capitulo 7: el susurro de mi alma
Capítulo 7: El susurro de mi alma
Byakuya escribía diligentemente en sus informes, ignorando cualquier cosa que sucediese a su alrededor. El pincel se deslizaba fácilmente sobre el papel, dibujando letras con tinta negra. Una suave brisa que ingresaba por su ventana lateral de la oficina la ayudaba a secar el líquido obscuro, a lo que ella agradecía profundamente.
Pilas y pilas de papeles se acumulaban en su escritorio, pero ella con una cara seria e insensible continuaba con su trabajo. La capitana de la Sexta División le hubiese gustado agradecer a su pequeño invitado por auxiliarla a la hora de separarlos por temas y tamaños, pero lamentablemente toda esa laboriosa responsabilidad que ganó con su puesto le impedía hacerlo.
Sabía que no debía abstraerse tanto con su papel de máxima dirigente en ese escuadrón. Hisana, su mejor amiga, se lo había advertido antes de fallecer, pero al parecer no puede separar el trabajo del placer. Y cuando se dé cuenta de su error, será bastante tarde.
-Bya-chan! Mira, te tengo listo otro grupo de papeles, estos son más cortos que todos los demás! – exclamó el pequeño de ojos verdes, que se hallaba sentado en un sillón de dos plazas repletos de informes.
-Mmh…sí, gracias Abarai-san- distraídamente contestó la mujer de pelo negro.
El niño la miró fijamente, sintiéndose herido al no ser tomado en cuenta. Desde que comenzó la semana ella no le había prestado atención exactamente, era como si fuese invisible. Siempre lo confundía con Renji, quien se apiadaba de él y trataba de jugar en su tiempo libre, cosa que el pelinegro le agradecía.
Harry esperó y esperó pacientemente…o al menos lo que la paciencia de un infante podía tener…caminando lentamente de un lado al otro por toda la habitación, mirando detenidamente los cuadros colgados y los jarrones con arreglos florales tratados delicadamente. Caminaba siguiendo las líneas del piso, imitando a un equilibrista mientras extendía sus brazos como un águila, con la esperanza de traer al menos una sonrisa a la cara de la mujer adulta.
Empezó a silbar, a realizar chasquidos con la lengua, a musitar una cancioncilla, lo intentó todo para llamar la atención de Byakuya, pero luego de pasar media hora en la completa ignorancia, agachó su cabecita y se resignó, yéndose triste del lugar.
Sin querer molestar a la única persona que le prestaba atención en ese escuadrón, el nieto del Comandante General decidió recorrer una vez más el establecimiento, tratando de hallar pasadizos secretos para acumularlos en su lista de logros hechos.
Por el momento llevaba una piscina detrás de unos arbustos frondosos, varias puertas corredizas que se mimetizaban con las paredes, una habitación con la sigla AMS en la parte superior con varios informes desperdigados en el suelo junto a fotos de él. Ante ese último descubrimiento, el pequeño no comprendió demasiado bien el motivo de que hubiera tantas fotografías, por lo que se encogió de hombros y procedió a recogerlas una a una, acomodándolas bien sobre un escritorio junto a los informes.
Caminando en los interminables pasillos, deslizaba su mano izquierda en la pared distraídamente en busca de algún sobre relieve, tal como lo había hecho días anteriores cuando halló nuevos lugares. Se divertía internamente al recordar aquellos momentos que pasó con las demás capitanas, solo para que su humor decaiga imprevistamente al memorizar sus últimos días en el Sexto Escuadrón.
-Meow! – un maullido resonó al final del pasillo, haciendo que Harry alce la cabeza y vea a su amiga felina.
-Yoru-chan! Pensé que estabas durmiendo! Ven, quieres viajar dentro de mi ropa? – cuestionó el pequeño, levantándola en sus bracitos y rascando su mentón, provocándole un ronroneo que si hubiese estado en su forma humana la habría dejado derretida en el suelo.
-Meow…- respondió esta, media dormida tras lo relajantes masajes que recibía.
Con sumo cuidado, el Potter llevó a la gata contra su pecho por dentro de sus ropas, riéndose por lo bajo cuando percibió el ruido que producía Yoruichi, símil a un motorcito. Ella por su parte, cerraba los ojos y lamía con su áspera lengua la clavícula inconscientemente, pues si estuviese en todas sus cabales, estaría completamente avergonzada.
