doctor me había dicho que era normal en mi edad porque estaba empezando a desarrollarme y por eso tenía esos mareos, aunque ahora ya no me mareo como antes.
Alonso asintió no tan convencido y echó su cabeza hacia atrás pensativo, y así estuvo durante todo el viaje.
Ninguno hablo sobre el casi-beso, aunque la verdad mi mente revivía esa escena una y otra vez recordándome que estuve a nada de besar a Alonso.
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