|CAPÍTULO 16|
¡Feliz San Valentín, Mazorcas!
Es una afortunada coincidencia que hoy sea San Valentín y en la historia también. xD Espero que les guste el capítulo, se rían, se enamoren y disculpen la extensión, es demasiado largo. ;-;
♥ Si no tienen Valentín hoy, me tienen a mí, los amo ♥
confórmense, peor es nada :v
A la hora de vestir para eventos especiales, los colores fuertes siempre han sido mis preferidos, por eso es que mi vestido es de un tono fucsia que contrasta muy bonito con la palidez de mis brazos y mi espalda; es un vestido sencillo; de escote en V y anudado al cuello, poco más arriba de la rodilla y con la espalda casi completamente descubierta; poder usar uno así debe ser una de las ventajas de no tener busto tan grande y poder prescindir del sostén.
Se supone que Brad llegará a eso de las seis y media; el baile es a las siete y media, pero Fresita debe llegar antes y ya que Brad nos llevará, seremos los primeros en ir. Mi habitación es usada por hoy como centro de vestuario y maquillaje, así que Fresita tiene acá todas sus cosas, y en este momento está en el baño de al lado colocándose su vestido.
Mientras me aplico crema en las piernas, Cristina entra, con sus manos sosteniendo el vestido a la altura de su busto pues está sin abotonar en la parte de atrás.
—Dame una mano, por favor.
Camina hasta mí y se pone de espaldas. Pese a que su vestido en la parte frontal es sencillo y liso, en la espalda tiene una cremallera larga y una hilera de pequeños botones cubriéndola.
—Me gusta este color —comento, mientras subo la cremallera—. Aunque yo no lo usaría.
—Digo lo mismo del tuyo. Ese rosado fuerte es hermoso, pero no usaría todo el atuendo del mismo color. Parecería un chicle andante.
—Gracias.
—En ti luce bien —se corrige. Sonrío.
—Listo —anuncio, cuando todos los botones están en su lugar—. Brad llegará en un rato.
—Es muy amable en ofrecerse a llevarme también a mí. Espero que no se sienta como una carga.
—No le molesta en absoluto —aseguro—. Él es demasiado amable.
De forma inconsciente mi frase es adornada con una sonrisa; desde que hablé con Brad sobre Ethan y sobre Ash hace un par de días, como que mi percepción de él aumentó un par de puntos para bien.
Siento la mirada de Cristina en mí mientras me pierdo en mi mente y cuando la observo, tiene una sonrisa ladeada en el rostro.
—¿Te gusta?
—¿Quién? —Cris blanquea los ojos.
—¿Quién crees? Brad.
—No. —Tomo mi cepillo y me siento frente a mi peinadora para arreglarme el cabello antes de ponerme el vestido.
—¿Segura?
—Sí, completamente. Es un buen amigo.
—Sonríes bonito cuando lo nombras —manifiesta, haciendo que me sonroje, pero no lo demuestro pues sigo con mi labor, mirándome al espejo y no a ella—. Al menos un poquito debe gustarte.
—Sonrío porque creo que es demasiado gentil, como ya he dicho y aprecio a las personas así. Además, solo estamos fingiendo salir, ¿recuerdas?
—Por ahora. —Su voz siempre dulce y medio chillona, suena emocionada al seguir hablando—. Esos amoríos fingidos muchas veces pueden terminar en algo real.
—Brad es un buen amigo, Cris, nada más.
—En los libros así empiezan los romances encantadores.
—En los libros, bien has dicho. Deja de confundir tus romances ficticios con la realidad.
Guarda silencio por varios segundos en los que, sin girarme a verla, la escucho esculcar en el compartimento del maquillaje, quizás buscando con qué ponerse más bonita... aunque no le haga falta.
—Sé que son romances ficticios —declara—. Pero no cae mal de vez en cuando pensar que el amor de los libros es real.
—¿Qué sentido tiene? Enamorarse de un personaje por como es y luego no poder enamorarse de alguien real porque no es tan bueno como la ficción, es incluso perjudicial.
