|CAPÍTULO 25|

Hola, bellas mazorcas ♥ Y a las feas también, ¡hola!

Gracias por la espera y la paciencia, mucho lof para ustedes. Este es un capítulo especial porque tenemos dos narradoras y espero que disfruten mucho. 

Deja comentarios, me encanta responderlos ☺ o al menos deja tu estrellita, significa mucho para mí ♥

BRENDA

Dado que mis padres rara vez comparten conmigo más de unos días seguidos, se han acostumbrado a no regañarme casi nunca. Siendo hija única no tengo a nadie que me de una supuesta imagen de autoridad... excepto Franco.

Lo conocí en el jardín de niños y hemos estado en contacto desde entonces, él estuvo un par de años en otro colegio hace un tiempo pero nunca dejamos de charlar; no mejores amigos, ni siquiera cercanos, pero nos hemos visto crecer y eso nos deja como una especie de primos y ya que él es unos meses mayor y siempre me ha desafiado con lo que hago, es quien se encarga de sermonearme con mi autorización. Aunque nadie lo sepa.

En Winston apenas y cruzamos miradas. A mí no me gusta que me vean siendo amiga de un nerd y a él no le gusta que lo relacionen conmigo pues mi reputación de maldita, según él, es indeseable.

—Es que eres bien desagradable, Brenda.

Blanqueo los ojos y me reacomodo en mi sofá mientras lo escucho. Ya lleva quince minutos haciéndome el drama por las pequeñas travesuras de la vida.

—¿A ti qué más te da?

—¡Es que no lo entiendes! ¿Cuál es tu maldita necesidad de sabotear a cualquiera que se interese en ese par? Tanto que alardeas de que los quieres, pero eres una mierda.

Me encojo de hombros, como si no me importara en absoluto lo que me diga. Ya he escuchado eso demasiadas veces. Maldita. Mierda. Manipuladora. Egoísta. Los adjetivos son infinitos y hace mucho que dejaron de afectarme.

—No seas dramático.

—¿Quieres volver con Brad? —pregunta.

Suelto una sonora carcajada.

—Claro que no.

—Eso solo nos deja que querías joderles la relación a él y a Emily.

—O la otra opción: yo quería un beso y él no se negó. Dime, ¿qué poder tengo yo para doblegar su voluntad? No lo he obligado a nada.

—Y justo con él, ¿verdad? Porque no hay más gente en el mundo, no, así que tenía que ser con alguien que ya estaba empezando una relación que te excluía. Un alguien, he de agregar, que te hizo sufrir el casi inexistente corazón que tienes en el pecho.

Mi mirada se queda en el techo ya que me he recostado en el sofá. Estoy aburrida de escuchar sus palabras y a la vez me interesa saber su punto de vista (por acertadas o erróneas que sean sus declaraciones) y por eso no le he pedido que se largue de mi casa.

No veo por qué hace tanto drama; ni que la relación de ellos dos fuera de muchos años, apenas y estaban empezando a salir, y de todas formas, no voy a tomar la culpa de que él no se hubiera negado a besarme. O al menos de que no intentara con más ahinco impedirlo.

El día de la fiesta, un rato antes de que llegáramos a la terraza con Brad, había buscado a Ashley por un impulso estúpido que tuve de intentar recuperar su amabilidad conmigo. Cuándo éramos amigas, no hace tantos meses, me gustaba mucho su compañía porque era muy diferente a mis otras amigas, ella no es tan delicada ni sencillita como las demás porristas, ella tiene la voz fuerte, el vocabulario no tan refinado y una capacidad de querer inmensa y pura.

—¿Qué quieres, Brenda?

Cuando me dijo eso al verme con la intención de hablar, y con el tono seco que usó, tuve el deseo de solo salir de allí con la frente en alto, sin permitirle un menosprecio más, pero no pude. De verdad extrañaba hablar con ella y aunque jamás se lo dije y menos luego de como resultaron las cosas entre todos nosotros, era la mejor amiga que había tenido en la vida.

