Capítulo III

Al llegar a la estación de policía, Kiara quiso interrogar a Gastón y a Ángela, luego a mí y a Kex. Estaba segura de que ellos no eran, porque por más malas personas que eran, ellos no serían capaces de tal cosa, pero aún así Kiara debía asegurarse.

Estar en este lugar me traía recuerdos que creía enterrados, como siempre. Hace algunos años yo estaba exactamente en dónde estaría en unos momentos, con la mirada de todos sobre mí, pensando en qué había hecho algo que jamás podría hacer.

Este lugar me daba escalofríos, no me gustaba ni un poco recordar aquella horrible noche. Todo fue mi culpa y por desgracia mi pequeño tuvo que presenciar cosas que un niño no debería.

De repente sentí que la puerta se abrió y me di la vuelta para observarlos. Ninguno dijo nada, Kiara simplemente se hizo a un lado para que yo pudiera pasar a la sala de interrogatorios. Me dirigí hacia la puerta y Gastón me dio una mirada de muerte antes de irse junto a su hermana.

Ignoré eso y al observar dentro de la sala, el compañero de Kiara estaba sentado en una silla.

El lugar era oscuro, las paredes estaban pintadas de gris y hacía frío. En cada esquina había una cámara que monitoreaba todos los movimientos que hacían los sospechosos, para que luego fueran analizados y así tener una confirmación, negación o nueva afirmación sobre las emociones y hechos de la persona.

Me senté en la helada silla de metal y Malcom me observó de la misma manera que lo hacía hace diez años. En sus ojos marrones, casi negros, se notaba como me despreciaba, se notaba que me odiaba y yo tampoco sentía mucho aprecio por él.

—Tanto tiempo, Cassandra Shilo.

—¿Estás mejor de la última vez? —sonreí arrogantemente.

En el pasado este sujeto despreciable, de cabello negro, rostro y cuerpo perfecto, había querido hacer algo... indigno de cualquier persona, pero mucho peor para un detective como él.

Seguramente con sus contactos había logrado librarse del castigo que debería serle impuesto, pero al menos tenía la satisfacción de lo que sucedió hace años.

—Tu esposa me golpeó tanto, que por poco y no puedo tener hijos —reclamó.

—¿Quieres tener hijos para que tu mujer los cuide y sea una ama de casa sumisa como en la época antigua? —no respondió—. Mi esposa solo se defendió de un inmundo como tú qué casi le arruina la vida.

—Kira todo el tiempo me provocaba y lo sabes, con esa ropa ajustada y...

—Mi mujer se vestía de la manera más cómoda que sentía, tú no tienes derecho a ser tan asqueroso y repugnante.

—La defiendes demasiado bien para ser una asesina —dijo mirándome a los ojos fijamente.

De repente sentimos un fuerte golpe sobre la mesa y notamos que Kiara había apoyado una carpeta con varias hojas dentro.

—Recuerda que soy tu supervisora y no permitiré que la hagas sentir mal.

—¿Entonces eres capaz de proteger a una asesina?

—Según tu perspectiva, según la mía no lo es.

Ella se sentó en su silla, de su traje de detective sacó una grabadora y presionó play.

—Dieciocho de Abril de dos mil veinte y cuatro, hora once y media a.m. Estamos el detective Malcom Piño y yo, Kiara Slamon, encargados de un homicidio que involucra a la familia Vancour, incluyendo a la desaparecida Kira Vancour.

—¿Dónde estuviste el diecisiete de Abril de dos mil veinte y cuatro las doce de la noche? —preguntó Malcom.

—Estuve con mi hijo Kex, viendo una película de terror, llamada Pesadilla en el Infierno —respondí.

—¿Estuviste toda la noche con tu hijo? —asentí.

—Luego de ver la película nos fuimos a dormir.

—¿Cómo te enteraste sobre el asesinato de la señora Vilma Cio?

—Lo vi por las noticias y asumí que se trataba de la misma señora que cuidaba a mi hijo años atrás.