—Creo que si uno sabe separar la ficción de la realidad, no es perjudicial, Em. Sé que los hombres del mundo real no son como en los libros, pero vamos, nosotras tampoco somos como las protagonistas. Solo digo que tener un poquito de esa magia no sobra. Además, cuando algo malo pasa en el romance de un libro, basta con empezar a leer otro para superarlo; en cambio en la vida real no, si te hieren en la vida real, no basta con pasar página.
No puedo ignorar esa punzada melancólica que acompaña su última oración. Papá me dijo que el motivo de Cristina para mudarse con nosotros era que había tenido un problema con un chico pero no sabía bien cómo o por qué fue, solo que era algo amoroso adolescente; no le he preguntado a ella nunca porque la verdad no me importaba pero ahora que estamos trabajando en el asunto de ser "más amigas", las ganas de saber se intensifican.
—¿Tú lo has comprobado?
Tarda varios segundos en responder. He cesado con mi tarea de pasar el cepillo por mi cabello, pero no he girado, me mantengo frente al espejo.
—Con los libros sí —evade mi pregunta—. He leído varios que son tristes, pero empiezo otro luego de leer en internet si tiene final feliz o no, y pasa al olvido.
—No me gusta mucho leer —admito—. Supongo que no encuentro aún la magia de esos romances. —Cristina suelta una risita a mis espaldas. De reojo miro mi cama, donde está el libro actual de cubierta rosada que ella lee—. ¿Qué tal es ese? —Lo señalo, volteando finalmente a verla.
—Me gusta. La protagonista se parece a mí a veces en su optimismo. Es mayor que yo, pero al comienzo parece que piensa como de mi edad.
—¿Y luego?
—Y luego madura de a poco.
—Me imagino que gracias a un hombre —ironizo—, como en todo romance.
—En parte, sí. Ella necesita crecer en lo personal pero siente que no puede hacerlo sola, así que el protagonista es como un empujoncito a eso.
—Ese es uno de los motivos por los que no leo esos romances, Cris, en muchos muestran a la protagonista como alguien que solo espera a otra persona para hacer su vida interesante.
—Pero es que de hecho son las demás personas las que hacen la vida interesante.
Pienso de repente en Ash, en Brad, en Samantha incluso y hasta en Ethan. Es cierto que para bien o para mal, las personas mantienen el nivel de interés en el día a día.
—¿Y tiene final feliz?
—No he llegado al final —musita—. Y en este caso no tengo muy claro lo que "final feliz" significa.
—¿Por?
—La protagonista está saliendo adelante y está madurando, pero el protagonista no debería estar con ella.
—Dijiste que le ayudó.
—Sí, pero eso no basta. Él ha sido muy buen amigo y buena persona pero creo que en la conexión romántica, simplemente están sintonizados en canales diferentes.
—Acabas de describir mi relación con Brad. ¿Ves que sí es posible ser buenos amigos pero no estar en el mismo canal romántico?
Cristina sonríe.
—Es distinto. Ustedes dos están en el canal de solo amistad por ahora, en cambio en el libro ella lo ama y él simplemente... no.
Vuelvo la vista al espejo, intentando hacerme una trenza en el lado derecho.
—¿Cómo es que se llama el libro?
—La no protagonista de una historia de amor.
—Qué nombre tan largo. Y no es por nada, pero ese título augura final infeliz.
—Ya no sé ni qué pensar —dice, derrotada aunque con un tinte de diversión—. Es que creo que como desde la mitad del libro dejó de ser romance para ser una especie de superación personal, así que puede que sí haya final feliz, pero no romántico.
—Me cuentas cuando lo termines.
—O lo sabrás sola. Si me ves abrazando al libro, fue feliz, si me ves llorando, alguien murió.
—Te metes demasiado en esas historias. —Me río.
Ladeo un poco la cara para mirar a Fresita a través del espejo y solo se encoje de hombros. De repente se levanta de la cama donde había estado sentada y deja a un lado el espejo de mano y el labial que estaba usando.
—¡Casi lo olvido!
Sale corriendo de mi habitación y baja hasta la sala (que seguirá siendo su habitación por unos días más). La ignoro y continúo con mi cabello; unos minutos después ella vuelve y se acerca; se ubica tras de mí y me mira a los ojos a través del reflejo.
