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Esta playa es un lugar enorme. Se dijo a sí mismo. No tendrás que ni toparte con él.

Fueron las palabras que se dijo Jimin mientras se ponía sus lentes de sol, recostándose en su silla de madera, dejando que sus pies se solearan y así poder tener su cuerpo a una temperatura normal. Pero la gran tranquilidad que tenía se veía vilmente amenazada por los deseos de Jungkook.

Jungkook necesitaba tener movimientos con Jimin, necesitaba que toda esa dinámica de odio y rechazo entre ellos cambiará. Tenía que hacer que Jimin esperará su mirada, su atención y sus toques.

Debía ganar a toda costa.

Por lo que, Jungkook desde su lejanía, apuntó muy bien hacia donde iba a lanzar la pelota de Bam. Una vez hallado el blanco, lanzó la pelota y vio a su perro correr, esperando atento a que su plan triunfará.

Lo hizo, Bam saltó por encima de Jimin para así conseguir su preciada pelota, logrando que con su cuerpo la sombrilla del rubio se cayera a la arena.

Eureka, pensó Jungkook.

Jimin respiro tres veces, no debía reflejar su enojo en el pobre perrito que le miraba con los ojos redondos y moviéndole la cola, sino, debía concentrar su enojo en su dueño. Jimin se levantó de su asiento para acomodar su sombrilla, grande fue su sorpresa cuando sintió la presencia de alguien más ayudándole a levantarla.

Jungkook tomaba la sombrilla junto a Jimin, ambos la colocaban en su lugar mientras sus manos estaban cerca, a casi centímetros.

—Por lo menos resolviste lo que tu causaste. —Dijo Jimin con un tono de enojo en su voz, su tranquila tarde de martes había sido arruinada.

—Se dice gracias ¿no? —Respondió de vuelta Jungkook, con aquella sonrisa que tanto le molestaba a Jimin.

La llamada "sonrisa de un millón de dólares" o "la sonrisa de tres centavos".

—¿Y por qué lo haría? Tu mala puntería hizo que tu perrito derribara mi sombrilla.

—¿Ahora culpas a Bam? —Rio en tono burlón, en serio le encantaba molestar a Jimin, le hacía el día. Sobre todo, cuando el rubio era tan reactivo con las cosas que lo cabreaban.

—Te culpo a ti, imbécil. —Rodó los ojos, una vez más acomodando las gafas de sol que protegían sus ojos.

Jimin estaba a punto de volver a su cómodo lugar, hasta que el lindo perrito que derrumbó su sombrilla le rascó la pierna mientras se encontraba sentado con su pelota en la boca, pidiéndole, claramente, que jugara con él. Y Jimin no era de piedra, amaba a los animales. Por eso se agacho hasta su altura para pedirle su pelota y con una sonrisa la tomó, acariciándole detrás de las orejas mientras le decía lo lindo que era.

—Al parecer Bam no siente lo insoportable que eres. —Dijo Jungkook a su lado.

—¿Quieres callarte? Ni siquiera te estoy hablando a ti. —Sin voltearse siquiera para verlo le hablo, siendo muy cuidadoso en hacerle notar que lo detestaba.

Jungkook rodó los ojos, pensando que será un gran camino por recorrer. Pero nunca digas nunca.

Después de la sesión de caricias a Bam, por fin Jimin trató de apuntar a algún lugar para que el perrito comience a jugar, pero al querer lanzar la pelota, su brazo fue detenido bruscamente. Giro su rostro para encontrarse con el de Jungkook, así exigirle que lo soltara.

—¿Qué te pasa? Suéltame. —Exigió, la cara de enojado nadie se la podría quitar.

—Aún no te da el anillo. —Dijo Jungkook en voz baja, viendo el dedo anular de Jimin.

—¿Qué? —Pregunto, no había podido oír bien lo que Jungkook le había dicho.

—Que Eunwoo aun no te dio el anillo. —Retiró su mirada de la mano de Jimin, para así cambiar su vista a los ojos finos del rubio.

—¿Y eso qué? —Jimin se hartó del tacto de Jungkook, por lo que se soltó de su agarre, aun manteniéndose a su lado.

—Pues creí que ya te había pedido la mano formalmente, se está tardando, ¿no?

—¿Y? ¿Eso a ti que te importa? —Jimin dio un paso adelante, encarando a Jungkook, no le permitiría que hable mal de su compromiso.

—No me importa. —Sonrió de lado, llevando su mano hacia la barbilla de Jimin, acariciando con sus dedos la piel suave. —Solo que creí que Eunwoo era de los que cumplían su palabra y que te daría un precioso anillo.

Jimin se alejó de Jungkook, lanzó la pelota de Bam lejos y cuando el perrito fue en busca de la pelota, comenzó a recoger sus cosas, ya le habían arruinado la tarde de martes.

Sin decir nada, Jimin tomó sus cosas entre sus manos y se fue del lugar, sintiendo como era seguido por la mirada de Jungkook, era molesto. Sentía la sonrisa de tres centavos de Jungkook a sus espaldas, podría incluso darse la vuelta para tumbarle algún diente.

Lo detestaban.

Se detestaban.

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