—Hace diez años fuiste sospechosa de un crimen, asesinar a Kira Vancour y hacer desaparecer su cuerpo —hizo una pausa—. Se demostró tu inocencia, pero luego de tantos años una persona cercana a la familia Vancour es asesinada sin dejar ningún rastro del asesino, igual que con tu ex esposa.

—Esposa —corregí.

—Como sea —dijo él sin importancia—. Eres la principal sospechosa de este crimen, así como Gastón y Ángela Vanocur —informó.

Siguieron haciéndome preguntas de todo tipo, qué estaba haciendo, con quién, qué hice después de ver la película con mi pequeño y qué hice hasta la mañana siguiente.

No necesitaba preguntarle a Malcom qué opinaba de mí, era obvio que seguía furioso por lo del pasado y esperaba vengarse en la última oportunidad. Curiosamente, Kiara creyó en mi versión, pero la noté algo confusa y distraída.

Me preguntaron como era mi relación con la señora Vilma en el pasado, les conté que ella había sido la mejor niñera que pudimos conseguir, pero que también era una gran amiga y nos alegraba que fuera tan dedicada a su trabajo.

Ella era la nana de Kira, Gastón y Ángela, los crió cuando sus padres no tenían tiempo, osea casi siempre y se volvió parte de la familia. Cuando tuvimos a Kex y debíamos trabajar, Kira pensó que sería una buena idea contratar a la señora Vilma y efectivamente, tenía razón.

Kex la adoraba y se divertía mucho con ella.

Cuando la interrogación finalizó, Kiara dijo que debía identificar el cuerpo en la morgue. La idea no me gustó para nada, pues sabía qué en cuanto viera su cuerpo, está pesadilla infernal sería aún más real de lo que ya lo era.

No sabía exactamente cómo eso sería posible, pero estaba segura que no podría soportarlo.

Nos fuimos de la estación de policía, nos subimos a su auto y comenzamos a viajar hasta una parte alejada de la ciudad, en donde las calles estaban abandonadas y no había una sola persona, pero sí almas vagando en esa parte muerta de la ciudad.

Mis piernas temblaban un poco, pero lo suficiente para que no pudiera mantener el equilibrio por mí misma.

—No tienes qué hacerlo si no quieres, Cass.

—Renuncié a querer algo, lo que la vida me de, lo tomo sin ganas.

—Cass, tienes un hijo, ¿no te ayuda a superarlo todo?

—Solo por él no he muerto, de lo contrario sería un alma vagando por el mundo, junto a las demás.

Me miró lentamente, pero no dijo nada más. Kiara sabía cuán inútil era insistir en algo que no tenía sentido. Para ella lo tenía, porque la vida no había sido tan cruel con ella como lo fue conmigo. Sin embargo yo creía qué la vida no podía dañarme aún más de lo que ya estaba dañada.

¿Cómo rompes un plato de vidrio que está hecho pedazos?

Cada quien muere a su manera, algunos se enamoran, otros se ponen un revólver en la boca, otros prefieren sangrar por sus propias acciones, por su propio remordimiento o locura.

Eventualmente todos morimos, así qué nada tenía sentido.

Llegamos al edificio, el cual era bastante lujoso, custodiado por muchos hombres que eran guardias de seguridad. Al bajarnos del auto, nos acercamos a ellos, dos hombres nos dijeron que pusiéramos nuestras pertenencias en una pequeña bandeja para que fuera escaneada.

Kiara sacó su arma, su placa y sus collares

Ambos sacaron el escáner de metales de sus cinturones y comenzaron a pasarlo por todo nuestro cuerpo. Al terminar el scanner, pudimos tomar nuestras cosas de valor y un forense se dirigió hacia nosotras.

Nos guió hasta la recámara en donde mantenían a los cuerpos y donde estaría la señora Vilma.

Realmente no quería ver su cuerpo, pero estaba seguro que sería necesario por el bien del caso, lastimosamente, eso me haría demasiado daño.