—Mamá me envió esto. —Estira su dedo índice, de donde cuelgan dos cadenas muy delgadas y doradas con un pequeño dije del mismo color—. Eran de nuestras madres.
Giro de inmediato y sintiendo de inmediato el nudo en la garganta por algo que perteneció a mi madre, analizo los dijes sin tocarlos. Son extremadamente delgados, uno tiene forma de libro y el otro de vestido femenino. He visto esos dijes, mi madre lo usaba muy seguido y aunque conozco la historia, dejo que Fresita la cuente en voz melancólica:
—Mi mamá me dijo que los consiguieron en una feria cuando estuvieron de excursión al momento de graduarse de preparatoria. Tu madre, según dice la mía, era la más bonita y ella era la más estudiosa, por eso el libro y el vestido. —Su voz se agrava con un nudo que promete llanto teñido de recuerdo—. Siempre le pregunto por su amistad porque las admiro mucho, Em. Fueron tan unidas en las buenas y en las malas, se compartieron los secretos por más de treinta años, fueron de esas amistades de una en un millón... mamá me cuenta que tu madre solía decir que era curioso que tanto tú como yo resultáramos bonitas y estudiosas, que parecía que fuéramos hijas de solo ellas, excluyendo a nuestros padres. Sé que tú y yo no tenemos una relación como la de ellas, pero a mi mamá le pareció apropiado que tuviéramos estas cadenas.
—¿Cuál es para mí? —logro pronunciar, cuando una lágrima se me escapa. Menos mal no me he maquillado completamente.
—La que quieras. Cualquiera de las dos son parte de nosotras.
—Quiero la del vestido... sería algo raro tener un libro colgado al cuello y no leer casi nunca.
Sonríe y asiente.
—Date la vuelta —pide.
Obedezco y por orden interna de mi mente, tomo todo mi cabello en las manos para levantarlo y dejar el cuello al descubierto. Con cuidado Fresita pasa la cadena por delante y lo apunta en mi nuca. Se inclina y me abraza con fuerza desde la espalda, toco sus dos brazos con afecto para corresponder el abrazo.
—Te admiro mucho, Em, eres demasiado fuerte y valiente.
—Gracias, Cris.
Nos separamos y al vernos con los ojos llorosos, compartimos una risa burlona.
Solo por esta noche y ya que no estaré acá para cuidar a mis hermanas (pues papá debe trabajar, solo descansa los sábados), vendrá la hija de los vecinos a ayudar a dormirlas; ella tiene catorce o quince años pero luce responsable y las dos veces que ha venido a saludar a las gemelas, ellas se han portado bien en su presencia... de todas maneras solo es un par de horas, debo volver a las once a casa.
Cuando lucimos decentes y elegantes, salimos de mi habitación sin ordenar el desastre de cosas sobre la cama... ya pensaré en eso cuando deba acostarme a dormir. Bajamos las escaleras y papá va pasando con un cuenco grande lleno hasta la mitad con compota hacia las gemelas que están en el suelo alfombrado con los perros.
—Están preciosas —halaga al vernos—. Por favor no beban ni se droguen, las amo.
—Deja el drama, papá.
—¿Qué es la vida sin drama? —responde burlón—. Es como la vida con drogas, es malísima. ¿Ya casi vienen por ustedes?
—Le escribí a... Ethan... —Alcanzo a decir el nombre correcto, recordando que Brad se presentó como Ethan hace unas semanas. Cris arruga la frente pero le hago señas para que siga la corriente— y dijo que en unos diez minutos llegaba.
—Es amable al llevarlas a las dos.
—De todas formas yo iré a supervisar más que nada —apunta Fresita—. Viene en realidad por Emily.
A los pocos segundos y antes de lo planeado, tocan la puerta. Fresita se va a abrir y me acerco a las niñas para despedirme. Papá repara en la cadena que me cuelga del cuello; emite un jadeo y baja sus cejas con pesadumbre, pero sonriente.
—¿Amanda les mandó esas cadenas?
—Sí. ¿No te molesta que la use?
