Capitulo 11: El peso de la verdad.

Tres días para de la boda.

—¿Qué se supone que es esto? —preguntó Zack tajante.

—No molestes, Zack —contestó Eric, sujetando la mano de Génesis para encaminarse juntos al restaurante.

Su hermano lo detuvo colocando una mano en su pecho.

—No. Me lo explicas.

—¿Qué quieres que te explique? —preguntó el mayor en tono seco.

—Qué haces con ella —contestó Zack.

—No es de tu incumbencia.

—Claro que es de mi incumbencia, es mi ex novia.

—Qué extraño que de repente te importe si lo has venido ocultando desde hace dos meses.

El cuerpo de Zack se tensó completamente y su expresión se oscureció.

Génesis no había dicho ni una sola palabra, observaba la situación desde su lugar, bastante incómoda.

Se produjo un silencio aterrador que en cualquier momento desencadenaría una fuerte pelea.

—¿Ubícate un poco, quieres? —contestó finalmente el hermano menor.

—¿Por qué? ¿Ya se te fueron las ganas de preguntar? —le dijo acercándose más a él.

—No. Créeme que no, aún no llega mi pregunta favorita —murmuró aún más desafiante.

—¡Amor! —Melissa captó la atención de los tres desde la puerta del restaurante—. No me dijiste qué vas a pedir. ¿Qué hacen que no entran?

Los hermanos se apartaron el uno del otro, pero la tensión del ambiente se cortaba con cuchillo. Unos segundos después, Zack hizo caso a su esposa y se adentró al establecimiento.

Génesis se acercó a Eric, que tenía los puños cerrados, la mandíbula apretada y todo su cuerpo en tensión. Hizo ademán de sujetarle la mano, pero antes de que pudiera, él se encaminó al restaurante con la mirada fija en su hermano y el paso bastante acelerado.

Ella lo siguió, un poco asustada por la situación. Temía por lo que Eric fuera a decir o hacer. Faltaban tan solo tres días para la boda y no estaban en condiciones para destapar la caja de Pandora.

Una vez dentro del restaurante, el ambiente parecía más relajado, pero la tensión seguía palpable entre Eric y Zack. Génesis observó con preocupación cómo los dos hermanos apenas intercambiaban miradas, evitando cualquier contacto visual directo.

Jade y Marcus, notando la atmósfera cargada, trataron de desviar la atención hacia temas más ligeros y triviales. Hablaron sobre la decoración del restaurante, la música ambiental y los planes para el día siguiente. Sin embargo, la tensión persistía en el aire, como una nube oscura que amenazaba con estallar en cualquier momento.

Eric apenas tocó la comida en su plato, absorto en sus propios pensamientos. Génesis notó su mirada perdida y preocupada, y deseó poder hacer algo para calmarlo. Sin embargo, sabía que cualquier intento de intervenir podría empeorar las cosas.

—¿Vas a pedirte otra hamburguesa? —preguntó Zack a su prometida.

—¡Los nervios me dan hambre! no puedo creer que falten tres días para la boda.

—No vas a entrar en tu vestido —dijo él de mala gana.

Génesis le dedicó una mirada de rechazo a su exnovio, comenzaba a darse cuenta que algunas cosas no habían cambiado, lamentablemente.

—Tienes razón —empezó con voz apagada—, mejor no la quiero —le expresó al camarero.

—Pídela Melissa —la animó Génesis—, una hamburguesa no va a cambiar tu cuerpo.

—¡Además te ves increíble en ese vestido! —agregó Jade.

—Yo me pido una también, estoy hambrienta —comentó ella para animar a Melissa, quien finalmente se pidió su hamburguesa.

—Siempre tan oportunos tus comentarios hermano... —comentó Eric.

Zack le lanzó una mirada que de seguro podría haberlo matado, pero sin embargo se mantuvo en su lugar.

—Tan oportunos como los de Isa, ¿por cierto, como está?

El silencio se apoderó de la cena, y Génesis notó que el cuerpo de Eric se tensionó como nunca antes, mientras miraba fijamente a su hermano.

—Fuiste a verla ayer ¿cierto?

Ella lo miró con extrañeza y con una sensación de disgusto en su estómago, esperando que Eric respondiera algo acerca de "Isa".

—No es momento para hablar de ella —masculló con ira en su voz.

—¿Vendrá a la boda? porque enviamos la invitación a tu casa... bueno, su casa.

—Zack, basta —interrumpió Melissa tratando de silenciarlo.

Génesis no entendía nada de lo que estaban diciendo pero un sentimiento amargo se apoderó de su cuerpo, mientras buscaba alguna respuesta en los ojos de Eric.

—¿Que? —se defendió ofendido—, es su esposa.

En ese instante ocurrieron varias cosas en simultáneo.

Eric se levantó provocando que la mesa tambaleara y algunas copas se cayeran. Sujetó a su hermano del brazo cruzando la mesa y provocando que el resto se alarmara.

Se oyó el estruendo de los vidrios rompiéndose en el piso, los cubiertos chillar contra los platos y las bebidas derramarse en el mantel salpicando el suelo.

