I

Fluctuat nec mergitur (Es sacudido por las olas pero no se hunde).


I

Cuenta una leyenda que los cisnes cantan una bella canción antes de exhalar su último aliento, después de haber guardado silencio toda su vida.

Sabía que aceptarías mi invitación, detective. Mi mensaje despertó tu curiosidad, ¿verdad?

Aún no eres una detective, ya sé. Pero te fascinan los rompecabezas humanos, reconstruir las historias que uno guarda en su memoria.

Mira a tu alrededor, esta es la playa que visitaba durante mi infancia. Detrás de ti está la casa donde crecí. Aunque el techo se caiga a pedazos y la humedad haya sido implacable con sus paredes, aún podrás ver esa ventana de marcos azules en el primer piso.

Si cierras los ojos podrás oír las olas rompiendo contra la costa y el lamento de algún ave en la distancia.

Pero tus ojos seguirán abiertos porque no confías en mí. Sé lo que estás pensando, que no viniste a buscarme a este pueblo costero para escuchar metáforas de la vida y la muerte.

¿Recuerdas ese día en la facultad? Me preguntaste por qué no podía dejar de mirarte. Por qué aquella tarde, cuando nuestros caminos se cruzaron, el color abandonó mi rostro y mis pasos se detuvieron. Extendí una mano y estuve a punto de rozar tu mejilla.

Me preguntaste por qué lucía como si acabara de ver un fantasma. No pude responderte... hasta ahora.

Eres idéntica a ella.

No miento al decir que tus ojos, tus labios, hasta los reflejos del sol sobre tu cabello son iguales a otro rostro. Menos mal que naciste dos años antes. Habría sido una coincidencia espeluznante si sus cumpleaños fueran el mismo día.

Verte fue recordar ese capítulo de mi vida que nunca pude dejar ir. Mis pesadillas regresaron más fuertes que nunca, y ya no puedo seguir guardando silencio.

A nadie le gusta que lo comparen, lo entiendo. No pretendo ofenderte ni usarte como un reemplazo al fantasma que duerme en mis recuerdos.

Tú eres única... Ella fue única.

Quítate los zapatos, siente la arena entre tus dedos... y perdóname por el secreto que voy a contarte. Perdóname porque una vez que escuches de este infierno, una parte de él se quedará contigo.

¿Qué pensaste cuando el profesor del seminario nos preguntó si en esta vida éramos víctimas, victimarios o testigos? En mi caso, siempre he sido el Watson de un Sherlock errante. Solo un testigo de un alma sensible que fue atormentada por el único monstruo del que nunca pude protegerla...

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