Capítulo 4: El Espíritu de La Navidad Futura
La intimidante sombra miraba fijamente a Corbin, aunque esta ni siquiera tuviera ojos. Era como una silueta vigilante, terrorífica a más no poder, el espectro que imaginarías cuando te sientes observado a pesar de estar solo, abrazado por la fría oscuridad de la noche.
El pingüino se levantó con cuidado, sin perder de vista la silueta aterradora que se proyectaba frente a sus pies. El ente no pronunció ni una sola palabra, pero Peltoh ya parecía entender cómo iba la cosa, y se atrevió a preguntar su más grande duda hasta el momento.
Corbin: ¿T-Tengo en frente al espíritu d-de la Navidad futura, no es así? –Dijo con pavor, cualquiera a metros de distancia se daría cuenta de que su voz temblaba como un animal en la nieve, a punto de morir de hipotermia. Mientras más lo pensaba, más sentido tenía comparar a todo con la muerte, a presencia de aquella oscura silueta, todo podía compararse con la muerte y no parecería un disparate en lo absoluto-.
El fantasma no contestó, ni siquiera dio una mísera respuesta en gestos, no se gastó en dar alguna contestación en lo absoluto, lo único que despejaba las preguntas de Peltoh era el frío sonido del viento que atormentaba el turbio encuentro entre ambos.
Corbin: H-Has venido a mostrarme las imágenes y sombras de l-lo que ocurrirá, ¿no es cierto, espíritu? –A pesar de ya haberse acostumbrado a la compañía fantasmal, el simple hecho de clavar su mirada en la del fantasma hacía que las piernas de Corbin temblaran rápidamente- F-Fantasma, te temo más que a cualquier otro espíritu que me haya visitado esta noche... Pero tengo en claro que tu visita no es en vano, y que solo quieres hacerme un bien para mi vida. Estoy esperanzado en convertirme en una mejor persona, alguien muy distinto de lo que fui, así que por favor, guíame hacia tu lección...
Hizo todo lo posible, pero la sombra permanecía fría y congelada en el mismo sitio, con una mirada invisible que, aunque ni siquiera esté, helaba las plumas del asustado pingüino, que con ansiedad esperaba una respuesta de su parte.
Corbin: ¿N-No vas a hablarme, verd-...
Peltoh fue brutalmente interrumpido, pues en la frente de aquella sombra, un ojo repentino apareció abierto, mirándolo fijamente con más que una lección en sus pupilas. Un fuerte chirrido de furia sonó de pronto, y el fantasma comenzó a moverse, convirtiéndose en algo más que una sombra...
Dejó de lado su forma espectral en el otro plano de la oscuridad, y apareció frente a Corbin con una figura inquietante, con tres dimensiones oscuras, y un ojo enorme que el botones no podía evitar observar.
El fantasma pegó otro grito, sonaban horribles, eran parecidos a los llantos de un bebé, gritos desgarradores de lo más profundo de su alma, gritos que Peltoh jamás pensó escuchar, pero que en el fondo de la existencia, se agarraban con fuerza al valle inquietante de la humanidad.
Corbin no pudo evitar gritar del miedo, y en cuanto vio al fantasma abalanzarse hacia él, salió corriendo despavorido a su hotel, que se veía en la lejanía. Sus patas no le daban para mucho, pero iba lo más rápido que podía, nunca había estado tan asustado en todos sus años de existencia, y corría por su vida como si no hubiera un mañana, ni un hoy, ni un ayer.
Entre los sonidos de la fría y leve ventisca, se oían los gritos desgarradores de aquella criatura, que perseguía a Peltoh salvajemente, con ira, y parecía acercarse cada vez más y más. Una vez llegó a la parte baja de la montaña del Snowtel, Corbin se acercó al elevador que lo llevaría hasta la cima.
Veía como la silueta se movía bruscamente entre los árboles, y se acercaba moviendo todo su cuerpo con brutalidad. Mientras, el pingüino apretaba desesperado los botones del ascensor, esperando a poder entrar.
Una vez la puerta del ascensor incrustado entre la tierra se abrió, Peltoh se metió, y comenzó a tocar el botón para subir, una y otra vez, sin descanso alguno, de eso dependía su vida. El fantasma se acercaba más y más, y cuando estuvo a punto de ponerle las manos encima... La puerta se cerró.