El forense nos abrió la puerta de la habitación y un olor putrefacto inundó mis fosas nasales, haciendo que me tapara la nariz y la boca. Kiara hizo lo mismo, pero al estar acostumbrada, solo se tapó la nariz.

El hombre tomó la manija de uno de los depósitos y al abrirlo, cerré los ojos por el temor que había en mí. El cuerpo estaba cubierto por una tela de color blanco y al ser destapado, confirmé que era ella.

Su cabello rojizo, sus arrugas, su rostro... era ella...

Lágrimas comenzaron a salir de mis ojos, porque presenciar esto significaba que una pesadilla volvía a mi vida y parecía no tener un fin. El pasado siempre quería volver para torturarme una vez más y divertirnos en un juego eterno.

18 de Abril de 1996

Hace unos diez minutos estaba caminando, tratando de averiguar en qué casa, bueno, más bien, mansión, sería la de Kira. Una persona normal tendría el número de la casa en la puerta o al menos al margen, pero al parecer ellos no.

Tenía anotado el número 1306 como su dirección, pero los números eran tan pequeños que se me dificultaba notar cuál era la mansión correspondiente.

Me acerqué a unas rejas de color doradas, relucientes, como si fueran nuevas. Era una mansión blanca, con un camino para que los coches pudieran estacionar y una fuente, de la cual desprendía agua a través de una estatua de una torre de agua, realmente una belleza.

Toqué el botón gris y oí un leve ruido. A través del altavoz escuché la voz de un hombre, me preguntó mi nombre y le dije que era Cassandra, amiga de Kira y eso fue suficiente para que las rejas se abrieran lentamente, dejándome pasar.

Caminé por el camino que me conducía a su mansión, el cual estaba lleno de flores blancas, lavandas, orquídeas amarillas, margaritas, jazmines y todo tipo de flores y rosas que existían. Tenían un jardín muy bello y bien cuidado.

Con las yemas de mis dedos toqué los pétalos de una lavanda, de pronto oí el sonido de la puerta abrirse y me alejé de ella. Me d la vuelta y Kira estaba con una remera de los Rolling Stones ancha y un pequeño short negro. Tenía lentes de sol puestos en su cabeza y un vaso con jugo en su mano.

Bajó los escalones que la conducían hasta mí, y sonrió ampliamente.

—¿Tan puntual que estás ansiosa por verme? —preguntó egocéntricamente.

—Ya quisieras que estar en mi mente todo el tiempo.

Se acercó a mi oído.

—Las almas destinadas siempre están en la cabeza del otro —susurró.

Por alguna razón, sentir su aliento chocando contra mi cuerpo, hizo que se me erizara la piel repentinamente.

—Tú y yo solo seremos compañeras de trabajo, nada más —dije firmemente.

—¿Cuánto apuestas a qué serás mi esposa?

—Sigue soñando, niña rica, porque ni muerta estaría contigo.

Miró las lavandas y sonrió de lado.

—Puedes seguir tocándolas, no te castigaré por eso —se burló.

Seguí admirando las lavandas, me parecían que eran muy bellas, no solo por su aroma, sino por la suavidad de los pétalos, sus colores al estar en la luz del sol, como en la sombra, hacían que sea más bella de lo normal.

Acerqué mis dedos para tocar los pétalos, cerré los ojos y sentí una suavidad diferente a la de los pétalos. Abrí los ojos y noté que eran los dedos de Kira, que habían chocado con los míos, en un intento de tocar los pétalos.

—Perdona, no quería incomodarte —aparté mi mano rápidamente.

La peli marrón no dijo nada, simplemente se agachó un poco, tomando la planta del tallo, para luego romperlo.

—¡¿Pero qué haces?! ¿Por qué le quitas la vida?

Sin responderme, acercó la lavanda hacia mí, ofreciéndomela.

—Solo quería dártela.

—No era necesario matarla.

—No sé porqué no te agrado, Cass, solo te vi un par de veces, pero parece que me odias desde siempre.