—Hablar contigo.

—No tengo nada de qué hablar contigo —repuso.

Intentó buscar la salida dando un paso a la puerta pero me atravesé y chocó conmigo. Pensé en la ironía de que aún cuando estaba en mi casa por mi cumpleaños, fuera necesario casi rogarle para que me dirigiera la atención un momento. Retrocedió un paso y ya que las luces de la casa estaban programadas para encender y apagar, en ese momento quedamos a oscuras, lo que agradecí internamente porque me sentía sofocada y sonrojada, y detesto que la gente vea el rubor en mis mejillas.

—Un par de palabras no te dañarán.

—Y lo dices tú que con las tuyas tienes la capacidad de apuñalar el alma.

Apreté los párpados un segundo porque siempre sacaba ese tema cuando trataba de acercarme. Es decir, no la culpo por sus rencores pero sí me choca un poco ese efecto que tiene su rechazo en mí. Toda la vida he estado segura de que soy mejor que cualquier otra y aún así, cuando de Ashley se trata, siento que ella está siempre un escalón más arriba a donde no puedo llegar, a donde no soy digna de estar.

—Solo quiero decirte algo —insistí, y casi tuve que morderme la lengua.

—Bien, escucho.

La luz se encendió y la vi con los brazos cruzados sobre su pecho y el peso del cuerpo recargado en una pierna. Abrió mucho los ojos enfocándome, enarcando sus cejas claras y pidiendo mis palabras o se iría.

—Quisiera hacer las paces contigo.

Su risa burlona me aguijoneaba el orgullo, parecía que le hubiera dicho un chiste y no una especie de ofrenda de paz. La ira y la abnegación se peleaban dentro de mí.

—No tengo tiempo para esto.

—Es en serio. Solíamos ser buenas amigas.

—Solíamos —recalcó—. Pasado. Yo hago todo lo que puedo para no meterme en tus asuntos, de hecho, prefiero mantenerme lejos, Brenda, y te pido por favor que hagas lo mismo.

Cuando la luz se apagó de nuevo y me liberé de su mirada acusadora, tomé el valor para seguir insistiendo.

—Me haces falta, Ash. Verte acá en mi casa luego del colegio, o en mis entrenamientos. O almorzar contigo y los demás.

—Tienes muchas más amigas con las cuales hacer todo eso. Y mejores que yo. Más normales, como te gustan.

Su tono se suavizó pero no la dureza o el punzor de sus palabras.

—Ya me he disculpado varias veces por todo lo que te dije.

—Y te he dicho que te disculpo la misma cantidad de veces. Infortunadamente, nada me va a borrar tus palabras de la cabeza.

—Éramos buenas amigas —objeté en un susurro medio dolido. Antes de que nostalgia se apoderara de mis ojos, la luz se encendió y me sirvió para espabilarme y alzar la frente de nuevo.

—Yo era buena amiga —me corrigió—. Tú solo eres una niña mimada que espera los momentos indicados para soltar veneno; no sabes lo que es ser amiga, Brenda. Y te daré un ejemplo. En tres meses que he sido amiga de Emily, he sabido lo que significa la amistad y es mucho más de lo que tú demostraste. ¿Sabes cuál es la ironía? Que el apoyo y compañía que Emily me da, es lo mismo que yo te daba a ti, es decir que eras tú quien no comprendía cómo funcionaba y de algún modo quisiste culparme a mí.

—No sé qué tiene esa tonta de especial.

—¿De especial? Que no es como tú.

—Nadie puede llegar a ser como yo —farfullé.

—Bendito sea Dios por eso, si el mundo se plagara de gente como tú, no duraríamos mucho en paz.

