¿Conoces ese momento en que piensas que ya hiciste el ridículo lo suficiente y que es imposible llegar a un nivel más alto de vergüenza? Bueno, nunca digas "ya nada puede salir peor" porque el karma lo toma como un reto y créeme, el karma siempre gana.
Un líquido espeso es asquerosamente restregado bajo mi mano contra el suelo cuando intento equilibrarme. No te preocupes, no es sangre, es solamente kétchup que salió despedido de la hamburguesa que tuve el error de elegir para el almuerzo. Luego de estar totalmente en posición horizontal sobre la que era mi comida, logro sentarme un poco en el suelo. Es entonces cuando el mundo a mi alrededor, que sentía estaba congelado como en una película, despierta de nuevo. Bien, pude ser yo la que inconscientemente cerré oídos y ojos al mundo cuando caí, solo para hacerlo más llevadero, pero ya eso acabó.
Escucho las risas. Muchísimas risas y cuchicheos. Dios, ¿había tanta gente como para haber tantas risas? Mi cabello me tapa uno de mis ojos pero con el otro puedo medio ver que todos me miran a mí. Dios, me miran y se ríen. ¿Le subieron a la calefacción acá adentro? ¿El sol bajó y por eso tengo tanto calor? Debo tener las mejillas tan rojas que seguro luce preocupante, aunque nadie parece preocupado realmente. Paso mis manos por mi cara para despabilarme un poco... olvidé que tenía una llena de kétchup... sí, ahora tengo kétchup en un ojo y en una mejilla. Vamos, ¿podría ponerse...? No. No, Emily, no lo pienses. Ya está y sí puede ponerse peor, no retes al destino.
Se preguntarán, ¿cómo pepinos una tal Emily terminó en el suelo con kétchup en su cara? Así que como en el inicio de una película, vamos a rebobinar... unos diez minutos, porque no quiero contar las vergüenzas de antes de eso, esas no son tan traumáticas como esta.
Les juro que yo intento siempre mantenerme al margen de... bueno, de todo. No me gusta ni siquiera que la gente sepa quién soy; siempre veo por ahí que la gente se queja de ser invisible y de que nadie los reconozca, pero eso para mí es como un deseo que, claro, la vida no me concede. Entonces... las cinco horas de clase previas a la hora del almuerzo fueron dentro de lo que cabe, no tan malas. Sonó el esperado timbre para ir a comer y guardé mis dos libros en la mochila.
Puede ser paranoia mía, puede que no, pero de camino a la cafetería sentía que la gente hablaba de mí, literalmente a mis espaldas. No quise voltear la cabeza porque temía que fueran a burlarse por algún motivo. Siendo mi primer día en la preparatoria Winston lo menos que quería era crearme una reputación vergonzosa con la que me conocieran los otros dos años que me quedan acá. Nadie además de los maestros me dirigió la palabra esta mañana, en esas horas antes del descanso, por un momento pensé que tenía un moco ventanero porque todos me observaban y reían levemente pero nadie me hablaba.
Luego de la tercera hora que fui al baño vi que era porque tenía un envoltorio de caramelo pegado al cabello, pero aun así... nadie me dijo nada.
Me quité el envoltorio y las risas cesaron, pero no las miradas. Aunque era de esperarse, soy nueva así que la curiosidad puede con todos. Lástima que nadie sea lo suficientemente curioso al menos para preguntar mi nombre.
En fin, llegué a la cafetería e hice la fila con la cabeza agachada, ese fue el error número uno. Error número dos: ponerle una cantidad exagerada de kétchup a mi hamburguesa mediocre. Error número tres (y el más común que puede haber en las chicas de casi 17 años como yo): atontarme con un chico.
Yo soy de aquellas personas que no considera ni de paso herir física o psicológicamente a los demás y por eso se me hace muy raro que alguien sí tenga esas mentalidades crueles a sus 17 años de vida. ¿Quién los daña tanto como para que sean tan malos? Y con eso me refiero al mundal de gente que se burla de las desgracias ajenas sin ayudar.