—Ni siquiera te conozco y solo me haces la vida imposible, ¿podemos entrar para comenzar el trabajo mientras llegan los demás? —sin esperar su respuesta, subí los escalones que me conducían hacia el interior de la mansión.

¿Había sido muy ruda? Es decir, ella no tenía derecho a matar a una pobre planta. Claro que como es una mujer rica, puede hacer lo que quiera, hacer como si nada hubiera pasado y lastimar a quien estuviera en su camino.

Es típico de ellos, las personas ricas, hacer lo que consideran correcto y si sale mal, fingen que nada sucedió y siguen tranquilamente por sus vidas. Primero empiezan por una planta, luego van por los animales y los humanos, para ocasionar un caos.

Nos sentamos en un sofá de color marrón que estaba en la sala de estar, en donde había un enorme ventanal por el cual entraba mucha luz.

Una señora de cabello rojizo, ojos color avellana y un aspecto a la típica abuelita a la cual amas, se nos acercó con una bandeja con comida. En ella había budines, snacks, algunos vasos con bebida y unas galletas que olían muy bien.

Asumí que era su sirvienta o algo así.

—Hola, querida —le sonrió a Kira y luego a mí—, traje un poco de comedia para que no estén con el estómago vacío.

—Muchas gracias, Vilma, en un rato vendrán los demás y si quieres puedes irte —dijo con dulzura.

—No me molesta ayudarte, querida, lo más importante en la vida es estudiar y si puedo ayudarte en eso...

—Estás para eso —comentó una voz masculina.

Las tres miramos hacía las escaleras que conducían hacia el primer piso de la mansión, en donde había un chico robusto, de cabello negro, un poco de barba y esta a vestido como si fuera dueño de alguna compañía o algo así.

—Cállate, Gastón, ella es libre de irse.

El chico tenía unos papeles en sus manos y los estaba revisando con demasiado detenimiento.

—¿Quién hará la cena? Ángela tiene demasiado trabajo y tú también lo tendrías si tuvieras un poco de madurez —espetó con rudeza.

Kira intentó disimular su dolor al oír esas palabras, pero en sus ojos podía ver la decepción que esas palabras le habían causado.

—Déjame en paz, me gusta estudiar.

—Debería interesarte Vancour Enterprises y no solo el estudio.

Ella suspiró.

—No peleen, chicos —intervino la señora Vilma—. No tengo problema en quedarme hasta la noche —sonrió dulcemente.

Ni Kira, ni Gastón dijeron algo. Ambos guardaron silencio y él se retiró para seguir con sus papeleos, pero su intervención en nuestro plan dejó aturdida a la ojiverde.

Esto era incómodo, porque tenía la leve impresión de que había algo más, pero preferí no meterme y simplemente callarme.

—¿Estás bien? —pregunté y ella asintió.

—Gastón suele ser un imbécil la mayor parte del tiempo —comentó algo gruñona.

—No digas eso, querida —comentó la pelirroja—. Tu hermano solo quiere lo mejor para ti.

Kira le prestó atención a aquello que dijo, parecía ser una chica impulsiva, pero el hecho de que la señora Vilma la calmara a su manera, hizo que ella entrara en razón.

—No mereces ese trato.

—Preocúpate por estudiar —ella se acercó a Kira, le acarició el cabello y dejó un beso en su frente.

La ojiverde sonrió de lado y asintió levemente, en señal de que había tomado en cuenta su consejo.

Mentiría si dijera que no tenía curiosidad, ¿pero realmente valía la pena saber algo que no tendría relevancia en mi vida? Es decir, ni que me fuera a casar con Kira...

18 de Abril de 2024

Kex suele ser muy parecido a Kira, impulsivo, algo rebelde de vez en cuando, pero siempre con un buen corazón.

Temía contarle sobre Vilma, pero era necesario que él lo supiera por mí, principalmente para que comprendiera que entre nosotros no había secretos y que pese al dolor que cargábamos en nuestros corazones, aún podíamos sentir humanos y no solo almas perdidas.