El resto del restaurante se quedó en silencio, todos los ojos se posaron en la escena que se desarrollaba en la mesa de los hermanos.

Las palabras de Zack resonaron en la cabeza de Génesis una y otra vez.

"Es su esposa"

Sintió que el corazón se le detuvo por lo que parecía una eternidad. Es casi imposible explicar lo que se siente cuando un corazón se rompe en mil pedazos, es como si el ruido de las copas quebrandose contra el piso hubieran reflejado el corazón de aquella chica, que latía con debilidad y resonaba en su cuerpo.

Se sentía abrumada por la tensión que se palpaba en el ambiente y deseó poder desaparecer en ese momento.

Con los pedazos de su corazón entre sus manos, se alejó de la escena a paso rápido, porque los ojos le ardían y no quería que la vieran desmoronarse.

—¡Basta, Eric! —exclamó Melissa, intentando liberar a su prometido del agarre de su hermano.

—¿Estas celoso? ¡Dímelo! ¡¿Estas celoso?!—respondió Eric, con voz ronca y llena de ira contenida.

—¡Suéltame! —gritó Zack, forcejeando para soltarse.

Melissa intervino, tratando de calmarlos.

—¡Por favor, deténganse! —imploró, con lágrimas en los ojos.

Eric soltó a su hermano y se alejó de la mesa, respirando agitadamente.

Génesis se sentía como si estuviera en medio de un terremoto emocional, incapaz de mantenerse en pie mientras el mundo a su alrededor se desmoronaba. La confusión y el dolor se agolpaban en su pecho, haciéndola sentir como si estuviera al borde de un abismo.

Con paso tembloroso, se alejó de la mesa, tratando de encontrar un lugar donde pudiera estar a solas con sus pensamientos. Cada paso le resultaba más difícil que el anterior, como si estuviera arrastrando un peso insoportable sobre sus hombros.

Finalmente, encontró refugio en un cubículo del baño, apartado del restaurante, donde el bullicio de la gente y el tintineo de los cubiertos parecían distantes y lejanos. Se dejó caer en una silla, sintiendo cómo las lágrimas empezaban a emerger de lo más profundo de su ser.

No podía dejar de pensar en las palabras de Zack. Su mente se negaba a procesar la información, incapaz de aceptar la verdad que acababa de descubrir.

"Es su esposa", resonaban las palabras en su cabeza una y otra vez, como un eco doloroso que se negaba a desaparecer. ¿Cómo podía ser posible? ¿Cómo podía Eric estar casado con otra mujer y nunca haberle dicho nada?

El dolor y la traición se entrelazaban en su interior, envolviéndola en una espiral de emociones destructivas. Se sentía como si hubiera sido engañada, como si todo lo que había creído sobre su relación con Eric hubiera sido una mentira.

Un sollozo escapó de sus labios, rasgando el silencio de la noche con su dolor crudo y visceral. Se sentía perdida, desorientada, como si el mundo entero se hubiera vuelto del revés en un instante.

¿Cómo podría volver a mirar a Eric a los ojos después de esto? ¿Cómo podría confiar en él cuando había ocultado algo tan importante durante tanto tiempo?

El peso de la verdad la aplastaba, haciéndola sentir como si estuviera atrapada en un torbellino de emociones que amenazaba con arrastrarla hacia lo más profundo de la desesperación.

Mientras las lágrimas seguían surcando sus mejillas, Génesis luchaba por encontrar algún atisbo de claridad en medio de la tormenta emocional que la envolvía. Se sentía traicionada, confundida y herida, como si todas las certezas en las que había construido su mundo se hubieran desvanecido de repente.

Con el corazón en un puño, se preguntaba una y otra vez cómo había llegado a esta situación. Recordaba los momentos compartidos con Eric, los gestos de cariño, las risas compartidas, las promesas susurradas al oído. Pero ahora, todo eso parecía empañado por la sombra de la mentira y la decepción.

Intentaba ordenar sus pensamientos, encontrar una explicación lógica que pudiera dar sentido a lo que acababa de descubrir. Pero por más que lo intentaba, no podía evitar sentirse abrumada por la confusión y la desesperación.

En medio de su angustia, una voz conocida la sacó de sus pensamientos tumultuosos. Era Eric, tocando la puerta del cubículo.

—Génesis, hablemos por favor —exclamó, su voz llena de ansiedad.

Ella levantó la mirada, no quería abrir esa puerta, no quería mirarlo a los ojos ni enfrentarse a esa conversación que se debían, porque estaba herida y desde su dolor diría cosas de las que después no podría volver.

Sabía que esa conversación sería un punto final.

No sabía nisiquiera de donde había recobrado fuerzas, pero se levantó y abrió la puerta, encontrando sus ojos oscuros llenos de dolor y arrepentimiento. Por un instante, sintió un destello de ira arder en su pecho, pero luego se desvaneció ante la abrumadora sensación de tristeza que la embargaba.

—¿Cómo pudiste hacerme esto? —susurró, su voz apenas un susurro roto por el dolor.

Eric bajó la mirada, incapaz de sostener su mirada.

—Lo siento, Génesis. Nunca quise lastimarte —murmuró, su voz llena de remordimiento.