El piso de madera repetía el mismo patrón de tablas cada cinco metros, mareando al ojiverde y obligándolo a tomar un descanso cuando intentaba contarlas para distraerse. Saltaba de madera en madera, como si personificase a la pieza del caballero en el juego de ajedrez, llevando con su cuello la cabecita oscura de la gata con cada salto. Se detenía en los pórticos que daban al patio de entrenamiento y se recostaba en el suelo, jugando con Yoruichi quien maullaba de felicidad cada vez que recibía un beso en su hocico y le rascaban la cabeza, llegando al punto de utilizar sus mullidas patitas delanteras para taparse los ojos y soplar suavemente en sus orejas.
-Me gustaría que Bya-chan pudiese jugar conmigo como lo hago contigo, Yoru-chan…- con voz apagada murmuró el niño.
La mujer transformada solo podía sentir rabia en este momento, su amado ojiverde estaba triste porque aquella mocosa engreída estaba enfocada en su papel de mandataria sin vida. Desde que era joven había detestado esa faceta que poseía y por eso mismo se encargaba de jugarle bromas, con la esperanza de que cambiase y sonriese como cualquier otra persona, pero sin importar que hiciese, no lo lograba.
La soledad que sus esmeraldas orbes le reflejaban tan solo la ponían más molesta a cada segundo, teniéndose que controlar para no empezar a hablar con su grave voz y asustar al pequeño. Sufriendo por su propia impotencia, Yoruichi consoló por los dos al pasar la lengua áspera que tenía por su nariz, rozando en momentos por sus labios. Era su fantasía el poder repetir esto cuando él sea mayor…pero algo más íntimo, aunque por ahora se conformaba con sacarle una risita por las cosquillas.
-Ayuda…- una voz resonó en los pasillos, alertando a Harry.
Las orejas del niño se movieron imperceptiblemente para cualquier persona que pasase por delante de él, pero para la gata que estaba recostada en su pecho no lo fue. Se reía internamente cada vez que veía esa reacción involuntaria, recordándole que ella también hacía algo similar en su forma humana según palabras de Kisuke.
-Alguien…ayuda…- la voz volvió a propagarse con un temple desesperanzado.
Esta vez el nieto del Soutaichou se sentó rápidamente, sosteniendo con cuidado a la fugitiva contra su cuerpo para no dañarla con el movimiento brusco. Giró su cabeza de un lado al otro, tratando de hallar la dirección en la que venía el sonido desgarrador. Un maullido suave atrajo nuevamente su atención, viendo a Yoruichi que tenía sus ojos dorados llenos de confusión.
-Meow…? – como si fuese una pregunta, dijo gatunamente la mujer.
-Escuchaste esa voz, Yoru-chan? Suena muy triste…- le preguntó el ojiverde, provocando una inclinación de cabeza a la mujer transformada.
-Por favor…que alguien me escuche…ayúdenme…- con profundo dolor, proclamó la misteriosa voz.
Sin pensárselo dos veces, el niño se puso de pie con la gata en sus brazos. Moviéndose por todo el pasillo, tratando de volver a oír el pedido de auxilio que tanta preocupación le estaba provocando. Tocaba las paredes con sus manitos luego de acomodar a Yoruichi en sus ropas, para no perderla en el camino. Seguía su instinto, rogando internamente por alcanzar la voz.
La shinigami fugitiva solo podía maullar nerviosa, revolviéndose en su lugar cálido, tratando de averiguar el motivo por el cual su amor platónico estaba tan errático. La desesperaba no poder hablar con él e investigar la razón, dijo que había escuchado una voz melancólica, pero ella no percibió nada con sus sentidos mejorados. Trató de concentrarse y encontrar incluso un pulso de reiatsu, pero incluso eso era nulo para sus sentidos.
Vio como el niño de pelo negro se movía fluidamente entre los pasillos, apoyando su oreja en las paredes lindantes, esperando oír algún eco. Observó cómo se mordía el labio inferior por su falta de concentración, haciendo que ambos se desesperen, uno por no saber de dónde viene lo que escucha mientras que la otra por no poder ser de ayuda.
-Sola…me siento sola…- continuamente esa voz resonaba en los pasillos, confundiendo en sobremanera al joven de pelo azabache.
-Dónde estás!? Yoru-chan, no puedes oírla? Está sola y llorando! – se quejó el niño, mirando hacia la mujer transformada que residía en el interior de su ropa.
Corrió por los interminables pasadizos, tanto ocultos como visibles, del edificio. Tratando de captar nuevamente el origen de los sollozos. Abrió puertas corredizas y preguntó a cuanta persona se cruzaba, solo para recibir silencio o miradas confusas.