Sus palabras se afilaron de nuevo y me odié porque me dolieran. Eso pudo haberlo dicho incluso mi mamá y no me habría lastimado como lo hizo Ashley. Era una mezcla de su rencor, de su gesto enojado antaño amigable y de su terquedad y negación en volver a ser mi amiga. Pero especialmente, fue esa estúpida comparación que me hizo con Emily.

Yo veo a Emily como una chica ordinaria, de vida tranquila, que vive feliz con sus padres y trabaja como pasatiempo. Sí, es buena porrista, y puede que sea muy gentil y todo el asunto, pero no me agrada. Ha llegado a ser el centro de atención, lo ha sido desde que se cayó como una idiota en la cafetería el primer día, pero la gente en lugar de o bien burlarse de ella o bien ignorarla, han decidido de a poco ponerla en un pedestal por una estúpida camiseta de inclusión gay, por saber bailar y por llamar la atención de Ethan y de Brad.

Es una más del montón y aún así, por motivos que desconozco, se ha posicionado en un lugar alto de Winston, uno que me ha tomado a mí toda la vida alcanzar. Ni siquiera su prima ha tenido ese efecto y eso que es más elegante, se viste y habla mejor y es mucho más bonita.

No lo entiendo. No comprendo cómo esa mosca ha logrado marcar semejante diferencia en tan poco tiempo al punto de que tuve que aceptar su ayuda para mantener mi equipo. No creo que sea normal que alguien llegue así no más y todo le salga de maravilla; la vida no le sonríe así a nadie.

—A veces parece que a todos se les olvida la amistad que mantuvimos por tanto tiempo —murmuré.

—Nada se nos olvida, Brenda. Recuerdo perfectamente cómo te consideré preciosa un día y desde ese momento me gustaste. Recuerdo con nitidez cómo te lo dije sin esperar que me correspondieras; recuerdo cómo manipulaste a Brad creyendo que te iba a hacer caso si le cubrías su gusto por George. Recuerdo cómo jugaste con los sentimientos de Ethan y luego con los míos. Pero más que nada, recuerdo cómo me gritaste mil palabras que dejaban en claro que aparte de homofóbica e hipócrita, ya no eras mi amiga.

Para entonces sentía mis ojos un poco nublados y mi frente estaba fruncida al medio por escuchar todas las acusaciones que eran verdaderas.

—Intento...

—Y más recientemente, recuerdo que le pediste a Ethan que invitara a salir a Emily para burlarte de ella. —Abrí mis ojos más de la cuenta—. Sí, me lo contaron. Y sé que intentaste regresar con Ethan cuando le viste interés en Emily, como si él fuera de tu propiedad. Recuerdo que quisiste humillar a Emily antes de que ella te sorprendiera bailando tan bien. Si ya no somos amigas no es porque se me haya olvidado lo mucho que te quise, sino porque recuerdo cada cosa que hiciste para que ese cariño se quebrara.

—Solo hablas y hablas de Emily, ¿acaso también te gusta? —escupí—. Esa idiota acaparó a Ethan y luego a Brad, no me sorprendería que a ti también.

—No, Brenda, ella solo es mi amiga. Por ellos dos no puedo hablar, pero sí por mí y te digo que nadie ha acaparado nada, tú alejaste todo.

—¡Deja de culparme de absolutamente todo! Todos ustedes también se equivocaron, todos tuvieron sus errores pero parece que yo soy la única que debe tomar responsabilidad.

La luz se apagó y fue a tiempo porque sentí la gota salada resbalar de mi ojo. Escuché los pasos de Ash alejándose hacia la puerta mientras mi lágrima se perdía por mi mentón. La abrió y entró una pequeña rendija de luz. Sin voltearse, contestó:

—Nosotros nos equivocamos, pero vimos el error y cambiamos. Tú te equivocas, ves el error, y no te interesa. Allí radica la diferencia entre nosotras.