Salió del cubículo, sintiendo un nudo en la garganta que amenazaba con ahogarla.

—¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué me ocultaste algo tan importante? —exigió, buscando respuestas que parecían esquivarse.

Eric se pasó una mano por el cabello, visiblemente afectado por la angustia de Génesis.

—No sabía cómo decírtelo. Tenía miedo de perderte —confesó, su voz temblorosa.

Ella sintió un dolor punzante en el pecho, una mezcla de rabia y tristeza que amenazaba con desbordarse.

—¿Perderme? ¿Acaso no me perdiste cuando decidiste ocultarme la verdad? —replicó, su voz llena de amargura.

Eric la miró con los ojos llenos de lágrimas, su corazón lleno de arrepentimiento.

—Lo siento, Génesis. Mierda, no sabes cuanto lo siento —susurró, con la voz quebrada por la culpa.

Ella sintió un torbellino de emociones en su interior, luchando por encontrar una salida a la maraña de sentimientos que la envolvía. Pero en ese momento, una cosa estaba clara: las cosas entre ella y Eric ya no serían las mismas.

Eric extendió una mano hacia ella, pero Génesis retrocedió instintivamente, sintiendo que necesitaba espacio para procesar todo lo que acababa de descubrir.

—No, Eric. Necesito tiempo —dijo con voz entrecortada, conteniendo las lágrimas que amenazaban con desbordarse nuevamente.

Él asintió con tristeza, comprendiendo la necesidad de Génesis de tomar distancia para reflexionar.

—Génesis, por favor, no te vayas. Necesitamos hablar de esto —imploró, con la mirada suplicante.

Ella vaciló por un momento, luchando internamente entre el deseo de confrontar a Eric y la necesidad de alejarse para procesar lo sucedido. Finalmente, tomó una decisión.

—Por favor déjame —sorbió la nariz y se secó las lagrimas que caían por sus mejillas—, si tienes un mínimo de cariño por mi, no me busques.

Y tras ello salió del baño para luego marcharse a su hotel, siquiera pudo despedirse del resto, no podía mirarles la cara, o más bien, no quería que le vieran su cara. Porque se sentía tonta, absurda y utilizada.

Paró un taxi y se marchó a su hotel.

La decisión de Génesis de alejarse dejó a Eric con el corazón destrozado, pero sabía que tenía que respetar su deseo de espacio. Se quedó en el baño por un momento, sintiendo el peso abrumador de la culpa y la tristeza sobre sus hombros.

Cuando finalmente salió del baño, se encontró con la mirada preocupada de Melissa y el gesto furioso de Zack.

—Eric, ¿qué está pasando? —preguntó Melissa, poniéndole una mano en el hombro.

—Lo siento, Mel —murmuró, incapaz de sostener su mirada.

Zack lo miraba con una mezcla de ira y culpa pero no dijo nada. Sabía que no era el momento para confrontarlo.

Sabía que había cometido un error grave al ocultarle la verdad a Génesis, y ahora tendría que enfrentar las consecuencias de sus acciones.

Con el corazón lleno de pesar, Eric se dirigió hacia la mesa donde Marcus y Jade lo esperaban con expresiones preocupadas.

—¿Estás bien? —preguntó Jade al notar la mirada perdida de Eric.

—No —respondió sinceramente—. Malinterpretó todo, ni siquiera pude explicárselo. Fui un imbécil.

Marcus puso una mano en su hombro, ofreciéndole un gesto de apoyo silencioso.

—Vamos a encontrar una solución, hermano. Pero primero, necesitas calmarte. Ve a casa —sugirió.

Eric asintió. Se sentía abrumado por la culpa y el dolor, pero sabía que tenía que encontrar una forma de arreglar las cosas con Génesis.

Melissa lo miró con preocupación, extendiendo una mano hacia él.

—Eric, por favor, háblame. ¿Qué está pasando? —preguntó con voz preocupada.

Él la miró con tristeza, sintiendo el peso de sus palabras.

—Génesis no tenía idea de la separación con Israel, ni siquiera sabía que estábamos casados. Me arrepiento mucho de no haberle dicho la verdad a tiempo. Nos ahorraríamos unos cuantos malos momentos si todos fuéramos honestos —dijo, apretando su mano con gratitud y dirigiendo sus palabras a su hermano, quien aún no había contado a su prometida sobre su relación pasada con Génesis.

Zack permaneció en silencio, observando la escena con expresión sombría. Sabía que Eric había cometido un grave error al ocultarle la verdad a Génesis y temía que su hermano tomara venganza contándole la verdad a Melissa.

Finalmente, Eric se dirigió a su auto para marcharse. Al subirse, su aroma lo inundó y fue como si un pinchazo se clavara en su corazón.

Una ráfaga de recuerdos con ella se atravesó por su mente: ella en su departamento, con el pelo mojado después de bañarse, frente a la playa, durmiendo, abrazándolo, enojada, distraída... ella.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que además de romperle el corazón a Génesis, él mismo había sido el culpable de romper su propio corazón .

Y un corazón roto es como tener las costillas rotas; nadie puede verlo, pero duele cada vez que se respira.

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