Si hubiera estado mirando hacia adelante y no hacia abajo como una pendeja, hubiera visto a la rubia que me antecedía en la fila, comiéndose su banana y sosteniendo la cáscara suicida en la mano. Pero no. Yo tenía los ojos en mi bandeja y luego de eso, mi atención se fue en la voz que desde atrás hablaba.
—Hola, bonita.
Cuando giré en reflejo antes de procesar sus palabras, no consideré que no fuera conmigo con quien hablaba, pero al escuchar el "bonita", miré en ambas direcciones buscando al receptor de su halago, mas nadie parecía estarle poniendo atención a él. Sus ojos de un café claro combinaban con el despeinado cabello castaño cuyos mechones parecían apuntar todos a distintos lugares.
Giré en ambas direcciones, es cierto, izquierda y derecha pero no miré atrás y pues... por ahí empezó la vergüenza.
—¿M-me hablas a...?
—Hola, Ethan. —La rubia de adelante me rodeó y le dio un beso en la mejilla. Era con ella con quien hablaba—. Te he estado buscando toda la mañana...
Ignoré esa conversación cuando el tal Ethan levantó una de sus perfectas cejas hacia mí como preguntándose cómo era posible que yo pensara que hablaba conmigo.
Les di la espalda sintiendo mis mejillas arder mientras le pedía a la tierra que me tragara y me escupiera en mi antigua escuela. Al intentar salir de la fila para ir a las mesas, no calculé bien el espacio y tropecé un poquito con la chica rubia que en reflejo levantó sus manos, las que tenía una en el brazo del tal Ethan y la otra en la cáscara de su banana. Cáscara que fue a parar al suelo por la impresión de la rubia. ¿Ya dedujeron el resto?
Cáscara en el suelo + una Emily con ganas de correr + una bandeja con una hamburguesa llena de kétchup = Una Emily en el suelo con kétchup en su cara y siendo el centro de atención y diversión de todos.
Y así fue como llegué acá.
El tiempo parece congelarse ante el bochorno que me rodea. Temo siquiera mover un dedo porque creo que si lo hago, quedaré desnuda. Sí, no tiene sentido pero es lo que imagino que puede ser peor que esto. Cuando tomo el valor de levantar la vista con mi ojo no lleno de kétchup, veo al lindo chico Ethan apretando los labios para no echar a reír, al menos no está a carcajada limpia como la mayoría, incluida la rubia que de nuevo está colgada a su brazo.
Me pregunto si así se sienten los pobres animalitos de un circo cuando los hacen hacer estupideces para la diversión de los demás. De repente siento una mano en mi hombro y lo primero que hago es darle un manotazo, desencadenando así más risas.
—Tranquila —dice una voz muy dulce, casi aniñada—. Ven te ayudo a levantar.
Al enfocarla encuentro a una chica de mi edad de cabello castaño muy claro, casi rubio y de ojos verdosos oscuros. No me sonríe sino que me extiende su mano, que, dadas las circunstancias no dudo en tomar. De un impulso estamos de pie y bajo la vista de todo el mundo, salimos de la cafetería. La chica me conduce hasta uno de los baños del lugar y entramos, ella revisa que no haya nadie más y al corroborarlo, cierra con pestillo la puerta.
Llego hasta el espejo y ver mi reflejo resulta deprimente y aunque me duela admitirlo, gracioso.
—¿Qué rayos te pasó allá? —pregunta la chica, descolgando su mochila de su espalda y poniéndola sobre el lavabo—. Cuando giré ya estabas en el suelo.
—Yo... —Es ridículo decirle que por mirar a un chico lindo me fui de jeta contra el mundo, así que algo más normal...—. Se me enredaron los pies. Suele pasarme.
—¿Eres de esas que cuando repartieron la coordinación estaban comiendo? —replica en tono bromista y me mira a los ojos a través del espejo.
—Algo así. Oye, muchas gracias por sacarme de allá. Creo que todo se me congeló cuando caí.
—Dejaste una hermosa primera impresión para más de medio colegio.
—Lo sé. Me odio. Todos van a hablar de esto ahora. —La chica suelta una risita y saca de su mochila un paquete de pañitos húmedos.
