[IV] Olvido

Los días comenzaron a transcurrir con desinterés y apatía para Dai, cada mañana seguía el rumbo distraído de sus pasos, hasta llegar al hoyo de su desdicha. No era común ver a aquel chiquillo lleno de un brillo atrayente, tan desanimado y asocial. La biblioteca del centro se había convertido en su refugio, pero no apaciguaba el dolor de su alma, de su corazón.

Hanoi comenzó a rodearse de amigos, o eso era lo que se repetía con constancia para no caer en el obsesivo pensamiento de la culpa; viajaba cada mañana con rapidez hacia el autobús, y se concentraba en las clases para dejar de sentir el vacío en su pecho, la tristeza de la perdida y la molestia de la decepción. Ella no tenía refugio, ni un hogar, así que se perdía entre distintos escondrijos con algunos alumnos a realizar gamberradas hasta ser perseguidos.

El tiempo parecía estar dispuesto a aceptar su separación.

Las personas que rodeaban su entorno no notaron los cambios que comenzaron a experimentar aquellas almas unidas, y como sus miradas ya no resplandecían por cierto brillo del amor. Los meses pasaron, la distancia se agravó y las palabras, risas y suspiros, se convirtieron en olvido y rencor.

Chasing cars de Snow Patrol, Smile de Lily Allen y Ain't no other man de Christina Aguilera fueron de los hits que protagonizaron ese año en las emisoras, las tiendas tenían canciones exitosas predominando en los pasillos y los hombres hablaban de la primera participación de la República Checa en la historia de la Copa Mundial. Anteriormente, había participado como la selección de Checoslovaquia por última vez en la Copa Mundial de futbol de 1990 y aunque la fe de que ese año harían una buena actuación en Alemania estuvo presente, el sabor amargo de los encuentros y la desilusión de las derrotas, había marcado los sentimientos nacionales. No habían otras conversaciones distintas más allá del trabajo y las rutinas de la casa, la navidad pasó sin ser no más que otro simple mes festivo.

Cuando el último día del año hizo presencia, los recuerdos y una extraña sensación los llevó a ambos al mismo lugar de su primer beso. Hanoi se había separado de su falso grupo de amistad, sin ser advertida. Dai solo había salido de casa por aire fresco, y sus piernas habían cogido rumbo por decisión propia. Se encontraron en las escaleras, y sus corazones se aceleraron.

Era la culpa, el amor, la tristeza, el anhelo y las infinidades de emociones encontradas las que no permitían la articulación de palabras. No habían dejado de ser unos críos, pero los meses de separación habían cambiado ciertos rasgos en sus respectivos rostros que desbloqueaban una nueva característica que amar, y en el peor y muy recónditos de los casos, odiar.

Un paso en retroceso por parte de Dai, que podía ser juzgado como huida, pero que fue bien interpretado por Hanoi como un permiso para avanzar primero, los instó a seguir con sus planes. El silencio expectante de ellos, el bullicio tan conocido de las calles, el exquisito olor de los quioscos que era arrastrado por el suave y frío viento, los hacía parecer estar dentro de un Deja Vú, una escena tan reconocida que daba miedo, ansias, éxtasis.

Ambos se apoyaron nuevamente del muro, con una estúpida distancia entre ellos. Los bajos suspiros y las miradas de soslayo hicieron presencia con timidez, desde la distancia parecían dos introvertidos en una primera cita, los años de amistad habían quedado en el pasado, se sentían como dos desconocidos, con una tensión muy reconocida e inexplicable en común.

Un movimiento dudoso y sutil de la mano femenina, despertó algo en el pecho de él. Los minutos continuaron, el acercamiento se aceleró y faltando unos minutos para la media noche ambos yacían tomados de la mano. Torpes, extraños, emocionados.

Dai se mordió el labio.

─¿Qué haces aquí? ─murmuró con miedo de arruinar el momento.

─Podría preguntarte lo mismo.

Hanoi se sentía libre y feliz por primera vez en meses, amaba a Dai, pero aún no lo aceptaba.

─Falta poco para media noche ¿y tus amigos?

─Mm, esos idiotas deben estar fastidiando a alguien, no me importan ─contestó con una leve sonrisa, queriendo decir: prefiero estar contigo.

El incremento de las voces les advirtió lo que se acercaba, Dai quería tomar todo lo que pudiera de Hanoi, no sabía si después de media noche la perdería, como a cenicienta. Así que la giró hacia su cuerpo y acercó su rostro con templanza, decidido a confirmar otra vez el dulce sabor de aquellos abultados labios. Hanoi abrió la boca entre sorprendida y excitada por el fervor del beso.

El contacto fue profundo, firme, suave. La delicadeza del movimiento contrastaba con los fuertes sonidos de los fuegos artificiales que anunciaban que el 2007 ya estaba presente. Continuaron hasta saciarse, y que la hinchazón los dejara susceptibles.

El suspiro complacido de Hanoi, alimentó el ego de Dai, que dejó mostrar en su sonrisa.

─Me alegra que volvamos a ser amigos, Hanoi.

Aquella frase fue suficiente para acabar con la magia, con la felicidad, con el deseo. ¿Amigos? Los amigos no se besan en la boca con esa intensidad y sentimiento. Los amigos no se extrañan con locura, los amigos no cavan tan hondo en tu pecho que no te dejan descansar, no te instan a entrar en la desesperación por el pensamiento de perderles para siempre. Hanoi lo sabía, lo sentía en su pecho, pero no podía expresar con palabras lo evidente del momento.

Se soltó con expresión de congoja y retrocedió varios pasos.

─Parece que no has entendido nada, Dai.

Él frunció el ceño confundido, por más letrado que fuera, seguía siendo un hombre con déficit para entender los sentimientos.

─¿De qué hablas?

Hanoi intentó reír, pero se escuchó como un gruñido amargo proferido desde lo profundo de su corazón.

─Tú y yo no podemos ser amigos.

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