2.




Un golpe seco se escuchó cuando tocamos el suelo, Dylen había dirigido el paracaídas en nuestro aterrizaje, pero al parecer no había calculado la altura de este provocando que cayéramos abruptamente.

Desvié mi mirada hacia mi pierna derecha, esta dolía un poco debido al impacto de la caída del pelinegro, ya que había caído encima de mí y me estaba aplastando. Observé como Dylen se levantaba y ponía su mano en su pecho haciendo una mueca. Su rostro cambió cuando se dio cuenta que lo observaba, luego carraspeó y me ofreció su mano.

Y como si no hubiese encontrado que decir, no pudo expresarse un poco menos altanero.

—¿Qué tiene en su mano? Creo que me ha clavado algo. ¿Así se deshace de los hombres que le atraen? —preguntó con una sonrisa socarrona—. Porque le sugeriría que intente algo mejor, es algo difícil deshacerse de alguien como yo.

Bufé, pero y este quién se creía.

¡Ni que fuera el último chocolate del mundo!

Me remojé los labios mientras mis ojos lo miraban aturdidos. A pesar de que quería decir un par de cosas nada salía de mi boca. Y es que me olvidé por un momento de Dylen para observar mi alrededor, estábamos en un área un poco desierta de personas, los árboles nos rodeaban mientras caía el sol y una playa estaba detrás de nosotros. Me abracé a mí misma cuando sentí la brisa fría rozar mi piel.

—¿Se encuentra bien? —susurró el pelinegro detrás de mí, el aliento de sus labios chocando contra los vellos de mi cuello y mis reflejos haciendo que le propinara un golpe en el brazo.

—¡¿Pero qué le pasa?! No puede venir y acercarse a las personas así—exclamé moviendo mis manos rápidamente con desesperación en mi voz.

Él enarcó una ceja y se quedó en silencio por unos segundos, observando mi rostro y leyendo mi expresión, hasta que finalmente comentó:

—Bueno...—Se cruzó de brazos—, vi una oportunidad y la tomé. 

Arrugué mi frente para luego entrecerrar mis ojos.

—¿Disculpe? —interrogué indignada mientras lo observaba.

Dylen hizo una sonrisa de lado, de esas que solo podían significar una cosa. Problemas. Su cuerpo se acercó al mío para después susurrar algo:

—Disculpada.

Para ser sincera, en estos momentos sí me pregunté qué tipo de persona era Dylen. Y es que la sensación de calma que su compañía producía y su comportamiento extrovertido solo me hacían pensar en una cosa.

Aquí habia gato encerrado, y tenía demasiado en mi plato para querer compartir del de otra persona.

En fin... d íganme que no era la única indignada por la audacia de este hombre, ¿quién le daba permiso de tomarse tantas libertades?

Juraba que si las miradas ocasionaran algun daño físico, su rostro hubiese estado de un lindo color morado.

—¿Le gusta el color morado?—pregunté. El rostro de Dylen se tornó confuso, sin entender de lo que hablaba.

Sus cejas se arrugaron mientras movía sus ojos de un lado a otro. Observé como sus labios se abrían con intención de decir algo, sin embargo, nada salió de ellos.

Hice una media sonrisa.

—Eso pensaba.

Mi comentario fue interrumpido por un Jeep de color negro que se acercaba a nosotros. Un hombre con unos jeans oscuros y una camisa se desmontó del vehículo para luego detenerse frente a nosotros.

—¿Ustedes son del vuelo 516? —preguntó observándonos.

Dylen y yo asentimos para luego ser explicados por el hombre misterioso que estaba reuniendo a las personas del vuelo para llevarlas a un hotel.

El hombre nos dejó ver una credencial y luego llamamos a la aerolínea para confirmar que era una persona que trabajaba en aquel lugar. Yo no era tonta, y Dylen... digamos que no confiaba en cualquiera.

Aunque había confiado en mí.

Después de unos minutos, decidimos adentrarnos en el vehículo para dar marcha a este y dirigirnos al hotel.

Por lo que habíamos conversado, estábamos en Irlanda, cerca de las costas del oeste. Me mantenía observando por la ventana mientras Dylen se adentraba en una acalorada conversación con el hombre del Jeep. Había aprendido algo de él y era que hablaba, hablaba mucho y podía llegar a ser irritante.

El tiempo pasó y llegamos a un hotel, tenía apariencia de un castillo robusto pero mostraba unas terminaciones delicadas. La estructura era atrayente, porque a pesar de que todo su diseño era de unos años anteriores, y cuando decía años me refería al siglo anterior, era único y hermoso. Cuando salimos del vehículo observé como Dylen cambiaba su rostro, lucía curioso y un brillo pasó por sus ojos.

—¿Le va a pedir matrimonio al edificio o va a entrar? —pregunté con un tono burlón.

Él desvió su mirada hacia mí para después dedicarme una media sonrisa.

¿Pero qué carajos?

¡No vas a caer! ¡No!

—Alguien está celosa. No se preocupe, puede que tenga el puesto reservado—murmuró para luego guiñarme un ojo y entrar por la puerta dejando que esta se cerrara en mi cara.