Cuando cerró la puerta dejándome en oscuridad total quise gritar con todas mis fuerzas pero recordé que todos los de mi curso estaban en casa. Quise por un momento echarlos de la casa a todos y ponerme a golpear el colchón de mi cama. Quise tirarme por la ventana solo para sentir el aire frío en la cara pero eso tampoco era útil. Sentía una bomba de frustración contabilizando hacia atrás en mi estómago, quería explotar ya y que el humo que me saliera por las orejas me impidiera tener más rabia.

Fue entonces cuando Brad entró de casualidad en ese cuarto y al verlo, la imagen de la miss carisma Emily se me plantó entre los ojos y el único pensamiento que se me atravesó en el calor de la cólera fue que si ya me había quitado a Ashley, no iba a dejar que me quitara a Brad también. No si podía evitarlo.

—¿Podemos hablar? —pedí, usando mi tono de voz dulce.

Brad no es tan cuadriculado como Ash en cuanto a sus rencores, no me guarda resentimiento, al menos no del resentimiento que se demuestra y nunca dejó su trato de amistad pura conmigo. Sea como sea, él sigue siendo mi amigo y por eso accedió sin necesidad de pedírselo una segunda vez.

—Sí, ¿qué pasa?

Según mis cuentas, ya faltaba poco para que el juego que había ideado para los asistentes a la reunión los llevara a todos a la terraza así que el plan llegó sin problemas ni dudas a mi mente.

—Vamos a la terraza. El parpadear de las luces ya me tiene con dolor de cabeza.

Brad rió.

—Vale, vamos.

Su tono era alegre, supuse que el juego lo mantenía de buen humor. No me importó el motivo, me gustaba verlo sonreír. Charlé con él sobre cosas no importantes haciendo tiempo hasta que supiera que todos iban a llegar y cuando escuché sus pasos detrás de la puerta metálica, me abalancé y lo besé. Fue tan repentino que él no alcanzó a reaccionar a tiempo, incluso puso sus manos en mi cintura pero creo que era para alejarme. No fue suficientemente rápido porque en esos tres segundos que duró, Emily nos vio y su rostro de decepción y sorpresa no tuvo precio. El gesto de Brad, por otro lado, no mostraba más que arrepentimiento y bochorno, uno porque sea como sea era un beso y el otro porque todos lo miraban acusatorios.

No negaré que me chocó ver cómo Ethan y Ashley se ponían en defensa de Emily, pero me tragué ese sentimiento y lo saboreé con la imagen de ellos casi huyendo de mi casa por la humillación que había tenido esa mártir.


Cuando suspiro y siento que el pecho me duele un poco por la posición, me reacomodo en el sofá y devuelvo la atención a Franco.

—¿Ya terminaste con tu sermón?

Franco se levanta de donde está sentado y busca su mochila para ponerla en sus hombros. Cala sus lentes sobre el puente de su nariz y alisa su camisa de cuadros; dentro de mí pienso que nunca lo había visto más nerd. Menos mal que en Winston nadie sabe que él, tan insignificante como se ve, tiene el derecho dado por mí de levantarme la voz. Eso dañaría mi reputación.

—Es imposible sermonear a alguien con el corazón cerrado para escuchar consejos.

—Hace poco dijiste que no tengo corazón y ahora que lo tengo cerrado. Decídete, Fran.

Él emite un gruñido resoplando, como si le pareciera increíble mi actitud. Y no precisamente en el buen sentido.

—Sigue siendo una mierda con todos, Brenda, sigue creyendo que por tener dinero y ser porrista tienes el mundo a tus pies.

—Lo tengo.

—Bien, tienes el mundo a tus pies, pero ¿cuántos amigos tienes detrás para recibirte si te caes? ¿o cuántos están realmente junto a ti para tomarte de la mano cuando el camino sea difícil? ¿cuántas personas de ese mundo que tienes a tus pies son capaces de esbozar una sonrisa al pensar en tu nombre?

Aprieto la mandíbula pero intento que mi gesto sea neutro; no le daré el placer ni siquiera de que me vea afectada de modo alguno por sus palabras.