—Lo mejor que puedes hacer es reírte con ellos. Créeme, las burlas se apagan cuando participas en ellas.
—Yo quisiera que ni me notaran —admito—, no entiendo por qué me pasan estas cosas si yo trato de evitarlas.
—Es el karma.
—Yo nunca he hecho algo malo.
—El karma también funciona a la inversa, lo que te pasa hoy se te devuelve en cosas buenas más adelante —responde. Me agrada esta chica.
—Me gusta esa teoría.
La chica me tiende uno de los pañitos húmedo y me limpio la mejilla y la frente con él. Luego ella abre la llave del agua y se queda mirándome.
—Agáchate. Te voy a limpiar un poco ese cabello, el pegote de kétchup es lo peor que puede haber. Luego del pegote de chicle, claro.
Sin objetar mucho, obedezco y pongo la cabeza en el lavabo sintiendo el agua helada en el extremo que se untó de comida. Tras unos segundos en que siento sus dedos en mi cabeza, la chica escurre mi cabello.
—Listo, arriba. —Me tiende una peinilla que también sacó de su mochila—. Péinate un poco y... —Saca de su mochila un trozo amarillo de tela, que al extenderlo, noto que es una blusa sencilla—. Ponte esto. No puedes estar las otras dos horas de clase con eso sucio.
—¿Llevas de todo en esa mochila? —pregunto sorprendida. Ella esboza una sonrisa y asiente, orgullosa—. ¿Es como la mochila de Dora la exploradora?
—Algo así, pero no habla. Solo soy precavida, cada cosa que cargo en mi mochila es porque alguna vez lamenté no tenerlo y mira, sí hace falta.
—¿Cuándo necesitaste una blusa extra?
—Otro día te cuento de mis vergüenzas.
Lo dice en tono burlesco pero aun así, creo que realmente le han pasado cosas peores y quizás es por eso que se compadeció de mí. Como sea, le debo mucho.
—Muchas gracias de nuevo —digo, mirándola en el cristal—, en serio, me has salvado.
—Consideraré que me debes una. Ya lo cobraré.
Sin decir más, saca el pestillo y sale del baño, casi de forma cronométrica con el timbre que suena anunciando la vuelta a clases.
Las escuelas deberían prohibir que dieran dos horas seguidas de una misma materia, digo, como para que nosotros no nos aburriéramos en exceso de un tema. Especialmente cuando es la temida matemáticas. Pero como no lo prohíben, acá voy a mi salón de matemáticas en un lunes, primer día del semestre, cuando lo más probable es que el profesor o la profesora se dediquen a contarnos su vida y a pedir presentación.
¿En qué momento es que llega lo bello de la adolescencia? Seguro que en las dos horas matemáticas no es.
Pidiendo al cielo no ser la última en entrar al salón (porque eso si me pondría más en la vista de todos), busco la etiqueta de "B-12", como dice en mi horario y mapa escolar. Al ver ese salón a unos seis metros de mí, cierro los ojos un segundo y me decido a entrar, emprendo a paso ligero con mi mochila colgada de solo un hombro. Estando a diez pasos de la puerta, alguien llega caminando con prisas desde la esquina, va mirando y escribiendo en su celular y aunque trato de evitarlo, chocamos. Su cuerpo al ser notoriamente más ancho que el enclenque que me pertenece, hace que caiga al suelo por segunda vez hoy y me golpee el trasero.
Al alzar la vista, irritada como avergonzada, unos ojos negros se disculpan con la mirada. Guarda el celular en su bolsillo y me extiende la mano, al estar de pie, me sonríe. Levanta mi mochila del suelo y me la tiende. Dios, ¿en este colegio solo hay chicos lindos?
Hola <3
Comenta en este gif el porcentaje de cliché que consideras tiene este capítulo. Lo pondré al final de todos los caps con la esperanza de que participen. :3 Recuerda, puedes decir de 0 a 100 sin culpas ni remordimientos, ten cada aspecto del cap presente y sé sincero. ♥
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top