¡Qué caballero!

Si esta era su forma de ligar, que le pusieran cero.

Abrí la puerta para lanzar un suspiro frustrado y luego dirigirme a la pequeña recepción. El hotel no era gigantesco, pero era acogedor y tenía diferentes tonalidades de colores fríos que lo hacía ver enigmático. El lobby contaba con una mesa de recepción en donde estaba una empleada haciendo reservaciones, la sala contaba con varios muebles de color rojo vino y una mesa central que tenía tonalidades doradas.

Cuando Dylen terminó de registrarse, pasó por mi lado lentamente mientras hacía una seña que no logré entender bien.

Rodé los ojos, ¿qué clase de comida le daban para que fuera tan egocéntrico?

Después de unos minutos mi turno había llegado, la muchacha de cabellos rubios me observó con una mirada cansada y una mueca en su rostro.

—¿Nombre con cual hizo su registración de vuelo? —preguntó observando su computador.

—Aisha Rowling—respondí calmadamente.

Ella duró varios segundos mirando el computador y escribiendo en su teclado para luego observarme con mala cara.

—Usted no está en el sistema, señorita Rowling—respondió enarcando sus cejas como el que esperaba una explicación.

¿Cómo que no estaba en el sistema?

—¿Qué? —pregunté alarmada—. ¿Cómo que no estoy? ¿Puede chequear otra vez?

Ella me observó con su mirada cansada para luego durar varios segundos frente al computador.

—Nada—respondió—. Le podría dar una habitación, pero no tenemos más habitaciones disponibles para personas...como usted, y usted no está en ninguna lista.

¿Personas como... yo?

Sentí como la frustración tomaba posesión de mi cuerpo.

—¡Pero yo estoy en la lista! ¡Tengo incluso mi comprobante! —exclamé sacando el recibo del bolsillo de mi pantalón. Agradecía que no se hubiese perdido cuando estábamos en los aires.

Ella estrechó su mano para leer el boleto y luego dármelo de vuelta. Entendía que estaba cansada, pero si se esforzaba un poco más tal vez podría encontrar algo.

—Lo siento, aunque me muestre eso no puedo hacer nada. No está en el sistema.

Un sentimiento de impotencia recorrió mi cuerpo, ¿en serio?

¿Acaso esto era una señal de la mala idea que había sido este viaje?

Solté un suspiro frustrado, respiré hondo unas cuantas veces para poder responderle. Estaba molesta con la situación no con ella.

—¿Puede volver a intentar? Es tarde, estoy en un país desconocido y no sé a cuántas horas está el próximo hotel, por favor.

Ella observó a los clientes detrás de mí en la fila, lanzó un suspiro molesto para luego desviar su mirada hacia mí.

—Señorita, he revisado su nombre tres veces y no aparece. Tengo más personas que atender, no es mi problema—sentenció con un tono de voz despectivo.

Ahora sí que estaba molesta. Ella no tenía derecho a hablarme de aquella forma.

Observé a mi alrededor, algunas personas miraban la escena y otras simplemente se mantenían en su propio mundo.

Di un respingo al escuchar la voz de Dylen proviniendo detrás de mí. Su andar había sido sigiloso y no me había dado cuenta de su presencia.

—Le recuerdo que debería de cuidar como se comunica con sus clientes, señorita Walsh—murmuró Dylen con un tono de voz serio.

Él se acercó a mi figura, esta vez posicionándose a mi lado, para luego observar a la recepcionista con un rostro inexpresivo.

—Una habitacion para la señorita Rowling, señorita Walsh—demandó Dylen con una voz firme.

Esta era una nueva fase que veía de él, sus hombros estaban tensos, tenía una mirada seria haciendo que su mandíbula se resaltara un poco más, mientras que sus ojos, lucían como que sabía todo tipo de jugada en algún juego de póker.

Aparentaba ser un hombre de negocios.

La muchacha observó a Dylen como si le hubiese crecido otra cabeza.

—Con todas las personas del vuelo, temo informarle que la única habitación disponible es la suite presidencial, señor.

—Entonces deme la suite presidencial. 

Ella asintió no muy convencida mientras miraba de reojo al pelinegro. 

Dylen enarcó una ceja para luego darle una media sonrisa. Se estaba burlando de ella.

—Lo puede cargar a mi tarjeta —murmuró para pasarle una tarjeta de crédito de color negra con letras plateadas.

En estas últimas horas había aprendido varías cosas sobre Dylen: era un tramposo, tomaba riesgos, tenía una autoestima en las nubes, contaba con aires de egolatría, odiaba las injusticias y, tenía una tarjeta de crédito negra.

Lo que probablemente significaba que era una persona con dinero.

Yo y mi suerte de mierda, otra vez.

Si había estado de acuerdo con algo, era que mientras más adineradas eran las personas, más problemas atraían con ellas.

La recepcionista abrió sus ojos sorprendidos para luego tomar la tarjeta de crédito en sus manos y obtener la habitación.

Ella le dedicó una sonrisa nerviosa a Dylen, y este la observó con cierta molestia. La muchacha le entregó la tarjeta de acceso a la habitación provocando que Dylen la tomara en sus manos para luego colocarla en las mías.

