[II] La ciudad de las cien torres

Las clases estaban a un mes de comenzar. Ninguno había estado separado del otro para el comienzo de una aventura, pero así como todo tiene su final, siempre existe una primera vez.

Hanoi comenzaría su segundo año y Dai apenas entraría a la secundaria, los separaba un año de vida, de experiencias y desconciertos. Aún cuando sus edades no coincidían,  ambos eran conscientes de sus sentimientos, pero no habían dado un paso más allá de aquel beso por la verguenza.

Caminaban en completo silencio por el puente del Rey Carlos, no se habían visto con la habitual constancia, ya que la tensión en sus casas no dejaba de agobiarlos. Desde hace un mes sentenciaron sus caminos, era verídico que se separarían para ampliar sus horizontes. Todo ocasionado por los deseos familiares que reinaron ante sus súplicas al negarseles el deseo de estar en la misma institución. Sin embargo, eran por razones válidas, Hanoi como hija de un empresario reconocido en la ciudad de Praga, no podía asistir a un instituto que no fuera el mejor. Por parte de Dai, su padre ─un banquero ajetreado y lleno de deudas─ no aceptó cumplir los caprichos de su hijo por algo tan banal, desde su perspectiva, como el amor. Ambas familias eran dirigidas por las decisiones patriarcales, así que ambos chicos arrastraban el peso de la tristeza sin decirlo en voz alta.

─¿Puedo contarte una historia? ─preguntó Dai con un repentido brillo en los ojos. Llevaba rato pensando en cómo hacer que Hanoi sonriera.

─Déjame pensarlo ─Hanoi colocó su mano en su barbilla, haciéndose la pensativa─. Vale, si me dices quién te la contó primero.

─Eso es parte del relato ─contestó Dai con una leve risa─, pero está bien. Acepto.

─Sórprendeme.

─Es la historia de cómo este lugar logró ser reconocido como: la ciudad de las cien torres ─susurró el chico con una voz llena de ansias.

Hanoi suspiró, cuando lo veía tan emocionado le recordaba mucho a su madre, su estómago se removió.

─Oh ¿acaso alguna vez dejarás tu obsesión con este país?

─Es para instruirte en tu falta de cultura ─se burló él.

─No te hagas el sabiondo.

Hanoi sacó su lengua en forma despectiva, dejando en evidencia tal acción como la mejor ofensa que existe en los antecedentes de la humanidad.

No era adrede que la chica contestara a la defensiva, sino que Praga no había hecho más que traer desgracia a su vida, si no se fuera mudado aquel año, sería feliz, ella no sentiría culpa.

─Ignorando tu infantil forma de ser ─Dai meneó su mano de forma indiferente y volvió su vista al frente, logrando que Hanoi le prestara atención─, esta historia me la dijo el señor Füller, el jefe de la biblioteca.

─Estúpido crío, pedazo de nerd. ─susurró Hanoi sitiéndose ofendida por ser señalada como infantil, siendo la mayor. Sin embargo, Dai dejó pasar el insulto.

─Stovêzatá, es el término popular Hanoi. Josef Hormayer la bautizó con ese nombre para describirla allá por el siglo XIX debido al interminable bosque de torres y campanarios que pueblan los tejados de la ciudad, un lugar quizás repleto de hadas, duendes, ¡gigantes! ¿Te imaginas vivir en ese enorme lugar y la cantidad de aventuras, Hanoi?

─Ahora hay más de mil árboles Dai, me daría miedo perderme ─comentó cabizbaja.

Él colocó una mano en su hombro llamando su atención.

─En aquella época solo eran 103 ─le sonrió─. Jamás dejaría que algo te pasara, yo te protegería siempre.

Ella quiso sonreírle de regreso, pero su corazón dudó.

─Realmente pareces alguien distinto cuando hablas de este lugar ─declaró Hanoi con un toque de rencor y sintió un repentino mareo al recordar a la madre de Dai, memorias que él ya no poseía─. Pero tienes razón, deberíamos huír de este lugar, Dai. Fugarnos al bosque y vivir lejos de la civilización. No hay nada que nos ate aquí, ni siquiera una madre ─susurró lo último con dolor.

Después de tantos años, aún era imposible para ella dialogar sobre la memoria de aquella alegre mujer que ya no estaba viva. No importaba la situación que tuvieran, ni las palabras que el chiquillo dijera, siempre trataba de alejar la conversación a un punto muerto, en donde Dai no le hiciera preguntas que no podía contestar.

─¿Por qué deseas tanto alejarte de acá? Es uno de los lugares más hermosos y mágicos del planeta, está destinado a cumplir los sueños. Y el poder estar aquí con nuestras fami...

─¡Ya basta! ─Hanoi se levantó y le dio la espalda, sus manos temblaban levemente, no sabía si de la ira o de la ansiedad.

¿Por cuanto tiempo más podría disimular que todo estaba bien? En algún momento Dai le hablará sobre aquellos vacíos en su memoria, querrá saber que fue lo que pasó con su madre, y ella no podrá proferir palabras de consolación, la culpa la carcomería eternamente.

─¿Tienes algún problema el día de hoy? ─Dai se mordió los labios no queriendo insultar de más a su amiga, y amor secreto─. No sé que es lo que te sucede, pero deberías arreglar tus infortunios.

Ella rió amargamente.

─¿Qué vas a saber tú de problemas? ─recriminó Hanoi sintiéndose al borde de sus límites de autocontrol─. Eres un pequeño niño que vive fantaseando despierto, y lo único que hace es aprender historias de un país que no es el suyo.

─Pertenecemos al lugar en que vivimos ─siseó Dai con recelo y un repentino dolor en su pecho.

─Ve y dile eso a los praguenses que no quieren verte aquí ─ella sabía que estaba hablando más de la cuenta, pero quería dejar de escucharlo vanagloriar al país de sus desdichas─, no tenemos un lugar, esa es la realidad.

Hanoi siempre había pensado que el verdadero hogar, era una madre. Pero ella sentía que ambos eran huérfanos en ese aspecto, aún cuando su progenitora seguía viva en algún lugar.

Él la miró y sintió que ya no soportaba su voz.

─Me alegro que pronto tomemos caminos separados ─declaró Dai sintiendo un desprecio anormal hacia la chica─, es lo mejor que puede pasarnos.

Ninguno sabe con exactitud cómo terminaron discutiendo por estúpideces que no deberían preocuparlos, a fin de cuentas no dejaban de ser unos críos. Sin embargo, Hanoi había aprendido desde corta edad y de la peor manera las consecuencias graves de sus acciones, y Dai había aprendido a valorar el día a día, por la experiencia de tener poco, junto a las personas que amaba.

Pero ninguno pudo comprender las palabras del otro.

Él caminó hacia ella e hizo que sus hombros chocaran antes de dejarla abandonada en aquel puente. Fue la primera vez que ambos sintieron que no podrían ser amigos.

Magd

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top