—No me importa si alguien sonríe o no al pensarme —respondo entre dientes—. Tengo las amigas suficientes y de resto, no los necesito.

—¿De verdad? Entonces pregúntate por qué le sigues contando tu día a día a un nerd que ni siquiera te habla en Winston. ¿Dónde están esa cantidad de amigas para escuchar estos problemas? —Aunque no quiero complacerlo dándole la razón, mi silencio hace eso por mí—. Ahí lo tienes, Brenda. Yo soy tu único amigo y nunca te he negado el aprecio que te tengo, y aún así, no siempre soy capaz de dibujar una sonrisa cuando pienso en ti y en lo que haces.

—Si tanto te incomoda, deberías dejar de hablarme y ya.

Ríe con frustración.

—No tienes ni idea de cómo funcionan las amistades. —Me mira con fijeza a los ojos—. Pero yo sí y por eso no te dejaré. Pero piénsalo, Brenda, deja de hacerle daño a los demás; si haces cuentas, no estás ganando nada con eso.

Y dando pasos silenciosos que hacen eco en la enorme y solitaria sala de mi casa, se va y por primera vez en mucho tiempo, me deja considerando sus palabras y uniéndolas con mis actos. No me gusta verme a mí misma como la villana de Winston, sino más como la chica popular que no se deja pisotear de nadie, y sin embargo, en mi mente flota la inquietud de si el no dejar que me pasen por encima justifica el pasar por encima de los demás.

La respuesta definitivamente no me complace. 

FRESITA

Luego de que Ems me ha contado todo lo que ha sabido de la historia de nuestros supuestos amigos desde antes de que nosotras llegáramos, me he quedado helada. Yo más que nadie comprendo lo que es un flechazo esporádico por una persona y luego por otra y luego por otra, pero Ethan y Brad se pasan con el tema. ¿Cómo es posible que hayan estado ambos con Brenda o cómo es posible que Brenda...? No, eso no... Emily también tuvo su gusto por ambos, eso no está tan mal, ¿o sí?

Juro que intento no darle vueltas al asunto, pero se las doy y todas me llevan a las palabra "extraño", "enfermizo" y por algún motivo ilógico "incestuoso".

Pero lo que más me afecta de toda esa descarga de información es la reacción de mi casi prima, que anoche estuvo pensativa y triste, con ganas de hacer reclamos a alguien pero sabiendo que no tiene derecho a hacerlos. La escuché balbucear un par de veces, como si tuviera una discusión con sí misma y a ratos, suspiraba entre cansada y desolada.

Hoy hemos llegado juntas y ella me prometió que iba a actuar como si no supiera nada una vez más porque espera de corazón que sus amigos confíen en ella lo suficiente como para contarle todo de sus propias bocas... yo espero también que tengan la iniciativa porque odio verla tan desanimada y no poder hacer nada al respecto.

La he acompañado hasta su salón solo por no querer dejarla sola y ahora voy caminando a paso rápido hacia mi primera clase. Inevitablemente debo andar por el pasillo que tiene los casilleros de Ems y de Brad (alejados el uno del otro) y cuando recién giro en la esquina cerca del de Ems, me detengo al ver que alguien se acerca con una nota de color en la mano, un papelito igual a los que le llegan de 1fan.

Me oculto tras la pared solo para observar y corroborar si realmente estoy viendo a 1Fan o si solo estoy imaginando cosas; ojalá que sea la segunda porque no puedo creerlo.

Se acerca a casillero de Emily con pasos lentos y cautelosos; por un momento espero a que siga de largo porque en definitiva no esperaba que ese fuera el aspecto del Fan, pero no, se detiene frente al 666 y dobla con más precisión el papel anaranjado.

Mi mandíbula se cae al suelo cuando lo confirmo y de la impresión, no puedo sino decirlo en voz alta aunque sea solo para mí pues los pasillos ya están casi vacíos.

Samantha es 1Fan

***

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