Corbin pudo darse un muy breve respiro, limpiándose las gotas de sudor pavoroso que le caían por la frente, al mismo tiempo que la única luz tétrica del elevador se prendía y apagaba de manera fulminante, causando aún más terror en la retorcida mente del pingüino. ¿Cómo llegó a esto?
Después de unos pocos segundos, la puerta del ascensor se abrió, y llegó el momento de acercarse a la entrada del hotel, donde ahora se paraban tres hombres bien vestidos y arreglados, iban de negro los tres. Estaban frente a la puerta principal, y charlaban con calma, como si nada. Corbin se acercó, y sin poder controlar su curiosidad, escuchó la conversación de aquellos hombres elegantes.
No. –Decía con seguridad el más panzón de los tres, con una barriga monstruosa- No sé qué le ocurrió, no estoy muy enterado del tema. Lo único que sé es que está muerto.
¿Cuándo murió? –Preguntó el segundo, un hombre alto, con un sombrero de copa que lo hacía aparentar ser aún más alto-.
Anoche, creo. –Le contestó el barrigón-.
¿Qué ha hecho con el dinero? –Habló el tercero del grupo, un señor que destacaba principalmente por su puntiaguda nariz, y sus enormes cejas que lo hacían parecer enfadado todo el tiempo-.
No tengo idea. Quizás se lo ha dejado a su familia o su compañía. –Dijo el robusto, pegando un bostezo-.
¿Siquiera tenía familia? ¡Jaja! –Exclamó el de la nariz puntiaguda, haciendo reír a los dos contrarios también-.
Bueno, a mí no me lo ha dejado, ¡eso lo tengo claro, jajaja! –Agregó el del sombrero, causando que la carcajada general se amplifique aún más- Seguramente tendrá un funeral muy barato. –Dijo una vez las risas se calmaron- Porque, sinceramente, no conozco a nadie que vaya a ir.
Yo estaría encantado de ir... ¡Mientras haya algo de comer! –Comentó el hombre gordito, haciendo reír a sus dos compañeros, ya que todos opinaban igual en el fondo- En fin, tengo algunas cosas que hacer, los veo luego, muchachos.
También tengo algunos asuntos importantes de negocio, ¡avísenme si al final están interesados en retomar aquella partida de cartas de la que les hablé! –Dijo el sombrerero, y una vez se despidieron, los hombres se fueron cada cual por su camino, desapareciendo de la vista de Peltoh-.
Corbin pensó por un corto rato, no podía ser coincidencia que él fuera cómplice de aquella conversación y quizás de otras más que podría encontrarse, pues los sonidos que venían desde dentro del hotel lo hacían creer que había gente allí dentro. Tal vez había un propósito en todo esto, algún mensaje oculto, algo de lo que tendría que prestar atención.
No pudo hacer mucha cosa más, pues de nuevo, se sintió observado por una entidad más fuerte y más poderosa que él. Una vez se dio la vuelta, comprendió la razón de aquel sentimiento... El fantasma lo estaba mirando fijamente, en silencio y quietud, Peltoh no pudo evitar hacerle caso a su impulso de correr, y se metió directamente al hotel.
Abrió la puerta principal, miró hacia atrás, y pudo ver como el fantasma lo miraba fijamente a unos pocos centímetros, se pegó un susto tan grande que cerró la puerta con fuerza, y ahora sí, sin mirar atrás, corrió por el hotel.
Una vez dentro, se llevó una gran sorpresa al darse cuenta de que adentro no había nadie, estaba todo apagado, y la estética tétrica del lugar le helaba la sangre. Era como si aquellas voces que había oído anteriormente, y las voces que alguna vez escuchó, jamás hubieran existido, que quizás estaban atrapadas en lo más profundo de la nieve en el corazón del hotel, y que no podía hacer nada para revivir el fuego de la alegría de todas esas personas. Era inútil pensarlo.
No le prestó mucha atención a los detalles, pues el espíritu lo siguió hasta adentro, acechándolo como a su débil y asustada presa, esperando el momento para lograr atraparlo y acabar con su vida, una, y otra, y otra, y otra vez, quizás eternamente, como un ciclo sin fin. Peltoh imaginó por un momento lo que eso sería, estar atrapado en el mismo inquietante, frío, turbio, y desolado lugar de tu muerte, que hagas lo que hagas no podrías cambiar tu destino, y que aunque corras o te escondas, tu asesino personal siempre te encuentre, acabando con tu vida cada vez que te atrapara.