Sentía que sus piernitas empezaban a fatigarse y su costado le dolía por los cambios de aire. Estaba a punto de darse por vencido tras recorrer prácticamente todo el Escuadrón número Seis, pero al doblar hacia la derecha en una esquina, descubrió que solo le restaba una habitación. Yoruichi sintió que una onda de reiatsu se filtraba lentamente desde su interior, de manera ofensiva para ella pero delicada para su pareja futura de ojos esmeraldas.
-Meow…- trató de llamar la atención de su pareja.
-Qué sucede, Yoru-chan? Escuchaste algo? – presurosamente interrogó el niño.
-Meow! – maulló la mujer de ojos dorados, queriéndole dar a entender que sea lo que hubiese ahí dentro, no lo dañaría.
-Quieres que entre allí? Solo lo haré porque confío en ti, Yoru-chan- respondió Harry, tomándola suavemente y dándole un beso en su nariz para luego volver a dejarla en el interior de su ropa, sin percatarse que la gatita se había desmayado.
Estirando su mano izquierda hasta el asa de la puerta corrediza, empezó a deslizarla hacia su lado diestro, revelando el interior apenas iluminado del cubículo con las paredes pintadas de un color lavanda mientras que el suelo estaba cubierto de una alfombra nívea, provocándole sorpresa al nieto del Soutaichou al ver cuán diferente era el lugar comparado con otras habitaciones.
Nadie estaba en el interior, solo una colección ordenada de muebles y armas. Todas puestas en un cierto orden que tranquilizaban por un momento al ojiverde, haciendo que su respiración se calme y se tome su tiempo para recomponer toda la estamina que perdió persiguiendo el eco de ayuda.
-Hay alguien allí?...Puedo sentirte…Ayúdame por favor…- la voz que tanto tiempo llevaba escuchando resonó en el cuarto, provocando que Harry moviese desenfrenadamente su cabeza de lado a lado.
-Quién dijo eso? Dónde estás? Quiero ayudarte pero no te puedo ver! – reclamó el pequeño, desesperándose en su búsqueda.
-Aquí estoy…mírame…ayúdame…- las palabras sonaban cansinas en los oídos de su pronto rescatador.
Empezó a correr todos los muebles, levantando partes de la alfombra, poniendo su oreja en las paredes y piso. Pasó cinco minutos dando vueltas en un pequeño cuarto vacío de vida. Hasta que decidió enfocarse en un altar que estuvo siempre delante suyo, con un hilo de energía que lo llamaba desde un principio pero que había ignorado en su búsqueda.
Ubicado allí estaba una espada, la cual tomaba la forma de una katana normal con una vaina roja opaca, una empuñadura púrpura y una protección que consistía en un círculo con una forma similar al pentágono en el centro y tres puntos uniformemente espaciados que sobresalen de los bordes.
Harry se puso a pensar detenidamente por un instante, rememorando a la perfección que todos los que estaban dentro de este escuadrón poseían sus armas en sus cinturas, lo que lo llevó a preguntarse a quien pertenecía dicha katana que estaba viendo atentamente. Se sentía atraído sin razón alguna, emitiendo pasos cortos hasta quedar a meros centímetros de distancia, con su mano derecha estirándose hacia la vaina.
Cuando su dedo índice rozó el material rojo, el mundo del nieto con ojos verdes se apagó y el silencio lo envolvió, ignorando los maullidos de una recién despierta Yoruichi quien se asustó al verlo desmayarse.
El aroma de las flores y el pasto recién cortado llenó su nariz, sintiéndose en paz mientras dejaba que el sol le diese en la cara y calentase poco a poco su cuerpo. La verdad es que no tenía muchas ganas de ponerse de pie, encontrando profundamente cómodo el estar acostado en el suelo con su cabeza en algo suave y su pelo siendo acariciado de forma pausada, relajándolo.
…Pelo siendo acariciado?
Abrió repentinamente sus ojos verdes, solo para ser enceguecido de forma inmediata, teniendo que llevar su brazo izquierdo a su cara y resguardarse por unos segundos, al menos hasta que dejase de ver figuras que se asimilabas a bastoncitos brillantes cada vez que parpadeaba. Una risita suave lo despabiló rápidamente, haciendo que quite su brazo y se quede mudo al ver a la hermosa persona que lo sostenía en su regazo.