—Tu madre siempre decía que había acordado con Amanda regalarles esas cadenas cuando estuvieran grandes. Así que supongo que Amanda cree que ya están grandes; no me molestaría. —Papá esboza una sonrisa que sabe a desconsuelo. Se levanta del mueble, dejando el tazón a un lado y se acerca para abrazarme con fuerza y susurrar con voz rota—: Tu madre estaría muy orgullosa de ti ahora. Estás hermosa, cariño. Diviértete.
No mencionar a mi mamá con frecuencia hace que momentos así sepan un poco más amargos y dolorosos. Rodeo la espalda de mi padre y él me aferra con más fuerza aún; lo escucho sollozar.
—La extraño, pa. La extraño muchísimo.
—También yo, cariño.
—¡No, espera! —susurra alguien a nuestras espaldas. Nos soltamos de inmediato y vemos a Fresita que retrae sus labios avergonzada. Brad muerde su labio, también sonrojado; fue él quien dijo eso—. Disculpe por interrumpir, señor, fue sin intención.
Ambos lucen tan abochornados que tanto papá como yo reímos y limpiamos de inmediato los ojos llorosos. Él se acerca a Brad y estrechan sus manos formalmente.
—Descuida, Ethan. Cuídame a estas dos señoritas.
—Sí, señor. —Brad asiente con respeto.
—Adiós, pa.
Ya fuera de la casa, Fresita no resiste a preguntar.
—¿Por qué te dice Ethan?
—Error de comunicación hace una semanas, no importa —respondo—. No es nada.
Brad blanquea los ojos.
—A mí sí me importa pero te sigo la corriente... —Hace una pausa y doblamos la esquina. Allí, una camioneta muy grande y para nada elegante, de color café desvaído, y responde con un pitido al control que Brad activa—. En fin, sigan a su carruaje, damas.
—¿Nos vamos a ir en eso? —exclamo, sonando algo más grosera de lo que pensé. Brad ríe pero creo que fue muy imprudente de mi parte.
—Es de mi vecino, era esto o a pie.
—Luce... —empiezo.
—¿Destartalada? ¿vieja? ¿como que se va a averiar a los dos kilómetros de prenderla? —completa él. Asiento con una mueca de disculpa—. Lo sé, pero es que quería que lo más hermoso que me acompañara hoy fueran ustedes y no el transporte.
—Awww, ¿en serio? —Sonrío enternecida.
—No. No tenía para una limosina y era esto o un taxi pero luego para devolvernos quizás era difícil conseguir el taxi, así que acá estamos.
—Wow, qué tierno. —Mi sarcasmo le saca una sonrisa y me pasa el brazo por los hombros.
—¡Pues a mí me encanta! —chilla Fresita—. Estoy segura de que nadie llegará en una camioneta similar, así que seremos únicos. ¡Vamos!
Se acerca casi brincando a la puerta de la camioneta con el vestido ondeándole sobre las piernas. Cristina entra en la camioneta y se ubica en la mitad del asiento, dejando el espacio para Brad y para mí a cada uno de sus lados.
—Ella es un poco rara —dice Brad—. Y eso que la Rarita eres tú.
—Gracias.
Tras conducir por varios minutos escuchando hablar a Cristina de las decoraciones de último minuto que debe acomodar, llegamos y Brad estaciona cerca de la salida.
—Te acompaño adentro —le dice a Cris— y luego me quedo acá mientras empieza el baile. Espérame acá, Em. No vamos a entrar de primeros como tontos.
—Yo puedo entrar sola.
—¿Segura?
—¡Sí! No te preocupes, Brad, solo son como veinte pasos y Sam ya debe estar adentro.
Si Ethan está en la organización, también debe estar ya adentro, pienso para mí misma, con una punzada de recelo.
—De acuerdo.
Él sale de la camioneta y ayuda a Cristina a bajarse y al verla caminar hacia adentro, vuelve a entrar y enciende la calefacción.
—No sé cómo hacen ustedes para andar en vestido con este frío. ¿No les duelen las piernas o los brazos?
—Un poco al estar afuera, sí, pero lo vale. No todos los días andamos en vestido bonito.
—Cristina sí. Cada día anda en vestido.
—Claro, ella es una princesa —ironizo.