Kex bajó de su habitación con una taza de café en sus manos y por debajo de sus ojos pude notar ojeras. Seguro había estudiado tanto que ya estaría cansado y aunque me gustaba decirle que se tomara su tiempo, él era muy exigente con él mismo.

—¿Cansado, pequeño? —sonreí de lado.

—Un poco, pero necesito aprobar el examen y si es necesario, me quedaré toda la madrugada estudiando.

Sonreí de lado, porque amaba esa actitud de él.

—Debemos hablar, Kex, tengo algo que decirte —comenté con temor.

Frunció el ceño un poco confundido, caminó hasta mí y dejó la taza de café en la mesa ratona para luego sentarse a mi lado.

En sus ojos verdes, pude notar el miedo a lo que iba a decir y sabía que eso traería consecuencias que a veces no podríamos controlar.

¿Quién puede controlar el dolor o los sentimientos? No era tan fácil como muchas personas lo hacían ver.

—¿Qué sucede, mamá?

—No es fácil, hijo —bajé la mirada—, pero debemos afrontarlo —al levantar la mirada, noté sus ojos cristalizados—. Hubo un asesinato y...

—¿Q-quien murió? Dímelo, para acabar con esta agonía —suplicó con la voz entrecortada.

—Fue la señora Vilma, hijo...

Kex parpadeó varias veces, sin poder creerlo. Las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos, lo envolví en mis brazos como a un niño y él cerró los ojos con fuerzas. Su rostro estaba colorado, sus manos temblaban ligeramente y podía sentir como su corazón latía fuertemente.

Me abrazó, entonces también algunas lágrimas salieron de mí, porque no era justo que luego de tanto sufrimiento, una mujer tan buena y mi pequeño sufrieran.

El fuego en la chimenea nos calentaba en este momento tan doloroso, como solía calentarnos cuando estábamos con Kira. La luz cálida del fuego me hizo entender que esta muerte no era como la desaparición de mi esposa, ahora ambos estábamos preparados para que lo debíamos atravesar y yo no cometería los mismos errores que en el pasado,

Él se separó de mí y me observó a los ojos. Tomé sus manos y las acaricié lentamente.

—¿Quién fue? ¿Por qué?

—No lo sé, hijo —hice una pausa.

—¿H-hay a-algo m-más?

Me conocía demasiado bien...

—Cuando naciste, tu madre deseaba que cuando fueras mayor de edad, heredaras una parte de Vancour Enterprises y...

—¿Crees que el asesinato esté conectado con eso?

—No lo sé, hijo, me gustaría poder darte una respuesta, pero sé que Kiara puede ayudarnos.

Kex se limpió las lágrimas con la manga de su buzo, y suspiró con pesar.

—Imagino que debo ir a declarar.

—Sí, pero con calma, si quieres puedo decirle a Kiara que...

—Quiero ir ahora, por favor —interrumpió.

Con recelo sobre como Malcom podría tratarlo, acepté y ambos nos fuimos a la estación de policía. Allí Kiara se sorprendió al vernos, pero al notar que Kex estaba a mi lado, entendió que le había contado todo y me dio una taza de café para que pudiera calmarme.

Ella entró a la sala de interrogatorios y se quedó a solas con mi hijo en lo que pareció una eternidad.

En algo Kex tenía razón, esto era demasiado sospechoso, dentro de poco él heredaría una gran parte de la compañía y este crimen le afectó bastante como normalmente sería.

Si tan solo en esa noche hubiera llegado a tiempo...

Preferí omitir los detalles sobre qué Gastón y Ángela querían obligarme a detener mi propia búsqueda, porque no quería que Kex se metiera en esto. Si algo le sucedía, no podría soportarlo.

Ambos salieron de la sala y Kex me abrazó con mucho dolor.

—Lo lamento, por ambos —comentó la pelinegra.

Iba a decirle que eventualmente todo se resolvería, pero en ese instante su celular comenzó a sonar y al atender la llamada, su expresión facial cambió a una confusión.

—¿Qué sucedió?

—Hubo otro asesinato...

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