Con su aspecto delgada, piel pálida como la suya y pelo castaño oscuro con un desorden similar al propio, ella le quitó la respiración. Pero lo que más le llamó la atención eran sus ojos celestes claros, que derramaban amor y tristeza a la vez, en conjunto a una marca oscura que parecía un antifaz, delineando sus cuencas oculares.
Vestía un largo abrigo que llegaba hasta sus rodillas con una gran cantidad de pelo en la zona del cuello, con un broche circular que llevaba una gema roja y un pañuelo morado. En su fina cintura llevaba un ceñido cinturón ancho de tela blanca con un delgada línea púrpura en medio. Unas medias níveas que ocultaban su límite bajo el borde del abrigo y unas botas del mismo color, luciendo casi invisible a simple vista los contornos de cada prenda. La última de sus características que sorprendió al jovencito, fueron sus largas uñas de las manos, llegando a rivalizar con la longitud de estas mismas.
Pensó que sería rasguñado, pero al igual que con Yoru-chan, él sentía suavidad en su toque y caricias. La mujer le sonrió una vez más, jugando con su cabello azabache y cerrando los ojos de vez en cuando para sentir el sol en su cara.
-Quién eres? – preguntó Harry.
-Mi nombre es *****- respondió la dama, pero emitiendo un sonido similar a la estática de una radio cuando dijo su nombre.
-Eh? Lo siento señorita, pero no pude oírla…- se disculpó el ojiverde, meciendo la cabeza hacia un lado, dándole el aspecto de un cachorro perdido.
La mujer se entristeció por lo que pudo ver en el brillo de sus ojos, y eso hizo que el pequeño se sintiese mal, por lo que se sentó sin premeditar que lo había hecho en su regazo y la abrazó. Estuvieron así por un rato, con el afecto devuelto sin decir palabra alguna, al menos hasta que el pelinegro retiró bruscamente su cabeza del pecho de la dama y la miró fijamente como si hubiese descubierto algo.
-Un momento…reconozco esa voz…ERES LA MUJER QUE PEDÍA AYUDA! ESTÁS HERIDA?! TE DUELE ALGO!? – exclamó el nieto de Yamamoto, empezando a palpar inocentemente su cuerpo en búsqueda de algún rastro de que le produjese dolor con sus manos brillando en un fulgor verde.
-Estoy bien ahora y todo gracias a ti, Harry-kun- amablemente contestó la dama de blanco, tomándolo de nuevo contra su pecho y depositando un casto beso en su frente, sonrojando al niño.
-Pero cómo es que te podía escuchar y no los demás? Pensé que estaba volviéndome loco…me asustaste…- haciendo un puchero le reclamó, sin saber que la mujer estaba conteniéndose para no chillar ante la escena que tenía delante.
-Es porque soy una Zanpaku-tō. La tuya más específicamente. Eres mi nuevo maestro- lenta y pacientemente le dijo, acomodándolo mejor en su regazo mientras sostenía sus manitos, sacándole una risita debido a las cosquillas que le provocaba con sus uñas.
-En serio! Eso es genial! Y encima eres muy bonita! …Espera, dijiste que eres mi Zanpaku-tō? Cómo es eso posible? Si solo son espadas no mujeres bonitas? – acomplejado de dudas, intentó saciar su problema.
-Yo…bu-bu-bueno…la verdad es que por fuera somos una simple espada, pero en el mundo interior de cada portador tomamos forma corpórea. Lo entendiste, Harry-kun? – explicó el espíritu de la katana, ruborizándose por los inocentes halagos como tantas otras mujeres en la vida del pequeño.
-Ohhh, ahora entiendo por qué Renji-san siempre está tan enojado luego de estar meditando…de seguro que discute mucho en su mente. Por qué dices que soy tu nuevo maestro? Acaso tuviste a alguien antes? – habló Harry, deduciendo finalmente el malhumor del teniente y queriéndose sacar unas dudas más.
-Si…tuve un portador antes, era bueno conmigo al principio pero luego empezó a maltratarme física y psicológicamente, hasta que llegó al punto de destruirme con sus manos y cortó nuestra unión. Desde ese día me sentí sola y abandonada, hasta que tú llegaste Harry-kun. Tú me salvaste, y yo te serviré por el resto de mi vida- con lágrimas corriendo por sus mejillas proclamó, primero con dolor por lo recuerdos para finalizar con una sonrisa mientras se inclinaba y depositaba nuevamente un beso en la frente del pequeño mago.
