VII
No sé por qué no le hablé a nadie de esas marcas, detective. El miedo me paralizó. ¿Acaso puedes culpar a un niño de ocho años que fue testigo de algo que no comprendía?
Desde ese momento me propuse estar más cerca de Índigo, protegerla de aquello que había empezado a perturbarla.
Por eso le dije a mi madre que quería ingresar a la misma academia de música. El baile no era lo mío, pero podía aprender a tocar algún instrumento.
Así fue como conocí a mi primer amor, el violín. Las notas dulces y melancólicas que mi profesor prometió enseñarme me atraparon.
Mi madre me apoyó con orgullo. Me compró un violín cuando apenas llevaba un mes de clases.
Al principio era un desastre desafinado. Torturaba a todos en la casa con mis prácticas de novato. No importaba. Era divertido aprender, conocer la magia que uno mismo podía crear.
En cierta ocasión, mi profesor me comentó que había personas con un talento innato, brillaban desde el primer instante y seguían volando hasta la cima. Luego estaban aquellos que debían esforzarse en aprender la técnica, entrenar algo nuevo para su naturaleza.
Ambos podrían llegar lejos pero la realidad era que los primeros entregaban su vida a ese talento... y los del segundo grupo terminaban abandonando por creer no estar a la altura.
No necesitó decirme más. Comprendí que yo no pertenecía al primer grupo. Al principio me dolió, necesité tiempo para procesarlo.
Hablé con mi madre sobre eso, y me explicó que estaba bien no ser perfecto. Ella solo quería que yo disfrutara y fuera feliz, que tuviera alguna actividad para descargarme.
Sus palabras se llevaron toda mi preocupación. Cuando ella se fue, Índigo, quien había escuchado todo con fascinación, se acercó a hablarme.
—¿No vas a ser un violinista perfecto? —me preguntó.
—Está bien ser imperfecto —insistí.
—No... —musitó inquieta, mordiendo la uña de su pulgar—. No sirve si es como todos. No podemos ser iguales a los demás. Tenemos que ser únicos. Los mejores.
—¿Quién lo dice?
—Se va a enojar —susurró sin aire—, quiere que yo sea perfecta. Quería que tú también... Va a romper todo lo que no llegue a eso.
Salió corriendo a su habitación antes de que pudiera interrogarla.
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