—Hoy tú también eres una princesa. —Su halago me hace sonreír, y él ladea un poco el cuerpo para quedar más de frente—. Las ventajas de que no andes con elegancia a diario es que en días como hoy, al ser ocasión especial, te ves muy bien. Fresita luce así todos los días, así que deja de ser especial.
—Puedo estarme equivocando, pero ¿me estás diciendo que estoy bonita?
—Desde que llegué a tu casa, gracias por notar mi halago.
Río con ganas en el silencioso espacio. El estacionamiento por ahora solo tiene tres autos y estoy casi segura de que son del director y de los maestros que se vieron obligados a acompañar el evento, por lo que en general está oscuro y eso le confiere al interior de la camioneta un ambiente íntimo y cómodo.
Brad ha encendido la emisora mientras esperamos y al terminar una canción, el locutor, con voz alegre y animada, habla:
—iEse fue Lukas Graham con Love Someone, queridos oyentes! San Valentín fue el día de ayer, pero en muchos lugares lo celebran el día de hoy y en honor a eso, viene la siguiente canción a petición de un enamorado que se le declara a Lindsay Connely. Si tienen a un amor al lado, levántense a bailar este romántico tema; esto es You are the Reason, de Calum Scott y recuerden que pueden hacer sus peticiones vía Twitter con nuestro numeral #RadioValentín.
—Esa canción es maravillosa —murmuro, recostando un poco mi cabeza en el cristal de la cabina. Cierro los ojos para disfrutar de la melodía pero con brusquedad abren una de las puertas y me sobresalto.
Brad ha salido del auto y lo rodea para llegar a mi puerta y abrirla. El viento helado se cuela de inmediato. Me extiende una mano y lo observo con una ceja levantada.
—El tipo del radio dijo que nos levantáramos a bailar.
—¿Y haces caso?
—Me gusta esa canción —declara con simpleza—. Y no tengo un amor cerca, pero te tengo a ti, me conformo.
Tomo su mano solo para no tener la grosería de dejársela levantada en vano, pero no salgo de la camioneta; a cambio de eso, echo una mirada alrededor a través de los vidrios.
—¿Aquí? ¿En el estacionamiento?
—¿Por qué no? El hecho de que luzcas como princesa no dice que eres una, no seas exigente.
—No sé...
—Apúrate, que se acaba la maldita canción.
Al decir esto, me hala con un poco de fuerza pero me impulso para salir de allí. Lo primero que hago es temblar de pies a cabeza, pero Brad me abraza por la cintura y eso disminuye un poco el frío. Blanqueo los ojos ante lo divertido de la situación y subo mis manos a sus hombros. Él se mueve primero, llevándome.
Al estar tan cerca, pero a la vez lo suficientemente lejos como para que no sea incómodo, detallo a Brad. Por el ajetreo con lo de Fresita, el arreglarnos, el momento con mi papá y el drama de la camioneta, no lo había mirado realmente a él. Trae un smoking negro que le sienta de maravilla, su cabello castaño con visos rubios está un punto más peinado que de costumbre y tiene su cara completamente lisa, así que posiblemente se afeitó hace unas horas; no es que se deje nunca la barba o algo similar pero de vez en cuando le salen unos vellos de medio milímetro en su rostro casi infantil. Sonrío con los labios apretados y desvío la mirada.
—¿Qué es tan gracioso?
—¿Aparte de estar bailando junto a una camioneta vieja en un estacionamiento casi desierto y con la música algo baja?
—Sí, aparte de eso.
Mis ojos buscan los suyos y al dar con ellos recuerdo vagamente que el día en que chocamos en el pasillo antes de entrar a matemáticas, sus ojos y su voz fueron lo que más me llamó la atención de él.
—Es solo que acabo de notar que luces muy bien —confieso—. Tú tampoco andas elegante con frecuencia, así que es especial. También luces como una princesa.
—Já, graciosa.
—Debiste haber invitado a alguien más al baile.
—¿Por qué?
—Porque luces muy bien —repito—. Deberías estar con tu Valentín, no conmigo.
—No hay nadie en esta institución que me guste —declara—. Para todos soy el hermano de Ethan y por eso nunca sé cuándo alguien me habla para acercarse a él. Así que si no hubieras sido tú, habría traído a Ash o a cualquiera, pero nadie especial realmente.