El miedo se convirtió en una angustia congelada que pasó por su cabeza como un huésped de un hotel, y cuando sintió la mano del fantasma acariciar su hombro, Corbin pegó un salto y empezó a correr por las escaleras doradas hacia el piso de arriba, sin siquiera mirar atrás.
Se adentró por los pasillos oscuros como si fuera una jungla, y él, una presa, escapando de su muerte inevitable. Sentía esa adrenalina y aquella desesperación correr por sus venas aún más rápido de lo que él iba para lograr escaparse, y cuando vio que la sombra se asomaba por la esquina del pasillo de atrás para buscarlo, se metió en una de las habitaciones del hotel, una aleatoria, la que tenía a su lado.
No dudo en cerrar la puerta antes de siquiera ver lo que había dentro, y cuando pegó el portazo, se dio cuenta de que las luces del cuarto estaban prendidas, con dos personas hablando sin siquiera percatarse de su presencia y su existencia en aquel lugar.
Así que estás recolectando todo. –Comentó uno de los dos individuos parados en aquella sala, teniendo la cama entre medio de ambos. Apenas comenzaron a hablar, Corbin volvió a escuchar todos esos sonidos de fondo en el hotel, como si estuviera lleno de gente contenta y alegre-.
Eso es correcto. –Contestó el otro hombre, con un cabello peinado y bastantes canas, que acompañaban su serio rostro y su vestimenta verde y elegante, lo que más destacaba era su saco que llegaba hasta sus rodillas- Si no, ¿qué harán con todas sus pertenencias?
Tiene razón. Aunque... No lo sé, ¿no cree que es algo inquietante llevarse la ropa y demás cosas de un muerto? –Preguntó el más joven, algo perturbado por la situación-.
¡Claro que no! Aún menos sabiendo de quién nos referimos, un hombre tan tacaño, avaro, e insensible. –Dijo con rabia, sin parar de empacar la ropa que encontraba- Pienso venderla y hacerme un buen dineral con todo esto.
¡Ay no! –Exclamó el joven contrario. Corbin, que presenciaba toda la escena desde una esquina, sintió algo de esperanza al ver la reacción del individuo, aunque dicha esperanza desapareció al escuchar sus próximas palabras- Tenga cuidado, señor. ¡El hombre podría haber muerto de algo contagioso, y pasar la infección a su ropa!
En eso estás en lo cierto, compañero. Pero me he asegurado de investigar sobre aquello, pienso en todos los detalles. –Dijo el más anciano, quien empacaba, dejando al joven un poco más aliviado- De todos modos, no me veas mal, chico. Si el viejo malvado hubiese querido quedarse con sus pertenencias después de muerto, ¿por qué no fue una persona normal y corriente durante su estancia en este mundo? Al menos hubiera tenido a alguien que se preocupara por él en sus últimos momentos de vida, en vez de estar ahí tirado, en soledad, esperando a que la muerte lo busque para sentirse con algo de compañía.
Es la verdad más grande que he oído en años, señor. No lo juzgo, fue un castigo de Dios. –Respondió el joven-.
Sí, aunque hubiese estado bien que guardara algo de mayor valor entre toda esta ropa, jaja. –Rió desinteresado, al mismo tiempo que el contrario, y las risas se repitieron y repitieron, quemando la cabeza de Peltoh con sentimientos culposos e incluso de tristeza, el mismo pingüino que observaba horrorizado aquella escena-.
Corbin: ¡Espíritu, sé que estás observándome! –Exclamó con fuerza, dándole la espalda a los comerciantes de las pertenencias de aquel difunto hombre, y miró hacia el techo, tratando de buscar contacto con el fantasma- ¡Ya entiendo lo que estás tratando de decirme! ¡Mi situación podría ser la misma que la de ese pobre hombre! ¡Es el camino que mi vida ha tomado! P-Pero, puedo c-cambiarlo, ¿v-verd... ¡AAAAH!
https://youtu.be/ArFxSg871R4
(Soundtrack de la escena)
No pudo ni siquiera terminar su dialogo, pues un grito le salió de lo más profundo de su aterrado corazón, ya que una vez que Corbin se volvió a dar vuelta, logró presenciar como todo había cambiado. Para empezar, las personas de antes habían desaparecido, y las luces de la habitación se apagaron repentinamente, dejándolo solo entre la oscuridad una vez más... Hacía tanto frío.
