Derecho a nada

No me hables de amor,

no trates de inventarme un mundo de rosas, memorias blancas y paisajes impecables.

No crees ilusiones, no disfraces tus inseguridades con palabras sacadas de la prosa carnívora.

Ya he vivido bastante, ya me embriagué de otras letras, me calciné el alma creyéndolas, soñándolas, esperándolas.

Busca otro cuerpo, más inocente, menos incierto.

No... No me hables de amor si no eres capaz de otorgarlo.

Si por las noches, entre el desvelo y las ansias, te golpea mi recuerdo, si en la oscuridad mustia mis manos acarician tu ausencia,

no te atrevas a blasfemar mi carne, a llenarte esa boca perversa, a saciar tus instintos con ella.

Si... Porque te espera otro cuerpo, otro más sereno, menos tormentoso, uno que ya conoces, que amas y nunca serás capaz de soltar.

Por eso no... No me hables de amor, no juegues con tu viril elocuencia, si ni siquiera eres capaz de lucharme.

Eres peor que el adiós, eres mas vil que un criminal a quemarropa, mas desolado que el silencio.

Ya ni maldecirte puedo...

No... No me hables de amor, porque tus palabras penetran y se clavan dentro,

acuchillan mi alma y destrozan mi calma, provocan que te espere, me desahucian, me entierran viva.

No me hables de amor, no tienes derecho, no te pertenezco,

No me perteneces...

Eres simplemente una jugarreta del destino, un canalla despiadado,

que se instaló en el rincón más perverso de mi alma desolada.








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