Es un poco inexplicable el ligero alivio que siento al escuchar eso. De repente me invade un sentimiento de culpa de tener a Brad haciendo esto por mí, sé que dice que lo hace con amabilidad, pero creo que le pido mucho. Además, parece que a Ethan ya le es indiferente el tema, no ha vuelto a decir nada o a mirarnos extraños durante clases en estos dos días.
—Oye, Brad, ¿estás seguro de querer seguir con esto de fingir estar conmigo? Creo que a Ethan ya no le importa y ese era el motivo de hacerlo.
—Oh, sí que le importa. Créeme. Lo sé porque cada noche me mira con rabia y vive pendiente de si digo algo de ti. Sé que le importa.
La canción ha terminado unos segundos atrás pero permanecemos abrazados, especialmente porque tengo mucho frío y su calor me reconforta. Mi teléfono, metido en un pequeño bolso dentro de la camioneta suena con fuerza y me obliga a separarme de Brad. Lo saco y sin entrar a la cabina, leo el mensaje.
«No vas a creer quién me vino a recoger a mi casa. Llego en un rato, apenas vamos a subir al taxi». Es de Ash.
Se lo muestro a Brad y este se burla de inmediato.
—¿Crees que Ethan esté con ella? Sería muy gracioso.
—Se supone que Ethan ya está adentro, así que no creo.
—Tal vez sea el bajito de tercero que le hace halagos de vez en cuando —opina—. No sé cómo se llama, pero a veces me habla para decirme que mi amiga está muy linda.
—Ella no me había contado.
—Claro que no, le da vergüenza.
Paulatinamente van llegando los estudiantes; primero los de primero y segundo siempre puntuales y cerca de las ocho, los de tercero y cuarto. Cuando parece que ya podemos entrar sin presiones, Brad le pone seguro a su destartalada camioneta y entramos tomados de la mano.
En la entrada del gimnasio/salón del baile, está Samantha con una sonrisa enorme, y viéndola un buen rato antes de atravesar la puerta, notamos que está allí para asegurarse de que todos entren con la pareja que ella misma designó.
Cuando llega nuestro turno, nos sonríe ampliamente.
—¡Estás divina, Emily! Se ven tan hermosos juntos y así vestidos. —Toma sus manos una con la otra y nos observa casi con adoración, como si de verdad nos considerara lo más precioso del mundo. Agacho la mirada—. ¡Disfruten su San Valentín y Bienvenidos!
Extiende su mano dándonos el permiso de entrar y Brad ríe al alejarse de ella.
Sacando los dramas de Ethan o de Fresita, debo admitir que el gimnasio quedó precioso. Decorado en matices rojos pasando por el rosado, el lila y el púrpura, luce tal como una postal amorosa con cupidos en las paredes, globos de colores, serpentinas plateadas y doradas, un gran corazón en toda la mitad colgando del techo de donde salen luces de varios colores y donde están las gradas, una pequeña plataforma donde está un compañero de clases que las hará de DJ.
Aún no hay gente bailando, pero sí muchas voces en distintas conversaciones. Fuera de eso, es bastante notorio que algunos, nada más entrar, se separan de su pareja asignada pues no quedaron demasiado conformes.
—Hola, muchachos —escuchamos a nuestras espaldas. Giramos sincronizados para ver al maestro Harry sobresaliendo con su traje por encima de los demás—. ¿Cómo están?
Él observa a Brad y luego me observa a mí. Mi amigo no sonríe ni por cortesía y recuerdo que me dijo alguna vez que no es que le caiga muy bien el maestro. Yo sí le sonrío, pero no por cortesía sino porque luce sexy vestido de smoking.
—Les quedó bonito el lugar, ¿no cree, profesor?
—Se esforzaron bastante. Puede ser un San Valentín que muchos no olviden. Esperemos que todo salga bien.
—Sí, eso espero.
El maestro mira a Brad de nuevo, como si le pidiera con la mirada que le respondiera, puede que ni siquiera sea consciente de que Brad no lo aprecia de a mucho. Me tiento de pellizcar a mi novio para que no sea grosero con semejante bombón, pero no hace falta porque él nos sonríe y se retira.