Un silencio inquietante reinaba en el cuarto, y por la ventana, que se encontraba al lado de la cama, entraba una pequeñísima y leve luz que dejaba iluminar un poco a lo que se encontraba acostado entre las sabanas.
Peltoh se quedó congelado del miedo, sin saber qué hacer, hasta que entre las sombras de la propia oscuridad, lo vio. El único ojo del fantasma, acechándolo desde la esquina de la habitación, utilizando la poca luz que había para reflejar su mano, que con su dedo señalaba hacia la cama. El mensaje era más que claro.
Corbin: ¿Q-Quieres que me a-acerque, espíritu...? –Preguntó con una voz quebrada que temblaba como una estalactita a punto de caer. El espíritu no volvió a responder de ninguna otra forma, así que Corbin simplemente le hizo caso a su intuición, y con mucho miedo y lentitud, se acercó a la cama- P-Por Dios...
Un muerto... Un cadáver... Aquel hombre que había fallecido yacía en la cama de la oscura y tétrica habitación, tapado por las sabanas hasta la cabeza. Peltoh no podía reconocer de quien se trataba, pero tampoco quería saberlo, le daba demasiado pavor como para descubrirlo por sí mismo.
Corbin: E-Espíritu. –Volteó a mirar la sombra, y suplicó- Aprendí l-la lección... Por favor, sácame de aquí, v-vámonos ahora. –El fantasma no se movió ni un centímetro, y siguió señalando a la cabeza del cadáver- Entiendo lo que quieres, espíritu... Y lo haría si fuera capaz, pero... No tengo la fuerza... No tengo el valor.
El fantasma solo se le quedaba mirando fijamente.
Corbin: S-Si hay una persona que sienta algún sentimiento o emoción por la muerte de este hombre... Por favor, enséñamela, espíritu, ¡te lo ruego! –Pidió con desesperación-.
El espíritu lo miró fijamente por unos segundos más, hasta que la puerta de la habitación se abrió. Allí, el lugar había cambiado, ya no era un pasillo como el de antes, ahora era un pasillo distinto, recto hacia la puerta del cuarto en el que estaban. Corbin se acercó para prestar atención, y pudo ver como dos personas hablaban.
Era una mujer frente a su esposo, parecía una pareja de no muchos recursos, y ambos esperaban a la palabra del otro. Ella lo miró a los ojos, y le preguntó.
¿Entonces son buenas o malas noticias...? –Le dijo, al ver que al hombre le costaba un poco expresarse-.
S-Son malas. –Respondió algo nervioso-.
Ugh, entonces ya no hay esperanza. –Exclamó preocupada y casi entre lágrimas de tristeza-.
No se ha conmovido, pero... Se ha muerto. –Dijo, y ambos quedaron en silencio, para luego de unos segundos mostrar una sonrisa en sus rostros como nunca habían visto antes. Dicen que la cara es el reflejo del alma...-.
Que me perdone Dios, pero no puedo evitar sentirme así, querido. –Le contestó riéndose aliviada, su marido también sostenía una sonrisa- ¿A quién se traspasará nuestra deuda entonces?
No lo sé del todo, pero estoy seguro de que para ese momento ya tendremos el dinero. ¡Finalmente podremos dormir con tranquilidad, cariño! –Exclamó contento, dándole un gran beso a su esposa-.
La puerta de la habitación se cerró, dejando a oscuras al pingüino, la sombra, y el propio cadáver clavado en la cama.
¿Esa era la única emoción que había? ¿Era lo único que el fantasma podía ofrecerle a Corbin? Una pareja sintiéndose feliz por la muerte de aquel hombre ya que gracias a aquello ahora podrían vivir sin deudas que los atormentaran, era increíble, pero al mismo tiempo entendible. Peltoh solo pudo sentirse aún peor, sus esperanzas por ver algo de cariño y amor por la persona fallecida estaban por los suelos, y no pudo evitar sentir un profundo dolor en su interior, como si le clavaran miles de estalactitas de hielo por la espalda.
Corbin: ¡No puede ser, espíritu! ¡¿Por qué no me muestras algo de cariño por un muerto?! ¡¡Jamás podré volver a sentirme bien si no me muestras lo que busco!! –Exclamó frustrado, mostrando algo de lo poco que quedaba de su malhumor y furia-.