Me quedé con la tarjeta en la mano estupefacta.

¿Tenía habitación?

—Aisha, ¿se va a quedar ahí o va a moverse?

Tanta caballerosidad no duraba por mucho tiempo.

Moví mis pies frente al mostrador para luego caminar hacia el ascensor con Dylen a mi lado. Nos adentramos a la caja metálica, para luego quedarnos en silencio mientras escuchábamos la típica música de elevador.

—Mm... gracias por lo de la habitación—mencioné con un tono de voz tímido.

Él asintió con su rostro serio.

—Aunque no debiste hacerlo, yo podía arreglármelas sola.

Dylen giró su cabeza para poder observarme. Tenía las líneas de su frente ligeramente arrugadas y expresaba confusión en su rostro. Sus ojos grises cambiaban de color al iluminarse con las luces del ascensor. Ahora aparentaban ser del color de la plata.

—Sé que podías, pero eso no quita el hecho de que te quisiera ayudar.

Asentí lentamente, el timbre del elevador sonó haciendo que Dylen saliera primero. Me había deseado unas buenas noches y que disfrutara de mi estancia.

El elevador se cerró para llevarme hasta mi piso, al salir pude admirar el pasillo que me llevaba a mi habitación, 7C.

Abrí la puerta para encontrarme con un espacioso lugar y diseños hermosos. Tenía una entrada en donde se podían divisar algunas plantas, una pequeña sala con unos muebles color crema que lucían increíblemente cómodos, una cama grande con sábanas blancas y sedosas y un pequeño bar donde había varias bebidas alcohólicas. Me adentré más al lugar y cerré la puerta detrás de mí.

La habitación contaba con un baño espacioso y de diseño moderno, un vestidor y un jacuzzi. Ya podía imaginarme a mí misma con dos pepinillos en los ojos y un baño de espuma extenso.

Entré a la sala de baño y busqué mi bolsa. Era lo único que había podido tomar del avión, en esta se encontraba un cambio de rompa, goma de mascar, unas llaves, mis documentos personales y mi celular. Había olvidado escribirle un mensaje a Ethan. Seguro y después me echaba una reprimenda grandísima, pero eso lo haría después, necesitaba un baño.

Quité las ropas sucias que se adherían a mi cuerpo, para después entrar a la regadera superficial y darme mi merecida ducha. Dejé que el agua corriera todo tipo de suciedad y que mis músculos se relajaran, minutos después, salí del lugar y vestí mi cuerpo con el cambio de ropa interior limpio que tenía.

Tomé una de las batas que ofrecía el hotel para luego dirigirme a la espaciosa cama. Se sentía como si mi cuerpo hubiese tocado algodón puro. Suspiré cansada para luego observar mi celular y textear a Ethan, los minutos pasaron y el cansancio me venció, finalmente, mis ojos se cerraron en un profundo sueño.

(***)

El sonido de la puerta siendo tocada causó que me despertara, abrí mis ojos para divisar el lugar en que me encontraba. La puerta volvió a sonar provocando que me levantara de la cama y la abriera. Era la señora del servicio, me había preguntado si necesitaba algo y a qué hora podría venir para arreglar la habitación. Le contesté que en unos minutos iba a bajar a desayunar así que ella podía venir en media hora. La mujer asintió para luego dedicarme una sonrisa y marcharse lejos de la puerta.

Los minutos pasaron mientras hacía mi rutina matutina, estaba terminando de cepillar mis dientes cuando la puerta volvió a sonar, esta vez más insistente.

—¡Wa voyg! —grité para luego escupir y enjuagarme la boca.

La puerta sonó una vez más, me dirigí rápidamente hacia ella provocando que en el camino el amarre de mi bata se aflojara.

—¡Aún no estoy lista! —exclamé abriendo la puerta, sin observar inmediatamente a la persona que estaba tocando.

Mis ojos se abrieron sorprendidos al ver a Dylen frente a mí. El pelinegro me observó, su vista se posó en mi mirada para luego ir bajando lentamente por mi figura, mi cuerpo se estremeció.

Dylen sonrió travieso y un brillo apareció en sus ojos.

—Eso lo puedo notar—respondió con franqueza—. Aún está en ropa interior.

Mis ojos viajaron a mi parte baja para comprobar lo que había dicho.

¡Demonios!

Tapé rápidamente mi pecho como acto reflejo, el estúpido cordón de la bata se había desamarrado. Dylen dio un paso adelante provocando que cerrara la puerta en su rostro y que un golpe seco sonara después de eso.

Mi corazón latía rápidamente por la adrenalina que corría por mis venas, enlacé nuevamente mi bata para luego abrir la puerta frente a mí.

Un Dylen con ojos cerrados se encontraba en el suelo.

—¿Dylen? —Lo llamé con un tono de voz temeroso. Sin embargo, mi nerviosismo creció cuando él no contestó.

¡Ay no! ¡Ay no!

¡Lo había dejado noqueado!

Ya decía yo que mi suerte era una mierda.

*******
—Aria💙

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