—¿Por qué no te agrada el maestro?
—Odio las matemáticas —responde—. Verlo a él es ver matemáticas andantes.
—Es muy prejuicioso.
—Prejuiciosa tú que solo lo respetas porque dices que está bueno.
—Eso no es cierto, creo que es un gran maestro.
—Claro, sus divertimáticas son la pasión de las adolescentes.
—Creo que no estás...
Brad de repente me abraza, rodeando con posesión mi cintura y ubicando su boca cerca de mi oreja.
—No quiero que vayas a girarte como un búho a mirar —murmura—, pero allá está Fresita con Ethan.
—¿Dónde?
—En la parte de atrás, están inflando un par de globos y riendo.
—Quiero ver.
—Abrázame —pide, pues mis brazos se quedaron quietos a mis costados. Obedezco y los subo a su cuello—, te voy a girar.
Lenta y casualmente giramos hasta que puedo observar hacia donde él me indicó para observar a mi casi prima riendo de lo lindo con mi casi ex.
Lo peor de todo el asunto es que en mi mente y cuando no veo o estoy cerca de Ethan, me convenzo de que es algo que ya no me interesa en absoluto, que ni siquiera tuvimos una cita decente o un beso al qué apegar lo que pueda sentir por él, pero entonces lo veo y noto que sí me importa. No al punto de sentirme traicionada como si se tratara de Judas, pero sí es una sensación desagradable.
Luego de casi una hora en que el maestro Harry ya habló dando la bienvenida a través del micrófono e hizo suspirar a varias estudiantes, incluyéndome, el baile comienza. Fresita efectivamente está en las gradas con Samantha y los demás chicos del comité de organización —menos Ethan— riendo y hablando. Brad y yo estamos en una de las bancas cerca de la mesa que ubicaron para bocadillos tomando una especie de jugo de manzana.
—Oye, Ash no llegó —comenta Brad.
—¿Le habrá pasado algo?
Él saca de inmediato el celular de su bolsillo pero antes de lograr marcar su número o algo, las puertas del gimnasio se abren de nuevo. Como afuera hay más iluminación que acá, donde ya han bajado un poco las luces, el abrir supone una entrada llamativa pues las personas recién llegadas quedan como resaltadas en un aura blancuzca. Brad suelta una risita y hago lo mismo al ver entrando a Ash con su acompañante; varios estudiantes cerca a la puerta no pueden evitar la burla pero al ver el rostro serio de Ash, evitan burlarse en voz alta.
Nada más cerrar la puerta, se separan y Ash nos busca con la mirada. Levanto la mano para que nos note y llega a nosotros. Nos ponemos de pie y le sonreímos.
—Es el colmo que para completar mi suerte de hoy, el taxi se hubiera varado a mitad de camino —refunfuña, cruzándose de brazos—. No pudimos arrancar hasta que el señor cambió la llanta desinflada.
—Yo creo que es muy romántico —apunta Brad con sarcasmo—. ¿No hubo chispa entre tú y Brenda?
—Jódete, Brad. Esa princesa es lo más fastidioso que pudo llegar a mi casa. Todo el camino se estuvo quejando del baile y de Ethan y del aire. Creo que hablaba sola. Eso le pasa por poner que quería invitar y no ser invitada. Egocéntrica.
Cuando parece que ha terminado de quejarse, me acerco y le paso un brazo por el hombro.
—Pero ya estás acá, qué más da.
Suspira y se resigna. Esboza una media sonrisa y asiente.
—¿Cómo va todo? ¿algo interesante?
—El maestro Harry se ve como modelo con su traje —respondo. Ella sonríe—. Y ya. Fresita anda con los del comité y yo acá estoy con Brad.
—Y perdiendo el tiempo, por lo que veo. —Se estira y nos toma a ambos de las muñecas para arrastrarnos a la pista de baile que ya está con suficientes personas como para que una sola pareja llame la atención—. ¡A bailar!
No habíamos salido a bailar porque a decir verdad no le vimos necesidad, pero con Ash parece que el humor cambia de inmediato en nosotros y bailar parece ser indispensable. Es una canción movida y podemos bailarla los tres juntos, Ash haciendo monerías y nosotros siguiéndola.