-Pero Ojii-san me dijo que cada uno tiene una katana que sale de su alma, cómo puedo tenerte si eras de otra persona? – confundido la interrogó, sorprendiendo al espíritu por su inteligencia.
-Eso es cierto, pero no todas las personas poseen una Zanpaku-tō que se genere de su propia alma, algunas pueden asimilar un espíritu ajeno si poseen un ideal común, u otras como yo pueden elegir a quien mejor las compatibilice. Tú eres perfecto para mí, y es por eso que dedicaré mi vida a cuidarte- explicó el alma del arma, haciendo que el Potter abra sus ojos a modo de reconocimiento.
Se puso nervioso, aunque realmente no sabía bien la razón. Bajó su mirada a sus manos, las cuales empezaron a jugar con los dedos de la mujer para tratar de que no le viese la cara. Estaba feliz de que ahora pudiese tener su propia compañera, tal como le había dicho su abuelo, pero a la vez estaba preocupado de que pudiese herirla como aquel sujeto del que le habló. Algo que él no tenía conocimiento, era que al ser ella parte de suyo ahora, tenía pleno conocimiento de sus emociones, por lo que no pudo ver cuando esta empezó a sonreír por la ternura que generaba la inquietud de Harry.
-No me harás daño. Lo sé, tú nunca serás como esa horrible persona. No tienes nada que temer, Harry-kun- declaró solemnemente, volviendo a abrazar al pequeño contra su pecho, nunca admitiendo en voz alta que amaba el calor que emanaba.
-Pero no sé cómo te llamas…Cómo puedo ser tu compañero si no sé cómo llamarte? – triste murmuró el ojiverde.
-Entonces te lo repetiré hasta que me escuches. Mi nombre es ****- repitió de nuevo su nombre, emitiendo una estática pero en menor frecuencia que la primera vez.
Harry se frustró nuevamente, golpeándose los oídos levemente lo que hizo que la mujer actuase rápidamente y detuviese sus manitos, dándole una mirada de advertencia para que no vuelva a lastimarse. Ella detestaba verlo así, porque lo peor de todo, es que podía sentir sus emociones.
-Mi nombre es **asa- una vez más proclamó, acercando sus labios a su oído derecho, haciendo que el pequeño se estremezca cuando percibió la calidez de su aliento, así como una calidez en su pecho cuando pudo escuchar al menos una parte de su nombre.
-Una vez más por favor! Te prometo que no me despertaré hasta oír tu nombre! – exclamó Harry, poniendo una nueva meta en su joven vida.
-Mi nombre es Mu*asa- coreó ella, permitiéndole que el testarudo niño oyese la mayor parte de su nombre, poniéndole feliz.
-Ya casi! Repítelo por última vez! Estoy seguro que puedo oírlo! – emocionado habló el ojiverde, rebotando sobre el regazo de la dama, quien se ruborizó un poco al tener pensamientos indecentes como varias otras mujeres que podrían ir presas en el mundo humano si se hiciesen públicos.
-Está bien, Harry-kun. Mi nombre es…- empezó a decir la fémina, solo para que su voz sonase en estéreo junto a la del pequeño.
-Muramasa/Muramasa-
Ninguno de los dos dijo nada, solo se miraron fijamente. El verde esmeralda con el celeste claro. Él no hablaba debido a la sonrisa que tenía plasmada en su cara. Ella estaba muda debido a la rapidez con la que su portador pudo escucharla, comparándolo con su antiguo maestro, quien pasó meses intentándolo.
-Muramasa…es un bonito nombre, pero muy largo. Te gustaría que te llamase Mu-chan? – inclinando nuevamente la cabeza, tapando su ojo derecho con un mechón azabache, le preguntó.
-Mmh…me gusta, después de todo viene de ti. Ahora que quieres hacer? Quieres que te enseñe alguna técnica? Cómo conseguir la liberación de mi forma? Saber mis habilidades? – comenzó a preguntarle Muramasa, sintiéndose más feliz que nunca antes al recibir un mote cariñoso.
-Quieres acostarte conmigo? – cuestionó inocentemente, haciendo que el espíritu se ponga roja ante la proposición.
Antes de que pudiese responder, se dio cuenta que había malinterpretado toda la situación, ya que vio como Harry salía de su regazo para tomar su mano y arrastrarla hasta el pasto, acomodándola a su lado y se quedasen viendo al cielo, haciendo que se sientan en paz al hallar tanta tranquilidad, hasta que ambos se quedaron dormidos.