El espíritu frunció el ceño de su único ojo, y gritó como siempre lo hacía, un grito tan perturbador y desgarrador, que penetró los oídos de Corbin, asustándolo una vez más. La puerta se abrió de nuevo, y cuando el pingüino vio que el fantasma se acercaba lentamente hacia él, decidió darle la espalda y correr por los pasillos del hotel otra vez.
La locura comenzaba a escalar por las paredes del lugar, llenando de oscuridad todo, como si jamás hubiera existido. Un extraño temblor se sentía en el piso del hotel, y Corbin podía escuchar como algunas partes del techo se caían, junto a los muebles, mesas, lámparas, estantes, y librerías que habían para decorar.
Parecía que el Snowtel se caía a pedazos, justo como las esperanzas de Peltoh por recuperar su vida y darle una vuelta de tuerca para cambiarla y ser mejor persona, cada vez tenía menos fe, y el fantasma era como la sombra de sus propios pecados, acechándolo y persiguiéndolo por todo el establecimiento que creó en base a sus malos tratos hacia los demás, combinado con su avaricia, odio, y amargura.
Corbin subió las escaleras desesperado, viendo como todo su hotel se destruía lentamente como por acto de magia. Llegó cansado hacia el último piso, el ático, donde había estado durmiendo anteriormente, y cerró la puerta.
No tenía escapatoria, se había quedado arrinconado, y si el fantasma no lo encontraba, pronto los demás lo encontrarían muerto, bajo los escombros del destruido Snowtel.
La puerta se abrió de pronto con mucha fuerza, tanto que esta se cayó abajo. Se trataba del espíritu, que miraba al pingüino con odio, en silencio, mientras toda la habitación temblaba y se destruía lentamente.
Corbin: ¡Espíritu, por favor! –Exclamó, pero los gritos con los que suplicaba no eran suficiente para acaparar los fuertes ruidos que el fantasma cometía, interrumpiendo las palabras del asustado pingüino-.
Peltoh se dio cuenta de que no tenía escapatoria, y arrinconado en el ático, decidió aceptar su destino... Hasta que se percató de algo. La ventana.
Sí, cualquiera moriría si caía de una altura tan alta como lo era esa, pero de todas formas iba a morir, y no le quedaban muchas opciones más. Corbin frunció el ceño, y con valentía, se subió a la ventana y se tiró como un ave volando entre el cielo estrellado de la noche.
La sensación de volar no duró mucho, pues Peltoh comenzó a caer en picada no solo hacia la superficie de la cima de la montaña, sino también por el barranco. Eran MUCHOS metros de altura, seas quien seas, rico o pobre, bueno o malo, la gravedad no discriminaba, y te mataría si te caías desde ahí.
Corbin gritaba de miedo en sus últimos momentos de vida, viendo como el suelo nevado se acercaba cada vez más y más. Una vez vio que este estaba a punto de estrellarse con su rostro, cerró los ojos, y se partió contra el piso...
...
Un silencio tan inquietante como relajante se oyó en aquel bosque, que quedó mudo ante los gritos desgarradores de la caída de Corbin.
Y como si fuera acto del destino, o de la propia esperanza de vida y de determinación que el pingüino tenía, fue que abrió los ojos asustado, viendo como la nieve amortiguó su caída, sorprendentemente. ¿Era siquiera eso posible?
Corbin: E-Estoy bien... -Se levantó, como si nada hubiera pasado-.
No pudo decir mucho más, pues en frente tenía de nuevo aquella cabaña en medio de la nieve, un lugar que rebalsaba cariño y amor, y que se sentía familiar al verlo de nuevo.
Corbin: ¡Es la casa de Gale! –Exclamó contento, y no dudó en entrar, aunque se sorprendió al ver que solo habían dos personas allí, Lou y King, quienes llevaban una particular tristeza entre sus ojos. Peltoh cerró la puerta y los escuchó con atención-.
King: ¿Te has dado cuenta de la soledad que quedó en esta casa? –Le preguntó con una voz tan calmada como entristecida-.
Lou: Lo he hecho, hermano... Pero no podemos mostrarle esta tristeza al señor Gale cuando vuelva. –El robot rey quedó callado- Hablando de eso... Debería estar por llegar.
King: Le recuerdo andar con el pequeño Frosty a todos lados, lo llevaba en sus hombros a pesar de ser ya un anciano... -Aunque siempre se veía tan frío como el hielo, inquebrantable, King no pudo evitar quebrarse en llanto, dejando caer algunas lágrimas-.