De reojo logro ver que Ethan ha ido a sacar a bailar a Fresita y ella accede. Cuando llegan a la pista, quedan tres parejas entre nosotros y ellos. No dejo de observarlos y entonces Ash se me atraviesa enfrente.
—¡Oye, no los mires! Esta noche es nuestra, no suya.
No logro evitar arrugar la frente de todas formas y de intentar de a poco mirarlos a ellos nuevamente. Cuando la canción termina, empieza una lenta y más de la mitad de los asistentes se salen de la pista.
—Bailen esta ustedes dos —dice Ash, que ya se va alejando de la pista como todos.
Quedamos solamente seis o siete parejas en el centro y a unos cinco metros de distancia, una de las parejas es Ethan y Cristina. De forma robótica subo mis manos al cuello de Brad y empiezo a mecerme de un lado a otro, pero con la mente lejos del baile.
—No dejes que te amarguen el momento —murmura Brad casi en mi oído. Suspiro, enojada conmigo misma—. Otra de las razones por las que hago esto contigo es porque creo que mi hermano no te merece, Rarita. No le prestes demasiada atención, vales muchísimo y más hoy que luces decente.
—Gracias, Brad.
A la vez que nuestros movimientos son de izquierda a derecha, también giramos sobre nuestros pies. La canción que suena es Angel de Aerosmith. En uno de los giros y cuando la frase don't know what I'm gonna do about this feeling inside suena, miro hacia Ethan que está a medio centímetro de besar a Fresita.
—¡La va a besar! —siseo a Brad en su hombro.
Él gira suavemente la cabeza y detiene los giros de nuestros pies. Los observamos y siento la necesidad de ir y gritarle para evitar que la bese, pero sé que no tengo el derecho. Cuando casi puedo ver, a pesar de la poca iluminación, que sus labios están juntos, pasa Ash y los empuja un poco, como si fuera caminando y no los hubiera visto. Eso interrumpe el casi beso y Ash sigue de largo, como si hubiera sido un completo accidente.
Me he retenido de pensar que el interés de Ethan por Fresita luego de que se enterara de que es mi prima, es una manera de molestarme o llamar mi atención porque creo que es sumamente egocéntrico de mi parte; sin embargo, cuando su beso es interrumpido y lo primero que hace Ethan es mirar fijamente en nuestra dirección, mi teoría toma más fuerza. Fresita no se entera pues ella no lo ha soltado y su intención es seguir bailando y aunque él tiene sus manos en su cintura, tiene sus ojos en nosotros.
Es extraño cómo sucesos de un par de minutos pueden parecer de horas cuando hay tensión en medio. Mis cejas no pueden disimular la molestia, y mi mirada y la de Ethan conectan por menos de lo que dura un suspiro, ni siquiera sé si nota mi enojo, porque Brad me pincha un poco la cintura donde tiene su mano llamando mi atención rápidamente.
—Déjalo. No lo mires.
—¡Casi la besa! —murmuro entre dientes.
—Si realmente quieres molestarlo, no te quedes en el casi.
Se ha acercado a besarme sabiendo que su hermano nos observa antes de que le pregunte a qué se refiere.
Mis ojos se cierran por instinto aunque mi mente trabaja a mil por hora con la sorpresa. Mis brazos han estado todo el rato en su cuello desde que iniciamos a bailar y mi cuerpo tenso desde que los vi a ellos bailar, mas en este momento parece que mis dedos ansían más su mejilla y que mi cuerpo pasa de la tensión a un estado gelatinoso.
Por un instante el hecho de que esto lo hacemos solo para molestar a Ethan es borrado de mi mente y aunque sé que tendré mucho qué pensar a la hora de dormir, me permito disfrutarlo completamente y pese a que quiero reprenderme, hay una partecita de mí que deja de pensar que es un beso fingido y mejor finge que es un beso real de San Valentín.
No sé qué pasará cuando esto acabe, pero temo mucho que las cosas cambien completamente.
Maldito y bendito San Valentín.
¿Qué les pareció? 7u7
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