Yoruichi estaba desesperada, en un momento ella estaba desmayada y al otro era Harry quien lo estaba. Se había vuelto a transformar en su figura humana, revelando su piel cacao sin ropas que la cubran, analizando que no hubiese ningún signo de reiatsu cerca, para luego llevar el pequeño cuerpo del peli cuervo contra su pecho, tratando de minimizar el rubor que su cuerpo estaba teniendo ante la posición que estaban ocupando.
-Harry-kun! Harry-kun! Despierta por favor! Estoy aquí, soy tu Yoru-chan! – alterada empezó a llamarlo, apretando su cabecita despeinada contra el seno de su pecho mientras depositaba besos en su frente, llegando al límite de las lágrimas, algo que nunca hubiese hecho antes por otra persona.
Estuvo alrededor de media hora en esa posición, cuidando vehementemente del ojiverde. Corriendo con cuidado sus dedos por su pelo, disfrutando de la sensación que le generaba a su piel, cosa que no podía aprovechar al cien por ciento cuando estaba en su forma felina. Se debatió por ir al Escuadrón número Cuatro, pero cuando percibió la sincronía de Harry con la katana se dio cuenta de lo que estaba sucediendo, lo que me dio mucha curiosidad por saber cómo sería con su nueva compañera.
Presintiendo como empezaba a moverse contra su desnudo cuerpo, tomo la decisión más sabia de depositar lentamente su cuerpo en el suelo y regresar a su figura gatuna porque si no lo más seguro es que asustaría a su futura pareja si llevaba a presentarse en otra forma que la que acostumbraba su Yoru-chan.
-Meow? – volvió a maullar la mujer de pelo púrpura, subiéndose al pecho del pequeño y lamiendo su nariz.
-Uhm? Yoru-chan, eres tú? YORU-CHAN! NO VAS A CREER LO QUE TE VOY A CONTAR! – exaltado comenzó a mover sus brazos de un lado al otro, demostrando su estado de ánimo alegre.
-Meow…? – realmente interesa en saber que pasó, maulló.
-Verás, la voz que escuchaba era de Mu-chan, mi nueva amiga. Ella dijo que estaría conmigo toda su vida…yo quiero que sea feliz, porque el hombre que tenía antes la trataba mal y la rompió, pero yo no haré eso nunca! La cuidaré y amaré! – infantilmente proclamó, sin darse cuenta de dos cosas que sucedían a su alrededor.
La primera era el aumento de reiatsu que se producía a su costado izquierdo, revelando la forma corpórea de su Zanpaku-tō, quien lo abrazó y se puso a jugar con su pelo, sorprendiéndolo.
La segunda era que Yoruichi estaba frunciendo el ceño tan mental como físicamente ante la idea de otra mujer en la vida de su fututo compañero de vida. Lo que hizo que sus garras empezasen a salir poco a poco, enganchándose en el shihakusho del susodicho.
-Mu-chan! Cómo hiciste eso? Los espíritus de los demás también pueden aparecerse? Eres grandiosa! – feliz dijo el niño.
-Es una habilidad innata que tengo. Sí, los demás espíritus pueden aparecerse a voluntad propia o porque yo lo hago, la cual es otra habilidad que poseo, aunque el tiempo varía del poder espiritual que cada uno tenga. Por ejemplo yo puedo estar varios días a tu lado gracias a que eres muy fuerte, Harry-kun- relató Muramasa, viendo de reojo a la gata, dándose cuenta que era un Shinigami por su marca de energía.
-Ohhh! Eso es extraordinario! Encima dices que puedes hacer aparecer a otros espíritus…crees que haya otros que quieran jugar con nosotros? – suavemente cuestionó, enfocando su visión en el pelaje oscuro, deslizando su mano por toda su columna y enviando una sensación celestial a la mujer que vigilaba al espíritu.
-Si eso es lo que deseas, puedo ver si hay algunos que quieran compartir su tiempo con nosotros, vale? Vamos Harry-kun, vuelve a sonreír- le pidió Muramasa a Harry, quien obedeció rápidamente y la abrazó, soltando brevemente a Yoruichi quien solo bufó por lo bajo, maldiciendo a la nueva mujer en la vida del pequeño.
Los integrantes de la Sexta División no comprendían demasiado bien quienes eran aquellas personas que perseguían alegremente en el patio de entrenamiento al nieto del Soutaichou, riendo y jadeando debido al extenuante esfuerzo que realizaban para atrapar a un animado jovencito que llevaba un gato en sus manos.