Rápidamente, la puerta se abrió, Corbin miró hacia atrás y se apartó del camino, aunque ni siquiera podían verlo. Siguió observando la triste escena.
Lou: ¡Señor Gale, ya regresó! –Exclamó contento, o al menos lo intentó, la angustia que tenía en sus ojos era imposible de ignorar-.
Gale: ¡Chicos! ¡Me alegro tanto de verlos! –Los tres se dieron un fuerte abrazo, más de consuelo que por otra cosa, en verdad todos lo necesitaban. Gale trató de ser fuerte frente a ellos, y permanecer sereno y alegre a pesar de todo, como siempre lo ha hecho. Lo hacía bien, pero una pregunta hizo que todo se saliera de control-.
Lou: ... ¿F-Fue a verlo hoy, señor? –Preguntó preocupado, el anciano solo lo miró, para luego suspirar con angustia-.
Gale: A-Así es... Me hubiera encantado que estén ahí también, estoy seguro de que sería un alivio para ustedes ver lo hermoso que es ese sitio. –Lou sonrió levemente aliviado- Pero ya tendremos tiempo para ir... Le prometí que iríamos todos los domingos a visitarlo. –Se refería a un cementerio...-.
El silencio volvió a reinar en la sala, hasta que Gale no pudo resistirlo más, y se desmoronó en un instante, rompiendo en llanto al recordar todos los momentos. Tal vez hubiese podido tener la fuerza para no llorar si Frosty aún estuviera allí.
Gale: ¡Mi pequeño, mi niñito, cuánto lo extraño! –Sollozaba, limpiándose las lágrimas y recibiendo una caricia en el hombro por parte de King. Lou directamente tuvo que abrazarlo, pues también se sentía igual-.
King: Tranquilo, señor. El pequeño Frosty fue un niño adorable, una maravilla de persona. Ninguno de nosotros lo olvidaremos, jamás.
Lou: ¡¡Jamás!! –Exclamó llorando-.
Gale: J-Jamás. –Murmuró, con la poca fuerza que tenía por la tristeza, y los tres volvieron a abrazarse, para quedarse así por un rato, aliviando el dolor de aquella pérdida-.
Era una promesa, y tanto Lou, como King, y Gale también, juraron que jamás olvidarían a la tan querida alma del pequeño Frosty, que en paz descansaba entre la nieve que algún día amó.
Corbin: No puede ser... -No podía creer que lo que estaba viendo estaba pasando, y con solo ver el rostro dolido de Gale, que parecía que lo miraba a él con desprecio, se terminó de sentir mal. Por primera vez sentía un verdadero dolor por alguien que ni siquiera era de su familia-.
El espíritu apareció de entre las sombras de la cabaña, y se acercó al pingüino, que lejos de asustarse, se quedó quieto mirándolo, esperando a que algo pasara.
Corbin: Espíritu... Presiento que ha llegado el momento de despedirnos. Pero antes de eso... ¿Podrías mostrarme quién era el muerto que vimos? –El fantasma no tardó ni un segundo en conceder su deseo. Las pocas luces del lugar comenzaron a parpadear, dejando la habitación en una completa oscuridad-.
Corbin cerró los ojos, ahora llenando de oscuridad su propia mente, y cuando los volvió a abrir, estaba en otro lugar. En frente suyo, veía una reja entre piedras musgosas, que construía un enorme cementerio cuya estética daba bastante miedo. El lugar era bastante horrible, para ser sinceros, pues ni siquiera parecía un cementerio digno donde alguien podría descansar en paz, preferible seguir viviendo a que morir para que luego te entierren en un lugar tan horroroso como lo era ese.
El espíritu no miró atrás, y parecía que ni siquiera esperaba a Peltoh, que lo seguía algo atemorizado por los sonidos desolados que se oían a su alrededor.
Tenían un destino definido, y mientras más se acercaban a este, más se notaban los cambios en el clima, que por lo que se veía, parecía que una avalancha estaría por venir. Los árboles se movían con furia, y la nieve caía de forma más violenta, todo parecía demostrar que estaban por llegar a algo fúnebre y atroz, y Corbin se daba cuenta.
El fantasma se frenó en una de las tumbas, y usando su mano, señaló con su dedo índice hacia esta.
Corbin: E-Espíritu, a-antes de que m-mire esta tumba... Respóndeme u-una pregunta. –Decía aterrado por lo que estaba a punto de presenciar, pues se empezaba a dar cuenta de que, quizás y solo quizás, sus sospechas podrían ser ciertas- ¿Son las imágenes y sombras de las cosas que van a suceder? ¿O solo de las cosas que PODRÍAN suceder?
El espectro no respondió de ninguna forma, por lo que Corbin, desesperándose cada vez más, insistió.
Corbin: El rumbo de la vida de un hombre presagia cierto final que se producirá si el hombre persevera... ¡Pero si cambio ese rumbo, el final también cambiará! ¿No es así, espíritu? ¡¡Dime que eso es lo que quieres enseñarme, por favor!! –El espíritu permaneció quieto e inmovible como siempre, frío como el hielo, tenebroso como las sombras que vigilan a uno entre lo más profundo de la oscuridad-.
El señor P no esperó ni un segundo más, dejó de lado las preguntas que tenía para el espíritu, y sin hacerse esperar más, se acercó a la tumba, solo para llevarse el susto más grande de toda su vida. En la tumba, el nombre de una sola persona muy familiar estaba escrito...
"CORBIN PELTOH"
Corbin: ¡¡¡No, no!!! ¡¿Soy yo el hombre que yacía en esa cama?! –Exclamó desesperado, mientras se arrodillaba frente a su propia tumba. Algunas lágrimas frías de temor y angustia caían por sus mejillas, y ciertamente, no sabía qué hacer-.
El espíritu, respondiendo a su pregunta, realizó un solo gesto. Lo señaló a él, y luego a la tumba, dejando en claro que el hombre fallecido en aquella cama era el mismísimo Corbin Peltoh.
Corbin: ¡No, espíritu! ¡Por favor, no! –Sollozaba y suplicaba por su vida, mientras el clima se ponía mucho más violento, y la nieve se abrazaba a las piernas arrodilladas del señor P- ¡Espíritu, escúchame! ¡Ya no soy como antes! Luego de este encuentro ya no volveré a ser el mismo... ¡¿Por qué me muestras esto si ya no hay esperanza para mí?! –Preguntaba entre gritos y llantos-.
La sombra parecía burlarse de él de alguna forma.
Corbin: ¡Espíritu, por favor! ¡Dime que puedo cambiar mi destino! ¡Dime que todavía puedo modificar las imágenes que me has mostrado si cambio como persona! ¡¡Te lo suplico!!
El ojo del fantasma se veía como si este estuviera riéndose de él aún más.
Corbin: ¡Celebraré y haré honor a la Navidad en mi corazón durante todo el año! ¡Viviré en el pasado, en el presente, y en el futuro! ¡Me siento agradecido con el espíritu de los tres y jamás olvidaré todas sus enseñanzas! –Suplicaba llorando, pero la sombra no parecía prestarle atención-.
Peltoh se percató de que la nieve comenzaba a dolerle en las piernas, sentía unos pinchazos dolorosos, y cuando miró hacia abajo, se dio cuenta de que esta misma parecía estar devorándolo lentamente hacia su tumba bajo la tierra congelada.
Corbin: ¡AAAH! ¡POR FAVOR, ESPÍRITU! ¡TEN PIEDAD DE MÍ! ¡CAMBIARÉ, Y HARÉ SENTIR ORGULLOSO A MI PADRE, LO JURO! –Gritó con sus últimas fuerzas-.
La nieve se lo tragaba muy lentamente, y ahora sí parecía ser el final. Sentía frío por todos lados, y ahora solo podía mirar hacia arriba mientras se hundía en lo más profundo del infierno invernal que él mismo creó en su vida. En la luna, podía ver la cara de todos sus pecados, y cerca de él, el ojo del espíritu, que se reía con maldad cuando ya Peltoh no podía gritar por la nieve que tapaba su rostro.
Ya estaba dentro de su tumba, ahogándose entre la nieve, y la poca luz de esperanza que había allá afuera se tapó por la oscuridad mortal de aquella tumba entre la nieve. Corbin quedó bajo tierra, y lo último que pudo hacer fue cerrar los ojos, arrepintiéndose por cada una de sus acciones durante su vida.
Abrió los ojos con el último respiro de su alma, y cuando tomó con fuerza un respiro, logró moverse... La nieve lo abrazó, y antes de que se dé cuenta, esta misma nieve se había convertido en sábanas.
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