Algunos de los espectadores, los masculinos más que nada, estaban babeando ante las tres mujeres que tenían delante suyo, disfrutando el momento de regocijo con Harry, quien inconscientemente les provocaba una amalgama de emociones que iban del respeto puro a celos en su máxima expresión.
Desde la mujer con el saco blanco y los ojos pintados a modo de antifaz; pasando por la que estaba vestida con una armadura samurái que cubría su cuerpo de gran estatura mientras llevaba una máscara para cubrir su rostro y una coleta que llevaba hasta su cintura; y por último a la mujer que tenía el cuerpo cubierto por una piel de tonalidad verdosa a excepción de su cabeza hasta su abdomen, pero manteniendo sus pecho levemente protegidos, tenía dientes caninos más largos que el de una persona normal y una melena espesa con un color rojo grisáceo muy pálido, sin dejar de lado el pequeño detalle de llevar una cadena en su cintura que cuyos eslabones terminaban en el cuello de un niño de pelo rosa intenso y un traje blanco.
-Espera Harry-kun, no vayas tan rápido! – Muramasa pidió, sin dejar de sonreír, corriendo tras el pelinegro.
-Eso! No quiero terminar ahorcado por esta mona bruta! – el lado serpiente de Zabimaru proclamó, admitiendo su temor si no llegaban a terminar este juego.
-Cómo me has llamado mocoso sorbe mocos?! – la contraparte femenina y babuino de Zabimaru chilló con su voz grave, dejando para después su intento de homicidio para su compañero de reclusión.
-Ya dejen de discutir ustedes o nunca podremos alcanzar a mi pequeño maestro- serenamente les ordenó Senbonzakura, agradeciendo que llevaba una máscara para que nadie viese como estos últimos momentos con el mago tenía a las comisuras de sus labios ascendidos.
Nadie dijo nada cuando se dieron cuenta que el mago inglés se detuvo bruscamente, girándose para después abrir los brazos y dejar que las tres mujeres lo abracen firmemente mientras que el niño de pelo rosa se tiraba al suelo mirando al cielo tomando bocanadas de aire hasta quedarse dormido.
A pesar de toda la revuelta producida por la presencia del infante y los cuatro extraños, no podían evitar esbozar un sentimiento de alegría al ver el estado de ánimo que tenían. Se alegraban de saber que aquella persona que había sufrido a manos de unos inadaptados estaba cambiando rotundamente, según rumores, a varias personas que empezó a conocer durante sus visitas a la Divisiones previas.
Durante la diversión que tenían los espíritus de las Zanpaku-tō, Harry y Yoruichi, cierto dúo de capitán y teniente se acercaron a ver que era lo que provocaba tanto revuelo.
-Harry-kun? – llamó la capitana de la Sexta División, esperando que el pequeño estuviese feliz de verla allí, pero nada fue lo ella esperaba.
Él la miró fijamente, cambiante el semblante luminoso que solía portar las veinticuatro horas del día por uno serio que le rememoraba demasiado al Comandante General cuando estaba teniendo una discusión muy importante. Sus ojos esmeraldas emitían un fulgor semejante al fuego, dándole a entender que no estaba muy feliz, como ella pensaba, de verla.
-Kuchiki-san…- respondió llanamente el pequeño, demostrando una pasividad que creía imposible para alguien de su edad.
-Harry-kun, te encuentr…de dónde sacaste esa Zanpaku-tō? Devuélvemela- la mujer de pelo negro empezó a demostrar preocupación, solo para que su actitud vire ciento ochenta grados al ver la espada que tenía en su cintura Harry, demandando devolución.
-Mu-chan es mi amiga, cosa que no sé si entiendes. Y no, no te la devolveré, es mía no tuya, Kuchiki-san – respondió tenazmente, siendo posesivo tras pararse delante de los espíritus y esconder instintivamente a la gata entre su shihakusho.
-Harry-kun, no estoy bromeando. Tienes que devolverme esa Zanpaku-tō, no sabes cuan peligrosa puede ser- trató de advertirle sin lograr cambio alguno en la actitud del pequeño.
-Solo dices eso porque no la comprendes ni tampoco sabes lo que le pasó! Ella es mía y no te la daré! Por qué no vas a seguir trabajando? Después de todo, pasaste toda la semana con esos papeles en vez de conmigo…menos mal que hoy me voy- sentenció Harry, logrando con su última frase abrirle los ojos a Byakuya, quien se percató que malgastó su tiempo con el pequeño viendo una pila de papeles inútiles.
El ojiverde pasó a su lado tras decir eso, dejándola atónita y pensando una y otra vez en las palabras que su amiga Hisana le dijo tiempo atrás. Escuchó como, con una actitud completamente feliz, empezó a despedirse de todos sus subordinados, emitiendo algunos chillidos cuando alguna que otra dama shinigami los abrazaba y daba besos en sus mejillas rojas de vergüenza. La misma que ella sentía pero por distinto motivo.
-Vamos Mu-chan! Busco mi mochila y vamos a ver a Ojii-san! Te quiero presentar ante él, es el hombre más fuerte de todos aquí! – tomando la mano del espíritu femenino, la llevó hasta sus aposentos para luego marcharse sin mirar atrás, asimilando el hecho de que Byakuya sentía mayor aprecio a una pila de informes que a él.
-Estoy ansiosa de conocer a tu familia, Harry-kun- honesta respondió Muramasa, sosteniendo firmemente la diminuta mano y sonriéndole.
FIN DEL CAPITULO
OMAKE 1
-Entonces me dices que Harry-chan limpió todo este lugar, no? – Retsu preguntó a la mujer de piel cacao mientras disfrutaban una taza de té.
-Así es, creo que el haber vivido durante algún tiempo con aquellos familiares abusivos le han dejado algunas manías. Es detestable pensar que todavía exista gente que obligue a un niño realizar tareas que ellos mismo deberían hacer- con un dejo de furia respondió Yoruichi, sintiéndose un poco extraña de volver a retomar su forma humana pero sin tener cerca al pelinegro que estaba con su abuelo en este momento.
-Umh…ya veo, yo también sentí la necesidad de viajar hasta allá y enseñarles algo si Yamamoto-Soutaichou no hubiese ordena la desaparición de sus cuerpos…una lástima, después de todo nadie debería lastimar a mi futuro espos…ejem! Digo futuro aprendiz- con una eterna sonrisa en su delicado rostro comentó, enviando una mirada seria a su acompañante cuando mencionó lo que deseaba para el futuro.
-No le veo nada de malo que quieras protegerlo, después de todo yo comencé con ese papel. Y mírame, estoy siendo recompensada con el calor de su piel contra la mía! – orgullosa respondió la felina mujer.
-Lástima que solo sea en tu forma animal, no? – con sorna cuestionó.
-Si tú lo dices, Retsu-chan…- ocultando su sonrisa de satisfacción tras la taza, recordando el tener su cabecita contra su pecho desnudo, respondió.
OMAKE 2
Velas iluminaban el penumbroso lugar, dilucidando las numerosas figuras masculinas que se encontraban arrodilladas frente al ídolo sobre el altar. Pidiendo por consejos o agradeciendo su existencia, ya que no eran tan hostigados ahora por las actitudes prepotentes de sus superioras.
-Tenemos entendido que traes noticias interesantes, Abarai-san- Madarame comenzó.
-Esto es un poco difícil de decir…Harry-san rechazó a Kuchiki-taichou en su propia cara por haberlo ignorado durante toda su estadía en la Sexta División…- rascándose la nuca, hallando un poco difícil el comunicar la noticia.
-…-
-…-
-…Ese niño debe tener una bolas de acero! – desde el fondo se oyó.
-NO! DE SEGURO QUE SON DE TITANIO! SOLO ÉL PODRÍA RECHAZARLA Y SALIR VIVO! – otra voz respondió.
Luego de tranquilizar la situación, la atención regresó al pelirrojo.
-Eso no es todo, verdad? – Madarame volvió a cuestionar.
-Bueno…al parecer Harry-san tiene una Zanpaku-tō ahora…y ella puede materializarse junto a las de otras personas…como la mía y la de Kuchiki-taichou- relató nervioso por recordar aquel momento.
-Y qué tiene de raro eso? …Espera, dijiste ella? – Iba preguntó.
-Sí, dije ella. Y a lo que me refiero, es que las manifestaciones eran todas mujeres que jugaban y abrazaban a nuestro señor…todas mujeres hermosas…- dijo, rojo por imaginarse en la posición del pelinegro.
-…-
-…-
-HARRY POTTER! POR FAVOR ESCUCHA NUESTRAS PLEGARIAS Y BENDÍCENOS CON TU MAGNIFICENCIA! DANOS LA HABILIDAD DE ENAMORAR A CUALQUIER MUJER COMO TÚ LO HACES! TODOS ADOREMOS AL EXCELENTÍSIMO HARRY POTTER! –
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